sábado, 30 de noviembre de 2013

El capitán de Castilla (1947) Por el camino de México

 

Por lo general las películas de aventuras, tienden a simplificar el contexto histórico en el que se situan, utilizándolo como mero decorado en el que desarrollar las peripecias de sus valientes personajes. Un ejemplo palmario es Scaramouche, una de las obras más cuidadas de Rafael  Sabatini, ambientada en el periodo inmediatamente anterior al estallido de la revolución francesa. Mientras en la versión muda se seguía fielmente la novela, en la más conocida cinta de George Sidney que tan gallardamente interpretó Stewart Granger, la peripecia histórica queda reducida a lo mínimo, sin por eso dejar de ser un excelente ejemplo del género.


Esta circunstancia no sucede con “El capitán de Castilla”, basada en una estupenda novela de Samuel Shellabarger, publicada el año anterior. La adaptación corrió a cargo del estupendo guionista Lamar Trotti, un magnífico escritor, que pese a su temprana desaparición (51 años en 1952) proporcionó los guiones de obras maestras indiscutibles. (“Cielo amarillo”, “El joven Lincoln”, “Incidente en OX-Bow”,”El filo de la navaja”). Gran amante de la historia, Trotti recrea con verosimilitud esa España de comienzos del siglo XVI  en ciernes de conquistar un imperio.

La acción que arranca en Jaén, nos presenta  la bucólica existencia de Pedro De Vargas (Tyrone Power), un joven hidalgo que por culpa de los celos y la codicia de Diego De Silva (John Sutton), verá como su vida se derrumba. El déspota cacique que no puede olvidar la afrenta que le causó Pedro cuando salió en defensa de su esclavo indígena y protegió a la bella campesina Catana (Jean Peters), consigue con  su influencia, que la inquisición detenga a la familia De Vargas acusándola de herejía. En el transcurso de los interrogatorios, la hermana pequeña de Pedro fallece. Gracias a un extraño aventurero, Juan García (Lee J. Coob), consigue liberar a los suyos y apuñalar al pérfido De Silva, dándole por muerto.

Huyendo de la justicia, embarca rumbo al nuevo mundo junto al aventurero y la hermosa Catana, que ama desesperadamente a Pedro, a sabiendas de que este por su condición nunca se casará con ella. Cuando llegan a Cuba, todo se está preparando para la conquista del imperio de los aztecas.

 

Filmada en glorioso Technicolor, en las exactas localizaciones donde se produjo el inicio de la conquista de México, la cinta del prestigioso Henry King, que ya había dirigido a Power en siete ocasiones, es un retrato complejo de la época que nos ocupa. Sus personajes no son unidimensionales, sino que se debaten en lucha contra sus demonios internos, en busca de una libertad de la que no pueden disfrutar en su patria. El propio personaje de Cortés, uno de los pocos papeles importantes de Cesar Romero fuera de las cintas de serie B, esta tratado con una serie de matices poco habituales en una cinta de estas características.


Todas estas premisas, no deben hacer olvidarnos que se trata de un estupendo filme de aventuras, con las suficientes dosis de acción y romance para convertirla en una indiscutible obra maestra del género. Pese a su larga duración cercana a las dos horas y media, el sentido de la narración de King, logra que disfrutemos con intensidad, este capitán de Castilla en la piel de un maravilloso Tyrone Power. El junto a una aguerrida Jean Peters y el siempre magnífico Lee J. Coob protagonizan esta fantástica epopeya, a la que acompaña una fantástica banda sonora de Alfred Newman.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Sin novedad en el frente (1930) La guerra sigue igual.

 

El final de la gran guerra, dio como resultado la proliferación de filmes con mensaje pacifista. Las imágenes que presentaban los noticiarios, de grandes cementerios conmemorativos, cuajados de cruces en el corazón de la vieja Europa, impresionaron vívidamente al público norteamericano.

Incluso antes de que los Estados Unidos entraran en la contienda mundial, Thomas H. Ince había dirigido “Civilización” (1916) una fábula alegórica que condenaba los horrores de la guerra. Las exitosas producciones “El precio de la gloria” (1926) de Raoul Walsh y “Cuatro hijos” de John Ford también se acercaron al tema, aunque solo “El gran desfile” de King Vidor consiguió dotar de un clima realista al horror padecido por los soldados. No obstante sus buenas intenciones, estas brillantes películas, no dejaban de ser cintas románticas donde la comedía y el sentimentalismo, aguaban el predecible final feliz.


El Vossische Zeitung era un periódico berlinés que llevaba publicándose con algunos cambios de nombre desde 1618. Primera cabecera de Berlín durante buena parte del siglo XIX, en los azarosos tiempos de la República de Weimar, su ideología liberal, había perdido influencia, ante los cantos de sirena de los movimientos extremistas.  En este clima tan controvertido, no es de extrañar  que su director acogiera con reticencia el publicar por entregas, una novela titulada originalmente Im Westen Nichts Neues, a condición de que ningún lector protestara.

Tras la abrumadora acogida por parte de los lectores, su posterior publicación en forma de libro, logró vender solo en Alemania más de millón y medio de ejemplares. Cifra que aumentó considerablemente al ser traducida de forma casi inmediata a numerosos idiomas.

El autor de tan celebrado éxito editorial, Erich María Remarque, había desempeñado toda suerte de oficios, logrando destacar hasta entonces como cronista deportivo. Este desempeño periodístico le permite ir adquiriendo el estilo ágil y conciso que será determinante para el éxito de la novela. Articulada como si de un dietario se tratase, a lo largo de estos doce capítulos logramos el veraz retrato de un joven alemán, que impulsado por las exaltaciones patrióticas de sus profesores, se alista en el ejército. Inspirado en sus propias experiencias en el frente, donde sirvió a lo largo de dos años, este crudo relato difería totalmente de las exaltaciones militaristas que tradicionalmente impregnaban este tipo de narraciones.

 
 
 
El joven  Carl Laemmle, jefe de producción de los estudios Universal, decidió comprar los derechos cinematográficos. Puso al cargo de la dirección a Lewis Milestone, un acreditado director ganador del el oscar a la mejor comedia por la divertida cinta de aventuras “Hermanos de armas” (1927) y realizador de la sugerente cinta de gangster “La horda” (1928) dos de las primeras incursiones en el cine del magnate Howard Hughes.
Maxwell Anderson que había escrito junto a Laurence Stallings, la pieza de Broadway “El precio de la gloria” a la que aludimos al principio por su adaptación al cine, fue el responsable junto a Milestone  del guion de la película. Su postura  públicamente pacifista había resultado determinante para ser el elegido. La cinta que contó con un espléndido presupuesto, algo poco habitual en una productora especializada en filmes de género, contó con técnicos avezados que permitieron a Milestone utilizar de forma imaginativa el sonido.
 


En cuanto al elenco de actores, el papel principal recayó sobre Lew Ayres,  un novel actor que hasta entonces había hecho papeles secundarios. El mensaje anti belicista que impregnaba su personaje, le marcó tanto que decidió ser objetor de conciencia. Relegado a producciones de serie B encarnando al Doctor Kildare, fue el papel de otro médico en la notable “Belinda” el que le otorgó la nominación al oscar. No obstante esa actitud contraria a la guerra, fue el motivo de que su carrera no adquiriera más altos vuelos.

Galardonada con el oscar a la mejor película y al mejor director, ochenta años después de su estreno, sigue siendo uno de los puntales de la historia del cine. Uno de los retratos más despiadados de esa gran tragedia humana que es la guerra. Su enorme repercusión convirtió a Remarque en una celebridad mundial, exiliado de Alemania tras la irrupción del nazismo, residió primero en Francia y luego en Estados Unidos, hasta instalarse  definitivamente en Suiza continuando una brillante carrera, no obstante eclipsada por el grandioso éxito de su primera novela.

 
Esta magistral adaptación del texto de Remarque, contiene un lírico final que enriquece el de la narración original:
Cayó en octubre de 1918, un día tan tranquilo, tan quieto en
todos los sectores, que el comunicado oficial se limitó a la frase: «Sin
novedad en el frente».
Había caído boca abajo y quedó, como dormido, sobre la tierra.
Al darle la vuelta pudieron darse cuenta de que no había sufrido
mucho. Su rostro tenía una expresión tan serena que parecía estar
contento de haber terminado así.
 
Dos curiosidades: Ese mismo año el realizador alemán Pabst dirige una cinta titulada "Cuatro de infantería" con un argumento tremendamente similar. La segunda es que al estar el cine sonoro recién implantado, también se filmó en versión muda con acompañamiento musical sincronizado.

 

jueves, 28 de noviembre de 2013

La nave del destino (1952) Del barco de Chanquete no nos moverán.

 

La última película de Clarence Brown, narra la mítica aventura del  Mayflower, un barco que transportó desde Inglaterra, a los primeros moradores anglosajones de lo que hoy llamamos “Los Estados Unidos de América”. O al menos eso es lo que representan para la iconografía del país del Tío Sam.

Cuando acometió Brown este proyecto, había cumplido sesenta y dos años, treinta y dos de ellos dedicado a la dirección de películas. Desde 1926 estaba en la nómina de Metro-Goldwyn-Mayer para la que salvo alguna cesión esporádica, como la estupenda “Vinieron las lluvias” con Mirna Loy y Tyrone Power producida por la Fox, trabajó hasta el final de su carrera.


El cineasta natural de Massachusetts, comparte el  discutible honor junto a Robert Altman y Alfred Hitchcock, de haber sido nominado en seis ocasiones por la Academia, sin recibir nunca el apolíneo oscar. Un olvido, el de la famosa institución, tan ilógico como habitual. Baste decir que tres iconos del cine mundial como Cary Grant , Greta Garbo y Charles Chaplin tampoco lo recibieron y solo fueron galardonados con un oscar especial a toda su carrera.


La trayectoria cinematográfica de Brown se inició, al igual que muchos otros maestros, en el periodo mudo donde ya filmó sobresalientes cintas como “El águila negra”, un flilme de aventuras, considerados por muchos como el mejor de Valentino. También elevó al olimpo de Hollywood, a la divina Greta Garbo, cuando emparejada con John Gilbert rodó a las órdenes de Brown “El demonio y la carne”. A la legendaria actriz sueca, la volvería a dirigir en seis ocasiones más, siendo el director de la versión norteamericana de Anna Christie, la primera cinta sonora de Garbo. Otra de las grandes estrellas del estudio, Joan Crawford, protagonizó seis películas con la firma de ClarenceBrown. También fue el responsable de lanzar al estrellato a Elizabeth Taylor, con la maravillosa “Fuego de juventud”. Reputado director de actores, sus buenas maneras  y actitud dialogante, le granjearon el favor de estos.

 

Producida personalmente por Dore Schary, máximo ejecutivo de la marca del león, “La nave del destino” conto con un excelente reparto. Para interpretara al capitán del barco, el descreído y amargado Christopher Jones, se contó con el gran Spencer Tracy, que había obtenido un gran éxito con otro filme de Brown “Edison el hombre”. El amor surgirá entre el escéptico capitán y la bella Dorothy (Gene Tierney) esposa de un fanático líder religioso, al que da vida el elegante actor británico Leo Genn.

La luminosa fotografía de William Daniels en brillante Technicolor y la vibrante música del gran Miklos Rozsa, acompañan a esta singular nave, dirigida tras las cámaras, por uno de los mejores y más olvidados cineastas del Hollywood clásico.
                                         Aquí tenéis el tráiler original del filme
                                  Este video es en homenaje al gran Miklos Rozsa

 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Gigi (1958) Gracias al cielo por los musicales

 

Cuando se es amado, no se duda de nada. Cuando se ama se duda de todo.

Esta magnífica cita es obra de Colette, una escritora francesa que fue una abanderada literaria de los derechos de la mujer. Su primer marido no dudó en aprovecharse del talento  de la joven, publicando con su nombre las tres novelas inspiradas en su infancia. Tras desligarse de su crápula esposo, emprendió una fructífera carrera literaria, que le llevó a recibir los más altos honores.  

Pero el camino a recorrer era duro, como siempre lo ha sido para las mujeres. La audaz Colette, no dudo por eso en emprender las más variopintas ocupaciones, sin por eso dejar su dedicación a la narrativa. Mientras en su juventud se dedicó al teatro de variedades por espacio de seis años, a los sesenta no dudó en adentrarse en el negocio del maquillaje, creando su propia línea de productos. Esto no le impidió dejarnos una obra fecunda, de la cual Gigi es uno de sus mejores exponentes.


Colette en su época de actriz

Ya desde 1913 el cine francés empezó a adaptar la obra de Colette. En este caso el filme se titulaba Claudine, protagonista de las primeras novelas de la autora a las que hicimos referencia. En 1949 la directora Jacqueline Audryk, adaptó su novela Gigi por primera vez e inició una serie de adaptaciones a la gran pantalla, entre las que destaca “Te querré siempre” dirigida por Roberto Rosellini y protagonizada por Ingrid Bergman.




Colette junto a la célebre guionista Anita Loos, llevaron Gigi a los escenarios de Broadway. Una casi desconocida Audrey Hepburn interpretó a la protagonista. Seis años más tarde, el  prestigioso productor de musicales  Arthur Freed pagó la exorbitada cifra de 87.000 dólares, por los derechos de la obra. Lerner y Loewe que habían cautivado a los espectadores neoyorquinos con la adaptación musical de Pigmalyon de Bernard Shaw, bajo el título de My fair lady, se ocuparon del guión y las canciones. La única negativa que encontró Freed fue la de Audrey Hepburn, convertida ya en una estrella, a repetir el personaje que había creado en el teatro.




 

 
Arthur Freed estaba ligado desde un principio al género musical. Escribió las letras de las canciones que Nacio Her Brown compuso para el primer clásico del género “La melodía de Broadway” (1929) formando una excelente asociación, que fructificó en una serie de memorables números, de los cuales el más famoso es sin duda “Cantando bajo la lluvia”. Responsable de producir los mejores musicales de Metro-Goldwyn-Mayer, decidió culminar su carrera con esta preciosa cinta. Para ello volvió a contar con Vincent Minnelli, en ese momento el mejor director del estudio que ya había rodado con Freed, la legendaria “Un americano en París” (1951).
Rodada en París en la calurosa primavera de 1957, el filme contó con el maravilloso vestuario de Cecil Beaton  que recibió el oscar, al igual que Freed por la mejor película, Alan Jay Lerner por el guión adaptado, E. Preston Ames , F. Keogh Gleason , Henry Grace , y William A. Horning responsables de la dirección artística, Joseph Ruttenberg autor de la primorosa fotografía, la canción Gigi obra de Lerner y Loewe , Adrienne Fazan recibió el de mejor edición y Andre Previn a la mejor banda sonora. El noveno oscar fue a parar a Minnelli como mejor director.




Èn la añorada Belle Epoque paseando por los Campos Eliseos, encontramos a Honoré Lachaille (Maurice Chevalier), un acaudalado caballero que no deserta de su profesión de seductor. Él nos presenta a la joven Gigi (Leslie Caron) nieta de Madame Alvarez (Hermione Gingold) , quien tiene planes para su futuro. A su modesta casa acude habitualmente Gaston (Louis Jourdan), un joven millonario hastiado de la vida.

Canciones inspiradas, decorados y vestuario suntuoso, un reparto sugestivo entre los que sobresale Maurice Chevalier, junto a la exquisita dirección de Minnelli, logran hacer de Gigi, un gran espectáculo y digno homenaje a la maravillosa novelista francesa.
 


 
 

martes, 26 de noviembre de 2013

Orgullo de raza (1927) En el viejo San Francisco.



La presencia española en la colonización de Norteamérica, ha sido silenciada durante décadas por la sociedad estadounidense. En el cine por lo general, los personajes españoles eran representados como crueles conquistadores, que amargaban la existencia a los bondadosos piratas ingleses. Escritores como el británico Rafael Sabatini, hicieron populares este tipo de narraciones tan poco objetivas, de las que “El capitán Blood” y especialmente “El halcón del mar” son claros exponentes.  Las excelentes cintas surgidas de estas novelas hoy olvidadas, perpetuaron durante décadas estos estereotipos.

 


“Orgullo de raza” es uno de esos escasos títulos donde la herencia hispana es tratada con respeto e incluso admiración. Esta historia escrita por el luego todopoderoso magnate de la Fox, Darryl F. Zanuck, nos traslada en un bello prólogo al momento en que se funda la misión de San Francisco, allí conocemos al Capitán Enrique de Solano y Vázquez patriarca de una familia que irá prosperando a la par que San Francisco.

Poseedores de fértiles tierras y de una importante flota naviera, los Vázquez han creado un idílico mundo que será bruscamente trastocado, cuando como un ciclón se desata la fiebre del oro. Allí comienza una lenta decadencia ante el empuje del salvaje mercantilismo.


Tras este preámbulo la acción se traslada a 1906, donde la bulliciosa ciudad creada al amparo de su bahía, crece de forma vertiginosa, destruyendo los venerables vestigios de su pasado. Michel Brandon (Anders Randolf) un abogado sin escrúpulos quiere comprar su antigua hacienda, al anciano Hernández de Vázquez (Josef Swickard). Le acompaña su despistado sobrino irlandés Terrence O'Shaughnessy  (Charles Emmett Mack) que de inmediato se enamora de la bella nieta del hacendado, Dolores (Dolores Costello). A esta le revela que la oferta de su tío,  es una tapadera urdida para ocultar al auténtico instigador de la compra, el despiadado Chris Buckwell (Warner Oland) jefe del crimen organizado en el barrio chino.
 
Cuando en las primeras líneas, hablábamos de estereotipos forjados por el cine, es innegable que esta cinta de Allan Crosland, peca de ser exponente de uno aún mayor, el de la “maldad oriental”, en ese momento en pleno auge, gracias a las novelas de Fu- Manchú creadas por  Sax Rohmer . Curiosamente Warner Olland que aquí interpreta al villano, sería el encargado de dar vida al célebre criminal chino, en sus primeras adaptaciones en Hollywood.
Cierto es que en este filme, los mayores damnificados por el maléfico Buckwell, son los ciudadanos más humildes de su propia raza. También la imagen que se da de los arrogantes magnates anglosajones, no es precisamente elogiosa, mostrándolos como hombres groseros y disolutos, capaces de obtener ganancias a cualquier precio.
 
 
La mayoría del reparto ha quedado en el olvido, con la salvedad de Warner Olland, enormemente popular en América gracias a los seriales de Charlie Chan, y la distinguida Dolores Costello, una exquisita actriz, que pasó a la historia del cine al protagonizar “El cuarto mandamiento”  de Welles, aunque hoy en día sea más conocida por ser la abuela de Drew Barrymore.

Este largometraje, el segundo estrenado con una banda sonora incorporada, contó también con efectos sonoros, para remarcar la crucial escena del mítico terremoto. Un adelanto que sería el penúltimo paso, hasta el estreno de la primera cinta parcialmente hablada “El cantor de jazz” .
Atreveros a entrar, en este San Francisco de calles laberínticas y pasadizos con escaleras de caracol, una mezcla de aventuras y romance francamente divertida.
 
Video homenaje a Dolores Costello, que también fue protagonista de varios filmes con su entonces marido John Barrymore y del primer filme en Hollywood de Michael Curtiz "El arca de Noé"

 

 
 
 
 
 
 
 

 

 

lunes, 25 de noviembre de 2013

El pirata y la dama (1944) Cuando el amor llega así de esta manera


Pese a las reticencias iniciales debido a su alto costo, el brillante Technicolor se había hecho un hueco en la producción del Hollywood clásico. El abrumador éxito de “Blancanieves y los siete enanitos” y “Robín de los bosques”, más la espectacular acogida que obtuvo la película más mítica de todos los tiempos “Lo que el viento se llevó”, acabaron logrando que las cintas en color fueran cada vez más habituales en las pantallas.


Este proceso paulatino, evolucionó de forma diferente dependiendo de la política de cada estudio. De las grandes mayor norteamericanas: MGM, Twenty Century Fox, Warner, que dominaban el mercado, la mayor de todas Paramount  fue la que mostró menos entusiasmo por el nuevo proceso. Aunque en sus inicios había distribuido la producción de Walter Wanger “El camino del pino solitario” primera producción en Technicolor rodada en exteriores, había relegado este sistema,  salvo excepciones, a las superproducciones de Cecil B. De Mille.

Una de estas raras cintas es “El pirata y la dama” una preciosa obra de Mitchell Leisen que combina la comedia con el cine romántico. Pese al título con el que se estrenó en España, el filme no es en absoluto, la habitual aventura de piratas, al estilo de las que protagonizaran Errol Flynn y Tyrone Power.


Ambientada en el tumultuoso periodo de la restauración de los Estuardo, nos cuenta la agobiante existencia de una dama de la alta sociedad, Dona St. Columb (Joan Fontaine) casada con un estúpido petimetre (Ralph Forbes) que va siempre acompañado por un disoluto personaje  Lord Rockingham  (Basil Rathbone) que sólo pretende seducirla ante la indiferencia de su esposo. Hastiada de este ambiente simplón y enfermizo, decide huir junto a sus dos hijos hasta la mansión que posee en Cornualles. Cuando cree haber alcanzado la paz, es raptada por un marino y llevada al barco pirata que capitanea un francés llamado Jean Benoit Aubrey (Arturo de Córdova) cuya personalidad poética y soñadora,  fascinará a la dama inglesa.
 

 

 
Salpicada de divertidos momentos a cargo del genial Nigel Bruce que interpreta a  Lord Godolphin, aristócrata local, es en los momentos de romanticismo donde el filme gana en altura. Escenas dotadas de un aura mágica, donde la belleza serena de Joan Fontaine y la viril apostura de Arturo de Córdova, logran una armónica simbiosis entre dos personajes venidos de esferas tan dispares. Una hermosa historia de amores imposibles, creada por uno de los directores más sensibles que haya dado Hollywood.
 
Joan Fontaine alcanzó la fama gracias a Rebeca (1940) basada en una novela

                       de Daphne Du Maurier al igual que El pirata y la dama

Arturo de Córdova tuvo una corta carrera en los Estados Unidos, pero en su
México natal fue uno de los galanes más populares, uno de sus mayores éxitos fue esta adaptación de El Conde de Montecristo
 
 

 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Juarez (1939) Si a tu ventana llega una paloma.



Las películas en muchas ocasiones son un reflejo de la época en que se realizaron. En 1939 La frágil salud de las democracias occidentales ante el auge de los totalitarismos era un hecho. “Juarez” producida por Warner Bross, el estudio más progresista de Hollywood, más que una biografía de un personaje histórico al uso, es una defensa a  ultranza del sistema democrático.


William Dieterle , director alemán de origen judío, había logrado el reconocimiento del estudio, llevando a la pantalla las vidas de Pasteur y Zola interpretadas por Paul Muni. Galardonadas respectivamente con el oscar al mejor actor y a la mejor película, estas producciones históricas, dieron a la Warner, la imagen de prestigio que hasta entonces se le había negado. En esta nueva oportunidad, la productora puso a su disposición un generoso presupuesto, con estupendos decorados, cientos de figurantes y un reparto de campanillas.


Además de Muni que encarnaba al presidente mexicano, el elenco contaba con un brillante  Claude Rains en el papel del autócrata Napoleón III, el contenido Brian Aherne como el emperador Maximiliano, John Garfield en la piel del aguerrido Porfirio Diaz y la maravillosa Bette Davis recreando a la desdichada emperatriz Carlota.

Como dijimos al inicio, el filme no se centra en la vida personal de Juarez, sino en el mensaje que personifica. La cinta comienza con el emperador francés, encarnación de un poder despótico, que traza sus planes con tanta determinación como inconsciencia. Luego conocemos al flamante emperador, un paternalista monarca ajeno a los mezquinos intereses que respaldan sus partidarios. Enfrente se encuentra la legitimidad que representa Benito Juarez, asumiendo con dignidad los valores democráticos por encima de cualquier otra consideración. 

El brillante guion a cargo de John Huston, Aeneas MacKenzie, y Wolfgang Reinhardt, incide en el drama humano que padece la emperatriz Carlota, víctima inocente de las intrigas políticas que acabaran llevándola a la locura. Por otro lado los suntuosos figurines de Orri-Kelly y la majestuosa música de Erich Wolfgang Korngold, acaban de rematar la espléndida factura que posee, este lujoso drama histórico, tan entretenido como a la par profundo.

 
 
La popular habanera "La paloma"(1860) obra del compositor Alavés "Sebastián Yradier" es utilizada para realzar los momentos romáticos del filme
 

sábado, 23 de noviembre de 2013

El siete machos (1951) Vaya par de gemelos.

 

 

Las carpas constituían en las primeras décadas del siglo XX, la principal forma de diversión para las clases populares mexicanas.  Surgidas al albur de la revolución mexicana, una época conflictiva que obligó a los circos a prescindir de sus animales, al no tener con que alimentarlos, con el tiempo acabaron siendo una mezcla de teatro y salón de baile. Mientras la ruidosa orquesta entona las danzas más exitosas que bellas vedettes ejecutan entre el entusiasmo del público, sale a escena un cómico vestido estrafalariamente que empieza a utilizar un lenguaje delirante.


Esos son los orígenes del cómico más famoso  de habla hispana, las modestas carpas teatro donde se forjó un personaje convertido en icono del cine mundial. Tras una serie de papeles de lo más variopinto a lo largo de los años treinta, fue en unos populares cortos donde representó en las pantallas por primera vez a Cantinflas. En 1940, su interpretación de Cantinflas, como personaje secundario de una comedia que encabezaban  Joaquín Pardavé y Sara GarcíaAhí está el detalle", logró el reconocimiento del público eclipsando a los actores protagonistas.


Siguiendo el ejemplo de su admirado Charles Chaplin, Mario Moreno decidió formar junto a su amigo Jacques Gelman la productora Posa films, con lo que se aseguró el control artístico de su carrera.


Paralelamente se produce en su país la llamada edad de oro del cine mexicano, donde la figura de Emilio Fernández logra el reconocimiento de la crítica mundial. Pero son los dramas sociales de Ismael Rodríguez y las cintas de charros, las que llenan las butacas de los cines. Estas últimas conforman un género híbrido mezcla de western y comedia musical, que llevó su fama fuera de las fronteras mexicanas, gracias a la voz y presencia de charros cantores de la talla de Jorge Negrete y Pedro Infante.

En la España de  postguerra, aparte de las omnipresentes producciones norteamericanas, las cintas foráneas más populares eran las protagonizadas por Negrete, tan solo superado por las de Cantinflas.


La afición de Mario Moreno a satirizar diferentes géneros ya se había producido desde sus inicios en las carpas, donde realizaba versiones cómicas de las cintas americanas más populares del momento. También en sus primeros filmes tenemos ejemplos de adaptaciones tan chocantes como “Los tres mosqueteros” (1942) y la mucho más lograda “Romeo y Julieta” (1944), donde interpretaba a un ruletero (taxista) fortuitamente involucrado en la representación del drama de Shakespeare. Para cuando acomete la parodia de las cintas de charro, el cómico mexicano se halla en  plena madurez, ya alejado del personaje de peladito de suburbio, pero manteniendo su irónica y genial verborrea.

Sin la estructura deslavazada de sus primeras cintas, ni el empalago sentimental de la etapa en color, “El siete machos” es una muy divertida comedía escrita por Luis Alcoriza donde Cantinflas interpreta a dos gemelos separados al nacer, uno es el ingenuo peón Margarito, el otro el bandido benefactor conocido como siete machos. Una cinta cuya única pretensión es hacernos reír, y a fe mía que lo consigue.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Lanza rota (1954) Allá en el rancho grande

 

En 1949 Joseph L. Mankiewicz dirigió un extraordinario drama titulado “Odio entre hermanos”,  la historia de una familia de emigrantes italianos encabezada por un genial Edward  G. Robinson,  dando vida al modesto barbero Gino Monetti  que gracias a su tenacidad, conseguirá hacerse un hueco en el mundo de las finanzas. El ascenso económico irá parejo con la degradación de la estructura familiar.



La película de Mankiewicz no tuvo la repercusión que merecía, según algunas fuentes propiciada por el director de la Fox Spyros Skouras, que se negó a publicitarla adecuadamente, porque retrataba un conflicto familiar muy similar al que estaba viviendo en su propia familia.


Lo cierto es que el mismo estudió produjo cinco años después, este fantástico western en Cinemascope, que utilizaba el mismo argumento pero con cambios sustanciales. El más evidente es el de la localización en tiempo y espacio. Del Nueva York de las primeras décadas del siglo XX, pasábamos al salvaje oeste en las postrimerías del siglo anterior. Al igual que Monetti, el aguerrido Matt Deveraux  (Spencer Tracy) es un hombre duro hecho a sí mismo, que siente predilección por su hijo pequeño Joe (Richard Wagner). La fractura con sus otros hermanos en esta nueva versión es aún más evidente, al ser fruto del segundo matrimonio de Deveraux con una india (Katy Jurado). Esos tres hermanos que en la cinta de Mankiewicz componían un grupo heterogéneo,  se reducen en esta versión a la autoritaria personalidad del primogénito Ben (Richard Widmark) que utiliza a los otros como meros peones.



El nuevo guion de Richard Murphy, propone el tema del racismo como desencadenante de la tragedia. La suerte adversa del patriarca y su vástago predilecto,  tendrán mucho que ver con la  negativa por parte de la sociedad, en  aceptar la unión de razas. Esta brillante aportación, enriquece el filme  de Edward Dmytryk, que hábilmente combina las escenas de acción inherentes al género, con la valiente exposición de temas de gran calado.
 
Este video está dedicado a la gran actriz mexicana Katy Jurado que fue nominada al oscar por su papel en este filme