viernes, 28 de febrero de 2014

El congreso se divierte (1931) Europa frente a Hollywood

 

La llegada del cine sonoro, supuso la creación de una barrera idiomática que hasta entonces no había aceptado al cine. En esos instantes parecía que iba a propiciar el que las industrias nacionales, pudieran desembarazarse del agobiante peso de los estudios de Hollywood, que desde el final de la primera guerra mundial se habían hecho con el control de los principales países exhibidores.

Era un tiempo donde la industria del cine alemana y francesa, que una década después combatirían en trincheras diferentes, se unió para crear una serie de películas que hicieran frente al enemigo común de allende los mares. Aunque más reticente también los estudios ingleses participaron en estas coproducciones, que intentaron mantener el pulso con las lujosas producciones norteamericanas.


Cuando el cine comenzó a hablar, nació un nuevo género que obtuvo el respaldo unánime de la audiencia, “la comedia musical”. Dentro de los diversos subgéneros que lo componían, la opereta, seguramente por afinidad cultural gozó de gran éxito en el viejo continente. La popularidad lograda por el primer filme de Jeanette McDonald y Maurice Chevalier, “El desfile del amor” fue enorme, lo que propició el que la industria europea también realizara sus propias operetas.



La prestigiosa UFA productora hegemónica alemana, ya en Febrero de 1930 estrenaba “El vals del amor” protagonizada por la pareja más famosa de la opereta “Lilian Harvey y Willy Fritsch. Meses después estrenaba “El trio de la bencina” de ambientación contemporánea y que obtuvo un gran éxito y la definitiva consagración que supuso “El congreso se divierte”.



La acción transcurre durante las jornadas del Congreso de Viena, ciudad al que acuden monarcas y estadistas tras la derrota de Napoleón y su confinamiento en la isla de Elba. A diferencia de las más edulcoradas operetas realizadas en Hollywood, el filme no solo se centra entre la imposible historia de amor que viven el zar Alejandro I y la joven Christel modesta vendedora de guantes. También hace un retrato nada favorecedor de una aristocracia inoperante, que es manejada hábilmente por el astuto Metternich. El arquitecto de la llamada “Europa de hierro” que preservaba los intereses del antiguo régimen, fue magníficamente interpretado por Conrad Veidt. El gran actor alemán había regresado a su patria con el advenimiento del sonoro, lamentablemente solo dos años más tarde, debió dejarla definitivamente al enterarse de que los nazis iban a asesinarlo. Irónicamente el papel por el que hoy es más recordado, es el del Mayor Heinrich Strasser, en la mítica Casablanca.



El exilio fue algo que compartieron el director de la película Erik Charell, judío y homosexual, y finalmente la diva del cine alemán Lilian Harvey. Nacida en Gran Bretaña de padre alemán, recibió una educación cosmopolita lo que le permitió protagonizar las tres versiones que se hicieron del filme, alemana, francesa e inglesa. Su pareja en tantas películas Willy Fritsch, siguió siendo una estrella durante todo el periodo nazi. Su conducta apolítica le permitió seguir participando en el cine tras la caída de Hitler.



Un futuro que nadie preveía cuando toda Europa se rindió a esta sátira histórica, cuya canción “Das gibt's nur einmal, das kommt nie wieder”, conoció multitud de versiones, sólo en España la grabaron Marcos Redondo, Tino Folgar y Carmencita Aubert. Bailemos, descorchemos la botella de champán y a disfrutar de la vida queridos amigos.

jueves, 27 de febrero de 2014

Malvaloca (1942) La pareja más famosa del cine español

 

El “Star System” no es en absoluto un sistema circunscrito a los estudios de Hollywood. Cinematografías como la italiana, la alemana, la francesa o la inglesa, explotaron con mayor o menor fortuna esta fórmula basándose en los artistas locales, con los que el público se identificaba más fácilmente.

Ya en los tumultuosos años de la República, el cine español contó con actores que alcanzaron una fama sin precedentes. Figuras tan populares como Imperio Argentina o Miguel Ligero, ya eran populares desde las iniciales producciones sonoras realizadas en Joinville por la Paramount. El fenómeno que supuso el debut del cantaor vallecano “Angelillo” en el remake sonoro, de “El negro que tenía el alma blanca”, quisieran tenerlo hoy cualquiera de nuestras estrellas actuales. Fue tal el impacto que tuvo, que al volver del exilio casi década y media después de terminar la guerra civil, Angelillo seguía manteniendo indemne su popularidad.


Mientras que en la década de los treinta, los artistas más populares eran por lo general cantantes o actores cómicos, la nueva década trajo consigo el advenimiento de un tipo de estrella  más identificado con los galanes y damas del cine norteamericano. A su semejanza se formaron parejas románticas que encandilaron a las plateas. De todas ellas, Amparito Rivelles y Alfredo Mayo lograron una repercusión sin precedentes.



Cuando se rodó “Malvaloca”, Alfredo Mayo se hallaba en la cúspide de la fama, al interpretar tres de los filmes “patríoticos” de más éxito Harka, Raza y A mí la legión. La jovencísima Amparito Rivelles, acababa de rodar dos filmes menores en Barcelona con el director Iquino, entonces asociado a la firma CIFESA. Cuando ambos se conocieron, surgió una historia de amor que trascendió las cámaras. Una publicidad extra, en la pacata España de postguerra. Pero a diferencia de otros romances divulgados por la prensa, Amparo y Alfredo sí que fueron novios. La oposición de la madre de “La Rivelles”, la eximia actriz de teatro María Fernanda Ladrón de Guevara, fue clave para que Amparo rompiera el compromiso, sólo cinco días antes de celebrarse la boda, cuando ya estaban cursadas las invitaciones. Una decisión que Mayo se tomó muy mal, disolviéndose una pareja que tanto éxito había proporcionado a ambos. Cuando se volvieron a reencontrar siete años después en “La leona de Castilla”, Amparo Rivelles era la máxima diva del cine nacional, mientras que el papel asignado al actor aunque importante, distaba de ser el protagonista.



Pero volvamos a los inicios, a ese drama moralizante, nacido de los inefables Serafín y Joaquín Alvarez-Quintero que lo llevaron a la escena en 1912 con la gran María Guerrero. Ya en 1926 se estrenó una versión muda a cargo de Benito Perojo. Ya en los años treinta Luis Marquina planeaba rodar una nueva adaptación. El cineasta hijo del otrora famoso dramaturgo Eduardo Marquina, había dirigido en la época republicana dos películas muy exitosas “Don Quintín el amargao” y “El bailarín y el trabajador”. Tras la guerra dirigió a Estrellita Castro en la divertida “Torbellino” junto a Manuel Luna. Un actor que brillaba tanto en la comedía como en el drama, aquí representa la imagen del hombre cruel y machista, causante de la desgracia de la pobre Malvaloca, que será regenerada gracias a la intervención de un hombre bueno que la hará su esposa. Este es el argumento de esta hermosa película, con un mensaje moral  avanzado, para la retrógrada época en que fue filmada.


Rodada con profusión de exteriores en la provincia de Sevilla, contó con la participación de la maravillosa cantaora “Gracia de Triana” que con su prodigiosa voz, ilustra los pasajes musicales de la cinta, incluyendo una estremecedora saeta en la escena cumbre del drama. Muchos son los motivos, para disfrutar de esta película que oportunamente restaurada, nos devuelve el amor apasionado, de una de las parejas míticas de nuestro cine.

 
P.D. Gracia de Triana, que incomprensiblemente no goza de la estima de muchos otros artistas coetáneos, es para mí una de las cimas de la canción. Brillante en el flamenco y la copla, su hermosa voz de carne y sangre, nos hace evocar a esa Andalucía, a la que tanto amamos.
En 1954 Paquita Rico volvió a protagonizar una nueva versión de Malvaloca dirigida por Ramón Torrado. En 1949 el prodigioso trío de la copla Quintero-León y Quiroga compusieron un pasodoble del mismo título, grabado por Pepe Blanco y Paquita Rico cuyo argumento no tiene nada que ver con la obra de los Álvarez-Quintero.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Pasíón de libertad (1940) Cary Grant hace la revolución

Siempre que se habla del cine histórico norteamericano, todo el mundo se hace la misma pregunta ¿Por qué las películas de la revolución americana, no tienen la brillantez de las ambientadas en la guerra civil? Lo cierto es que quizás con la excepción de la excelente serie de HBO “John Adams”, no podemos hablar de ninguna película redonda sobre el tema.
 
 

 
 
 
Uno de los títulos más desconocidos es esta “Pasión de libertad”, dirigida en 1940 por Frank Lloyd, que se suponía era la réplica del estudio a “Lo que el viento se llevó”. Pero Columbia no era Selznick asociada a MGM, ni los medios de que se dispuso podían siquiera acercarse. Al contrario que en la mítica película de Fleming, que utiliza una duración fuera de lo común para desarrollar la novela de Margaret Mitchell con amplitud, en esta ocasión se decidió condensar la también extensa obra de Elizabeth Page "The Tree of Liberty".
 
 
Pese al buen hacer de Sidney Buchman (Caballero sin espada, La pícara puritana, El difunto protesta) la limitación del tiempo en una obra tan vasta, le impidió dibujar mejor a los personajes, esquematizando en exceso una narración que hubiera podido ser memorable. La historia de Matt Howard, un granjero humilde que lucha por progresar en los tiempos anteriores a la secesión, y que se casa con una mujer de una condición social superior, tenía los suficientes elementos para una gran película.
 
 
Otro de los motivos por los que se suele criticar al filme, es la interpretación de Cary Grant, en el papel de rudo patriota, tan alejado del aire sofisticado de sus papeles más célebres. No obstante para la gente que conoció personalmente a Archie Leach, pensaban que esta caracterización junto a la de “Silvia scarlet” o “Gunga Din” reflejaban su auténtica personalidad. Empeñado en mostrar sus condiciones de actor serio, Grant quiso hacer este papel que resuelve con mucha dignidad.
 
Y es que pese a los peros a los que hemos aludido, esta película no merece en absoluto, los atroces comentarios que con frecuencia ha recibido. En ocasiones de parte de gente que no se ha tomado la molestia en verla. El mayor acierto del filme es sin duda la interpretación de  Cedric Hardwicke, como el aristocrático Fleetwood Peyton, némesis de Howard y hermano de su esposa que interpreta con solvencia Martha Scott, reemplazo de última hora cuando enfermó la protagonista inicial Joan Fontaine.
 
 
 
 
Otro título que rescatamos desde nuestro peculiar baúl de los recuerdos, merece la pena descubrir. Una historia ambientada, en uno de los momentos más trascendentales de la historia moderna, que consigue hacernos pasar un buen rato.
 
P.D. Martha Scott y Cedric Hardwicke formaron parte del extenso reparto de “Los diez mandamientos” de De Mille, ella interpretaba a la madre de Moisés y Hardwicke al faraón Setti.  En la otra gran epopeya protagonizada por Charlton Heston “Ben-Hur” Martha Scott volvió a hacer de su madre.

martes, 25 de febrero de 2014

Prohibido robar (1948) La mirada compasiva de Comencini


Desgraciadamente cada vez son más habituales, los casos de desnutrición en nuestra infancia. Un fantasma que ya creíamos alejado de nuestra sociedad y que por desgracia nos retrotraen a unos tiempos que algunos por edad no hemos conocido. Una miseria que está mucho más cerca de lo que creemos.


Eso es lo que descubre Don Pietro, un sacerdote que va rumbo a las misiones en Kenia. De camino pasa por Nápoles, donde descubre las terribles condiciones que soportan las clases menos favorecidas especialmente los niños, que ejercen de delincuentes para matar el hambre. Ante eso decide quedarse en la ciudad para iniciar su particular “ciudad de los muchachos” al ver la película de Spencer Tracy.

 
Este es el sucinto argumento del primer largometraje de Luigi Comencini, un autor concienciado con el mundo de la infancia, desde su cortometraje “Bambini in citta”, donde retrataba a los niños milaneses con el fondo de las ruinas de la guerra. Una mirada lírica y compasiva que tanto influye en su primer largometraje este “Prohibido robar”, que guarda evidentes semejanzas con su modelo norteamericano, pero con una mirada realista que lo acerca al cine que en su momento realizaba Vittorio De Sica.


En el papel protagonista Adolfo Celi cumple como el comprometido sacerdote, en esta tercera cinta de una larga carrera que le llevó a intervenir en producciones internacionales como “Operación trueno” y “El tormento y el éxtasis” o la penúltima cinta de Buñuel “El fantasma de la libertad”. Los niños la mayoría terribles, ante los que empalidecen sus homónimos americanos, tienen como contrapunto el angelical Mario Russo en el papel de “Peppinello”.

La música de Nino Rota, ilustra las conmovedoras andanzas de esta tragicomedia con final feliz,  una hermosa historia en la que se ve la mano del escritor Suso Cecchi D'Amico, autor de los guiones de cintas capitales del cine italiano. Sin poner a Comencini en el pedestal de las máximas figuras de la cinematografía transalpina, creo que su trayectoria merece un mayor reconocimiento. Pese a ser un cineasta fundamentalmente comercial, abordó con frecuencia cuestiones morales, que nos deben hacer reflexionar.
 


P.D. Como ayudante del sacerdote interviene la maravillosa Tina Pica, que posteriormente encarnaría a la leal “Caramella” en las divertidas comedias de Pan, amore e. Cuyas dos primeras cintas dirigió Comencini.

 
 

 
 

lunes, 24 de febrero de 2014

El rapto de las sabinas (1945) El viaje a ninguna parte de Totó

 

 
Cuando uno piensa cinematográficamente en  “El rapto de las sabinas” le viene a la mente la viril figura de Howard Keel contándoles la leyenda a sus hermanos, en el mítico musical de Stanley Donen. El rapto del que vamos a hablar hoy es mucho más modesto, rodado con exiguos medios, en los mismos escenarios que acababa de utilizar Rossellini en su mítica “Roma ciudad abierta”, esta modesta producción era la primera cinta que protagonizaba Totó después de la guerra.


 
 
Antonio de Curtis, nacido en 1898 en Nápoles, luchó durante buena parte de su vida porque fueran reconocidos sus derechos de nobleza. En 1946 al fin le son reconocidos una larga letanía de títulos comenzado por el de Príncipe de Bizancio, pero el más importante de todos es el de “Príncipe de la risa” que le brindará el aplauso del público. Desde comienzos de los años treinta es la gran figura de las variedades italianas, donde sus espectáculos obtienen un éxito rotundo.


 
 
Distinta es su suerte con el cinematógrafo, donde no acaba de encontrar su lugar. Uno de sus mejores intentos antes de la gran repercusión de “I due orfanelli”, es esta simpática cinta de  Mario Bonard  , un director todo terreno, que llevaba treinta años en el oficio.

 
Rememorando su época de juventud, aquí Totó interpreta al profesor Aristide Tromboni, director de una compañía de teatro itinerante, que recorre las provincias intentando saciar el hambre. La oportunidad les llegará cuando Totó visitando a las fuerzas vivas de la ciudad, haciendo propaganda para que vengan a ver la función, conoce al profesor Molmenti (Carlo Campanini) que acaba de escribir un drama sobre la famosa leyenda.



 
 
 
 
Gracias a sus dotes de persuasión y ayudado por la criada (Clelia Matania) que está secretamente enamorada del profesor, se pondrá en marcha el montaje de la obra, lo que proporcionará que los pobres actores puedan comer regularmente, cosa poco habitual. Este particular “Viaje a ninguna parte” en compañía del genial Totó, no será ninguna obra maestra, pero contiene escenas en las que el mítico cómico italiano, ofrece lo mejor de si mismo. También sirve para recordar a la simpática Clelia Matania, una actriz de gran espontaneidad que no tuvo la carrera que su talento merecía. No fue el caso del sin par Totó, que acabó dejando el teatro por el nuevo medio cinematográfico, siendo dirigido por los más prestigiosos realizadores, pero eso ya es otra historia.
 
 
P.D. Totó además de actor fue poeta y autor de muchas canciones napolitanas, de las cuales “Malafemmena” alcanzó gran repercusión. La cinta fue remontada y reestrenada en 1950, cuando Totó era una estrella con el título de “El profesor Tromboni”, siendo esta la copia que actualmente existe de la película ya que el negativo de la película original de 1945 se halla desaparecido.
 
 
 
 

 

 
 

domingo, 23 de febrero de 2014

La cabeza del hombre (1933) Homenaje al comisario Maigret

 

Cuando hablamos de la literatura detectivesca, por encima de Hammett, Chandler, Agata Christie, Conan Doyle, mi autor favorito es sin duda George Simenon, especialmente en sus novelas del inspector Maigret. Es posible que en otras narraciones alcanzara mayores cotas literarias, pero las sencillas y entretenidísimas aventuras del orondo comisario, siguen siendo mis preferidas.


El éxito alcanzado por el personaje nacido en 1929, propició el que cuando se realiza esta película en 1933, ya se han filmado otras dos adaptaciones sobre el personaje el año anterior: La nuit du Carrefour de Jean Renoir con Pierre Renoir en el papel de Maigret y la menos conocida Le chien jeune de Jean Tarride protagonizada por su hermano Abel.



Aunque solo lo interpretara en una ocasión, el Maigret de Harry Baur me parece excelente. Baur que fue uno de los actores más famosos del cine francés durante los años treinta, hoy apenas es recordado por su actuación como Jean Valjean en la mejor adaptación de “Los miserables”. Quizás su misteriosa muerte, acaecida durante la ocupación, haya tapado un misterioso velo sobre su figura. Participó en dos películas de una productora alemana afincada en París tras la ocupación y fue a rodar una tercera en Alemania, donde se le fotografió viendo asistiendo a un discurso de Hitler en Nuremberg. A su regreso fue acusado de judío por los periódicos franceses antisemitas y fue detenido junto a su mujer por espacio de cuatro meses. Las torturas de los interrogatorios y las duras condiciones de la reclusión debilitaron tanto su salud que murió al año siguiente. Al menos es la versión oficial que prevalece y que nadie ha podido poner en tela de juicio. Quizás el astuto comisario hubiera podido desvelar este misterio.



Vista hoy ochenta años después de su realización, la película fascina por su desenvoltura visual, creo que pocos filmes comerciales contemporáneos, utilizan el lenguaje de las imágenes con tanta audacia. Ya los títulos de crédito con la amenazante guillotina acercándose más y más es mientras suena de fondo una triste canción que será el leiv motiv de la cinta. A continuación nos ofrece una panorámica de una cocktelería llamada Edén, donde al igual que en la madrileña Chicote, pululan señoritas de compañías. Allí acude Willy Ferrière, señorito desocupado que ya no puede pagar sus vicios, por lo que decide contratar a un sicario que asesine a su vieja y adinerada tía, de la cual es el único heredero.



Un plano cenital nos muestra al “comparsa” de la función, Joseph Heurtin al que da vida Alexandre Rignault, cuya anterior película había sido “La golfa” de Jean Renoir. Interpretará a un ladrón de poca monta al que se le achacará el crimen. Sus movimientos subiendo las escaleras, bajo el acertado uso de las sombras, le dan el aspecto amenazador que se disipa al contemplar su asustado rostro al contemplar el cadáver de la anciana. El autor material del hecho, es el atribulado Radek, un refugiado checo, desahuciado por los médicos, que manipula al pobre desgraciado. Este maquiavélico asesino es interpretado por Valéry Inkijinoff ,  protagonista de la famosa “Tempestad sobre Asia” de Pudovkin, quien fue acogido por el país galo, al renunciar a volver a la Unión Soviética, decepcionado con el sistema comunista. Su cínico y cerebral personaje me recuerda a algunas de las mejores actuaciones de Peter Lorre.
 

Como he dicho, buenas interpretaciones, ambientes con sabor y soluciones visuales imaginativas (el viaje de retorno en coche de Maigret con el acusado Heurtin, junto a sus agentes Lucas y Janvier, se ofrece mostrando el paisaje que se observa desde el auto, escuchando superpuestas los diálogos de los personajes) hacen muy interesante este entretenido filme, obra de uno de los grandes maestros del cine francés Julien Duvivier.



P.D. En 1949 se volvió a rodar esta historia con el nombre de “El hombre de la Torre Eiffel” dirigía y protagonizada por Burgess Meredith, estando el papel de Maigret a cargo de Charles Laughton). Otro de los grandes intérpretes del cine francés Albert Prejean, encarnó interpretó al comisario en tres filmes : Pipcus (1943) Cecil est norte (1944) Y Les caves de Majentie (1945). Y por supuesto el más recordado de todos Jean Gabin: El comisario Maigret (1958) Maigret en el caso de la condesa (1959) y Maigret terror del hampa (1962)

sábado, 22 de febrero de 2014

Trapecio (1956) El incorruptible Lancaster

 

En ocasiones debe elegirse entre la gloria y el dinero, entre ser fiel a tus convicciones o traicionarlas. Pocos actores han sido tan fieles a  sus creencias como Burt Lancaster, pocos actores han luchado más por preservar la dignidad de su profesión. Quién comenzó protagonizando filmes de serie negra de bajo presupuesto y alcanzó el estrellato con trepidantes películas de aventuras, fue capaz de convertirse en uno de los actores más prestigiosos, interviniendo en películas que priorizaban el logro artístico, a la repercusión comercial.


El compromiso ideológico y artístico que mantuvo durante toda su carrera, le hizo intervenir en películas que denunciaban el lado más oscuro de la sociedad norteamericana, a la vez que rechazaba papeles que le hubieran dado mayor popularidad y dinero, siendo por su repercusión el más destacado el de Judá Ben-Hur de Wyller.



Antes de dedicarse al oficio de actor, y de cumplir como soldado en la contienda mundial, el primer amor de Lancaster había sido el circo, donde había conocido al también acróbata, amigo y compañero de sus filmes de aventuras Nick Cravat.



Celoso de su independencia muy pronto fundó Norma Productions junto a Harold Hetch, al incluirse como tercer socio James Hill pasó a denominarse Producciones Hetch-Hill-Lancaster. En 1956 la productora se hallaba en su mejor momento tras el inesperado éxito de Marty, una tragicomedia romántica realmente atípica. Por fin Lancaster iba a protagonizar su deseado homenaje al mundo del circo. Un espacio que ya le había fascinado desde que viera siendo un muchacho “Garras humanas” con el inquietante Lon Chaney.



Como base argumental se utilizó la novela de Max Catto “The Killing Frost” publicada seis años antes. La acción se desarrollaba en el legendario “Circo de invierno” parisino. A la ciudad del Sena acudió su director, británico al igual que Catto, Carol Reed famoso especialmente por su adaptación al cine de la historia de Graham Green “El tercer hombre”. Sus dos últimas películas no habían sido muy bien recibidas por el público, así que decidió embarcarse en este drama protagonizado por un clásico triángulo amoroso.



Aparte de Lancaster, auténtica estrella del proyecto, el reparto lo encabezaba un Tony Curtis que empezaba a desprenderse de sus inicios como estrella juvenil, no importándole ser el segundo de a bordo, con tal de aparecer en filmes de gran relevancia (volvería a hacer lo mismo en Los vikingos y Espartaco al lado de Kirk Douglas. La femme fatale fue interpretada por la bella Gina Lollobrigida, en su primera incursión en el cine de Hollywood tras haber logrado grandes éxitos en Italia y Francia.



La actriz italiana es quizás el eslabón más débil en el terreno interpretativo. Lancaster y Curtis por su parte, parecen mucho más integrados en este drama que en mi modesto parecer, ha sido juzgado de forma bastante despiadada por la crítica. Ofreciendo el lado menos glamuroso de la pista, la cinta alterna el fulgor del trapecio con las oscuras páginas del alma humana. Una nueva oportunidad de volver a ver a uno de los  más actores más sinceros y carismáticos que ha dado el mundo del cine, va por ti Burt Lancaster.