domingo, 21 de junio de 2015

Bésame Kate (1953) Cole Porter el gran maestro

 

       Para mí lo que diferencia las canciones de Cole Porter con el resto de compositores contemporáneos es su gran habilidad como constructor de letras. La capacidad del autor para combinar los más excelsos sentimientos, con el lenguaje procaz es única. Las abundantes canciones que jalonan este musical son buena prueba de ello.

Porter durante el rodaje visitando a Grayson y Miller
 
       Porter estaba en la última etapa de su fructífera carrera cuando compuso las canciones de esta adaptación de la celebérrima pieza de Shakespeare “La fierecilla domada”, probablemente la más popular de sus comedias y que ya había sido por supuesto llevada al cine. El contrato que MGM había suscrito para ofrecerla en la pantalla, como era norma habitual, no permitía que se rodase hasta que la producción terminara su periplo en las tablas, que fueron más de tres años y transcurriendo casi un lustro hasta que su estrenó en los cines.
Alfred Drake y Patricia Morrison en el montaje teatral original
 
Curioso cartel alemán donde enseña la ropa interior de Grayson algo que no se ve en la película
 
       Pese a que muchas de las canciones de Porter eran interpretadas en multitud de idiomas y conocidas por el mundo entero, lo cierto es que nunca había tenido un éxito tan arrollador como el que obtuvo “Kiss me Kate”. También obtuvo el reconocimiento de los novedosos premios Tony, que la coronaron como la mejor producción musical del año. Hasta ese instante, los musicales de Porter no parecían integrar de modo satisfactorio las sensacionales canciones con el argumento. El éxito de Oklahoma de Rodgers y Hammerstein, donde estaban perfectamente ensamblados ambos elementos, espoleó a Cole Porter dando esta magnífica respuesta.
Ron Randell interpretando en el filme a Cole Porter
 
El auténtico Porter con la pareja protagonista
 
       El productor de la película fue Jack Cummings un experto en películas musicales que desgraciadamente no ha tenido el reconocimiento de Arthur Freed, pese a ser responsable de títulos  tan destacados como “Escuela de sirenas”, “Siete novias para siete hermanos” y fuera del musical el biopic del jugador de béisbol Monty Stratton interpretado genialmente por James Stewart.
 
 
 
       Cummings era sobrino del antiguo patrón de MGM Louis B. Mayer, estudio donde empezó desde abajo, siendo su primera producción importante, precisamente un musical con música de Cole Porter “Nacida para la danza” en 1936. Si Minnelli y el dúo Gene Kelly & Stanley Donen, fueron los cineastas de referencia en las producciones de Freed, sería George Sidney el encargado de las mejores cintas musicales de la más modesta unidad de Cummings.
Una candorosa Kathryn Grayson en Levando anclas
 
Grayson y Miller las damas de la película
 
       Sidney era otro veterano del estudio del león. Había comenzado su andadura dirigiendo varios cortos de la popular serie conocida en España como “La pandilla” y había sido responsable de grandes éxitos tanto en el terreno del cine musical (Levando anclas, Escuela de sirenas) como en el del cine de capa y espada (Los tres mosqueteros, Scaramouche). Amigo de la innovación, había sido pionero al utilizar en una cinta musical imagen real con los populares dibujos animados de Tom y Jerry en “Levando anclas”. En esta ocasión utilizaba otro método novedoso, el cine en tres dimensiones.
 
 
 
 
       Así se pretendía atraer al público norteamericano que cada vez era más remiso a llenar las salas de cine gracias a la televisión. Esta moda efímera fue utilizada para filmes en la mayor parte de los casos olvidables, “Bésame Kate” es uno de los pocos títulos de calidad filmados en una técnica que presentaba imperfecciones a la hora de sincronizar las diferentes pantallas y que se vio desplazada por otro sistema menos revolucionario pero de más fácil asimilación el Cinemascope.
 
 
       Lo cierto es que en comparación con otros títulos son  pocos los momentos en que se supedita los planos a la nueva técnica, no estando la narración como en otros filmes menores lastrada por los efectos visuales. La guionista Dorothy Kingsley otra habitual en el equipo de Cummings hizo una brillante adaptación de la pieza escénica original del matrimonio formado por Sam y Bella Spewack.
Howard Keel y Kathryn Grayson se hicieron grandes amigos
 
 
       En cuanto al reparto, durante la preproducción se pensó en Laurence Olivier y Deanna Durbin para protagonizarla, pero finalmente se optó por dos “viejos conocidos” tanto de Sidney como de Cummings “Howard Keel y Kathryn Grayson”. Como en la mayoría de los casos, los actores de Broadway raramente intervenían en las producciones de Hollywood que tenían sus propios especialistas, así sucedió en “Al sur del pacífico y Un día en Nueva York”, por poner sólo dos ejemplos.
 
       Si excelente es la interpretación de Howard Keel como Fred Graham, el vanidoso y manipulador cantante y empresario, la que realmente sorprende es Kathryn Grayson en el papel de su ex-mujer Lilli. En las antípodas de sus creaciones de mujeres dulces y delicadas (Magnolia, Susan en Levando anclas) aquí interpreta a una hembra de rompe y rasga, todo un carácter, con una magnífica creación de la canción “I hate men”. Es una pena que esta película fuera la última de Grayson con MGM. El nuevo jefe del estudio Dore Schary era mucho menos proclive a los musicales que su predecesor Mayer, su enorme costo pocas veces era rentable, pues salvo excepciones su recaudación solía nutrirse especialmente del mercado interior y del británico, por lo que propició el rodaje de western y filmes de aventuras que podían ser grandes éxitos a nivel mundial.
Como toda estrella que se precie Grayson tuvo su fotos de piscina
 
Y sus anuncios publicitarios
 
La niña modosita de los 40 había crecido
 
La más joven del terceto protagonista Ann Miller, era sin embargo la que más años llevaba en el mundillo del cine. Actuando desde niña, siendo una adolescente había participado en la magnífica comedia de Capra “Vive como quieras”, donde ya daba muestras de sus excelentes dotes como bailarina. Miller está brillante en sus números de baile y divertida en los dúos que realiza con su novio en la ficción Tommy Rall, que sería uno de los hermanos Pompity en la más famosa de las producciones de Cummings “Siete novias para siete hermanos”. Ambos intervienen en el mejor número del filme “From the momen on”, aunque la mejor parte de este es el momento hot que realizan Miller y un joven Bob Fosse. Ann Miller ha sido una de las mejores bailarinas de claqué de todos los tiempos, además de una excelente actriz de comedia.
 
Ann Miller y Tommy Rall
 
 
 
Una llamada para Ann Miller durante el rodaje
 
       Pero pese a todos estos grandes artistas, la película sería imposible de imaginar sin el dúo de gangster de medio pelo, interpretados por Keenan Wynn y James Whitmore.  Wynn notable actor de carácter se adaptó muy bien a las comedias musicales (La reina del oeste, Faldas a bordo) pero su papel más recordado en este género fue precisamente en “Besame Kate” junto a Whitmore quién hacía su segunda incursión en los musicales. Ambos realizan un divertido número titulado "Brush Up Your Shakespeare” francamente genial.
Howard Keel, James Whitmore y Keanan Wynn
 
 
Katryn Grayson sus estupendas piernas y el director George Sidney
 
       Como muchos otros filmes musicales de la época, no fue estrenada en nuestro país, sería TVE la que en 1976 por fin nos la ofreciera. Hoy cuando hay una nueva ola de películas en tres dimensiones, es maravilloso el volver a acercarse a este gran musical, nacido de uno de los mejores compositores de todos los tiempos llamado Col Porter.
 
 
 
 
 
 

martes, 2 de junio de 2015

Los últimos días de Pompeya (1935) Homenaje a un trío de aventureros

 

Hay títulos cuyo impacto hace que el resto de una obra permanezca casi en el olvido. Así sucede con el binomio formado por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, cuyo King Kong parece haber sepultado la obra de estos grandes creadores del cine de aventuras.

Cooper, Shoedsack y la cámara Margaret Harris durante el rodaje de Hierba 1925
 

Pero la dinámica pareja se forjó en un género que estaba en boga en la anterior década. Una forma de hacer cine ya casi desaparecida que combinaba imágenes documentales, con una historia fabulada y cuyo mayor exponente fue Robert J. Flaherty, cuyo filme “Nanook el esquimal” supuso un gran éxito. Estaban contratados por el mismo estudio “Paramount” quién financió dos estupendos filmes: Hierba (1925) sobre la vida de los pastores nómadas en Siria e Irán y Chang (1927) donde viajaron a la exótica Tailandia, con una historia más sentimental centrada en la relación entre un cazador adolescente y un pequeño elefante.
 

Ruth Rose, hija de un conocido dramaturgo, también tenía espíritu aventurero. Conoció  a Schoedsack en una expedición a las Islas Galápagos donde el director ejercía de director de fotografía, tras rodar Hierba. Cuando se casó con el joven director, se unió a esta tribu aventurera, cuyo último filme antes de acabar la década de los XX, fue su primera cinta de ficción, “Las cuatro plumas”.
 

 

La importancia de Rose como guionista surge cuando deciden llevar a la pantalla el inolvidable King Kong. Rango, había sido el canto del cisne de sus docudramas filmados para Paramount. Contratados ahora por RKO, comenzaran a hacer películas de diversos géneros, donde predominará la aventura. A partir de entonces, abandonaran sus expediciones alrededor del mundo y se centraran en el rodaje en estudios. Pero volvamos, al gran gorila, cuyo guion encargado a James Ashmore Creelman, está sobrecargado de diálogo lo que hace a la película demasiado pesada. Será así como Rose se haga con el libreto al que someterá a una concienzuda poda y eliminará el florido lenguaje de Creelman, por uno más llano y eficaz.

 
 
En los siguientes dos años Ruth Rose se encargará de los guiones de cuatro títulos más, terminando esta etapa precisamente con “Los últimos días de Pompeya”. Ella se encargó de dialogar la historia de James Ashmore Creelman y Melville Baker, autores de un relato que nada tenía que ver con la novela del mismo título escrita un siglo antes por Edward Bulwer Lytton, exceptuando la destrucción de la ciudad romana a causa de la erupción del Vesubio.

 

Poco he podido averiguar sobre la vida de Creelman, algo que creía interesante pues el argumento de “Los últimos días de Pompeya” realizado casi en su totalidad por él, contiene una preocupación social, nada habitual en una película de “romanos”. Así que tenían que  hablar sus películas. Creelman fue un guionista prolífico que incursionó en todos los géneros, pero esa preocupación social es evidente en dos de los títulos que firmó. Uno de ellos en la etapa muda “La bailarina de la ópera” de Raoul Walsh, donde describía sin maniqueísmos la revolución rusa y por supuesto King-Kong donde los efectos de la depresión hacen que Ann Darrow decida aceptar la proposición de Carl Denham, pues prefiere una aventura incierta a morir de hambre.



 
Las penurias económicas también asedian a Marcus, un modesto herrero cuya adversa historia familiar le hará convertirse en gladiador. Una sociedad despiadada, donde sólo el dinero tiene valor. Como contraprestación aparecerá la figura de Cristo, quién tendrá un papel decisivo en la historia. Un brillante argumento, con referencias continuas al poder abusivo militar y económico, hacen que perdonemos el que los personajes cuando el Vesubio entra en erupción, debieran tener una edad mucho más avanzada de la que presentan en el filme. Es una pena que Creelman solo escribiera la historia para un título más “East of Java” dirigida por Georg Melford, director asimismo de la versión hispana de Drácula rodada por el mismo estudio, Universal. Pese a que en diciembre de ese mismo año 1935, Louella Parson anunciara que el guionista junto a su colega John Colton, se encargarían de escribir la historia de una película titulada Journey to Marte, finalmente no se llevó a cabo. No sólo sería una novedosa cinta de ciencia ficción, también aseguraba la periodista que se rodaría en los estudios Paramount con el nuevo sistema Technicolor.

 
Después el silencio. Creelman aquejado de problemas personales, cuya naturaleza no hemos podido averiguar, se trasladara a vivir a Nueva York con su hermana y su cuñado. Un día que lo dejan sólo, decide acabar con su vida, arrojándose desde el piso 18 del apartamento. Fue en 1941, tan sólo tenía 46 años.
 
 
Byron Crabbe con una maqueta del circo romano
 

Esta película fue escala final  de muchas asociaciones, fundamentalmente del grupo de directores, guionistas, productores y por supuesto, ¿Cómo podíamos olvidarlo?, del gran equipo de efectos especiales, comandado por el gran  Willis O'Brien responsables de Kong. Sus magníficas aportaciones, junto al miniaturista Marcel Delgado y  Byron Crabbe, el decorador Thomas Little, dieron un empaque a la producción, que no se correspondía con su magro presupuesto.

 

Ya en la secuela de King-Kong, El hijo de Kong, los directivos de RKO, habían decidido recortar el presupuesto no pudiéndose llevar a cabo muchas de las ideas sugeridas por O´Brien. También con Los últimos días de Pompeya, sucedió algo similar. Merian C. Cooper que ejercía de productor, estuvo tentado en rodar la película en Technicolor. Cooper era directivo Pioneer, una nueva productora que se había formado con el objetivo de rodar cintas en el nuevo sistema de tres bandas. Desconocemos los motivos que nos privaron de ver esta película a todo color, quizás hubiera sido mucho más complicado utilizar los efectos especiales con el nuevo sistema. Lo cierto es que O´Brien intervendría en el segundo y último largometraje de Pioneer, la olvidada con justicia, “El bailarín pirata”.


 
 
 
 

No obstante como hemos citado, la imaginación del equipo técnico, logró recrear con acierto, no sólo la citada Pompeya, sino parajes de Tierra Santa, donde se desarrolla la parte central de la película. A destacar la mansión de Marcus, el Palacio de Pilatos y el Circo. Por supuesto que el climax será la violenta erupción volcánica que acabará con la ciudad.
Si prestigiosos son los técnicos que intervinieron en el filme, no puede decirse lo mismo del reparto, en lo que atañe a los actores protagonistas. RKO tenía pocos actores que fueran un referente en las taquillas. Sólo Katherine Hepburn y la pareja Astaire-Rogers, siendo estrellas emergentes podían equipararse al nivel estelar que tenían otros estudios. Así que se le dio el papel protagonista a Preston Foster, un actor de buena presencia física, aunque algo envarado. Parece encontrarse bastante mejor en las escenas de acción, que cuando tiene que transmitir sus sentimientos. No obstante aunque hoy olvidado, Foster tuvo una carrera bastante interesante, teniendo papeles estelares hasta la mitad de la siguiente década, siendo dirigido además por directores tan famosos como John Ford (El delator) o Cecil B. DeMille (Policía montada del Canadá),
Mejor a mi opinión que Foster, está John Wood interpretando a Flavio su hijo adoptivo. Este intérprete australiano, tuvo una vida plagada de anécdotas (estuvo internado dos años en un campo de prisioneros japonés) pero su periplo en el cine fue mediocre.


 
 
Como contraste, la galería de secundarios está conformada por actores que han dejado una huella indeleble en el cine. Empezando por Basil Rathbone, quién ya llevaba 14 años en las pantallas, pero sería precisamente en 1935 cuando su nombre empezaría hacerse familiar como villano, interviniendo en las dos adaptaciones de Dickens, que David O´Selnizck produjo para MGM (David Copperfield e Historia de dos ciudades) en Anna Karenina, donde era el pérfido marido de Greta Garbo y sobre todo “El capitán Blood” donde pudo exhibir sus dotes de esgrimista, frente a la nueva estrella Errol Flynn. Su Poncio Pilatos, es más ambiguo, aprovechando el excelente guion consigue sin lugar a dudas la mejor actuación de la película.
 
Muy bien también está Ward Bond, habitual secundario de Ford, como el gladiador Burbex y Louis Calhern como el odioso prefecto. Ambos con una trayectoria prestigiosa en títulos de lo más variopinto. Los papeles femeninos, en esta película de poca envergadura, recayeron en dos actrices que también al igual que Foster  y Wood han caído en el olvido. Mientras Gloria Shea, pasó la mayor parte de su carrera en películas de serie B, Dorothy Wilson sí estuvo a punto de alcanzar la cima. Promocionada por Gregory La Cava, de quién fue secretaria, interrumpió su carrera al casarse con el guionista Lewis R. Foster, que ganó el oscar por Caballero sin espada.
Programa troquelado de su estreno en España
 

Después de esta película, nuestro trío aventurero abandonaría RKO. Tomarán caminos diferentes, aunque finalmente volverán a encontrarse en dos títulos más que interesantes: Dr. Cyclops y El gran gorila. Pero esa ya es otra historia, a la que nuevamente volveremos, hoy nos quedamos con esta más que estimable cinta, que se estrenó en Madrid el día de Navidad de 1935. Narrando una catástrofe, de mucha menor envergadura que la que acaecería en nuestro país en menos de ocho meses.
 
 

 

 
 
 

 
 
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