viernes, 23 de junio de 2017

"Sus Grandes Ojos Marrones" (1936) Comedia y Balas mezcla perfecta

 
La unión del género policiaco con el de la comedia, siempre ha resultado para mi de lo más estimulante y a decir por la multitud de muestras que hay de este género híbrido, es evidente que no soy el único que disfruta de el. Sería prolijo el enumerar la multitud de ejemplos que hay tanto en la literatura, base de la mayoría de las películas, como de estas mismas.


A todos nos viene al recuerdo, la actuación de Nigel Bruce como un cómico doctor Watson en la serie de títulos que le unió junto a Basil Rhatbone, desfigurando al personaje de las novelas de Conan Doyle, pero creando un personaje cinematográfico que quedó en la memoria de multitud de espectadores. También en las adaptaciones rodadas en los sesenta del personaje de Agatha Cristie, Miss Marple, se acentuaron sus rasgos cómicos por medio de la genial Margaret Rutherford. En cuanto al gran maestro Hichtcock ya desde su etapa inglesa mezcló con sabiduría los crímenes con la comedia.
 


Pero si hay un filme que influyó decisivamente es "La cena de los acusados" (The thin man) donde W.S. Van Dyke llevaba a la pantalla la novela de Dasiel Hammett y convertía en estrellas a sus protagonistas Mirna Loy y William Powell. La repercusión de la cinta fue tal que no sólo motivo una larga serie de secuelas protagonizadas por la pareja durante década y media, sino que hubo muchos otros títulos donde la impronta de este era más que evidente.
 


Hasta en la recia Warner, donde los gangster habían campado por sus respetos desde que se iniciara la década, decidió adoptar el estilo Thin Man para su serie sobre el abogado y detective Perry Mason. Incluso William Powell interpretó otros remedos de Nick Charles en otros estudios menores, tal fue el influjo que tuvo la famosa serie. La Warner llegó incluso a adaptar la novela más famosa de Hammett, El halcón maltés en clave de comedia. La cinta se título Satan whit a lady, protagonizada por el Perry Mason del estudio Warren William y una Bette Davis que todavía no era la reina de la Warner.
 
Dos años después de la cinta de Van Dyke en 1936, la Paramount produjo esta cinta para mi totalmente desconocida, basada en dos relatos del estupendo narrador James Edward Grant, por primera vez llevado al cine y famoso por su colaboración con varios vehículos a mayor gloria de John Wayne. Con ese material se realizó un agilísimo guion obra de Bert Hanlon y de su realizador Raoul Walsh.
Hacía mucho que no frecuentaba este blog, el que es para mí uno de mis directores favoritos, sino el que más, perteneciendo además esta película al periodo menos conocido del director. Walsh que había sido el director estrella de la Fox junto a John Ford vio como su estrella declinaba y pasó casi toda la década de estudio en estudio. Por ejemplo en esta época firmó el primer musical en el que Bing Crosby era auténtico protagonista, en España se tituló Amores en Hollywood y fue producido por MGM, una rara avis pues Bing sería la primera estrella de la Paramount en las siguientes dos décadas y no volvería a la casa del león hasta casi un cuarto de siglo después cuando rodó Alta sociedad, remake de Historias de Filadelfia.
 
 
 
 
Pero volvamos a la Paramount en esta producción de Walter Wanger entonces asociado a la Paramount y que protagonizaba su luego esposa Joan Bennett. En aquel entonces Joan era poco más que la hermana de Costance Bennett, una de las estrellas de RKO que el tiempo ha olvidado. En cambio Joan merced a la aventura de capa y espada de James Whale "El hombre de la máscara de hierro" y de su asociación en los cuarenta con Fritz Lang quien la convirtió en toda una Femme Fatale a permanecido en la memoria de los aficionados. Su fama declinó merced a un escándalo en la que se vio envuelta cuando su marido Wanger, sospechoso de que ella mantenía un romance con su agente, intentó matarlo. Aunque al final no hubo que lamentar desgracias mayores, el consiguiente escándalo acabó con su carrera en la gran pantalla terminando como otras muchas viejas glorias en la televisión.
Por entonces en 1936 Joan estaba realmente radiante luciendo una cabellera rubia que poco después cambiaría por el pelo moreno con el que hizo sus papeles más conocidos. También era algo distinta la apariencia de su pareja en el filme, Cary Grant, con unos cuantos kilos más que restaban sólo un poco de esbeltez a su extraordinario físico.
 
Precisamente su magnífica apariencia no había pasado desapercibida para Mae West quien le dio los primeros papeles de importancia en el estudio. Durante su estancia en la Paramount, Grant había hecho practicamente de todo, sin todavía encontrar ese sello que luego sería inconfundible. Su personalidad empezaría a forjarse en dos títulos rodados muy poco después uno que resultó un gran fracaso que fue La gran aventura de Silvia, pese a ser su primera película con Kate Hepburn y la dirección de Cukor. El segundo fue todo lo contrario, hablamos de La Pícara Puritana con la que Leo McCarey ganó el oscar y donde además de Irene Dunne intervenía el famoso Fox Terrier que interpretaba a Asta en la serie de Thin Man.


Pareciera como si los famosos personajes de Hammett se empeñaran en perseguirnos, algo muy natural tratándose del filme que hoy nos ocupa. Pese a lo dicho en el anterior párrafo que es además lo que opinan la inmensa mayoría de críticos cinematográficos, yo en Sus grandes ojos marrones si que empiezo a ver a un Cary Grant bastante definido, tanto en los momentos más serios donde aporta una gran personalidad como en los de comedia, especialmente en una escena donde valiéndose de la habilidad de su personaje para la ventrilocuia, realiza un divertido diálogo con una mujer inexistente para provocar los celos de su novia. Grant y Bennett acababan de rodar juntos otra película "Casate conmigo si puedes" donde ya se veía la buena química que había entre ambos.
 
Ella trabaja de manicura en un elegante salón de belleza con un público mayoritariamente masculino, pero pronto dejará el empleo para convertirse en avispada periodista por arte de la magia de Hollywood y para ayudar a su novio agente de policía.
El tercero en discordia un delincuente de guante blanco, de aspecto sofisticado, amplia cultura y exquisitos modales, es interpretado por un joven Walter Pidgeon. El actor canadiense que será en la próxima década uno de los actores más populares gracias a su colaboración con la exquisita Greer Garson en La señora Minniver, ya por entonces deja notar su elegancia muy a proposito para el personaje que interpreta.
Su pandilla: burdos, iletrados y violentos es interpretada por secundarios eficaces destacando el sobrio Lloyd Nolan, un termino medio entre el elegante Pidgeon y los pistoleros de barrio bajo.
La película por inverosimil que hoy nos pueda resultar parte de su argumento, sigue hablando de algo que continua siendo una lacra de nuestra sociedad, la corrupción y como esta está instalada en muchas ocasiones bajo la apariencia más digna.Pero esta por supuesto no es ningún filme moralizante. Es un estupendo entretenimiento, elegante y divertido, con alguna gotita de drama. Walsh como siempre imprime un ritmo fluido, con un diálogo vertiginoso que nos hace recordar los de Howard Hawks en La comedia de la vida y Luna nueva. Además introduce unos primeros planos inclinados al principio de la película en la barberia, acción que vuelve a repetir en el mismo lugar y también en el tribunal, logrando un excelente ejemplo de cercanía y dando impronta de autoria a un título que en manos diferentes a las de Walsh seguro no resultaría tan atractivo.
 
 
 
 
Son poco más de hora y cuarto realmente divertidas, pues como he dicho muchas veces una de las máximas del cine de Walsh es que siempre logra entretener al espectador y hasta en cintas menores como estas su obra sigue resultando interesante. Pronto el director volvería a ocupar un lugar cimero al fichar por la Warner y ser el director preferido de sus estrellas masculinas consagradas como Cagney y Erroll Flynn, además de deparar a Bogart su primer gran éxito con El último refugio, pero esa ya es otra historia. Todavía estamos en 1936 donde la pistolas estaban de moda que fueran de la mano de la comedia, eso si, solo en el universo imaginario de Hollywood.