Todavía a
comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, un puñado de actores
del Hollywood clásico, seguían apareciendo en películas, como venerables
secundarios que aportaban su talento a las nuevas producciones. Uno de los más
asiduos era el actor británico Ralph
Richardson, quién había debutado ante las cámaras un lejano 1933 con “El resucitado”. Se trataba de una
producción inglesa hecha a mayor gloria de Boris
Karloff, donde interpretaba a un egiptólogo que regresaba desde el mundo de
los muertos, para vengarse de sus enemigos.
Tras ese
modesto inicio siguió alternando sus intervenciones en el teatro donde era toda
una referencia, con la cada vez más asidua presencia en la pantalla. Consagrado
como actor de carácter intervino a lo largo de su carrera en títulos tan
memorables como “Las cuatro plumas”, “Ricardo
III” y “Doctor Zhivago” por citar a
tres de los más populares. Fue nominado al oscar como mejor actor de reparto en
dos ocasiones, en 1949 por el papel del severo padre de Olivia de Havilland en “La Heredera” y de forma póstuma por su
intervención en la desmitificadora “Greystoke”.
Si en la cinta
de Hugh Hudson, se ponía en solfa el
personaje de Tarzán, “El dragón del lago de fuego” se despegaba de las
habituales cintas de espada y brujería que por entonces comenzaban a surgir en
el mundo del cine. Una moda que aún continúa de manera cada vez más
desnaturalizada, ahogada por los excesivos efectos digitales auténticos
protagonistas de la función en detrimento de un guion coherente.
La película que
hoy nos ocupa tiene unos excelentes efectos especiales de la época, a cargo de ILM la empresa que hizo posible que se
pudiera rodar “Star Wars”, pero están
al servicio de una historia que huye en todo momento del tono épico, realizando
una reinterpretación del mito de San Jorge y el dragón. El guion corrió a cargo
del realizador Matthew Robbins y Hal
Barwood, el primero acreditado escritor de cintas célebres como Mimic pero que en la dirección sólo “El
dragón de lago de fuego” puede considerarse como un filme de primera fila. En
cuanto a Barwood solo dirigió la estimable “Señal
de alarma” dedicándose desde finales de los ochenta a la realización de
videojuegos para Lucasfilms.
La joven pareja
protagonista, formada por el aprendiz de mago y una joven doncella disfrazada
de varón, para escapar al salvaje
tributo al que estas son sometidas para aplacar al dragón, la interpretaron dos
jóvenes actores que debutaban ante las cámaras y cuyas carreras se han
desarrollado fundamentalmente en la televisión: Caitlin Clarke fallecida con tan sólo 52 años en 2004 y Peter McNicol.
Pero como
apuntaba en el inicio del post si hay una actuación destacada es la de Ralph
Richardson en la piel del viejo mago Ulrich, grandioso y ridículo a la par. Un
personaje que es inicio y final de una estimable historia que nos habla de la
magia, del valor y hasta de la
introducción del cristianismo. Una película que aunque coproducida por Disney
no escatima la dureza, rodada en maravillosos escenarios naturales de Gales y
Escocia, que merece ser conocida.
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