Esta película
de la que hoy hablo era la preferida de mi madre, por eso este es un post muy
especial. Siempre recordaba cuando la vio por primera vez en su estreno en
Valladolid. Ese día le habían extirpado las amígdalas y como premio le llevaron
al Teatro Calderón donde se
proyectaba. Para una niña criada en el campo, pese a que iba habitualmente al
cine, debió de ser impactante la visión de esta gran epopeya, no había visto
nada parecido en su vida.
Sesenta años
después de su estreno en nuestro país, la espectacularidad de esta película
sigue impresionando. Fue una larga gestación que empezó a finales de la década
de los treinta cuando MGM, adquirió los derechos de la obra a los hijos del
autor Henry Sienkiewicz. A
diferencia de la otra gran obra pseudobíblica “Ben-Hur”, cuyo autor era Lew
Wallace un general norteamericano, el escritor polaco fue un reputado
novelista, cuyos logros fueron reconocidos con la obtención del prestigioso
premio Nobel en 1905. Pese a los valores de su narrativa, especialmente los
dedicados a su tierra natal, su mayor éxito fue una novela ambientada en Roma,
durante el reinado del emperador Nerón y publicada en 1896 con el nombre de
“Quo Vadis?”
En 1913 la
productora italiana CINES llevó por primera vez a la gran pantalla la obra bajo
la dirección de Enrico Guazzoni.
Proyectada en medio mundo, su triunfo en Estados Unidos fue crucial para que la
industria norteamericana se decidiera a embarcarse en proyectos de magnitud.
Doce años más tarde una coproducción Germano-Italiana pese a estar
protagonizada por Emil Jannings en
el papel de Nerón, no logró el éxito de su antecesora, algo que sí consiguió en
1932 Cecil B. DeMille con “El signo de la cruz”. Una obra de
teatro escrita por el actor británico Wilson Barrett contemporánea de “Quo
Vadis?”, que tiene tantas coincidencias con esta (el incendio de Roma, Nerón,
los amores de un centurión romano y una cristiana etc.) que para muchos bien
podría tratarse de una adaptación espuria de la novela de Sienkiewicz.
Lo cierto es
que los ejecutivos de MGM parecían dispuestos a dar forma a una nueva versión
de “Quo Vadis?” a comienzos de los años cuarenta, pensando en rodar los
exteriores en México, pero la entrada de Estados Unidos en el conflicto
mundial, cercenó aún más su mercado exterior, crucial para afrontar una
inversión de estas características. Así que otra vez se vuelva a meter en el
cajón el proyecto que se había pensado encabezara Robert Taylor quién acababa de protagonizar “El puente de Waterloo” junto a Vivien “Escarlata” Leigh.
Tras terminar
la guerra el ansiado proyecto de “Quo Vadis?” vuelve a estar sobre la mesa. Son
tiempos convulsos para el estudio, que después de encabezar año tras año los
mayores beneficios, ha ido reduciendo estos ante la competencia de la
televisión y de productoras que conectan más con el público. Esta situación
hace tambalear el hasta hace poco indiscutible reinado de Louis B. Mayer. Los propietarios deciden incorporar a un productor
joven que ha realizado una gran labor en RKO “Dore Schary”. La tensión entre ambos hace que el estudio de pasos
dubitativos entre las renovadoras ideas de Schary, a las que el viejo Mayer
intenta boicotear.
En 1949 se puso
de nuevo toda la maquinaria en acción. La cinta producida por Arthur Hornblow, la dirigiría John Huston y para los papeles de Marco
Vinicio y la cristiana Ligia, se pensó en Gregory
Peck y Elizabeth Taylor. Todo se fue al traste cuando Gregory Peck sufrió
una lesión ocular que le impedía actuar, motivo que adujo Huston para
desligarse de un proyecto que no acababa de satisfacerle, junto a Hornblow se
encargaría de hacer “La jungla de asfalto”. Por otro lado Elizabeth Taylor,
cada vez más enemistada con Mayer aceptó entusiasmada ser cedida a Paramount
para rodar “Un lugar en el sol” con
George Stevens.
Definitivamente
parecía que MGM nunca iba a producir “Quo Vadis?”. Entonces Louis B. Mayer dio
las riendas de la producción a Sam
Zimbalist quién llevaba en el estudio desde comienzos de la década de los
veinte, cuando era montador en la vieja productora METRO antes de que se
fusionara y convirtiera en la flamante MGM. Su carácter afable y la energía
que había demostrado estando al frente
de los más variopintos filmes, le hacía perfecto
para hacer frente a un desafío de ese calibre. Acababa de encargarse de la
producción de “Las minas del rey
Salomón”, rodada en escenarios naturales africanos (República Democrática
del Congo) todo un desafío para la época.
Los altos
costos que tendría la película, hacían aconsejable el realizar el rodaje fuera
de los estudios de Culver City. En un principio se pensó realizarla en las
instalaciones que MGM tenía en Borehamwood, Inglaterra. Estos estudios habían
sido adquiridos y ampliados por la productora en 1947, que así retomaba sus
producciones en la isla británica interrumpidas por la guerra. Pero finalmente
la cinta sería rodada en los renovados estudios Cinecitta de Roma. Nacidos del
megalómano régimen de Mussolini quien quería dotar al nuevo cine fascista de
unas instalaciones adecuadas, los bombardeos y ocupaciones durante el conflicto
armado, degradaron de tal forma el conjunto que fueron necesarios dos años para
que pudieran ser nuevamente utilizados en toda su plenitud.
Los beneficios
fiscales propulsados por la ley Andreotti, unidos al menor costo de producción,
hicieron que MGM desembarcara con toda su maquinaria en la ciudad eterna, donde
comenzaría el rodaje el 22 de mayo de 1950. Ahora estaba al mando Mervin Le Roy, un director que llevaba
muchos años en el oficio y que había sido reclutado por MGM con la intención de
suplir a Irving Thalberg. Pero pese
a dirigir títulos tan emblemáticos como “El
mago de Oz” Le Roy, lo que deseaba era dirigir por lo que volvió a su
antigua ocupación. Al igual que Zimbalist se había enfrentado a una gran
variedad de temas a lo largo de toda su filmografía, pero lo cierto es que
nunca se había enfrentado a una producción de estas proporciones.
Ante las dudas
que le surgían, decidió pedir consejo a DeMille, el máximo especialista en
superproducciones. El veterano director le animó a que se aventurara “No puedes
desperdiciar dos mil años de propaganda” le respondió socarrón. Así que se puso
manos a la obra junto a Zimbalist, lo primero era confeccionar el reparto. Para
interpretar al joven Marco Vinicio se eligió a Robert Taylor, algo mayor para
el papel y que había sido la primera opción diez años atrás. En cuanto a la
virginal Ligia, Le Roy quería que la interpretara una actriz desconocida,
recientemente le habían hablado de una chica que tenía un gran talento Audrey Hepburn, pero la Metro se negó
en redondo. Al final el papel recayó en una bella actriz británica que llevaba
casi una década delante de las pantallas y que acababa de protagonizar la
última producción de Zimbalist “Deborah
Kerr”. Aunque firmó su contrato con MGM en 1947, ninguno de los títulos hasta
entonces protagonizados le habían elevado al estatus de estrella. La cinta de
aventuras africana y sobre todo “Quo Vadis?” finalmente lo consegurian.
Pero al que
haya leído la novela, no se le escapará que los personajes que vertebran la
acción no son la joven pareja, sino dos figuras históricas que el escritor
polaco dibujo de forma tan precisa, que sólo podían ser encarnados por dos
actores de grandes cualidades. Para interpretar a Petronio “Arbitro de la
elegancia” se eligió a Leo Genn. El
actor londinense tenía un gran bagaje tanto en el teatro como en el cine (Pigmalyon, Cesar y Cleopatra, Enrique V),
pese al lapsus de la guerra donde llegó al rango de Teniente Coronel y le fue
otorgada la Cruz de Guerra, su carrera siguió en orden ascendente. Y a decir
verdad que Genn estuvo perfecto en su cometido, recreando un Petronio de
referencia.
Si inolvidable
fue la encarnación de Leo Genn, como el autor del célebre Satiricon, que decir
de la de Peter Ustinov en la piel
del emperador Nerón. Pese a que con anterioridad lo habían interpretado actores
del prestigio de Emil Jannings y Charles
Laugthon en “El signo de la cruz” de DeMille, Ustinov dejó para siempre
grabada la imagen del tiránico monarca en el cine. Ante las dudas que el
estudio tenía para otorgarle el papel, el actor envió a MGM un telegrama en que
les decía: Nerón falleció con 31 años, sino se dan prisa, seré mayor para poder
interpretarlo. El estudio respondió: Hemos comprobado que los datos que nos ha dado son ciertos, el papel
es suyo.
Sin lugar a
dudas Ustinov era un hombre de una gran cultura. Polifacético y políglota, fue
calificado por sus múltiples habilidades como “Hombre del renacimiento”. El
único lunar fue la carrera militar, donde fracasó ostensiblemente, si tenemos
en cuenta la opinión de sus superiores. Pero en todo lo demás que se propuso,
siempre logró el éxito. Descendiente de nobles de varias nacionalidades, tuvo
una educación cosmopolita, que influyó decisivamente en su consideración de
“ciudadano del mundo”. Notable autor de obras teatrales, poeta, embajador de la
UNICEF, político, una somera semblanza biográfica excedería con mucho los
límites de este post.
Lo cierto es
que supo utilizar sus innumerables recursos expresivos, para darnos una
fascinante, compleja y divertida composición de tan contradictorio personaje.
Su deliberado histrionismo, al servicio de una actuación sin fisuras, es sin
duda lo más memorable de la película. Una broma final, fue incluida a petición
del director. Cuando Nerón va a morir exclama: Entonces, ¿Es este, el fin de
Nerón? Donde se parodia a una de las cintas más famosas de Le Roy “Hampa dorada” donde Edward G. Robinson
exclama al ser abatido ¿Es este, el fin de Rocco”.
En un reparto
predominantemente británico, también destacan Patricia Laffan como la bella y cruel Popea y Finlay Currie en el papel de San Pedro. Con 72 años a sus espaldas
Currie tenía una gran reputación como actor de carácter en su Inglaterra natal,
aunque ya había intervenido en producciones norteamericanas como “La rosa negra”. En la siguiente década
seguiría apareciendo en películas de gran formato como “Ivanhoe” y “Ben-Hur”.
Una de las
pocas diferencias entre la novela y la película, en el ágil guion obra de John Lee Mahin, S.N. Behrman y Sonya
Levien, es la nacionalidad de Eunice, la esclava griega enamorada de
Petronio, que en el cine se transmutó en hispana. La encarnó con convicción la
hermosa Marina Berti, una actriz británica
de ascendencia italiana, que tuvo una discreta pero larga carrera, su último
filme fue “Amen” de Costa Gavras, el
mismo año de su fallecimiento en 2002.
Mientras otras
producciones de estas características, tuvieron un rodaje conflictivo, siendo
la “Cleopatra” de Mankiewicz la más
caótica de todas, la filmación de “Quo Vadis?” fue ejemplar. Pese a los
mastodónticos recursos empleados (35.000 extras, 100 decorados, 63 leones, 7
toros, 450 caballos, 32.000 trajes diseñados por Herschel McCoy de los cuales 11.000 eran diferentes) la buena
sintonía entre Zimbalist y Le Roy permitieron que no hubiera ningún percance
reseñable durante su filmación. Entre los asistentes de dirección, Sergio Leone
tuvo su primera oportunidad y entre los miles de extras italianos, hubo dos que
realizarían carreras bien distintas, “Bud
Spencer” y “Sophia Loren”. También hizo un cameo “Liz Taylor” quien como
hemos afirmado, en un principio iba a interpretar a Ligia.
La dirección
artística recayó principalmente en Edward
C. Carfagno, que empezó en MGM como dibujante en “El mago de Oz”. Fue
director artístico en MGM desde 1943 a 1970. En esta película colaboró con el
sempiterno Cedric Gibbons y William A.
Horning en quien recaía la parte más técnica del diseño de producción. Horning
fue compañero de viaje de Carfagno en la epopeya más famosa del estudio “Ben-Hur”
falleciendo durante su rodaje al igual que el productor Zimbalist.
Otro de los
aspectos más importantes de esta grandiosa película, es el de la música que
corrió a cargo de Miklos Rozsa. El
compositor ya había firmado 13 partituras para la MGM con la que estaba
trabajando desde 1948. “Quo Vadis?” será la primera de tipo épico que realizara
para el estudio, dando rienda suelta a su sentido de la espectacularidad, algo
que ya había demostrado en sus inicios, cuando escribió las bandas sonoras de “Las cuatro plumas” y “El ladrón de Bagdad.
Después de una intensa labor de documentación, dio la luz a una de sus más
bellas partituras, después de los primeros ensayos en Hollywood, grabaría el
score final en Londres junto a la Royal
Philarmonic Orchestra el mes de abril de 1951.
Tras dos años
de preparación y rodaje, la película se estrenó el 8 de Noviembre de 1951 en
Nueva York. La cinta fue estrenando sucesivamente en las siguientes ciudades,
logrando que estos eventos fueran todo un acontecimiento. El merchandising de
la época, promocionó la cinta con todo tipo de productos, incluyendo ropa
interior. Pese a no igualar, las fabulosas recaudaciones que años más tarde
lograría “Ben-Hur” los beneficios fueron cercanos a los cinco millones de
dólares, tan sólo contando con la recaudación en Estados Unidos.
En cuanto a su
reconocimiento artístico, la película corrió peor suerte. Pese a que las
críticas de la mayor parte de los periódicos de la época fueron satisfactorias,
algo poco habitual tratándose de cintas de este género, en la carrera de los
oscar sufrió una derrota hasta entonces sin precedentes. Nominada hasta en 8
categorías: Mejor película, Mejores actores secundarios Leo Genn y Peter
Ustinov, Mejor fotografía en color, Mejor vestuario, Mejor dirección artística,
Mejor montaje y partitura, no ganó ninguno de ellos. Lo cierto es que la
academia no tenía por costumbre premiar este tipo de cintas, ese mismo año
competía con cinco nominaciones otro título bíblico de la FOX “David y Betsabé” que tampoco consiguió
ninguna estatuilla. Pero para el estudio del león todo quedó en casa, pues la
ganadora fue “Un americano en París” que
se alzó con el oscar a la mejor película, pese a que el mayor número de
nominaciones lo encabezaban dos títulos del peso de “Un tranvía llamado deseo” y “Un lugar en el sol”.
Durante el rodaje de Quo Vadis? Robert Taylor hizo un tour por Italia junto a su esposa Barbara Stanwick.
Galardones
aparte, “Quo Vadis?” quedó como referente de película de gran espectáculo. Una
cinta que fue emulada en los siguientes años, por otras faraónicas
producciones, que intentaban así hacer frente al desafío de la televisión. Las
hubo más pretenciosas, más rigurosas, pero creo que pocas lograron ser tan
espectaculares y sobre todo entretenidas. Un exótico mundo creado, para deleite
del espectador. ¿Se puede pedir más?
Es mi pelicula favorita en las llamadas historicas, junto a Ben Hur las dos son inolvidables
ResponderEliminarEs mi pelicula favorita en las llamadas historicas, junto a Ben Hur las dos son inolvidables
ResponderEliminar