Vuelve a Clásico y Divertido uno de mis actores
predilectos, el gran Lon Chaney, con una película muy especial. Se dice que era
la preferida de “El hombre de las mil caras” y la que mejor funcionó en
taquilla de todas las que rodó bajo la MGM. En ella podemos observarle al
natural, sin el recurso de sus famosas caracterizaciones que tanto le hicieron
célebre. Aquí es simplemente el Sargento O´Hara, un duro sargento de buen
corazón. Chaney aquí crea uno de sus mejores papeles, en una película con
abundantes toques de comedia, donde se desenvuelve a las mil maravillas.
Y es que esta película que en Argentina
se tituló “El sargento malacara” y de la que no tengo noticia de su estreno en
nuestro país, pero que ahora se ha editado en DVD como “Viva la marina” es junto
a “El precio de la gloria” de Raoul Walsh, iniciadora de un nuevo género de
comedia bélica. La película de la Fox se estrenó un mes antes de la de MGM y su
mayor paralelismo reside en que dos marines están enamorados de la misma mujer.
Pero mientras una se desarrolla en la contienda mundial, “Viva la marina”
transcurre en los pacíficos años veinte y que mientras en una la pugna es entre
dos sargentos, aquí el enfrentamiento será entre un sargento chusquero y un
paleto novato.
El precio de la gloria de Raoul Walsh
Mientras que el realizador de El precio
de la gloria ocupa páginas en las historias de cine, además de ser objeto de
una cada vez mayor rehabilitación, para mi totalmente merecida ya que Walsh es
uno de mis directores favoritos, el encargado de rodar la película que hoy nos ocupa
se mantiene en un vergonzoso ostracismo.
Puede que su temprana muerte a la edad
de 39 años, probablemente por suicidio, sea una de las principales causas por
las que la figura de George W. Hill hoy apenas sea una referencia en los
estudios sobre el cine de la época. Algo totalmente injusto porque las
películas que de él sobreviven, nos presenta un director eficaz y dinámico,
como pocos en aquella época. Había comenzado como cámara en la década de los
diez, haciéndose famoso por su destreza iluminando a las estrellas femeninas,
pero luego que a comienzos de los veinte escalara al oficio de director, fueron
las películas de acción donde los actores masculinos eran mayoría sus
principales éxitos, lo que no quita que la gran Marie Dressler ganara un oscar
por su participación en Fruta amarga, uno de los títulos más taquilleros de
Hill.
Lon Chaney fue el primero en recibir el título honorífico de marine
Hill fue durante esos años uno de los
principales directores de MGM, dirigiendo a muchas de sus estrellas. “Viva la
marina” contaba con tres al frente del reparto, algo no tan habitual en la
época. Además de Lon Chaney, que no necesita carta de presentación y cuyo
legado ha subsistido el paso de los años, están dos estrellas cuya carrera
comenzó al unísono. Estamos hablando de Eleanor Boardman y William Haines que
fueron los ganadores del concurso de caras nuevas de 1922 para los estudios
Goldwyn.
En
un principio fue ella la que empezó con mejor pie, en su cuarta película “Almas
en venta” un precedente de “Ha nacido una estrella” ya era cabeza de cartel. Su
posterior unión al director King Vidor le dio la oportunidad de protagonizar
uno de los mejores títulos del periodo silente “Y el mundo marcha”. En cuanto a
Haines su ascensión sería un poco más lenta, pero su popularidad acabaría
siendo muy superior a la de la actriz, convirtiéndose en el prototipo de joven
americano pendenciero pero de buen corazón.
El final de sus carreras coincidió con
el advenimiento del cine sonoro en el caso de ella y con la fuerte competencia
de nuevos astros en el cine para Haines. Aunque se afirma que fue su
negativa a casarse para ocultar su
homosexualidad, lo que había dado fin a su carrera en MGM, nuevos libros como
la biografía de Ramón Novarro “Beyond Paradise” de André Soares, arrojan luz
con que los auténticos motivos de su caída fueron las escasas recaudaciones que
tuvieron sus últimas películas. Pese a ser declarado como la estrella más
taquillera de 1930, la aparición de nuevos actores como Robert Montgomery y
Clark Gable, que además tenían contratos más bajos, supusieron su final como estrella
del cine. Aquí en “Viva la marina” lo podemos ver en su mejor forma, con
grandes aptitudes en las escenas cómicas, que luego confirmaría en “Espejismos”
de King Vidor. Además de sus virtudes interpretativas comprendemos
perfectamente la razón de su triunfo, cuando afirma que es un chico americano, nadie en la platea entraría
en discusión, pues las películas de Haines fueron esencialmente de consumo
doméstico, siendo mucha menor su fama fuera de las fronteras americanas. Esta
sin ir más lejos, fue la segunda película más taquillera del año en MGM pero la
mayor parte de sus ingresos fueron en el mercado estadounidense, aunque en
Europa también tuvo muy buena acogida. Una vez retirado del mundo del cine, se
dedicó junto a su pareja al diseño de interiores, su amistad con estrellas del
calibre de Joan Crawford, con quien compartió cartel en los inicios de esta, le
supusieron tener una selecta clientela.
La vis cómica de William Haines
Espejismos uno de sus mejores títulos
La caída de la carrera de Eleanor
Boardman, coincidió con su divorcio del director King Vidor, cuando este se
enamoró de la guionista Elizabeth Hill, durante el rodaje de Ave del Paraíso.
Su último papel sería en la versión inglesa de El sombrero de tres picos,
dirigida por el que sería su nuevo marido, Harry d'Abbadie d'Arrast, uno de los
mejores talentos del cine y de los más desaprovechados.
Carmen Mayers como una seductora nativa filipina
Siempre será una incógnita el futuro de
Lon Chaney en el cine hablado. Rodó sólo una película, el remake de uno de sus
mejores títulos junto a Tod Browning, “El trío fantástico”. Tan sólo he podido
ver algunas escenas del filme, pero a mi entender el gran actor se adaptaba a
las mil maravillas al nuevo medio, añadiéndole su capacidad para producir las
voces más diversas. Los ejecutivos del estudio se frotaban las manos, pensando
que el hombre de las mil caras, ahora sería el de las mil voces, pero por
desgracia un cáncer de garganta se lo llevó ese mismo año.
Desprovisto de maquillaje, con su sola
presencia, aquí le tenemos como ese sargento malacara, que atisba una lágrima
al final de la película. Un título que pone en valor como ya en 1926 Hollywood
era capaz de crear maravillosos divertimentos como la película que hoy nos
ocupa. Exotismo, acción, mucha comedia y un poquito de romance, en un perfecto
cocktail, con las justitas gotas de patriotismo. Si no la conocen, disfrútenla,
merece la pena.