miércoles, 25 de noviembre de 2015

Viva la marina (1926) Lon Chaney sin maquillaje

 

         Vuelve a Clásico y Divertido uno de mis actores predilectos, el gran Lon Chaney, con una película muy especial. Se dice que era la preferida de “El hombre de las mil caras” y la que mejor funcionó en taquilla de todas las que rodó bajo la MGM. En ella podemos observarle al natural, sin el recurso de sus famosas caracterizaciones que tanto le hicieron célebre. Aquí es simplemente el Sargento O´Hara, un duro sargento de buen corazón. Chaney aquí crea uno de sus mejores papeles, en una película con abundantes toques de comedia, donde se desenvuelve a las mil maravillas.

 

         Y es que esta película que en Argentina se tituló “El sargento malacara” y de la que no tengo noticia de su estreno en nuestro país, pero que ahora se ha editado en DVD como “Viva la marina” es junto a “El precio de la gloria” de Raoul Walsh, iniciadora de un nuevo género de comedia bélica. La película de la Fox se estrenó un mes antes de la de MGM y su mayor paralelismo reside en que dos marines están enamorados de la misma mujer. Pero mientras una se desarrolla en la contienda mundial, “Viva la marina” transcurre en los pacíficos años veinte y que mientras en una la pugna es entre dos sargentos, aquí el enfrentamiento será entre un sargento chusquero y un paleto novato.

El precio de la gloria de Raoul Walsh
 

         Mientras que el realizador de El precio de la gloria ocupa páginas en las historias de cine, además de ser objeto de una cada vez mayor rehabilitación, para mi totalmente merecida ya que Walsh es uno de mis directores favoritos, el encargado de rodar la película que hoy nos ocupa se mantiene en un vergonzoso ostracismo.

 
 

         Puede que su temprana muerte a la edad de 39 años, probablemente por suicidio, sea una de las principales causas por las que la figura de George W. Hill hoy apenas sea una referencia en los estudios sobre el cine de la época. Algo totalmente injusto porque las películas que de él sobreviven, nos presenta un director eficaz y dinámico, como pocos en aquella época. Había comenzado como cámara en la década de los diez, haciéndose famoso por su destreza iluminando a las estrellas femeninas, pero luego que a comienzos de los veinte escalara al oficio de director, fueron las películas de acción donde los actores masculinos eran mayoría sus principales éxitos, lo que no quita que la gran Marie Dressler ganara un oscar por su participación en Fruta amarga, uno de los títulos más taquilleros de Hill.

 
Lon Chaney fue el primero en recibir el título honorífico de marine
 
 
 

         Hill fue durante esos años uno de los principales directores de MGM, dirigiendo a muchas de sus estrellas. “Viva la marina” contaba con tres al frente del reparto, algo no tan habitual en la época. Además de Lon Chaney, que no necesita carta de presentación y cuyo legado ha subsistido el paso de los años, están dos estrellas cuya carrera comenzó al unísono. Estamos hablando de Eleanor Boardman y William Haines que fueron los ganadores del concurso de caras nuevas de 1922 para los estudios Goldwyn.

 
 

En un principio fue ella la que empezó con mejor pie, en su cuarta película “Almas en venta” un precedente de “Ha nacido una estrella” ya era cabeza de cartel. Su posterior unión al director King Vidor le dio la oportunidad de protagonizar uno de los mejores títulos del periodo silente “Y el mundo marcha”. En cuanto a Haines su ascensión sería un poco más lenta, pero su popularidad acabaría siendo muy superior a la de la actriz, convirtiéndose en el prototipo de joven americano pendenciero pero de buen corazón.

 
 

         El final de sus carreras coincidió con el advenimiento del cine sonoro en el caso de ella y con la fuerte competencia de nuevos astros en el cine para Haines. Aunque se afirma que fue su negativa  a casarse para ocultar su homosexualidad, lo que había dado fin a su carrera en MGM, nuevos libros como la biografía de Ramón Novarro “Beyond Paradise” de André Soares, arrojan luz con que los auténticos motivos de su caída fueron las escasas recaudaciones que tuvieron sus últimas películas. Pese a ser declarado como la estrella más taquillera de 1930, la aparición de nuevos actores como Robert Montgomery y Clark Gable, que además tenían contratos más bajos, supusieron su final como estrella del cine. Aquí en “Viva la marina” lo podemos ver en su mejor forma, con grandes aptitudes en las escenas cómicas, que luego confirmaría en “Espejismos” de King Vidor. Además de sus virtudes interpretativas comprendemos perfectamente la razón de su triunfo, cuando afirma que es un  chico americano, nadie en la platea entraría en discusión, pues las películas de Haines fueron esencialmente de consumo doméstico, siendo mucha menor su fama fuera de las fronteras americanas. Esta sin ir más lejos, fue la segunda película más taquillera del año en MGM pero la mayor parte de sus ingresos fueron en el mercado estadounidense, aunque en Europa también tuvo muy buena acogida. Una vez retirado del mundo del cine, se dedicó junto a su pareja al diseño de interiores, su amistad con estrellas del calibre de Joan Crawford, con quien compartió cartel en los inicios de esta, le supusieron tener una selecta clientela.

 
La vis cómica de William Haines
 
Espejismos uno de sus mejores títulos
 

         La caída de la carrera de Eleanor Boardman, coincidió con su divorcio del director King Vidor, cuando este se enamoró de la guionista Elizabeth Hill, durante el rodaje de Ave del Paraíso. Su último papel sería en la versión inglesa de El sombrero de tres picos, dirigida por el que sería su nuevo marido, Harry d'Abbadie d'Arrast, uno de los mejores talentos del cine y de los más desaprovechados.









         Siempre será una incógnita el futuro de Lon Chaney en el cine hablado. Rodó sólo una película, el remake de uno de sus mejores títulos junto a Tod Browning, “El trío fantástico”. Tan sólo he podido ver algunas escenas del filme, pero a mi entender el gran actor se adaptaba a las mil maravillas al nuevo medio, añadiéndole su capacidad para producir las voces más diversas. Los ejecutivos del estudio se frotaban las manos, pensando que el hombre de las mil caras, ahora sería el de las mil voces, pero por desgracia un cáncer de garganta se lo llevó ese mismo año.
 
 
 
            Carmen Mayers como una seductora nativa filipina
 
 
 
         Desprovisto de maquillaje, con su sola presencia, aquí le tenemos como ese sargento malacara, que atisba una lágrima al final de la película. Un título que pone en valor como ya en 1926 Hollywood era capaz de crear maravillosos divertimentos como la película que hoy nos ocupa. Exotismo, acción, mucha comedia y un poquito de romance, en un perfecto cocktail, con las justitas gotas de patriotismo. Si no la conocen, disfrútenla, merece la pena.