La imagen de James Stewart recorriendo las calles de
Bedford Falls, es un icono del cine navideño. Pero yo os traigo una visión más
cercana, la del entrañable Pepe Isbert
buscando infructuosamente a su nieto Chencho en La Plaza Mayor de Madrid. La
desgarrada llamada del anciano, es la nota dramática de una comedia
costumbrista, que ha quedado guardada en nuestros corazones.
El madrileño Pedro Masó fue el artífice de esta obra
maestra del costumbrismo hispano. Vinculado al cine desde muy joven, fue
escalando puestos en la industria hasta convertirse en un acreditado guionista.
“Las chicas de la cruz roja” y “El día
de los enamorados” dos rotundos éxitos de finales de la década de los
cincuenta son prueba de ello.
El muchacho
que con catorce años había empezado pisando los estudios cinematográficos,
ejerciendo de actor de bulto, en 1962 decide dedicarse al complicado mundo de
la producción. Fruto de este impulso son dos cintas que ya han quedado en la
historia del cine patrio, “Atraco a las
tres” y “La gran familia”.
Este retrato
amable, de una familia numerosa de la incipiente clase media, representaba la
España oficial, pulida de las aristas que mostraban otros filmes como “Plácido” de Berlanga. La mirada
benevolente del guion de Masó, no impide un cierto realismo apolítico sutilmente
sugerido. Una mirada optimista pese a las dificultades, que obviamente recibió
todas las bendiciones del régimen.
El motivo de
que esta película, siga deleitándonos medio siglo después de su estreno, pese a
sus trasnochados mensajes subliminales, es que tras el barniz ideológico sigue
indemne su veracidad. Porque las andanzas de la numerosa familia Alonso, tienen
ese poso de naturalidad, que nos los hacen cercanos. Los mayores culpables de
ello, son sin duda, una pléyade de magníficos actores.
Alberto Closas, galán por antonomasia del cine y el teatro,
acostumbrado a representar personajes de la alta sociedad, que visten trajes
impolutos y cenan en restaurantes caros con señoras estupendas, sorprende encarnando
al modesto aparejador, que no para de trabajar para pagar las facturas de tan
numerosa familia. Pese a ello, en la escena del baile en la localidad costera,
vistiendo una americana sport, con una camisa ligeramente desabrochada, aparece
esa elegancia que con tal naturalidad desprendía.
Amparo Soler Leal, es el reposo del
guerrero, el ama de casa que no sucumbe a las adversidades. Magnífica como
siempre, es el eje del hogar, como lo eran todas nuestras madres. José Luis López Vazquez era el
contrapunto cómico de la cinta, con su inolvidable creación del generoso
padrino. Actor con muchas películas a sus espaldas, con este título alcanzó al
fin la fama a la que era acreedor. De todos los hijos de la familia Alonso, Pedro Mari Sánchez y Jaime Blanch siguen
en activo después de una brillante trayectoria.
Que conste que
no me olvido de los directores y guionistas Fernando Palacios, Rafael J. Salvia y Antonio Vich, sin cuyo talento
no hubiera sido posible esta película, ni tantas otras del cine de la época.
Dejo para el final la referencia a Pepe Isbert, uno de los mayores talentos
interpretativos que ha dado este país.
El actor oriundo de Tarazona de La Mancha, aunque circunstancialmente
nacido en Madrid, tuvo una dilatada carrera primero en las tablas del teatro,
donde fue el mejor intérprete de las comedias de Muñoz Seca, seguida de una paulatina dedicación al mundo del cine,
empezando por las comedias de teléfonos blancos de CIFESA para acabar siendo el
actor fetiche de dos directores comprometidos como Luis García Berlanga y Marco Ferreri.
La película que
tuvo dos secuelas distanciadas en el tiempo, sigue siendo la perfecta
encarnación del espíritu navideño en nuestro país. Sus integrantes ya son figuras
de ese belén sentimental que construimos en nuestra memoria.
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