Como dicen los
evangelios, nadie es profeta en su tierra. Así debió de pensar Maurice Tourneur cuando regreso a
Francia en 1928. Había sido despedido de MGM al poco de iniciarse el rodaje de
“La isla misteriosa”, su última cinta en América. Con ese sinsabor concluía una
etapa que comenzaba en 1914 cuando la empresa Eclair, le mandaba a los estudios
que poseía en Estados Unidos, ya que poseía un inglés fluido, fruto de giras
como actor teatral en el Reino Unido.
En poco tiempo,
se situó a la cabeza de los mejores directores, donde pudo dirigir a las
estrellas más populares como Mary
Pickford y realizar brillantes filmes como “El pájaro azul” y “El último de los mohicanos”. Pero el poder cada
vez mayor de los productores, que cercenaban su independencia artística, unido
al divorcio de su primer esposa, le llevaron a tomar la decisión de regresar a
su país.
Como bien dije
al principio de esta entrada, a Tourneur no se le recibió precisamente con los
brazos abiertos. Su ausencia durante la gran guerra, donde tantos franceses
habían fallecido, fue censurada por los círculos más conservadores quienes
tampoco le perdonaban el que hubiera adquirido la nacionalidad americana en
1922. Pese a esas reticencias iniciales, poco a poco Tourneur fue revertiendo
la situación, hasta convertirse en uno de los realizadores más prolíficos del
cine francés durante la década de los treinta.
Un periodo de
gran efervescencia artística, que además coincidió con una gran generación de
actores, provenientes en su inmensa mayoría del teatro, y que ahora aportaban
su talento al recién nacido cine sonoro. Fue una etapa donde el cine francés se
convirtió en uno de los más interesantes y comerciales del mundo. En 1938 Jacques De Baroncelli, empezó el rodaje
de “Volpone” basado en la famosa pieza teatral de Ben Johnson. De Baroncelli hoy es un director prácticamente
olvidado, pero en aquel momento era uno de los más reputados profesionales del
cine francés. Desgraciadamente la producción tiene que pararse por falta de
financiación. Casi dos años después se reanudará, un 23 de marzo de 1940, un
momento de gran agitación, cuando Francia lucha desesperadamente contra las
tropas alemanas.
En ese instante
tan crítico, es cuando Tourneur se hace cargo del proyecto, encargándose de una
de sus especialidades, la adaptación literaria. En este caso se utilizó como
base la adaptación que en 1928 escribieran Jules
Romain y Stefan Zweig, cuyo nombre no aparece en los títulos de crédito
debido a su ascendencia judía, ya que la película se estrena en mayo de 1941,
en plena ocupación nazi.
Ambientada
en la Venecia renacentista, la película cuenta con unos cuidados decorados y
lujoso vestuario, en una producción digna de enfrentarse con sus coetáneas de
Hollywood. Los chispeantes diálogos son ejecutados por una pléyade de buenos
artistas entre los que sobresalen claro está los dos protagonistas Harry Baur como Volpone y Louis Jouvet en el papel de su fiel
criado Mosca. A Harry Baur ya lo recordamos con motivo de su interpretación del
comisario Maigret en “La cabeza del hombre” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/02/la-cabeza-del-asesino-1933-homenaje-al.html), para muchos la mejor adaptación del célebre
personaje de Simenon. En 1940 Baur era el actor de carácter más famoso de toda
Francia, tan sólo Raimu tenía tantos
adeptos. Su interpretación guiñolesca del astuto mercader veneciano, queda
salvaguardada por su impecable técnica actoral. Al igual que el personaje de
Johnson, Harry Baur era un actor ávido de gloria y riquezas, por lo que no le
importó pactar con el diablo, de ahí su trágica muerte a causa según parece de
los tormentos sufridos a manos de la cruel Gestapo.
En cuanto a Louis Jouvet, decir que al igual que
Baur, antes de dedicarse al cine tenía tras de sí una magnífica carrera
teatral. En el cine había debutado con Topaze
(1933) basada en la obra de Marcel Pagnol, brillando en varias de las
mejores películas de la década de los treinta como “La kermesse heroica” y “Un drama singular” donde interpretó con
singular acierto papeles de clérigo y “Hotel
du Nord” en la que encarnaba al misterioso Monsieur Edmond, por solo citar
algunos títulos, bajo la experta batuta de directores de la talla de Carné, Renoir Y Duvivier. Su aguda creación
del sibilino mosca, sigue atrayendo al espectador, como los estupendos
secundarios que aparecen.
La bella Jacqueline Delubac, ya divorciada de su
mentor Sacha Guitry está encantadora en el papel de la bella Colomba, esposa
del celoso Corvino un estupendo Fernand
Ledoux. Pero de todo el amplio reparto, el que mejor capta la esencia de la
farsa de Ben Johnson es seguramente Charles
Dullin, como el anciano Corbaccio. Dullin había formado precisamente con
Jouvet y Jean-Louis Barrault y Jean
Vilar, el célebre Cartel des Quatre
que renovó el teatro francés de la época. Este sensacional Corbaccio que nos
dejó para la posteridad, es una de sus mejores contribuciones al cine, donde en
una filmografía no muy extensa destaca también su intervención al lado de Harry
Baur, en la mejor adaptación sonora de “Los miserables” de Victor Hugo.
Merece la pena
ver esta atinada adaptación de Volpone, filmada en un momento tan crítico para
Francia. La mayoría de los principales actores junto al director, permanecerían
en esa Francia ocupada, Jouvet haría giras por América Latina representando al
gobierno de Vichy, todo estaba en proceso de transformación, pero el talento
seguía inmutable, como hoy más de setenta años después puede comprobarse.
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