Ben
Hecht está considerado uno de los mejores guionistas del Hollywood clásico.
Periodista en sus orígenes, aprendió en esta profesión el oficio de escritor
suelto y conciso que caracteriza a su obra. Su
primer gran triunfo fue con “La
ley del hampa” filmada en 1927 por Josef
von Sternberg, que le supuso el oscar a la mejor historia. Pero la
auténtica pasión de Hecht era el teatro, considerando su participación en el
cine como una manera de ganar mucho dinero con poco esfuerzo. Su pieza teatral “The front page” estrenada el 14 de
Agosto de 1928, iniciaba su colaboración con el también periodista Charles MacArthur. A lo largo de más de
una década, Hecht en solitario o en compañía de MacArthur se hará con un puesto
hegemónico dentro de la profesión.
Las
adaptaciones de sus obras (Luna nueva
1940) sus guiones originales (Scarface
1932) o sus brillantes retoques de
última hora (Lo que el viento se llevó
1939) obtuvieron un éxito que no alcanzó en su faceta como director. Entre
1934 y 1936 filmó junto a MacArthur cuatro filmes en los estudios Astoria con
una libertad creativa total por parte de la Paramount. Realizados casi de forma
amateur, ni el público, ni la crítica se interesó por ellos. No obstante uno de
ellos “The Scoundrel” recibió el
oscar al mejor guion adatado en 1935. Desgraciadamente no he tenido la
oportunidad de ver este filme protagonizado por Noel Coward, ni los otros tres de este periodo.
Sí que acabo de
visionar “Ángeles sobre Broadway” la
quinta cinta de Hetch, dirigida esta vez junto al cámara Lee Garmes. La primera vez que trabajaron juntos fue en el debut de
Hetch como director Crime Without
Passion (1934). Esta vez volverían a unir sus talentos al plasmar en
imágenes el texto de Hetch. Garmes ya era conocido por sus magníficas dotes
como iluminador, potenciando los claroscuros que daban a sus trabajos un aire
muy cercano al expresionismo alemán. Además de sus excelentes trabajos como
cámara (El expreso de Sanghai y Scarface
ambas de 1932, la primera hora de “Lo que el viento se llevó), Garmes había
dirigido algunas escenas de la citada opera prima de Hetch, además de un corto
y un filme rodado en Inglaterra junto a Jack
Buchanan titulado The Sky's the
Limit en 1938.
El trabajo de
los reputados cineasta y cámara, da como resultado un filme atípico que se
escapa a los estándares del cine de la época. Mezcla de cien negro, drama y
ácida comedia, la historia la podíamos calificar como “Fábula moralizante”, ya
que consiste en el empeño de tres personajes egoístas y destruidos por ayudar a
un hombre dispuesto a suicidarse tras haber cometido un desfalco. Lo que en
otras manos hubiera dado lugar a una comedia ligera y bienintencionada, aquí se
convierte en un viaje al interior de tres personajes que desnudan su alma, a través
de un diálogo sincero y profundo.
No por ello, la
cinta que tiene un metraje corto cercano a los ochenta minutos, carece de
espontaneidad. Desde su inicio, con una voz en off donde el personaje del
jugador de fortuna, comienza a introducirnos en la historia, nos sentimos
impelidos a seguir a estos “perdedores” en la rutilante Nueva York, a lo largo
de toda una noche.
Los benefactores en cuestión son Bill
O´Brian, el más cínico de todos, un jugador de ventaja que sólo al final
conseguirá desasirse del egoísmo. Está interpretado por Douglas Fairbanks Jr., quien es también productor asociado del
filme. Durante esa noche tan especial conocerá al segundo ángel en cuestión, la
bailarina Nina Barona, que dice ser rusa, pero que para O´Brian no pasa de ser “una
ramera”. Este fue uno de los primeros papeles importantes de la que sería en
poco tiempo reina del estudio Rita
Hayworth. Por último el tercero en discordia es un autor dramático, en sus
inicios exitoso pero ahora fracasado y alcoholizado.
Yo creo que nadie
ha encarnado tan bien a un ebrio en el cine como Thomas Mitchell, que aquí compone una de sus mejores
interpretaciones. Su personaje Gene Gibbons, entre los vapores de alcohol, será
el impulsor de este salvamento del pobre suicida, al que da vida John Qualen,
magnífico secundario que acababa de encarnar dos personajes por los que ha
pasado a la historia del cine: El reo de
muerte Earl Williams en “Luna nueva” y el desventurado Muley en “Las uvas de la
ira”.
Todo el elenco raya a gran altura
interpretativa, pero yo por justicia quisiera reivindicar a Fairbanks Jr., un
actor honesto que aquí consigue a la perfección transmitirnos la ambigüedad moral
que conlleva su personaje. Deportista, escultor, pintor, esposo de Joan
Crawford, hombre de negocios, soldado valeroso, fue mucho más que el hijo del
gran Douglas Fairbanks. Siempre lo recordaré por dos estupendas actuaciones en
sendas películas de aventuras “El
prisionero de Zenda” rodada en 1937 y “
Gunga Din” dos años más tarde. Cuando poco antes de su muerte, presentó la
versión restaurada por Kevin Brownlow y
David Gill, de la obra maestra de su padre “El ladrón de Bagdad” aún conservaba su atildado aspecto de galán,
con casi noventa años. Pocos días después de que se hayan cumplido catorce años
de su desaparición, quiero dedicar esta entrada a su memoria.
P.D. En varios momentos del filme suena la célebre canción “Mon
Homme” que en 1920 popularizó la célebre artista francesa Mistinguett, escrita
por Maurice Yvain
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