martes, 6 de mayo de 2014

Gran Hotel (1932) Más estrellas que en el firmamento


Vicky Baum es un claro exponente de toda una generación de escritores que después de gozar de amplia fama durante el pasado siglo, a comienzos de los años setenta fueron desapareciendo de forma gradual de las librerías, hasta llegar a ser a día de hoy, perfectos desconocidos para la inmensa mayoría del público.


Una heterogénea lista en la que podíamos incluir a Pearl S. Buck, Sinclair Lewis, Somerset  Maugham, o Stefan Zweig por solo mencionar algunos de los más célebres. Una literatura en la mayor parte de los casos que unía su aparente sencillez, a una calidad que ya quisieran tener muchos best-seller contemporáneos.



Austríaca de origen judío, Baum fue una mujer dotada de gran talento para el arte. Magnífica solista de arpa, que le llevó a la prestigiosa Filarmónica de Viena, donde era el único elemento femenino, se dedicó tras su segundo  matrimonio con un director de orquesta, a otra de sus grandes aficiones, la escritura. Pese al desdén con que la trataron frecuentemente los críticos, a lo largo de la década de los veinte, se convirtió en una de las escritoras más populares dentro del ámbito germano. Ya en 1928 la novela "Helene Willfur, estudiante de química" había sido traducida al inglés cosechando un gran éxito.

 
 

El 31 de marzo de 1929, apareció la primera entrega de su nueva novela “Menschen Im Hotel”, en las páginas del popular Berliner Illustrirte Zeitung. Propiedad de la editorial “Ullstein” editora de Baum desde sus inicios, era el perfecto trampolín desde el que lanzar sus creaciones. Con una tirada que rozaba los dos millones de ejemplares, tan solo los magazines norteamericanos la superaban en número.

 

El gran éxito alcanzado le lleva al teatro de Max Reinhard, que en enero de 1930, con una novedosa puesta en escena en forma circular, pone en pie la obra bajo la dirección de Gustav Grundgens, controvertido actor y director teatral que inspiró al protagonista de la novela Mephisto de Klaus Mann. Mientras tanto la novela es traducida a los principales idiomas y su autora decide visitar los Estados Unidos, invitada por su editor en aquel país.

 

Para entonces el avispado Irving Thalberg ha comprado los derechos de la obra que ya ha sido puesto en escena en Broadway el 13 de noviembre de 1930, alcanzando las 459 representaciones. Ahora solo resta convertirla en película, para lo que utilizará a William A. Drake que ya había escrito la adaptación teatral norteamericana y a Béla Balázs para escribir el guión. La novela que recreaba la vida de seis personajes de condiciones sociales diferentes, era ideal para el proyecto multiestelar que tenía en mente la MGM.

 

Hasta entonces, era norma general, que las estrellas principales del estudio aparecieran en títulos donde eran apoyados por otros en forma secundaria. Gran Hotel, suponía reunir a los más populares actores de la Metro, en una producción que crearía expectación desde su misma génesis. En mayor o menor grado, los artistas principales eran reconocidos por el gran público, en un reparto que encabezaba la divina Greta Garbo. Su personaje de la hastiada bailarina Grusinkaya, inspirada en la mítica Paulova, le distanciaba de su habitual rol de vampiresa. Fue en este filme donde pronunció por primera vez su mítica frase “Quiero estar sola”.

 

Su paternaire en la obra, un Barón arruinado que sobrevive como ladrón de joyas, era interpretado por John Barrymore. Galán durante los locos años veinte, todavía mantenía su popularidad gracias al éxito creando al siniestro Svengali. Su hermano Lionel, por el contrario se consolidaría en el nuevo medio, dando una de las mejores actuaciones de la cinta como el entrañable Kringelein, un empleado desahuciado que decide pasar sus últimos días en el ambiente lujoso que su condición social le había privado. Su jefe, el despótico Preisyng, está magníficamente encarnado por Wallace Beery. Beery estaba en la cúspide de su carrera tras protagonizar “El campeón” junto a Jackie Cooper. Su secretaria es la bella Joan Crawford, que tras encandilar a las plateas encarnando a la perfección a desinhibidas “Flapper”, había comenzado la década de los treinta siendo uno de los valores más seguros de MGM. Por último el siempre excelente Lewis Stone, en su papel de doctor del hotel, era el hilo conductor de las diferentes historias que constituían el relato.

 
 

La decoración Art-Decó con que Cedric Gibbons recrea el Gran Hotel, es otro de los motivos por los que este filme es memorable. La dirigió Edmund Goulding: actor, músico, guionista y ante todo director, este polifacético creador requiere una revisión de su obra, que posee títulos tan celebrados como Amarga victoria y La solterona a la mayor gloria de Bette Davis y dos de las mejores cintas de Tyrone Power “El filo de la navaja y El callejón de las almas perdidas”.

 

La gente viene, la gente va, nunca pasa nada…repite como un mantra el alcoholizado Doctor  Otternschlag. Pero no es cierto, pasan muchas cosas y es un placer descubrirlas. Si tenéis tiempo para leer la novela de Baum, os aseguro que merece la pena, sino ver esta maravillosa cinta que pese a que han transcurrido más de ochenta años de su realización, sigue cautivando a los espectadores.

 

P.D. Trece años después MGM repetiría la fórmula con “Fin de semana” localizado en el Waldorf Astoria, con un reparto que incluía a Ginger Rogers, Walter Pidgeon, Lana Turner y Van Johnson. Por supuesto también estaba la orquesta de Xavier Cugat.
 

 
 
 
 

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