No creo que exista un escritor, que
haya sido tan adaptado por el medio cinematográfico a lo largo del tiempo como Alejandro Dumas. Y no digo Alexandre
puesto que para nuestra generación, donde la literatura juvenil tenía gran
importancia, era conocido como Alejandro al igual que Jules Verne, para
nosotros era Julio. Por más que se diferenciaran ambos autores tanto en su
estilo narrativo, como aspecto físico, procedencia e incluso ideas políticas,
fueron la base de la ficción juvenil en nuestro país durante décadas.
Como casi todos los autores de la
época en busca de fortuna, dedicó sus primeros esfuerzos al mundo del teatro.
Un medio que permitía recibir ingresos de una manera más directa. Su “Antony” es considerado por muchos como
el primer gran éxito del teatro romántico en Francia. El romanticismo que había
surgido en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII, fue un movimiento
rupturista que influyó en todas las artes, despojándolas del estricto corsé que
les había impuesto el neo clasicismo.
Pero sería la novela, el género que
convertiría a Dumas en un autor de fama mundial. La difusión que empiezan a
adquirir las publicaciones impresas, sirven de escaparate a una nueva
generación de escritores que publican periódicamente sus obras por entregas. Conocidos
popularmente como “folletines”, en este nuevo formato verán la luz por primera
vez obras imperecederas de la literatura.
Como pasó con otros clásicos, sus
novelas fueron llevadas a la escena y lógicamente con el paso de los años al
cine, el nuevo medio de entretenimiento que estaba al alcance de todas las
clases sociales. Es muy probable que se hayan perdido algunas de estas primeras
adaptaciones, en los convulsos años de la infancia de las películas. Sería Douglas Fairbanks el que protagonizara
y produjera la primera versión digna de
mencionarse. Se trataba claro está de “Los tres mosqueteros” dirigida
por Allan Dwan, cuyos decorados y
estupendo vestuario fascinaron a un público poco acostumbrado a semejantes
espectáculos.
“Los tres mosqueteros” es junto a “El conde de Montecristo” la novela más popular de Dumas. El
personaje de D´Artagnan ha sido encarnado por todo tipo de intérpretes,
incluyendo una versión bufa a cargo de “Mario
Moreno Cantinflas”, otra de idéntico signo y musical a cargo de los Ritz Brothers y una popularísima serie
de animación donde los personajes eran transmutados al género animal conocida
como “D´Artacan y los tres
mosqueperros”. Actualmente la BBC está produciendo una nueva versión de la
famosa novela, con un look muy actual.
Pero la versión “canónica” de “Los
tres mosqueteros”, es sin duda la rodada por George Sidney en 1948. Trece años
atrás la RKO había estrenado una adaptación de la primera parte de la novela
confiada a Rowland V. Lee, que un
año antes había firmado la mucho más conocida versión de “El conde de
Montecristo” con Robert Donat. Una
película modesta en la que destaca por encima de todo la partitura de Max Steiner y que en España se estrenó
con el título de “Por la Dama y el
honor”.
Parecía que al fin la anglófila
Metro-Goldwyn-Mayer, se disponía a
llevar a la pantalla una novela popular de procedencia francesa. Mientras en la
década anterior Dickens y Shakespeare
habían sido lujosamente llevados a la pantalla, la obra del novelista francés
había sido objeto de adaptaciones mucho menos glamurosas. Pero eso cambia cuando
el estudio del león decide poner en marcha toda su maquinaria para llevar
nuevamente al cine esta inmortal historia en glorioso “Technicolor”.
El encargado de dirigir la película
George Sidney era un hombre de la casa. Hijo de un reputado productor teatral,
había entrado en el estudio desde abajo haciendo de recadero. Sus inicios en la
dirección fueron en la popular serie “La
pandilla”. Después de debutar en un largometraje de complemento titulado “Free and easy”. En su tercer
largometraje “Pilot 5”, el primero
de entidad, coincidió por primera vez con Gene
Kelly, un actor fundamental en su carrera, fundamentada principalmente en
las comedias musicales.
Precisamente fue Kelly el impulsor de
esta película, quería convencer al estudio con su actuación para luego
persuadirlo de producir una versión musical sobre Cyrano de Bergerac. Justo acababa de terminar la fascinante “El pirata”, donde en las imágenes de
ensoñación de Judy Garland, se veía
a Kelly hecho todo un Fairbanks. La versión protagonizada por el célebre
artista, había sido la película preferida de Gene en su niñez, por lo que
estaba entusiasmado con interpretar al héroe gascón.
Otros de los miembros del reparto, no
participaban del entusiasmo del bailarín. Especialmente dos de las damas, por
motivos bien diferentes. June Allyson
no quería encarnar a la dulce Costanza, un papel a todas luces perfecto para
ella, porque pensaba que los vestidos de época no le favorecían en absoluto,
hoy en día resulta curioso como “Los tres mosqueteros” y “Mujercitas” rodadas ese mismo año, ambas ambientadas en el pasado,
son dos de las películas más populares de la actriz, que vio como sus
reticencias no tenían razón de ser.
Lana Turner era un caso bien
distinto, la estrella se hallaba en la cúspide de su fama tras interpretar a la
pérfida Cora en “El cartero siempre
llama dos veces” e intervenir en el exitoso drama “La calle del Delfín verde”, por lo que se negaba a aceptar un
papel secundario como Milady de Winter. El estudio la suspendió de empleo y
sueldo, pero tras acercarse las posturas y reescribir el guion para que tuviera
mayor protagonismo, finalmente aceptó. En este filme es probablemente donde
Turner está más bella.
El resto del reparto brilló a gran
altura, destacando al elegante Cardenal Richelieu creado por Vincent Price. Price que alternaba su
afición interpretativa con la gastronómica, tenía tras de sí una amplia carrera
como actor de carácter en títulos tan prestigiosos como “La canción de Bernadette”, “El castillo de Dragonwyck”, o “Laura”. Van
Heflin aportaba el punto más
dramático de la cinta como el atormentado Athos, mientras Keenan Wynn encarnaba al fiel Planchet. Angela Lansbury en los inicios de su carrera componía una digna
reina Ana, siendo Frank Morgan, un
veterano en la Metro, el que encarnaba al monarca Luis XIII.
De llevar el barco a buen puerto se
encargó el productor Pandro S. Berman.
Responsable de los exitosos títulos de Astaire
y Rogers en la década de los treinta, llevaba desde 1940 en MGM, donde su
filme más popular hasta entonces había sido “Fuego de juventud”. Con “Los tres mosqueteros” iniciaba un ciclo de
cine de aventuras que revitalizó el género con títulos tan famosos como “Ivanhoe”, “Todos los hermanos eran
valientes”, o el remake de “El prisionero de Zenda”.
El guion de Robert Ardrey, condensa en poco más de dos horas la desmesurada novela,
ofreciendo las situaciones más destacadas. Pese al aire frívolo y juguetón de
la mayor parte de la cinta, para ser fiel al original debe oscurecer el tono de
su tramo final, para acabar finalmente con esa alegría de vivir que nos
transmite Gene Kelly. Sus estupendas escenas de acción, coreografiadas como si
de un número musical se tratase, son filmadas por Sidney con el mismo vigor que demostraría cuatro
años después con Scaramouche.
La rutilante cinta en color, logró un
gran éxito desde su estreno en Los Ángeles, extendiéndose al año siguiente al
continente europeo, sin apenas demora, algo inusual por el retraso que conllevaba
la guerra mundial y en nuestro caso la civil a la hora del estreno. En España
se estrenó concretamente el 5 de Diciembre de 1949, dos meses después de
haberlo hecho en Francia.
Después de tantos años transcurridos,
y las innumerables nuevas versiones que han tratado el tema, algunas muy
estimables (Richard Lester) otras
insustanciales o simplemente malas, creo que merece la pena volver a este
maravilloso musical sin danzas ni canciones, que es además una de las mejores
muestras del llamado género de capa y espada.
P.D. El maravilloso vestuario es obra de Walter Plunkett, otro veterano de la RKO que llevaba desde el año
anterior en MGM. Sus trabajos más famosos fueron para David O´Selznick para quién trabajó en dos de sus producciones
más míticas “Lo que el viento se llevó” y “Duelo al sol”. Recibió el oscar en
1951 junto a Orry-Kelly e Irene por “Un americano
en París”.
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