“Las voces de la conciencia” es una película inusual dentro de la filmografía de Cecil B.
DeMille. Cuando la rueda en 1918 es un cineasta tremendamente popular en todo
el mundo. Ha trabajado con dos de las actrices más famosas de la época Mary Pickford y Geraldine Farrar, en
lujosas producciones con un presupuesto mucho
más elevado de lo habitual.
Pero había sido un filme rodado en
1915 titulado “La marca de fuego” el
que le ganó el reconocimiento de la crítica y de sus colegas como Rene Clair, en un melodrama que
relataba como una mujer de la alta sociedad, debe pagar sus deudas de una
manera poco ortodoxa con un aristócrata oriental. El dinero también es la base
de la aflicción que consume al protagonista de la película que hoy comentamos,
más su situación dentro de la sociedad es bien distinta. En este caso John
Tremble es un modesto contable en una importante firma, cuyo magro sueldo
apenas sirve para mantener el hogar donde reside con su esposa y su madre.
Por una vez DeMille abandona los
salones de la alta sociedad, y penetra en el mundo de la clase trabajadora. Al
contrario de su coetáneo D. W. Griffith,
que en su espléndida “La culpa ajena” narraba
una historia desarrollada en los suburbios londinenses, el autor de “Los Diez mandamientos” describe con
bastante fidelidad un hogar de la clase media baja, que lucha con las apreturas
cotidianas de pagar los recibos del gas, o poder comprar ropa nueva.
Disconforme con su situación,
empezará a escuchar esas “Voces de la conciencia” al que alude el título del
filme. Se representan con imaginativas sobreimpresiones, resueltas con una
brillante factura técnica, aunque siempre al servicio de la historia que nos
cuenta. Como acertadamente señaló George
Cukor: DeMille era ante todo un narrador de historias.
Perley Poore Sheehan, autor del relato que da pie al argumento del filme, era un escritor
especializado en el género de aventuras. Viajero infatigable en su juventud,
como otros muchos escritores, sintió la llamada de Hollywood, donde llegó a
dirigir una película. Aunque su labor más destacada fue la de guionista, siendo
su aportación más célebre el libreto de “El
jorobado de Notre Dame” protagonizado por Lon Chaney. Si el argumento del filme como hemos apuntado en el
inicio, puede resultar extraño para su director, en el caso del novelista
estaba en las antípodas de una producción centrada en recreaciones históricas,
héroes de la jungla o de una primitiva ciencia-ficción.
No obstante, lo más destacado de la
película, no es su naturalismo, sino el estupendo ritmo que tiene la narración
considerando la fecha en que está realizada. Pese a abordar un tema dramático,
no especialmente atractivo, consigue mantener la atención del espectador en su
casi hora y media de duración. Además de las citadas sobreimpresiones, De Mille
se sirve con acierto de las acciones paralelas, confrontando un matrimonio con
una escena de seducción en el barrio chino. Precisamente la escena ambientada en el “Chinatown”, es
casi la única en que el cineasta recurre a una iluminación total, utilizando
durante gran parte del filme, la que se llamba “Iluminación a lo Rembrandt” que
realza el carácter íntimo que desea transmitir.
Raymond Hatton
realizó un gran papel como el desventurado John Tremble, realizando una
actuación contenida, en un personaje que a lo largo del filme, recorre todo un
camino de degradación social. Hatton que había comenzado en el cine cómico
haciendo pareja con Wallace Beery,
tendría una larga carrera como secundario primero en el cine y luego en el
medio televisivo. A su lado en el papel de su esposa Jane, Kathlyn Williams también logra una actuación destacada en un
periplo que al contrario que el de su marido será ascendente, hasta convertirse
en esposa del gobernador del estado. Pionera desde los tiempos de Griffith en
la Biograph, su matrimonio con el
directivo de la Paramount Charles Eyton,
le proporcionó un breve reinado en la Paramount, hasta que en la siguiente
década acabara representando a dignas matronas en cintas protagonizadas por Greta Garbo y Joan Crawford.
La cinta que costó algo más de 72.000
dólares, triplicó su inversión, pese a que algunos críticos necios, la habían
descalificado por su complejidad. Pero en general la acogida fue muy favorable,
calificándola “Variety” de obra maestra. No seré yo quien haga una aseveración
tan rotunda, tan solo afirmo que casi noventa años después sigue conservando la
fuerza que caracteriza a su autor, con algunos momentos de lirismo que no
desvelo para no destripar el argumento.
Filmada en un contexto, en el que el medio cinematográfico estaba lejos de
alcanzar su plenitud narrativa, resiste e incluso supera a muchas obras
consideradas mayores, por una crítica que en los orígenes del cine, debería
revisar muchos de sus juicios, en ocasiones más preocupada por juicios
premeditados que por la sincera visión de los filmes.
Os invito pues a visionar esta
fascinante cinta, realizada justo antes de que DeMille convirtiera en estrella, a uno de los mayores mitos del
Hollywood silente ·Gloria Swanson”.
P.D. En el papel de rudo estibador está
sobresaliente Noah Beery, estupendo secundario hermano mayor de Wallace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario