Charlton Heston
tenía una personalidad mucho más polifacética, de la que a menudo se ha dado a
conocer de él. Uno de los rasgos que más suelen ocultarse del actor, es su
compromiso artístico, que fue decisivo para que Welles por ejemplo, pudiera rodar su último filme en Hollywood “Sed de mal”. Si no hubiera sido
gracias a su intervención, como co-productor de esta película “El señor de la
guerra” es muy probable que no hubiera visto la luz.
A decir verdad, la obra de teatro en
que se basa la película “The lovers”,
había tenido una acogida muy tibia cuando se estrenó en Broadway en 1956, si
exceptuamos al crítico del “New York Times” que la calificó de obra maestra.
Pese a constituir el debut en el teatro neoyorquino de Joanne Woodward, no sirvió para relanzar la carrera teatral de su
autor Leslie Stevens. Pero en los
nueve años que distan desde su estreno como pieza dramática, a su rodaje
fílmico, Stevens había logrado al fin colocarse como uno de los grandes autores
de ficción de su época, no solo gracias al teatro sino al cine, donde ganó una
estatuilla por su guion de ese western atípico titulado “El zurdo” y la televisión, creando la serie de culto “Rumbo a lo desconocido”.
Un medio el televisivo, donde se
había forjado el director de la película
Franklin J. Schaffner, quien desde 1948 empezó a innovar intentando
modificar su perenne estatismo. “El señor de la guerra” es su tercer
largometraje, tras las más que estimables “Rosas
perdidas” con Joanne Woodward interpretando a una stripper en su decadencia
y “The best man” encabezada por Henry
Fonda, donde vertía en imágenes el ácido guion de Gore Vidal sobre la carrera presidencial estadounidense.
A decir verdad Schaffner no era la
primera elección de Heston para dirigir el filme. Había apelado anteriormente a
David Lean y Peter Ustinov sin
éxito, más finalmente se decidió a embarcarse en esta aventura medieval. Ese
mismo año acababa de rodar otros dos filmes que han pasado a la historia “El tormento y el éxtasis” y el
descarnado western “Mayor Dundee” de
Sam Peckinpah, rodaje lleno de
conflictos que pudo llevarse a buen fin gracias a Heston que renunció a parte
de su salario.
A diferencia de otros filmes de la
época, rodados en el exterior, esta cinta se filmó en California, donde se
emularon las inhóspitas marismas de Normandía, donde se desarrolla la acción.
Ambientada en una época donde el feudalismo está en su punto más álgido, pese a
su poca concreción histórica (se nos remite al siglo XI D.C.) consigue
transmitirnos una veracidad que hasta entonces no se había visto en el cine
comercial norteamericano. Alejado de pomposas recreaciones, el filme se recrea
en mostrarnos con profusión de detalles la vida cotidiana en la Alta Edad
Media. Para ello no solo se sirve de los naturalistas set y el magnífico y
bastante fidedigno vestuario de Vittorio
Nino Novarese (Cleopatra, La historia más grande jamás contada, El tormento y
el éxtasis, Cromwell) sino que intenta acercarse a la mentalidad de una
época muy distinta a la nuestra.
Una de las mayores virtudes de la
cinta a mi entender es el intentar ser objetiva. Huyendo de maniqueísmos de
buenos y malos en virtud de procedencias, clases o religiones. Hay nobleza,
traición, cobardía y valor en todos los estamentos. No se hace una exaltación
idílica de las viejas tradiciones de los druidas, pero tampoco se burla de
estas ni del sincero fervor cristiano del protagonista Chrysagon. A lo largo de
toda la película, se intenta mantener el difícil equilibrio de narrar una historia
respetando al máximo la fidelidad histórica, sin olvidar que se trata de un
filme de aventuras y de amor.
Porque lo más hermoso de este filme
es el apasionado romance entre el fatigado caballero normando y la bella
campesina Bronwyn. Un amor irreflexivo y apasionado que traerá consecuencias
trágicas para todos. Pero nada puede con ese sentimiento que tanto ayuda a
representar la bellísima fotografía de Russell
Metty y la no menos hermosa música de Jerome
Moross (Horizontes de grandeza, El Cardenal).
Además de Heston, quien consideró que el papel de Chrysagon fue junto al del General Gordon
(Karthoum) el mejor de su carrera, el filme se beneficia de las excelentes
actuaciones de Richard Boone como el
fiel Bors y Guy Stockwell
interpretando a Draco el envidioso hermano del caballero. El monje que intenta
tender puentes entre los nobles y los vasallos fue ofrecido a John Gielgud pero este lo rechazó y
finalmente fue representado por Maurice
Evans. En cambio Julie Cristie
que era la primera opción de Heston para interpretar a Bronwyn fue rechazada
por el estudio, la suplió una bellísima aunque un poco hierática Rosemary
Forsyth. Una joven modelo canadiense que la productora Universal intentó
convertir en estrella y que ese mismo año había protagonizado con James Stewart “El valle de la violencia”.
Una carrera que se interrumpió por la maternidad y que ya no volvería a retomar
el auge con el que comenzó.
Si aún no conocéis esta magnífica
película, os invito a que viajéis durante dos horas por estas desoladas
marismas, donde cabalga el noble Chrysagon, observando la inolvidable presencia
de la campesina Bronwyn, que inspiró al exquisito poeta barcelonés Juan Eduardo Cirlot, unos versos de
indescriptible belleza.
Contemplo entre las aguas del pantano
la celeste blancura de tu cuerpo
desnuda bajo el campo de las nubes
y circundada por el verde bosque.
No muy lejos el mar se descompone
en las arenas grises, en las hierbas.
Manos entre las piedras con relieves
y tus ojos azules en los cielos.
Las alas se aproximan a las olas
perdidas en las páginas del fuego.
Bronwyn, mi corazón, y las estrellas
sobre la tierra negra y cenicienta.
P.D. Los frisios que son los bárbaros
que invaden las marismas, son un pueblo que procedían de parte de las actuales
Holanda y Alemania. Sometidos por los romanos y más tarde por los francos,
vivieron un pequeño periodo de libertad que coincide con la época en que está
enclavada la película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario