Escena de la resurrección rodada en Technicolor de 2 bandas
Siendo la sociedad
que vio nacer el cine mayoritariamente cristiana, es lógico que desde un
principio se pensara en que llevar la vida de Cristo al nuevo medio sería un
gran negocio. Ya en 1898 empezaran estos acercamientos, destacando la
producción francesa “La vida y pasión de Jesucristo” rodada entre 1902 y 1907
por la casa Pathe. Esta popular obra dirigida por Ferdinand Zecca excepto los
tres últimos cuadros cuyo autor es Lucien Nonget, no pasa de ser una sucesión
de estampas estáticas, donde la teatralidad es más que evidente. El español
Segundo de Chomón intervino en la fotografía y los efectos visuales de la obra,
cuya iconografía nos recuerda los viejos libros de historia sagrada.
En la siguiente
década, concretamente en 1912, Sidney Olcott viajó hasta Palestina para rodar
in situ, una nueva versión que tituló “Del pesebre a la cruz”. Estaba producida
por la empresa Kalem, la misma que unos años atrás filmó una versión “pirata”
de Ben-Hur. Pese a estar rodada en “Tierra Santa” la cinta tiene un ritmo
bastante pedestre, no resistiendo la comparación con las películas épicas que
por aquel entonces se rodaban en Italia.
Del pesebre a la Cruz rodada en Tierra Santa
Precisamente estos filmes espectaculares,
causaron gran impresión en D.W. Griffith, quién en 1916 incluyó la pasión de
Cristo, como una de las historias que confluían en su obra “Intolerancia”. El
cine italiano y francés, siguieron narrando la pasión sin grandes novedades. Tras
la Gran Guerra encontramos dos brillantes películas alemanas sobre el tema.
“Der Galilaer” dirigida por Dimitri
Buchowetzki, en casi una hora nos cuenta los principales acontecimientos de la
Pasión de Cristo. Interpretado por Adolf Faßnacht, famoso por representar al
Mesías en multitud de teatros de Centroeuropa, mientras su hermano Georg interpretaba
a su antagonista Judas. Además de contar con multitud de extras, es notable el
trabajo de su director con planos de difícil ejecución y gran belleza. Sus
estereotipos antisemitas son sin duda lo peor de esta película.
Griffhit con DeMille en una foto promocional de Rey de Reyes
Der Galilaer
Dos años más tarde se estrena INRI. Su
director fue Robert Wiene, conocido sobre todo por su excelente filme “El
gabinete del Doctor Caligary”. En ella un capellán contaba a un anarquista
detenido por intento de asesinato, como era mejor morir por los demás que
asesinar por un ideal, ilustrándolo con la vida de Cristo. Contó con la plana
mayor de los estrellas del cine germano de la época, destacando la composición
de mujer fuerte que hace Asta Nielsen, como la Virgen María.
Precisamente
DeMille en un principio pensaba combinar una historia moderna con la pasión de
Cristo. Un modo de narrar historias bíblicas tan en boga en la época y que el
mismo había utilizado en su película más famosa hasta el momento “Los diez
mandamientos”. Había transcurrido tres años desde ese gigantesco éxito y el
gran director se había independizado de su productora Paramount.
Una divertida foto de DeMille durante el rodaje
Sus problemas con
el máximo mandatario de Paramount Adolph Zukor, se originaron durante el rodaje
de “Los diez mandamientos”, ante sus altos costos. Ni la excelente recaudación
lograda, que triplicaba lo invertido, consiguió cerrar la herida. DeMille
seguía gastando, más y más, así que Zukor decidió no renovar su contrato, por
lo que el director decidió aventurarse como productor independiente.
Zukor patrón de la Paramount
Hasta ahora, los
productores estaban acostumbrados a no realizar grandes inversiones. Pensaban
que el público llenaría igualmente las salas de cine. Serían personajes como
Fairbanks, Griffith, Rex Ingram o DeMille, los que conseguirían gracias a su
audacia personal, crear las películas de gran espectáculo.
Desprovisto del
paraguas económico de Paramount, DeMille empezó a tener que luchar para
conseguir sacar sus películas a flote. La andadura de la nueva productora había
comenzado con “Hell´s Highroad” de Rupert Julian. La segunda película fue “La
huella del pasado” primera dirigida por el propio DeMille. La cinta que trataba
el tema de la rencarnación, volvía a
navegar por dos épocas: La Inglaterra isabelina y la América actual. El
público a decir verdad no se sintió atraído por esta fantasía, así que DeMille
cambió completamente de género con “Los Bateleros del Volga” una historia de
amor en plena revolución rusa, que tuvo mejor suerte en las taquillas.
No obstante, pese
a este respiro, la situación financiera de la productora seguía siendo más que
delicada, por lo que DeMille decidió conseguir nuevamente financiación gracias
a volver a filmar las Sagradas Escrituras. Inicialmente, pensó en adaptar la
historia de Noé y el Diluvio Universal, pero al enterarse que Warner ya tenía
avanzado un proyecto sobre el tema, tuvo que buscar una nueva inspiración de
índole bíblica.
Sería Denison
Clift un escritor bajo contrato de la productora, el que daría la idea de
narrar la historia de Cristo y el título del filme. Ahora venía lo más difícil,
encontrar financiación. Finalmente consiguió sacar adelante el proyecto, no sin
grandes dificultades y encargó a su colaboradora habitual Jeanie Macpherson el
guion del filme. Macpherson como la
mayoría de las escasas mujeres guionistas en aquella época, había entrado en el
mundo del cine siendo actriz. Habitual de las películas de Griffith, acabó siendo
la guionista principal de Cecil B. DeMille y casi exclusiva, pues son muy pocos
los guiones escritos para otros directores.
Macpherson y DeMille en el rodaje
Jeanie Macpherson
Era una mujer moderna
para su tiempo. Fue la primera de su sexo que consiguió tener el carnet de
piloto de aviación. Ese arrojo y valentía era una cualidad que era admirada por
DeMille, con quién le unió durante años una relación sentimental. Como si fuera
un rey oriental, la vida sentimental del director era bastante excéntrica. Cuando
su esposa Costance tuvo a su hija Cecilia, decidió no volver a compartir con
él, el lecho conyugal, por lo que aunque siempre fue la señora DeMille, su marido pasaba los fines de semana con alguna
de sus amantes. Y digo amantes porque además de Macpherson, en la época del
rodaje de Rey de Reyes, seguía manteniendo una relación sentimental con otra
actriz llamada Julia Faye, de la que decía DeMille tenía los tobillos más
bonitos de América.
DeMille con Julia Faye y Conrad Nagel
Faye apareció en
el filme como Marta, una de las discípulas del Mesias y colaboró en la lectura
de los títulos que MacPherson y DeMille iban escribiendo. La tensión entre
ellas era evidente, en una ocasión, reunidas ambas en la oficina junto al
director, Julia arrojó un tintero contra Jeanie que se estampó en la pared.
Posteriormente esa anécdota se utilizaría en el filme de 1920 ¿Por qué cambiar
de esposa? También se dice que DeMille fue amante de su secretaria personal,
aunque no sé si fue simultáneamente con las señoritas Faye y Macpherson.
Podemos
imaginarnos a DeMille, junto a sus dos amantes, a bordo del yate de este, en pleno
proceso de creación. El resto de colaboradores observaba impávido como pese a
lo incómodo de la situación, el resultado final era brillante. Entre estos
colaboradores se hallaba la investigadora Elizabeth McGaffey quién con el resto
de su equipo consultó 2.500 libros sobre el tema.
Como en su
anterior epopeya bíblica, todos los miembros del reparto recibieron un ejemplar
de las Sagradas Escrituras. Si para Los diez mandamientos, tuvieron que leer el
Éxodo, en esta ocasión, debían hacer lo mismo con los Evangelios.
En la película DeMille contrató gran variedad de animales
Extras de la película comiendo un helado
La misma
minuciosidad que hubo en la documentación sobre el tema, empleó en seleccionar
al elenco, incluyendo a los extras y
animales que intervendrían en la superproducción. Para ello revisó miles de
metros de películas, en busca de los que él consideraba más adecuados. Desde
los más expertos jinetes, hasta el actor que tenía que representar nada menos
que al Hijo de Dios.
Este honor y
responsabilidad recayó sobre H. B. Warner, nacido en Londres era hijo de un
famoso actor británico. Warner había sido bastante popular en la anterior
década como galán, pero poco a poco había ido perdiendo tirón ante la taquilla.
Desgraciadamente no he podido tener testimonio sobre esta etapa de su vida,
pero es evidente que había protagonizado muchos filmes, en producciones de
bastante envergadura. Ese mismo año había sido contratado por el estudio de
DeMille donde había protagonizado “El silencio”, un drama criminal dirigido por
Rupert Julian.
Sin dudarlo mucho,
DeMille se decidió por este actor que tenía casi dos décadas más que el Jesús
histórico. Con fama de mujeriego y bebedor, DeMille al igual que con el resto
del reparto, le hizo firmar una cláusula en el que el actor se comprometía a no
tener una conducta que propugnara un escándalo. Pese a ello, hubo rumores sobre
la relación de Warner con una de las extras del filme, aunque lo cierto es que
los enemigos de DeMille, o sea los banqueros de Nueva York, que estaban hartos
de financiar las “locuras” del director, daban pábulo y creaban todo tipo de
infamias, con tal de socavar la reputación del cineasta.
Para que el actor
pudiera concentrarse al máximo en su personaje, DeMille optó por mantenerlo
alejado del resto del reparto. Algo que luego repetirían décadas después los
nuevos directores del “método”. También encargó al operador Peverell Marley,
una iluminación especial que diera a Cristo una imagen divina a la par que
humana. Fue un trabajo ímprobo al que tuvo que enfrentarse todo el equipo de
fotografía, además de utilizar 75 diferentes lentes, estaban las exclusivas
para el siempre complicado proceso de
Technicolor, utilizado en al comienzo de la película y en una de sus últimas
escenas, coincidiendo con la resurrección.
El equipo de cámaras del filme
Basándose en la
iconografía más popular sobre la imagen que de Cristo tiene la civilización
occidental, se creó el aspecto que Warner daba en la pantalla. Lo cierto, es
que su actuación sigue siendo recordada. El actor logró transmitir a la vez
dulzura, autoridad, compasión y vigor. A diferencia de muchos actores de la
época, los personajes masculinos de DeMille, no resultan afeminados para
nuestros ojos modernos y su Cristo no sería menos. Es un hombre sensible pero
viril, por el contrario el personaje de Judas, si parece impregnado de un
ligero toque femenino. Joseph Schildkraut un actor austríaco de origen judío
fue quién lo encarnó. Este Judas no llevaba barba a diferencia del resto de los
apóstoles y tanto su pelo corto como su vestimenta es más propia de un romano
que de un galileo. Ambos son actores de calidad, que siendo en el cine mudo en
su juventud ídolos de las matinés, con el cine sonoro siguieron siendo sólidos
actores de reparto, Schildkraut llegó incluso a ganar el oscar al interpretar
al injustamente condenado Dreyffus, en la famoso biopic “La vida de Emilio
Zola”.
Para
el papel de Caifás, el odioso Sumo Sacerdote, se contó con los servicios del
padre de Joseph, Rudolph, también bajo contrato con el estudio de DeMille y acreditado
intérprete de teatro Yiddish. Escocés era Ernest Torrance, un actor de gran
estatura especializado en papeles de villano, siendo uno de los más populares
el del Capitán Garfio en la versión filmada por la Paramount en 1924 del
clásico Peter Pan. Aquí cambió de registro interpretando el rol de Pedro, representado
como si fuera un Little John de Palestina, un gigante bondadoso que en
ocasiones pierde los papeles, como cuando corta la oreja del soldado Malco en
el prendimiento de Jesús.
Cuando
Jesús lo sana, devolviendo ésta a su estado natural, tenemos uno de los
abundantes efectos especiales con que cuenta el filme. Su autor Howard A.
Anderson fue uno de los pioneros en esta materia. En un tema tan propicio para
lucirse, logra excelentes prestaciones en la escena del terremoto que sigue a
la crucifixión, las tentaciones del diablo, o la resurrección del señor. Una de
las más impactantes es cuando Cristo saca los demonios que se encuentran en el alma
de María Magdalena que son los siete pecados capitales y que surgen alrededor
de su cuerpo con estupendas transparencias.
Precisamente,
el papel de la cortesana de lujo, según la versión que DeMille hacía de las
escrituras, dio origen a un extenso casting en el que participaron 18 actrices,
algunas tan conocidas como Lita Lee, la Doña Sol de Sangre y arena, vampiresa
oficial de Paramount y malvada de “Los diez mandamientos”, Estelle Taylor que
también salía en el epic de DeMille y en la versión de Montecristo
protagonizada por John Gilbert y Evelyn Brent famosa por “La ley del hampa” de
Stemberg entre otras.
Tampoco
faltó la amante de DeMille, Julia Faye, pero no consiguió el beneplácito del
jurado formado por amigos del director
como Sam Goldwyn, Sid Grauman, junto a Bruce Barton, Jessie Lasky y sus
respectivas esposas. Al final el veredicto recayó en una texana que había sido
chica Ziegfeld “Jacqueline Logan”. Atractiva e inteligente, intervino en 61
filmes con varias de las grandes estrellas de la época como Richard Dix y
Antonio Moreno, aunque ninguno de ellos, salvo este de DeMille, ha pasado a la
historia del cine. Cuando el cine sonoro arrinconó su carrera, pudo dirigir en
Inglaterra un filme que ella había escrito. Pese al relativo éxito de este, no
consiguió filmar ninguno más.
Así
que quedará en la historia del cine ligada a la imagen de esta Maria de
Magdala, en cuyo lujoso palacio comienza la película de DeMille. Rodada la
escena en Technicolor, tiene toda la extravagancia de un espectáculo de las mil
y una noches, con cisnes en un lago, un guepardo al que acaricia
constantemente, su legión de ricos admiradores a cual más feo y un carro tirado
por cebras, donde lucen en su apogeo la dirección artística de Mitchell Leisen,
el vestuario de Adrian y los decorados de Ted Dickson.
Antes
de comenzar el rodaje del filme, el autócrata director, reunió a todo el equipo
técnico, actores y asesores varios, el 23 de Agosto de 1926, con un largo
discurso en el que expuso su concepción de los evangelios. Entre el grupo de
asesores que reunió DeMille, estaban los religiosos, judíos, protestantes y
católicos. Con casi todos discutió por la heterodoxa visión que el director
tenía de algunos de los pasajes bíblicos. Por ejemplo, se negó que en la escena
del Domingo de Ramos, Cristo entrara en Jerusalén a lomos de una borriquilla,
tal y como relatan los evangelios. Para él esa imagen quitaba dignidad a la
figura del Hijo de Dios. También utilizó imágenes oníricas, como cuando una
buena cantidad de palomas, se posa sobre la Virgen María, o en la escena del
Templo donde aparece un corderito, al que coge en sus brazos, idealizando la
figura bíblica del buen pastor.
Un grupo de jesuitas visitando el rodaje
La
película, tiene el sello característico de DeMille, con abigarradas composiciones,
inspiradas en los artistas barrocos y
románticos como Rubens y Gustavo Doré y especialmente en los bocetos creados
por el gran artista californiano Dan Sayre Groesbeck, fundamental en la
estética del cine de DeMille.
El
rodaje se extendió hasta el 10 de Enero
de 1927. No creo que ningún filme rodado hasta entonces, cuente con tan abundante material tanto fotográfico como
de escenas filmadas, que documenta este proceso. En el podemos ver a un
dinámico DeMille metido en faena, mientras se encarga de dirigir a su variada
troupe.
Daniel
A. Lord quién pudo observar al director durante el rodaje del filme, lo
describe como una extraña mezcla de monarca absoluto y caballero encantador. Lord
era un escritor jesuita que poco después sería uno de los responsables de
redactar el “Código Moral” que durante tantos años lastraría Hollywood.
Estrecho de miras en los asuntos de alcoba, Lord era más progresista que
DeMille en asuntos sociales. Con él tuvo sus más y sus menos durante el rodaje,
mientras algunos clérigos judíos, antes del estreno, conminaban a sus fieles a
no ver la cinta, dada la mala imagen que de los dirigentes de su pueblo se
daba.
Esta
espectacular película, fue además la primera que se exhibió en el espectacular “Teatro
Chino de Grauman”, icono de la ciudad del cine, en cuyo paseo se hallan las
huellas de los actores más famosos de la industria. Sid Grauman, como
comentamos era amigo de DeMille y al igual que él, un mago de la industria del
entretenimiento. Al estreno del 18 de mayo de 1927, acudieron lo más granado de
la industria, entre ellos la pareja real de Hollywood: Mary Pickford y Douglas
Fairbanks, quienes también eran copropietarios del fabuloso nuevo templo del
cinema.
DeMille con Douglas Fairbanks
La
excesiva y dilatada ceremonia de apertura, con presentadores de la talla de
Fred Niblo, Griffhit y Mary Pycford,duró casi tanto como el filme. Pese a ello
tuvo una gran acogida por parte del público, lo mismo que en Nueva York y en el
planeta entero. En Inglaterra se topó con una arcaica ley que en algunas
importantes ciudades incluyendo Londres, prohibía la visualización del rostro
de Cristo en público. Afortunadamente el abogado de DeMille, Neill McCarthy
tenía contactos en las más altas instancias británicas que consiguieron
subsanar el problema.
Escena y programa del estreno del filme
Poco
después del estreno de la cinta, se produce la revolución sonora comandada por
“El cantante de Jazz”. Al año siguiente, se volverá a lanzar la cinta de
DeMille, añadiéndole una banda musical con efectos sonoros, cuyo autor era el
compositor vienés Hugo Riesenfeld. El año anterior había compuesto la partitura
para "Orgullo de raza” la primera película que incluía efectos sonoros.
Riesenfeld había destacado durante toda la década como compositor y adaptador
de melodías populares, que acompañaban las películas mudas, en los mejores
teatros de Broadway como el Rialto, Criterion y el Rivoli, donde se estrenó
precisamente el 8 de julio de 1928 la nueva versión sincronizada. Fue además la
primera que utilizó el sistema de sonido
RCA Photophone, que rivalizaría a partir de entonces con el Movietone de la
Western Ellectric.
Misa de campaña durante el rodaje
Además
de la incorporación de la banda sonora, se redujo drásticamente la duración del
filme en 43 minutos aproximadamente. La productora Pathé se había hecho cargo
de la productora de DeMille, y dictaba ahora las normas. Durante muchos años
esta fue la versión que se exhibió hasta que en
2004 la prestigiosa casa Criterion, lanzó en dvd la versión original que
llevaba inédita casi noventa años, La única pega que pongo a esta soberana
edición es que la nueva banda sonora encargada a Donald Sosin, no tiene la
grandeza épica que desprende la de Riesenfeld.
Mientras
otras películas silentes perecieron con el advenimiento del sonoro, el filme de
DeMille siguió exhibiéndose, siendo uno de los primeros que emitiera la
primitiva televisión estadounidense. Pero su difusión mundial se debe a que
sería utilizado durante décadas por misioneros católicos y protestantes. Se
cuenta que fue la primera película que vieron los esquimales. Para 1959 se
calculaba que alrededor de 800 millones de personas habían visto esta película. Según contaba el
director en su autobiografía, este filme sirvió de inspiración a múltiples
conversiones y hasta contaba el caso de un polaco llamado William E. Wallner
habitante de Gdansk, que al ver la cinta había encontrado su vocación de pastor
luterano. Posteriormente Wallner ayudaría para que 350 niños judíos escaparan
de la muerte.
Hoy
en día, seamos o no creyentes, la fuerza que emana el filme del gran director
sigue bien viva. Sus espectaculares imágenes son uno de los mejores ejemplos
para disfrutar de la narrativa de uno de los más grandes creadores de la
historia del cine.
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