Si mencionamos el nombre de Luis Escobar, a la mayoría de la gente
le vendrá a la mente su simpática caracterización del Marques de Leguineche en
la popular trilogía de Berlanga.
Pero nada más lejos de la realidad, ya que Luis Escobar fue una de las
personalidades más importantes en el
teatro español de postguerra. Su función de director en el Teatro Español y el
María Guerrero, hizo posible que se vieran sobre los escenarios madrileños
piezas de autores extranjeros de gran relieve como Prestley, o nuevos talentos patrios como Mihura, en estupendos montajes que por su audacia y costo, no eran
asumidos por el teatro comercial.
Pero además de todo esto, también fue
un hombre de cine. Su filmografía se reduce a dos películas, pero por su
singularidad su opera prima merece la pena revisitarse (la segunda de las
cintas, era una vehículo para la soprano
María de los Ángeles Morales titulado La canción de la Malibrán inspirado
en la vida de la famosa cantante del siglo XVIII).
El propio Escobar había escrito el
guion de la cinta que adaptaba una obra del prolífico dramaturgo Jacinto Benavente, que tras el
ostracismo inicial del régimen, había vuelto a ser dueño y señor de la
cartelera madrileña. Presentó el libreto
a un concurso que organizaba la Dirección Nacional de Cine, obteniendo el
premio. Esto le animó a dirigir la película que como la mayoría de las muestras
de cine negro echas en nuestro país se rodó en la ciudad condal.
Para hacer el protagonista contrató a
un actor de teatro que empezaba a tener fama en provincias, pero que apenas
había triunfado en Madrid. Esto hizo surgir el rumor de que el novel director,
homosexual discreto, le había elegido porque mantenían relaciones. Molesto por
las habladurías el joven que no era otro que Paco Rabal, le dijo sin miramientos a Escobar: Andan diciendo por
ahí que usted y yo estamos liados, a lo que contestó Escobar con su gracia
característica “Ahí que pena que sea mentira”. Pese a los miedos de Rabal de
que el director le pidiera acostarse juntos, eso nunca ocurrió. Y eso que
camino a Barcelona, el coche donde viajaban juntos se averió por lo que fueron
a buscar alojamiento al Gran Hotel, como no había habitaciones individuales
tomaron una doble, esa noche Rabal…la pasó en blanco, temiendo un ataque de
amor por parte del Marqués.
La protagonista femenina Mayrata O'Wisiedo, fue otra apuesta
personal del director. Aunque hoy su nombre no resulte muy familiar, lo cierto
es que tuvo una afortunada carrera en el teatro tanto en España como en Italia.
A su vuelta participó en numerosos Estuidio 1 y novelas. Sin dejar del todo su
participación en el cine, llegando a trabajar con Pedro Almodovar en su famosa “Tacones
lejanos”
La película se filmó en los estudios Kinefón,
donde todo transcurrió como la seda. Paco Rabal como empezaría a ser habitual,
en cuanto terminaba su actuación iba a su camerino…acompañado de alguna
figurante. Lo que no restó para que en este su debut realizara una convincente
interpretación. La cinta arranca con el reloj de una oficina indicando el final
de la jornada, los trabajadores se despiden del jefe en un ambiente de
camaradería, parece que estamos en un mundo perfecto. Pero como en las buenas
historias de terror, cuando el joven contable decide regalarle un bolso a su
esposa, descubre que no le llega el dinero. Cuando acude a casa, vemos ese
mundo de estrecheces del que no consiguen salir pese a que trabajan ambos. Por
otro lado, en el piso de abajo vive una anciana usurera, obsesionada con que su
criada le robe el fruto de su impía actividad. Entonces decide dejarles el
dinero al joven matrimonio hasta la mañana siguiente en que volverá a
recuperarlo. Más nunca regresará ya que a la mañana siguiente descubren su
cadáver. Entonces la duda surge sobre qué hará con el dinero.
Esta temprana muestra de cine negro a
la española, ribeteada con toques románticos, es una de esas joyas de nuestra
cinematografía muy poco conocida. Su buena planificación y el cuidadoso pulso
narrativo sorprenderá a más de uno.
El filme que tuvo excelentes
críticas, sirvió de trampolín para Francisco Rabal que en muy poco tiempo, se
convertiría en uno de los principales actores de nuestro cine. Por desgracia
para el cine español, Luis Escobar decidió aventurarse en el mundo del teatro
comercial, comprando el Eslava. Su trayectoria final como actor, acabó por
darle la fama, que el discreto desempeño de director y empresario teatral no le
había dado. Dedico claro está la entrada de hoy a la figura de un noble, en el
más amplio de los sentidos, Luis Escobar Kirkpatrick, Marques de las Marismas
del Guadalquivir.
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