Acabo de ver “Trafalgar” curioso título español para
“The divine lady”, parece que los
distribuidores de la época pensaron que para el público español era más
familiar el nombre de la batalla naval, que los amores de Eva Hamilton y el
Almirante Nelson.
Tampoco
hacía demasiado tiempo que había revisitado la versión de Korda con Vivien
Lehig y Laurence Oliver, así que me resultaba estimulante visionar este filme,
del que tuve noticia hace más de una década de la manera más extraña.
Página del catálogo de Odeón de Julio de 1930 donde se anuncia la versión de Marcos Redondo
Resulta
que soy un gran aficionado a la ópera y la zarzuela, sería el año 2.002 cuando
adquirí un estuche de cinco cd´s dedicado al insigne barítono Marcos Redondo.
El último de ellos venía dedicado a canciones populares, algunas de ellas
provenían del cine, entre ellas estaba Divina mujer de Trafalgar, aunque a
decir verdad no indicaba el estuche que perteneciera a la banda sonora de algún
filme. Ese fue mi primer contacto con esta película.
Por
cierto que esta versión originalmente se encuentra en la sección titulada:
“Películas sonoras”, Divina mujer de Trafalgar ocupaba la cara A de uno de los
discos, siendo la cara B la popular canción Pagan love song aquí convertida en
“El pagano de Tahití”, tal como refleja el catálogo de Odeón de julio de 1930.
Aunque
estaba catalogada en esa sección, donde también aparece otro título mucho más
conocido como es “El desfile del amor”, Trafalgar, no es realmente una película
con diálogos, pertenece a ese género de filmes que se realizaron en los inicios
del sonoro, que cuenta sólo con partitura
y efectos sonoros más algunas canciones.
Una
experiencia de transición pero que en poco más de dos años dio como fruto
filmes tan maravillosos como Amanecer, El séptimo cielo y Soledad por poner
sólo algunos ejemplos. Mucho menos conocida que estos, la película que hoy nos
ocupa es un título más que estimable, realizado a mayor gloria de una de las
actrices más populares de su época.
Fotografiada por el gran Edwin Bower Hesser
Aunque
hoy está totalmente olvidada Corinne Griffith, fue una de las mayores estrellas
del cine mudo. Tenía una legión de admiradores y todo el mundo resaltaba su
belleza. Pero el no haber participado en
ninguna película memorable del periodo silente le ha llevado al más injusto de
los olvidos. Porque Corinne no era sólo una cara bonita, era una actriz
diferente en muchos aspectos, tanto por su modesta forma de vida, como por el
cuidado y control que tuvo de su carrera.
King
Vidor recordaba en su autobiografía como conoció a la luego famosa estrella, en
un popular balneario de Texas, el estado natal de ambos. Allí comenzaron a
hablar de su afición en común por el mundo del cine, en un futuro los dos
serían primeras figuras de esa nueva industria que iniciaba sus primeros pasos.
Con
todo fue Corinne la primera en llegar a Hollywood, en esa época de continuos
cambios, donde predominaban las cintas de dos bobinas y cuyo mayor exponente
era D.W. Griffith de quién Corinne adoptó su apellido de estrella. Poco a poco
fue escalando la cumbre hasta convertirse en la máxima estrella de la Firts
National en 1923.
Mientras
otros actores se compraban mansiones de gran lujo y llevaban una vida tan
extravagante como onerosa para sus finanzas, Corine se limitó a adquirir una
estupenda casa en Hollywood, cómoda y elegante pero razonablemente cara. Su
modo de vida, carente de excentricidades le permitió ir acumulando una fortuna
en bienes raíces, la cual siguió aumentando una después de su prematura
retirada del cine.
Otra
de sus características, fue el control que tuvo una vez llegado al estrellato
sobre su carrera. No sólo tenía voz y voto sobre el tema, director y reparto de
sus películas, también asistía a las proyecciones diarias sobre el material
filmado y podía opinar sobre el montaje final.
Ese
afán de perfeccionismo, derivaba en ocasiones en una actitud colérica,
seguramente esa sería la razón por lo que se decidió encargar a Frank Lloyd la
dirección de la película. Pues una de las virtudes del realizador era conseguir
domesticar a sus estrellas. Se cuenta que sin él, hubiera sido imposible rodar
“Rebelión a bordo”, debido a la mala relación que existía entre los dos actores
protagonistas, Charles Laughton y Clark Gable. Ese clásico de 1935, sin duda su
filme más famoso, tiene en común con Trafalgar el épico mundo del mar. Otra de
sus especialidades, filmar batallas marítimas como ya demostró en la adaptación
muda de “El halcón del mar”.
Frank Lloyd durante el rodaje del filme
Las
principales virtudes del filme, son por un lado la excelente interpretación de
Corinne Griffith, tanto en las escenas más divertidas como en las románticas,
un idilio bellamente fotografiado por John F. Seitz, en la primera de sus siete
nominaciones a este galardón nunca concedido y eso que fue el responsable de
filmar las primeras obras maestras de Billy Wilder durante su etapa en la
Paramount incluyendo la mítica “El crepúsculo de los dioses”. Seitz que se
había hecho un nombre al principio de la década, gracias a su colaboración con
el gran Rex Ingram, culminaba su etapa muda con este título que es una
magnífica muestra del extraordinario nivel que había alcanzado el lenguaje del
cine.
El
historiador cinematográfico Anthony Slide, autor del único libro dedicado a
Frank Lloyd del que tengo conocimiento, considera a “Trafalgar” como su mejor
obra, destacando además de la lírica emanada de su protagonista, el virtuosismo
técnico del que hace gala, prodigándose en movimientos de cámara y excelencias
de montaje, que se utilizan al servicio de la narración, no como un ejercicio
de megalomanía. Pues Lloyd era un hombre sencillo, que huía de la publicidad,
puede que esa humildad sea una de las causas por las que su figura no obtenga
la rehabilitación que si han tenido otros colegas de menos méritos.
Frank Lloyd recibiendo su primer oscar
En esta película
Lloyd recibió su primer oscar al mejor director, luego lograría otra estatuilla
por “Cabalgata” que también sería galardonada como la mejor película dos años,
al igual que Rebelión a bordo. Pero hoy os invitaría a que conocierais esta
bella película, que cuenta además de Corinne Griffith con la participación de
dos estupendos actores como Marie Dressller y H. B. como la madre y el esposo
de Emma Hamilton. También me parece estimable la actuación de Victor Varconi,
quien interpreta a Nelson. Varconi precisamente había sido Pilatos en Rey de
Reyes donde Warner interpretaba a Cristo. Este actor nacido en la actual
frontera entre Hungría y Rumanía, había triunfado en el cine austríaco antes de
que DeMille le trajera a Hollywood.
Marie Dresller
H. B. Warner
Victor Varconi
Mientras
H. B. Warner seguiría trabajando habitualmente durante el nuevo periodo de cine
sonoro y Marie Dressller llegaba incluso a ser cabeza de cartel, las estrellas
de la película Corinne Griffith y Victor Varconi, quedaran arrinconados como
vestigio de una época pasada. Pero la magia del cine les da de nuevo vida y uno
no puede menos que emocionarse cuando escuchamos a Corinne, cantar con triste
voz Loch Lomond mientras Victor se aleja en busca de su destino.
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