La película que hoy nos ocupa, no tuvo un gran éxito en su momento pese
a ser una gran producción y estar encabezada por un reparto fantástico. Así que
como muchas otras quedó relegada al olvido. Afortunadamente gracias al mercado
videográfico ha sido rescatada. Estoy seguro que su mala suerte en las
taquillas se debió en su momento a las maravillosas cintas que se rodaban.
Tanta cantidad y calidad serían la causa de este relativo fracaso, porque vista
hoy ochenta años después sigue siendo un filme francamente divertido. Hoy que
tenemos la oportunidad de acceder a una cantidad de títulos realmente
portentosa, podemos poner en duda muchos juicios realizados por los críticos
sobre ciertas películas sobrevaloradas y rescatar asimismo otras que se
convierten en felices descubrimientos. El Secreto del Candelabro merece seguro
estar en esta lista.
El argumento (una comedia de espías ambientado en Europa en las
postrimerias del siglo XIX) se deba a la por entonces popularísima novelista
Baronesa de Orzcy. Esta noble húngara había visto como su padre había perdido
su fábrica, destruida durante las revueltas de la turbulenta década de los 60.
Emigrados a Inglaterra no lograron posicionarse y Emma empezó a escribir. Su
primera novela publicada en 1899 fue
precisamente El Candelabro del Emperador, pero el gran éxito le llegaría cuando
junto a su marido escribiría una pieza teatral titulada La Pimpinela Escarlata
en 1903. El éxito sobre los escenarios propició que trasladara el personaje al
ámbito de varias novelas.
Su popularidad aumentó cuando en 1935 Alexander Korda decidió llevarla
al cine protagonizada por dos de las estrellas emergentes del cine británico
Leslie Howard y Merle Oberon junto al malvado Raymond Massey. Esta fue la razón
principal por la que MGM adquirió los derechos de su primera novela en vista
del multitudinario éxito que consiguió en el mundo entero las aventuras de Sir
Percy Blakeney en plena Revolución Francesa. Además el año anterior 1936 se
rodó otra versión de la novel a en Austria.
Y es que Hollywood intentaba capturar lo mejor del cine europeo para
ponerlo al servicio de su arrolladora maquinaria de entretenimiento. En 1935
también MGM decidió realizar una nueva versión del gran éxito europeo del
momento. Se trataba de Mascarada (1934) una producción austríaca dirigida por
Willy Forts que consiguió poner de acuerdo a crítica y público. Para lanzar la
versión americana se pensó en la pareja de moda del estudio William Powell y
Mirna Loy. Pero la actriz en ese momento estaba enfrentada con la productora
que no se avenía a mejorar su salario pese a los pingues beneficios que habían
reportado sus últimas actuaciones. Sin Mirna Loy en el reparto el estudio
estaba barajando varias posibilidades hasta que William Powell pidió
expresamente que dieran una oportunidad
a una actriz alemana que había contratado la Metro y que llevaba meses
esperando una oportunidad.
Se trataba de la alemana Luise Rainer, un descubrimiento del mago de la
escena Max Reinhart, bajo cuya batuta había participado interpretando lo más
selecto del teatro contemporaneo como O´Neill y Pirandello. También había
incursionado en el cine, pero su gran pasión seguía siendo el teatro. Siendo
judía el advenimiento del régimen nazi le hizo ver con buenos ojos la oferta
que un cazatalentos de MGM le ofreció, siguiendo así el paso de su mentor que
también había emigrado a Hollywood contratado por la Warner para poner en
imágenes El Sueño de una Noche de Verano de Sakhespeare. Su debut en América
sorprendió a todos, la profundidad de su interpretación quedaría reforzada por
su segundo filme donde volvía a encontrarse con Powell, se trataba de El Gran
Ziegfeld. Su composición de Anna Held pareja durante muchos años del célebre
productor resaltaba por encima del gran espectáculo que el filme suponía. Su
escena escuchando por teléfono como Ziegfeld le comunica que se va a casar con
otra (Billy Burke en el cine Mirna Loy) desprende un patetismo que impresionó a
los miembros de la Academia que no sólo la nominaron por primera vez sino que
le dieron su primer oscar.
Al año siguiente repetiría interpretando a una campesina china en la
última gran producción de Irving Thalberg "La Buena Tierra" junto al
hombre de las mil caras de la Warner Paul Muni. Fue su segundo oscar con tan
sólo tres películas rodadas en Hollywood y el comienzo de su declive. Aunque
parezca increible a Rainer le pasó lo mismo en MGM que a los Hermanos Marx, la muerte de su protector Irving
Thalberg precisamente durante el rodaje de La Buena Tierra quebró su carrera.
El ahora omnímodo director del estudio Louis B. Mayer no estaba interesado en
los personajes adultos que Rainer deseaba desarrollar en la pantalla y se vió
involucrada en proyectos suntuosos, divertidos, que no acababan de saciar la
ambición puramente artística de la actriz. El que ninguno de los siguientes
títulos fueran éxitos de taquilla acabó con la rescisión por parte de ambos del
contrato que les unía.
Fue una lástima para el cine porque Rainer era una actriz fantástica,
tanto en el drama como en la comedia, pero ella no se sentía a gusto en ese
mundo para ella frívolo. No obstante creo que las películas que rodó son todas
de gran dignidad y aunque no colmaran las expectativas artísticas de la
intérprete siguen siendo un magnífico ejemplo del cine de diversión de la época de oro de Hollywood.
Volviendo a El Secreto del Candelabro, su cuarto filme norteamericano
diría que muchas actrices del momento hubieran deseado protagonizarlo, sin ir
más lejos a la encantadora Maureen O´Sullivan que aquí realiza un pequeño papel
como María la hija de un patriota polaco. Es una pena que su personaje junto al
de Robert Young que encarna al hijo del Zar y que son los que comienzan el
filme no tuvieran un desarrollo mayor en el filme. Ambos jóvenes y bellos no
tuvieron las oportunidades que merecían por su hermosa presencia y su saber
estar en la pantalla. A Robert Young se le recuerda principalmente por la
romántica Cenizas de Amor de Vidor y Paso del
Noroeste, aunque en esta el auténtico protagonista era Spener Tracy. Con
la actriz irlandesa sucedió más de lo mismo. Exceptuando la serie de Tarzán
donde creó la Jane definitiva de la pantalla, sus intervenciones en los grandes
títulos del estudio fueron en papeles secundarios como en las adaptaciones de
David Copperfield y Orgullo y Prejuicio. Actualmente aparte de sus aventuras en
la jungla la película por la que más se la recuerda es precisamente la que
acababa de rodar antes de la película que hoy nos ocupa, Un Día en las Carreras
mi título preferido de Los Hermanos Marx.
El maravilloso vestuario de Adrian y los fantásticos decorados de
Gibbons, marca MGM dan el perfecto envoltorio en el que se desarrollan las
peripecias de estos espías de altos vuelos. Dos aristócratas, el uno polaco la
otra rusa a los que Powell y Rainer dan perfecta caracterización. Ambos actores
tan elegantes, vuelven a demostrar la estupenda química que habían tenido en
sus dos anteriores filmes. El director era George Fitzmaurice un buen artesano
que dirigió dos veces a la Garbo (Mata Hari y Como tú me deseas) que llevo por
buen camino este delicioso entretenimiento que a mí me ha hecho disfrutar una
buena hora y media. Una burbujeante copa de champán que nos recuerda un mundo
ya desaparecido pero al que gracias al cine podemos volver. Volver a Empezar,
como el título de Garci a quién entregó precisamente una exultante Luise Rainer
el oscar a la mejor película extranjera.
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