Como cambia la apreciación de las películas con el paso de los años. En la época de mi niñez, donde ya me interesaba por las cintas clásicas (lo siento era un chaval muy raro), los comentarios que de ellas se vertían eran en muchos casos negativos. Era el comienzo de la década de los ochenta y todavía parecía que había que pedir perdón porque una película fuera divertida, poniéndole el nefando adjetivo de comercial. Parecía que eran mucho mejor las cintas interioristas, de estructura deslavazada y que frecuentemente conseguían dormir al público en su cómoda butaca.
La primera
referencia que vi de “Don Juan” era corta y la descalificaba, señalando que su
única virtud consistía en ser el primer largometraje estrenado con sonido
sincronizado. Un primer peldaño para lo que luego sería el cine sonoro. Pero la
cinta de Alan Crosland es mucho más,
una estupenda película de aventuras, que hoy sigue manteniendo su frescura pese
al paso de casi noventa años.
Aunque la
productora Warner hoy es conocida, por sus películas de gangster, realizadas
con presupuestos bajos al comienzo de los treinta, lo cierto es que a lo que
realmente aspiraban los famosos hermanos, era a realizar espectáculos de
prestigio. Fue su productora la que trajo de Alemania a Ernst Lubitsch, con sus comedias cosmopolitas, y la que inició una
serie de lujosas producciones, a mayor gloria de su principal estrella John Barrymore.
Nacido en 1882
el menor del clan Barrymore había empezado e triunfar sobre las tablas en 1903,
especializándose en Shakespeare. Desde 1913 alternaba sus temporadas teatrales
por sus apariciones cinematográficas donde poco a poco fue cobrando más relevancia.
Sería en 1919 cuando con “La prueba del
honor” lamentablemente perdida, alcanzaba el estatus de estrella. Un año
más tarde y con el mismo director John S. Robertson, interpretó el doble papel
de Jeckyll y Hyde, siendo esta la
primera versión relevante del fantástico relato de Stevenson y la definitiva
consagración de Barrymore. Antes de volver a las tablas interpretando a Hamlet
en 1923, había intervenido en una nueva (ya se habían filmado para entonces
unas cuantas) versión de Sherlock Holmes,
donde Roland Young aparecía como el
Doctor Watson. En 1924 firma un contrato con Warner cuyo primer fruto “El árbitro de la elegancia” le reunirá
por primera vez con Mary Astor, en
esta ambiciosa adaptación de la vida de Beau Brummell.
Antes de
incorporarse al rodaje de Don Juan, Barrymore había vuelto a realizar una de
sus interpretaciones más arriesgadas poniéndose en la piel del capitán Ahab, en
una versión de Moby Dick rebautizada como “The
sea beast”. La guionista Bess Meredyht
se tomó grandes licencias con el argumento, potenciando una historia de amor
entre Barrymore y la bella Dolores
Costello que en la vida real acabaría en boda. Meredyht volvió a manejar
libremente la historia con Don Juan, que además del poema de Lord Byron,
utilizaba fuentes de la más diversa índole. Una de ellas sería el relato de Poe “El barril de amontillado”,
donde la venganza se consuma emparedando vivo al rival, igual que hará Don José
Marana con el amante de su mujer en el prólogo de la película.
La película
comienza con un siniestro prólogo donde nos cuenta como Don José descubre
gracias a su fiel bufón que su mujer le es infiel. Tras su venganza se dedica a
una vida disipada con escenas de bailes sicalípticos incluidos. Apuñalado por
una de sus amantes antes de fallecer previene a su pequeño vástago Juan con el
amor de las mujeres. “Sal al mundo y toma el amor cuando te plazca…sonríe…y
olvida”.
Después de
dejar la sombría estancia de los Marana bajo el epígrafe de LA HISTORIA,
comienza realmente las aventuras de este Don Juan desarrollada en la turbulenta
corte de los Borgia donde será redimido por el amor gracias a la bella Adriana
Della Varnese. Mary Astor volvía a ser la pareja de Barrymore en el papel de la
noble italiana. La joven estrella de tan sólo veinte años llevaba ya seis en el
negocio del cine, debutando en un corto de Buster
Keaton titulado “The Scarecrow”.
En ese plazo de tiempo ya se había hecho un nombre en Hollywood, además de los
dos filmes con Barrymore, el año anterior protagonizaba “Don Q hijo del zorro” junto al dinámico Douglas Fairbanks. Era tan sólo el principio de una larga carrera
en el medio cinematográfico. La misma suerte correría una jovencísima Mirna Loy que con dieciocho años
interpretaba a Mai, la malvada servidora de Lucrezia Borgia. La seductora
aristócrata con fama de envenenadora la encarnaba otra bella mujer Estelle Taylor, una actriz cuya fama se
difuminó con la llegada del sonoro y de la que dimos amplios datos biográficos
en el post de la película de Lon Chaney “El
cazador de tigres” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/03/el-cazador-de-tigres-1929-lon-chaney-y.html).
Del resto del
elenco destacaríamos a Warner Oland
como Cesar Borgia. El actor sueco aparecería en dos títulos emblemáticos del
cambio del cine mudo al sonoro “Orgullo
de raza” y “El cantor de jazz”. Aunque sería su encarnación del detective
asiático Charlie Chan, el que le
diera la fama, convirtiéndolo en uno de los actores más populares en los años
treinta del pasado siglo. Y por supuesto estaba Barrymore, que interpretaba a
Don José y a su hijo Juan. Pese a su tendencia al histrionismo, resulta
convincente en ambos papeles, demostrando apostura y profundidad en su
interpretación.
El rodaje pese
a la magnitud del proyecto, tuvo sus mayores problemas debido a la relación de
sus dos protagonistas. Astor y Barrymore habían tenido una relación amorosa
durante el rodaje de “El árbitro de la elegancia” que no había llegado a
término en parte por la proteccionista familia de la actriz. Luego como
habíamos apuntado Barrymore se había comprometido con Dolores Costello, a quien
no paraba de besuquear en cuanto terminaba de rodar alguna escena (se dice que
también coqueteaba con algunas coristas) provocando angustia en la joven Astor.
Lo cierto es que
Alan Crosland hizo un gran trabajo. Ya había llamado la atención como director
de grandes espectáculos con “Bajo la
púrpura cardenalicia” (1923) basada en la célebre novela de Stanley J.
Weyman que se desarrollaba en el famoso “Día de los incautos”, episodio de la
historia de Francia en el que María de
Médicis fraguó una conspiración para
lograr la caída del Cardenal Richelieu. Su trabajo es sin duda brillante, rodando con
una vitalidad poco común en su época. Un dinamismo al que contribuyó la
excelente partitura de William Axt y David Mendoza quien hizo los arreglos
musicales que interpretó la orquesta Filarmónica de Nueva York .
El filme fue
estrenado el 6 de Agosto de 1926 en Nueva York. El programa estaba destinado a
dar a conocer el novedoso sistema de sonido conocido como Vitaphone y que consistía
en un artilugio que sincronizaba el audio impresionado en discos con la
película cinematográfica. La sesión comenzaba con una alocución del luego
desdichadamente célebre William H. Hays en calidad de presidente de la
asociación de productores y distribuidores de película, donde elogiaba la
importancia del novedoso avance. A continuación se exhibieron otros cortos con
sonido sincronizado, comenzando con la obertura de Tanhausser interpretada por la filarmónica neoyorquina, a los que
siguió el violinista Mischa Elman
tocando el Humoresque de Dvorak. Una extraña mezcla de estilos que incluía al
célebre divo Giovanni Martinelli en
la dramática aria de Pagiacci “Vesti la giubba” y que culminaba con el
delirante pastiche de ambiente español titulado “La fiesta” Aunque la soprano Anna Case intenta cantar algo que
parece español, lo mejor del corto es la actuación de “Los cansinos”. Célebre conjunto de bailarines españoles donde
puede apreciarse a una chiquilla de ocho años llamada Rita Hayworth.
Después
de casi una hora de proyección comenzaba el plato fuerte, este “Don Juan” con
el que hemos querido homenajear al gran John Barrymore. Un actor que fue
pionero al intentar transmitir la complejidad del alma humana en la gran
pantalla.
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ResponderEliminarExcelente artículo. Sólo una corrección: al referirse a la muerte del padre de Juan, donde dice "Envenenado por una de sus amantes antes de fallecer...", debería decir "Apuñalado por una de sus amantes...".
ResponderEliminarMuchas gracias Alfredo Guevara, efectivamente el viejo Don Juan muere apuñalado, gracias por la corrección y muchas gracias por leer mi humilde blog
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