En ocasiones debe elegirse entre la
gloria y el dinero, entre ser fiel a tus convicciones o traicionarlas. Pocos
actores han sido tan fieles a sus
creencias como Burt Lancaster, pocos
actores han luchado más por preservar la dignidad de su profesión. Quién
comenzó protagonizando filmes de serie negra de bajo presupuesto y alcanzó el
estrellato con trepidantes películas de aventuras, fue capaz de convertirse en
uno de los actores más prestigiosos, interviniendo en películas que priorizaban
el logro artístico, a la repercusión comercial.
El compromiso ideológico y artístico
que mantuvo durante toda su carrera, le hizo intervenir en películas que
denunciaban el lado más oscuro de la sociedad norteamericana, a la vez que
rechazaba papeles que le hubieran dado mayor popularidad y dinero, siendo por
su repercusión el más destacado el de Judá
Ben-Hur de Wyller.
Antes de dedicarse al oficio de
actor, y de cumplir como soldado en la contienda mundial, el primer amor de
Lancaster había sido el circo, donde había conocido al también acróbata, amigo
y compañero de sus filmes de aventuras Nick
Cravat.
Celoso de su independencia muy pronto
fundó Norma Productions junto a Harold Hetch, al incluirse como tercer socio
James Hill pasó a denominarse Producciones Hetch-Hill-Lancaster. En 1956 la
productora se hallaba en su mejor momento tras el inesperado éxito de Marty, una tragicomedia romántica
realmente atípica. Por fin Lancaster iba a protagonizar su deseado homenaje al
mundo del circo. Un espacio que ya le había fascinado desde que viera siendo un
muchacho “Garras humanas” con el
inquietante Lon Chaney.
Como base argumental se utilizó la
novela de Max Catto “The Killing Frost”
publicada seis años antes. La acción se desarrollaba en el legendario “Circo de
invierno” parisino. A la ciudad del Sena acudió su director, británico al igual
que Catto, Carol Reed famoso
especialmente por su adaptación al cine de la historia de Graham Green “El tercer hombre”. Sus dos últimas películas no
habían sido muy bien recibidas por el público, así que decidió embarcarse en
este drama protagonizado por un clásico triángulo amoroso.
Aparte de Lancaster, auténtica
estrella del proyecto, el reparto lo encabezaba un Tony Curtis que empezaba a desprenderse de sus inicios como
estrella juvenil, no importándole ser el segundo de a bordo, con tal de
aparecer en filmes de gran relevancia (volvería a hacer lo mismo en Los vikingos y Espartaco al lado de Kirk Douglas. La femme fatale fue
interpretada por la bella Gina
Lollobrigida, en su primera incursión en el cine de Hollywood tras haber
logrado grandes éxitos en Italia y Francia.
La actriz italiana es quizás el
eslabón más débil en el terreno interpretativo. Lancaster y Curtis por su
parte, parecen mucho más integrados en este drama que en mi modesto parecer, ha
sido juzgado de forma bastante despiadada por la crítica. Ofreciendo el lado
menos glamuroso de la pista, la cinta alterna el fulgor del trapecio con las
oscuras páginas del alma humana. Una nueva oportunidad de volver a ver a uno de
los más actores más sinceros y
carismáticos que ha dado el mundo del cine, va por ti Burt Lancaster.
Una pelicula excelente y Gina el alma de la misma
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