En nuestra
penúltima entrada, dedicada a la adaptación que Maurice Tourneur hizo de la comedia de Ben Johnson “Volpone”, dejábamos a Francia, a punto de capitular
ante las tropas alemanas. La película que hoy presentamos, realizada en plena
ocupación, es un claro exponente de cómo pese a tan dramáticos sucesos, la
cinematografía francesa siguió dando obras maestras, pese a que muchos de los
grandes realizadores, guionistas y actores habían abandonado el país.
Para cuando se
estrena “Les inconnus dans la maison” se cumple una década desde la primera
adaptación de una novela de George
Simenon al cine, estoy hablando de “Le
nuit du Carrefour” dirigida por uno de los más célebres exiliados del
cinema francés “Jean Renoir”, donde
su hermano Pierre interpretaba por primera vez en la pantalla el personaje más
popular del escritor belga, el comisario
Maigret. Pero para cualquiera que esté mínimamente relacionado con la obra
de Simenon, sabe que además de las entretenidas peripecias detectivescas del
agudo detective, hay otras excelentes narraciones donde el autor donde se ocupa
de temas de más profundo calado.
Esta novela
publicada en las páginas de Paris Match el 2 de noviembre de 1939, es una de
las primeras que tratan sobre el abismo generacional. Esa fractura entre las
nuevas generaciones y sus progenitores, es la base sobre la que se edifica el
argumento. Jóvenes y mayores parecen vivir en mundos diferentes, una sensación
que se irá acrecentando con los años, pero que esta novela escrita hace tres cuartos de siglo ya denuncia.
Simenon es uno
de los más célebres invitados, en el banquete celebrado el 28 de mayo de 1941,
en el prestigioso “Chez Ledoyen”, en plenos Campos Eliseos. Allí asiste
invitado por la productora “Continental
Films”, una iniciativa del ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels, con la intención de
controlar el cine autóctono de cada país ocupado. Para ello pone al frente a Alfred Greven, un hombre culto que
intentará eludir en lo posible las directrices marcadas desde Berlín,
rodeándose de los mejores actores, directores, guionistas etc. que aún quedaban
en el país galo.
Para cuando se
rueda “Les inconnus dans la maison”, la Continental Films ya ha estrenado otros
dos filmes menores basados en las obras de Simenon: Annette et la dame blonde y La Maison de sept jeunes filles. Pero
este tercer proyecto era de otra envergadura, primero por la calidad de la
novela original, segundo por estar dirigido por un hábil director, tercero por
la impresionante interpretación de uno de los actores más geniales que ha dado
Francia y por último el portentoso guion de uno de los talentos más creativos
del cine posterior en Francia.
Empezaremos por
este último, Henri-Georges Clouzot,
quién había forjado su oficio de guionista haciendo versiones francesas de las
películas alemanas en la primera mitad de la década de los treinta. Despedido
de la UFA, por su amistad con productores judíos, a su regreso a Francia fue
aquejado por la tuberculosis, que le tuvo años postrado en la cama. Acechado
por la miseria, no tuvo más remedio que aceptar la oferta de Alfred Greven,
pese a los malos recuerdos que guardaba de los nazis. En su primer trabajo para la productora “Le duel” coincidirá por primera vez
con dos de los artífices de la película que hoy nos ocupa Raimu y Pierre Fresnay.
Tras escribir
la adaptación de “Le dernier de six”,
elaborará la adaptación y los diálogos de esta obra. Clouzot que será muy
pronto uno de los mejores directores franceses, escribe un memorable guion
donde utiliza elementos tan sugerentes como la cámara subjetiva que nos lleva
en un sublime inicio por las calles de una triste ciudad de provincias, con la
fantástica voz en off de Pierre Fresnay como narrador omnisciente. La película
se segmenta en dos grandes secciones en la primera se narra un crimen y su
posterior investigación. La segunda parte que se desarrolla íntegramente, salvo
una leve escena, en el Palacio de Justicia, también tiene una introducción
similar a la del comienzo, con la penetrante cámara y voz al unísono
poniéndonos en situación. Si en la primera parte asistimos a la disección de la
pequeña ciudad, con sus miserias, en la segunda nos encontraremos con una de
las mejores escenas de tribunales jamás rodada. Ágil, rápida, divertida y
conmovedora, todo a la vez.
Sería injusto
no rescatar la figura de su director Henry
Decoin, un hábil realizador que merece un mayor reconocimiento y que en la
década de los treinta dirigió especialmente comedias románticas a mayor gloria
de su entonces esposa Danielle Darrieux,
de la que se divorciaría coincidiendo casi con el rodaje de Les inconnus…, su
segunda película para La Continental. Aquí plasma con brillantez el formidable
guion, dándole en ocasiones un tono cercano a la comedia, que redime el penoso
drama de trasfondo.
Ese difícil
equilibrio entre la tragedia y un humor de sabor amargo, tiene su mayor
exponente en la interpretación del legendario Raimu. Aquí encarna al licenciado
Loursat, un prestigioso abogado que lleva un par de décadas relegado al
ostracismo, por culpa de su adicción alcohólica. La miseria y grandeza del
personaje, son dibujadas por Raimu con una caligrafía de primer nivel. Por muy
brillantes que sean el guion y la dirección del filme, el resultado no hubiera
sido el mismo, sin el carisma que desprende al actor galo. Intérprete ocasional
en películas cómicas durante la segunda década del siglo XX, el advenimiento
del sonoro, vino a potenciar sus excelentes dotes de actuación, que le habían
hecho ya muy popular en el teatro francés. Sería precisamente la adaptación de
la popular pieza de Marcel Pagnol “Marius”,
donde recreaba su interpretación del marsellés César Olivier, el que le hiciera
una estrella de la pantalla. Famoso por su colaboración con Pagnol, donde
además de la trilogía de Fanny (Marius, Fanny y César) intervino en filmes tan
memorables como “El pan y el perdón” y “Tempestad
de almas”. También trabajó con Duvuvier (Carnet de baile) Sacha Guitry (Las perlas de la corona, Faisons un réve)
entre muchos otros.
La película
obtuvo un éxito inmediato, aunque luego fue quitada de la circulación tras la
liberación, acusada de apología del régimen de Petain. Pocos años después, las aguas volvieron a su cauce y se le
concedió el lugar que merece. Una estupenda película, que nos devuelve a una
época oscura, donde pese a todo el talento lograba emerger. El poder del arte
es mayor de lo que muchos creen.
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