lunes, 23 de febrero de 2015

The case of the curious bride (1935) Perry Mason adelgaza

 

       Que Hal Wallis fue uno de los productores más importantes en la historia del Hollywood clásico, nadie lo pone en duda. Cuando Darryl F. Zanuck decide independizarse y fundar la 20 Century, Wallis se convierte en la figura más relevante de la Warner. En aquellos primeros años treinta MGM era el estudio que marcaba tendencias. Por eso  no es de extrañar que Wallis, después de ver el gran éxito que había tenido “La cena de los acusados” basada en la novela de Dasiel Hammett, mezclando las películas de detectives con la comedia más festiva, que trasladara al productor Harry Joe Brown, la conveniencia de rodar de esa manera la segunda película que Warner pensaba lanzar sobre el abogado Perry Mason.

 

       Como sucedió con la mayoría de novelas de ese estilo, pasaban rápidamente del papel a la pantalla cinematográfica. El personaje de este hábil picapleitos, tenía dos años de existencia. Su autor Erle Stanley Gardner, en otros tiempos dedicado a la abogacía, no pareció muy contento con la idea de Wallis, pero tras los escasos resultados de la primera adaptación de sus novelas “El caso del perro aullador”, decidieron dar más chispa a Perry Mason.


       Para la generación de nuestros padres, Perry Mason era Raymond Burr, el corpulento actor que lo interpretó en una exitosa serie televisiva. Con todo, su imagen difería bastante más del personaje novelesco, que la encarnación que del hizo Warren William. Un actor que como muchos otros anteriores al periodo del Technicolor, está prácticamente en el olvido pese a intervenir en películas muy importantes. Después de su paso por Broadway, sería en el cine donde destacara interpretando hombres duros y sin escrúpulos, aunque también acometería personajes más del gusto del público. En 1934 compartió cartel con Claudette Colbert en dos de las tres películas protagonizadas por la exquisita estrella que eran candidatas a los oscar. Una era “Cleopatra” de DeMille, en la piel de Julio Cesar, la otra la primera versión de “Imitación de la vida” dirigida por Jon M. Stahll. La tercera claro está fue la finalmente ganadora “Sucedió una noche” de Frank Capra. Precisamente el director de origen siciliano, le brindó uno de sus mejores papeles, el gangster de buen corazón “Dave the Dude” en “Dama por un día” que posteriormente volvería a realizar Capra casi treinta años después con el título de “Un gangster para un milagro”.

 
 

       Warren William ya había interpretado a un abogado en The mouthpiece (1932) y de detective en “The Dragon murder case” interpretando a Philo Vance, representado hasta entonces por William Powell, quien se  había mudado a MGM, empezando la anteriormente aludida saga de “The thin man”. La siguiente película de William era su primera encarnación de Perry Mason. Ante su poca aceptación, como dijimos al principio Wallis, decide continuar con el mismo protagonista, al que le daremos un toque Nick Charles.

Warren William en el papel de Phillo Vance
 

       La primera decisión importante fue darle el proyecto a Michael Curtiz. Puede que el autoritario director fuera uno de los tiranos mayores que han pisado un plató de cine, pero también uno de los más geniales. El ritmo frenético que impone a la cinta desde el primer momento, son marca de la casa. Bajo su batuta, William consigue una de sus mejores interpretaciones definiendo de una manera nítida al personaje. Los diálogos adicionales obra de Brown Holmes, todavía están influenciados por la época pre-code donde Holmes fue uno de los mejores exponentes (Soy un fugitivo, El halcón maltés en su primera versión y 20.000 años en Sing-Sing). Curtiz utiliza la cámara con gran audacia y hace que todo resulte frenético y divertido.

 
 

       El 28 de enero de 1935 empezaba el rodaje del filme que comienza mostrándonos a Mason convertido en todo un gastrónomo. No sólo elige el marisco en la lonja, también lo cocinará en un lujoso restaurante. Ataviado con la chaquetilla de cocinero, recibe la visita de una antigua amiga, quién le pone en contacto con el caso que ocupará la película. Tras desaparecer, veremos un poco más tarde como Mason y sus amigos son invitados a presenciar la autopsia de un fallecido hace cuatro años, que un testigo afirma haber visto esa misma noche. Cuando van a entrar a la morgue, la cámara se dirige al felpudo que lleva escrito WELCOME, uno de los muchos gags con los que está salpicada la película.

Una autopsia con sorpresa
 
Perry Mason en el puerto eligiendo el mejor marisco
 
 

       Interpretando  a su secretaria Della Street, encontramos la bella Claire Dodd, en la primera película de Perry Mason, el papel fue para Helen Trenholme, quién sólo hizo otro filme aparte de este. En cambio Dodd, supo adaptarse a las mil maravillas, al papel de eficiente secretaria, que acabará en la cuarta película de la serie, casándose con el abogado. Claire Dodd, había empezado trabajando como Chica Ziegfeld, hasta que Zanuck la descubrió llevándola a Hollywood. Una de sus primeras apariciones en pantalla fue en el musical rodado en primitivo Technicolor “Woope”, como una de las Goldwyn Gerl´s. Lástima que su carrera no alcanzara más altos vuelos, pero se cuenta que su carácter independiente, chocaba con el férreo sistema de estudios de la época.

 
 
Claire Dodd como Della Street y en una foto más que sugerente
 

       Mucho más duró en la pantalla Margaret Lindsay, una hermosa morena que al igual que Dodd, fue secundaria habitual en muchos filmes de la Warner. Una carrera que si incluimos el medio televisivo duró más de cuarenta años. Y por supuesto está el fenomenal Allen Jenkins en el papel de Spudsy, amigo, ayuda de cámara, entrenador etc. de Perry Mason. Jenkins que también estuvo muchos años en el negocio del cine, es recordado por los papeles de gangster o policía bobalicón de las películas Warner de los 30. Precisamente en la anterior cinta de la saga, interpretaba a un sargento de la policía.

 
 
 
 
Margaret Lindsay en la película y en unas vacaciones
 

       Y por supuesto, esta es la primera cinta rodada en Hollywood por Errol Flynn. Después de protagonizar una cinta realizada en Inglaterra en los estudios de Warner “Murder at Monte Carlo” hoy perdida, el joven actor se trasladó a los estudios de Hollywood, donde hizo el breve pero decisivo papel de Gregory Moxley, el hombre sobre cuya desaparición se sustenta el argumento de la película. Se dice que en un principio, la actuación de Flynn no llamó la atención del director. Pero lo único cierto es que en pocos meses iba a protagonizar tras la deserción de Robert Donat, su primera película para Warner “El capitán Blood”. El inicio de una relación laboral tan fructícera como tensa, a la que nos referiremos cuando sea oportuno.

Allen Jenkins como el divertido Spudsy
 
Murder at Monte Carlo la primera cinta de Flynn para Warner
 
 
Dos imágenes de Flynn en la cinta
 

       Hoy nos quedamos con este Perry Mason, divertido, ágil y hasta chulesco, protagonizado por Warren William. Aunque la serie de la Warner llegó a seis títulos, los cuatro primeros protagonizados por William son los mejores, y de entre todos ellos esta, la única que dirigió Michael Curtiz.Una película cien por cien disfrutable, con mucho sentido del humor y algún cadáver suelto. Un magnífico divertimento que nos devuelve a esos maravillosos actores de la edad dorada de Hollywood y a uno de sus directores más brillantes.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 12 de febrero de 2015

Monte Cristo (1929) El talento de Henry Fescourt


 
 
 
 
 

       Como era norma en aquella época, las grandes novelas que gozaban del favor del público, pronto eran adaptadas para representarse en los escenarios. “El Conde de Montecristo”, la popular obra de Dumas, no podía escapar a la moda. Tres décadas después de que fuera escrita, un joven y apuesto actor irlandés James O´Neill (padre del famoso dramaturgo Eugene) empezaba a representar con gran éxito el personaje de Edmundo Dantés. Fue tal la acogida, que pasó las siguientes décadas volviendo a interpretar al mítico conde, hasta superar las 6.000 representaciones. En 1912, el productor Adolph Zukor consiguió convencerlo para que lo interpretara en el cine. El actor que contaba con sesenta y cinco años, no consiguió el mismo efecto ante la cámara cinematográfica y la cinta estrenada casi con un año de retraso, no alcanzó el éxito deseado.
 
 

       Pese a ello no era la primera adaptación llevada al cine, ya en 1908 y 1912 la productora Sellig había rodado dos versiones abreviadas del relato y seguramente habrá otras que desconozco filmadas en los rincones más inauditos del planeta, tal era y es la fama de esta novela. En 1918 se rueda en Francia la hasta entonces, aproximación más seria a la obra. Mediante 15 capítulos producidos por Pathe, asistimos a una versión bastante integral de esta. Su director Henry Poctual , sacó adelante el proyecto pese a contar con un presupuesto bastante modesto. Como dato más curioso anotar que originalmente el protagonista del filme iba a ser Jean Angelo, que fue llamado a filas y sustituido por Léon Mathot. Diez años más tarde Angelo,  ya convertido en una estrella, sería el protagonista de la versión que hoy nos ocupa.

Anuncio brasileño de la versión francesa de 1918
 

       En 1922 la Fox Film rueda la primera versión hecha en Hollywood. Su protagonista un joven John Gilbert, en su quinta película para la productora que pretende hacer de él un nuevo Valentino. Durante muchos años considerada perdida, su visión en la actualidad me ha decepcionado bastante. Es obvio que Gilbert mejoró considerablemente su actuación gracias a la experta mano de Victor Sjostrom y King Vidor. Aquí especialmente en su primera parte, lo vemos bastante exagerado en su interpretación del prisionero del castillo de Iff. Con todo es una producción agradable, con suntuosos decorados y lujoso vestuario, que incluye un final feliz entre la pareja protagonista de Edmundo y Mercedes, diferente del de la novela.

 
John Gilbert en la versión de 1922
 

       Ese falso “Happy end” tan propio del cine de Hollywood, ha sido por desgracia habitual en  numerosísimas adaptaciones, desde la protagonizada por Robert Donat en 1934, hasta la miniserie con Gerard Depardieu. Una de las pocas que respetan el final de la obra, es la versión mexicana de 1941, con un Arturo de Córdova en plenitud. Y por supuesto esta maravillosa película francesa rodada a caballo entre 1928 y 1929, que tanto me ha  impresionado.

 

       Al frente Henry Fescourt, un talentoso director francés, cuya obra vuelve a ponerle en el lugar de honor que merece. Rebuscando en antiguas enciclopedias del cine, no encontré la más mínima referencia a este gran narrador, mientras detallaban con todo lujo de detalles la trayectoria en el cine mudo de Renoir y Clair, cuyas obras en ese periodo distaban mucho de ser perfectas, o el tedioso Abel Gance, cuyas películas son poco digeribles para un espectador normal. Afortunadamente Fescourt, parece que vuelve a estar de moda, como en aquellos años veinte, cuando sus películas causaban sensación.

El asesinato del Duque de Guisa de 1908
 
 

       Durante muchos años Fescourt ha sido reconocido más como teórico del cine, o memorialista. Las páginas de Le foi et les montagnes, son un relato en primera persona de los orígenes del cine francés. Aunque descubrió el cine en un burdel en 1902, empezó a interesarse por el nuevo medio tras asistir a una proyección de “El asesinato del Duque de Guisa”, una nueva experiencia de trasladar temas complejos al cine, con la novedad de una partitura musical escrita exprofeso para el filme obra del prestigioso Camille Saint-Saëns.

 
Edmundo Dantés a punto de ser prendido en la versión de 1929
 
 

       Sus inicios en el cine fueron en la empresa Gaumont, que comandaba  Louis Feuillade. Auténtico titán de esa primera época en el cine, Feuillade, también había empezado como periodista al igual que Fescourt, que comienza a realizar varios guiones para la compañía hasta ser elevado en 1912 a la categoría de director. En su aludido libro de recuerdos evoca al patrón de la compañía León Gaumont, enfadándose cuando por equivocación se filmaba un plano medio, o un primer plano. Muy enfadado bramaba: “Sabed que las cabezas no caminan solas”.

Mathias Shandorf el primer gran éxito de Fescourt
 

       En este medio en continuo cambio, Fescourt va filmando sus primeras obras, comedias cortas en su mayor parte. Al año siguiente rueda sus dos primeros seriales, La Marquise de Trévenec y La mariquita, ambas en cinco partes. Es la edad de oro, un género el del cine por capítulos de quien es máximo exponente Feuillade, autor de los populares Fantomas y Judex. En Norteamérica el serial más popular fue sin duda “Los peligros de Paulina”. Al igual que su mentor Fescourt será llamado a filas, pero mientras Feuillade vuelve pronto al cine, incapacitado para el servicio activo, Fescourt pasará prácticamente toda la guerra. Cuando regresa, empieza un filme con la prestigiosa compañía Le filme d´art titulada “Un toast a la lune” que queda inacabada.

Carteles alemanes de la película
 
 

       Dos años después conocerá a Louis Nalpas, un productor radicado en Niza, que será fundamental en su carrera. Nalpas que lleva en el cine desde 1912, apoya a Fescourt para que ruede una adaptación en 9 episodios de la novela de Verne “Mathias Sandorf” donde el propio Nalpas ejercerá de montador. El serial tiene una gran acogida, lo que da impulso de nuevo a la carrera de Fescourt, quien por otro lado sigue aportando textos sobre teoría cinematográfica. Ese mismo año 1921 viaja a Italia donde rodará “La bambola del Miliardario”.

El imponente Castillo de Iff
 
 
 

       “Rouletabille chez les bohémiens” otro serial de diez episodios, basado en la novela de Gaston Leroux, utilizará con amplitud los paisajes de la Costa Azul, como en Mathias Sandorf empleara los de la Provenza. Un rodaje en exteriores poco habitual en la época y que se convertirá en santo y seña del cine de Fescourt. “Mandrin caudillo de leyenda” será su segunda producción con Nalpas, en ella también se reencontrará con un viejo amigo de los tiempos de Gaumont, el escritor Arthur Bérnede creador del personaje de Judex y autor de novelas de misterio de éxito. Será el último serial de Fescourt, en esta ocasión ocho capítulos.

 

       Tras dirigir dos largometrajes, en 1925 emprenderá  junto a Nalpas y con guion de Bérnede, la película por la que es más recordado “Los miserables”. Empleando más de seis horas divididas en cuatro partes, recreó para muchos críticos la novela de Victor Hugo con gran sensibilidad y pulso narrativo. Fue una epopeya el rodaje, utilizando en multitud de ocasiones las auténticas localizaciones descritas por la novela. Pese a los problemas de financiación, finalmente pudo llevar a cabo esta monumental obra de arte que acaba de ser restaurada.

 
Jean Angelo de Edmond Dantés a Conde de Montecristo
 

       Pasaran otros tres años, con filmes que tienen una buena acogida, pero Fescourt desea volver a realizar otra gran epopeya como su aclamada “Los miserables”. Así que vuelve a reunirse con Nalpas, para realizar este magnífico Monte Cristo. Utilizando estupendos escenarios naturales y suntuosos decorados, supo mover la cámara con gran sencillez no exenta de virtuosismo, como en la magnífica escena de la ópera. Puede que al público español choque la representación de una colonia catalana de la que son naturales Mercedes y Mondegó, más parecida a un tablao flamenco, pero ya sabemos que para los espectadores internacionales, España es Andalucía. No obstante ese momento folklórico está rodado con gracia y riqueza de medios. También contiene momentos de gran  intensidad dramática, como el asesinato del joyero, donde la influencia del cine expresionista alemán es evidente. Pero quizás lo más brillante son esos rápidos flas-back que por momentos vienen a los personajes, unos pocos segundos montados vertiginosamente que nos hacen recordar instantes claves de la historia.

 
 
La excelente ambientación de la película
 
 
 

       La mayoría del reparto se adapta con pasmosa naturalidad a la sustancia de sus personajes. Encabezándolo estaba Jean Angelo, al quien mencionamos al principio de la entrada, quién en un principio iba a protagonizar la versión estrenada en 1918 y que su intervención en la gran guerra cercenó. Angelo que llevaba desde 1908 en el cine, ya había protagonizado para 1910 un Fra Diavolo donde exponía sus virtudes de galán. Pero sería la exitosa cinta de Feyder “La Atlántida” quien le catalpultará a la fama. A partir de entonces su nombre se hará popular en toda Europa, rodando filmes también en Austria y Alemania. Su caracterización de Edmundo Dantés sorprende por la complejidad que imprime al personaje, desde el joven enamorado del principio, al hombre amargado en que se convierte. Todo ello sin aspavientos, contenido pero con una pasión interior que desprende su presencia. El momento del final de la primera parte, en que después de la sorpresiva llegada del bergantín Faraón, queda solo sentado en una roca rumiando su venganza, tras lo que abandona la pantalla, es fantástico.

 
Lil Dagover de Mercedes a Condesa de Morceff
 

       Otro actor que ralla a gran nivel es Gaston Modot, secundario de lujo del cine francés, actuó bajo las órdenes de cineastas tan conocidos como Buñuel, Renoir o Carné. Su Fernand Mondego no es el de un villano unidimensional al uso. Henri Debain que tendrá una larga carrera en el cine, ya había trabajo con Fescourt en dos de sus grandes filmes de la década de los veinte: Les Grands y Un fils d´Amérique, su caracterización del borracho Caderousse es asimismo notable. En cuanto al reparto femenino, al igual que en la novela sus intervenciones son de menor relieve. Interpretando a Mercedes tenemos a Lil Dagover, una auténtica diva del cine alemán que ya había intervenido en el cine francés, con una amplia carrera que se extendió  hasta un año antes de su muerte a los 93 años. Uno de sus primeros papeles protagonistas fue en el famoso filme “El gabinete del Doctor Caligari” apareciendo también en películas de Lang y Murnau. Su composición de Mercedes es mucho menos ñoña de lo habitual, acorde con la madurez de la película. En el papel de la esclava griega Haydée, cumple Tamara Stezenko una bella actriz de la que no se supo más. Marie Glory otra actriz francésa de amplio recorrido, supo encarnar brillantemente a la juvenil hija de Villefort.

Tamara Stezenko
 
 
 
Marie Glory
 
Jean Toullon como Monsieur de Villefort
 
Bernhard Goetzke como el Abate Faría
 
 



       La película fue un gran suceso, pero era el canto del cisne del cine mudo francés. Las películas habladas estaban a la vuelta de la esquina, un sistema al que su director no acabo de acoplarse. Lo mismo sucedió con su protagonista Jean Angelo, que moriría muy poco después en 1933 tras protagonizar una nueva versión de la película que lo convirtió en estrella“La Atlántida”. Fescourt casi le sobreviviría tres décadas, dedicadas al magisterio con alumnos tan brillantes como Alain Resnasis. De él dijo  François Truffaut, que su curiosidad no tenía límites, siempre abierto a la novedad. Como novedad para el público del siglo XXI es este  maravilloso filme que viene a reivindicar a su director como uno de los grandes maestros del cine galo.


 
 
La revista francesa Cine Mirois dedicó su portada a la película
 
 
 
AQUÍ TENÉIS UN EXTRACTO DE LA PELÍCULA CON LA
ESCENA DEL BAILE DE LA ÓPERA
 
 
 
                                              https://www.youtube.com/watch?v=oFFLHqtawn0