Mientras autores como Pirandello o Valle Inclán
proponían fórmulas novedosas para el teatro, o Benavente y Bernard Shaw daban
un aire moderno al más comercial,
todavía subsistía en las primeras décadas del siglo XX, una tradición teatral
neorromántica de gran peso, siendo quizás su obra más famosa e imperecedera el
Cyrano de Bergerac de Rostand estrenada en 1897.
Aunque
no hayan alcanzado la posteridad de la pieza francesa, lo cierto es que fueron
muchas las obras en verso que fueron estrenadas con un gran éxito de público,
como las escritas por el dramaturgo español Eduardo Marquina (En Flandes se ha
puesto el sol) o el italiano Sem Benelli cuya obra más famosa es precisamente
“La cena de las burlas”.
Sem Benelli
La
repercusión que tuvo la obra hizo que se exportara prontamente a otros países.
Si la versión francesa protagonizada por la gran Sarah Bernhardt, en un rol
masculino, no acabó con el éxito presagiado, principalmente por problemas a
cargo del adaptador galo de la obra, en cambio al otro lado del mar en
Broadway, sería uno de los mayores sucesos protagonizados por los hermanos
Barrymore, John y Lionel en los papeles principales de Giannetto Malespini y Neri
Chiaramantesi.
Hipólito Lázaro
En
Diciembre de 1924 el Teatro de la Scala, acogió el estreno de la versión
operística cuya música compuso Giordano, en una gala que contó con la dirección
musical de Arturo Toscanini y el rol protagonista del tenor barcelonés Hipólito
Lázaro. Fue el momento de mayor gloria de Benelli, quién unos meses después
firmará el “Manifiesto de intelectuales antifascistas”, impresionado por el
asesinato del diputado socialista Matteotti, lo que le acarreará las
represalias del régimen de Mussolini.
Así
vera como primero sus obras son prohibidas para representar por las compañías
aficionadas, a la par que sus estrenos son reventados por escuadrones
fascistas, que solapadamente asisten a estos. Su situación económica empieza a
ser preocupante, no se le permite viajar al extranjero y además se deniega su
petición de una pensión. A finales de 1940 le llegará la propuesta de la
productora CINES de llevar a la gran pantalla su obra más famosa, lo que le
supondrá un relativo alivio a su situación.
El
encargado de dirigirla Alessandro Blasetti, en sus orígenes había sido
partidario del régimen totalitario, aunque ya en 1934 su recreación de los
sucesos que confluyeron en la Marcha de Roma, titulada “Vieja guardia” había
provocado cierto descontento entre los jerarcas fascistas, por lo que se le
retiró del proyecto del filme más ambicioso producido por el régimen “Escipión
el Africano” que finalmente dirigiría el ya por entonces veterano realizador
Carmine Gallone.
No
obstante Blasetti consiguió erigirse como el más famoso realizador de la época,
culminando su obra con “La corona de hierro”, una fantasía que recordaba a las
sagas germánicas, con un claro mensaje pacifista. Galardonada con la Copa
Mussolini de la Mostra Veneciana, el veredicto causo el estupor del ministro de
propaganda alemán Goebbles quién afirmo que en su país, lo que hubieran hecho
con el director era mandarlo al paredón.
Según
parece por sus declaraciones, el director se enfrentó al proyecto no muy
motivado, pero pronto su profesionalidad y amor propio, consiguieron que se
sintiera atraído finalmente por la adaptación que llevo a cabo junto a su
colaborador habitual y luego futuro director de éxito Renato Castellini,
utilizando un lenguaje duro para la época, donde las palabras gruesas se
emplean con asiduidad.