martes, 23 de septiembre de 2014

Taras Bulba (1962) Homenaje a los seguidores argentinos

 
 
 
         Nicolai Gogol fue un escritor que dicho de forma coloquial le pegó a “Todos los palos”. Desde la sátira a la burocracia en “El inspector General”, a la denuncia de los más desfavorecidos en su inacabada y probablemente mejor obra “Almas muertas”, es también autor de una novela de aventuras titulada “Taras Bulba”. Uno de esos relatos que cautivaban la imaginación de los más jóvenes, guardando un lugar de privilegio junto a los libros de Stevenson, Dumas o Julio Verne.

 
         A diferencia de otros clásicos juveniles, la novela de Gogol  no cuenta con demasiadas adaptaciones al cine. En 1924 se filmó una versión en Alemania y en 1936 el ruso Alexis Granowsky dirigió en Francia una cinta protagonizada por Harry Baur  como el cosaco Taras y Jean Pierre Aumont en el papel de su hijo Andrei. Dos años más tarde Baur volvió a interpretar el papel homónimo en una versión inglesa producida por Korda bautizada como “The son rebel”.
 
         En 1960 se comenzó la preproducción de una nueva adaptación, eran los tiempos de las grandes producciones con amplias pantallas, miles de extras y glamurosas estrellas. El ágil relato del autor ucraniano, parecía a propósito para proporcionar un gran espectáculo, pero también eran tiempos donde la guerra fría estaba en su punto más álgido, por lo que la filmación en Ucrania, era una quimera. Después de descartar parajes a lo largo de todo el mundo, finalmente se decidió por la provincia de Salta en el noroeste de Argentina.
 
         La llegada de toda esa troupe proveniente de Hollywood, impactó sobremanera en la región argentina, una de las más tradicionales y aisladas del país. Mientras en otras zonas de la nación, llevaban décadas recibiendo a inmigrantes especialmente europeos, en la provincia salteña fueron mínimas las migraciones. Dos meses antes de iniciarse el rodaje, apareció toda la maquinaria de producción, de una película que iba a ser todo un acontecimiento en la República Argentina.
 
         El Valle de Lerma se asemejaba mucho a las estepas donde se desarrollaban la historia, esa fue la causa por la que se decidió llevar la producción al país latino. Tradicionalmente Argentina había sido escenario de muchas cintas clásicas de Hollywood como “Gilda”, pero en raras ocasiones las cámaras se habían acercado a la república rioplatense. “Martín el Gaucho” filmada una década antes por Jacques Tourneur, que adaptaba libremente el mítico “Martín Gaucho” era hasta entonces la película norteamericana de más relevancia rodada en La Argentina.
 
         La repercusión como hemos dicho del rodaje de la cinta fue enorme, incluida una recepción en La Casa Rosada a los principales actores de la cinta. Un reparto que encabezaba un Yul Brynner en el mejor momento de su carrera cinematográfica. El actor ruso llevaba un variopinto recorrido a sus espaldas. Empezó como trapecista y luego actor de teatro en Francia. En 1941 llegó a Estados Unidos donde pronto comenzó a actuar en los primeros tiempos de la televisión, primero como intérprete y luego como director. El encuentro con la famosa diva de Broadway “Mary Martin” fue crucial en su carrera, pues ella apostó por el para encarnar al rey de Siam, al no estar disponible Rex Harrison, que tenía compromisos cinematográficos.
 
 
         Aunque Brynner debutó en el cine en 1949, el éxito del musical de Rodgers y Hammerstein hizo que encarnando el mismo papel volviera a las cámaras siete años después. Esa cinta junto a “Los diez mandamientos” de DeMille estrenada ese mismo 1956, lo colocaron como uno de los actores más populares de su tiempo. En 1960 cuando se le contrata para interpretar al rudo cosaco, acababa de estrenar una de los éxitos más considerables de su época “Los siete magníficos”. A su lado pese a ser sólo cinco años más joven que él, Tony  Curtis interpretaba a su hijo Andrei. Curtis era asimismo una estrella contrastada con triunfos tan resonantes como la mítica comedia “Con faldas y a lo loco”. Siempre deseoso de participar en los mejores títulos, no le importo compartir cartel aunque su papel tuviera menor relieve con actores de la talla de Kirk Douglas (Los vikingos y Espartaco) o Burt Lancaster (Chantaje en Broadway).
         Aunque no figurase en el reparto, causó sensación entre el público argentino, la llegada de Janet Leigh. La esposa de Curtis que tenía muy reciente su intervención en Psicosis de Hichtcock, vio cómo su matrimonio se tambaleaba ante el tempestuoso amor de su esposo con la adolescente Christine Kaufmann, quién estaba a punto de cumplir dieciséis primaveras. Una actriz que llevaba desde los siete años haciendo películas, siendo protagonista de una coproducción hispano-alemana titulada “Un trono para Cristie” dirigida por el argentino Luis Cesar Amadori. Curtis rompió su matrimonio tras más de una década para unirse con la bella actriz austríaca. El revuelo originado dio más popularidad a la cinta que terminó su rodaje tres meses después una vez incendiado el magnífico castillo de cartón piedra, réplica del original de Dubnov.
 
 
         Harold Hecht acometía en solitario la producción de la cinta, tras su exitosa colaboración con el actor Burt Lancaster, con quien produjo películas de la talla de “Marty”, “Chantaje en Broadway” y “El hombre de alcatraz” su última colaboración con el famoso actor. La labor de dirección fue encomendada a J. Lee Thompson,  un realizador acusado de impersonal pero que siempre fue un eficiente profesional. Lo cierto es que sus dos anteriores cintas “Los cañones de Navarone” y “El cabo del terror” obtuvieron un gran éxito y siguen siendo recordadas como excelentes clásicos.
 
 
         Hoy cuando ha pasado más de medio siglo desde su estreno, “Taras Bulba” sigue siendo un gran espectáculo. Con una bella historia de amor y unas buenas interpretaciones a cargo de todo el elenco. El guion de Karl Trumberg (ganador del oscar por Ben-Hur) y Waldo Salt quién volvía a firmar un texto para una gran película tras estar incluido en las listas negras, sigue con fortuna la novela de Gogol. Otro elemento importante de la película es la excelente música a cargo del veterano Franz Waxman que fue nominada justamente para los oscar.
 
         La película a mi entender no tuvo el éxito que merecía. Es una bella película de aventuras, rodada con grandes medios, que en sus dos horas de duración consigue mantener el interés del espectador. Las bellas imágenes del gran cámara Joseph MacDonald (Niágara, Viva Zapata, El Yang-Tsé en llamas) nos transportan a esta Ucrania del siglo XVI, recreadas en el norte de ese gran país llamado República Argentina, a cuyos maravillosos seguidores de este blog dedico esta entrada.
 
 
P.D. El mismo año que se estrenó esta cinta hubo otra adaptación de la novela de Gogol “Taras Bulba il Cosaco” coproducción italo-francesa dirigida por Ferdinando Baldi con Lorella De Luca, Mirko Ellis y Jean Francois Poron.
 
 
 
 

 

martes, 16 de septiembre de 2014

Cruce de destinos (1956) La maestría de George Cukor

 
         El mundo del ferrocarril y el del cine están unidos desde el nacimiento de este último. Desde la primitiva cinta de los Lumiere, al “Robo y asalto de un tren” de Edwin S. Porter, son incontables las cintas donde el tren ha sido clave. Sólo dos ejemplos tan dispares como “El maquinista de la General” de Keaton y “La dama del expreso” dirigida por Hichtcock, son una muestra de las infinitas posibilidades que el medio de transporte ha proporcionado al medio cinematográfico.
         Precisamente en una estación de trenes, comienza la acción de este bello melodrama. Allí conoceremos al coronel Rodney Savage (Stewart Granger) a punto de abandonar la India, tras la definitiva marcha de las tropas británicas. Ya en el vagón se despide con un apasionado beso de su prometida la teniente Victoria Jones (Ava Gardner). Cuando el convoy se pone en marcha, comienza a contar su apasionante historia, a un oficial de rango superior con quien va a compartir su reservado.
 
 
         John Masters también había servido en el ejército británico como el protagonista de la cinta. Nacido en Calcuta en 1914, siguió la tradición militar que por cinco generaciones detentaba su familia. Al alcanzar La India su independencia, marchó a Estados Unidos, con la idea de dedicarse a la literatura. Tras varios libros publicados con éxito, escribió en 1954 "Bhowani Junction", título que también llevaría la película estrenada dos años más tarde. Se ha dicho que Kipling “conocía La India” mientras que Masters “conocía a los indios”, un salto cualitativo en las siempre espinosas relaciones entre ambas culturas.
 
         Un sentimiento que se agudiza en el caso de los Anglo-Indios, surgidos de la mezcla de ambas razas, pero que adoptaban los usos y costumbres británicos. Esa situación con una identidad sin definir, a caballo entre dos mundos, es retratada fielmente en el personaje de Victoria, al que da vida Ava Gardner. La actriz que se hallaba en el apogeo de su belleza, supo componer uno de sus personajes más emotivos. La escena donde está a punto de ser violada por un oficial británico, fue la más dura que rodó a lo largo de su carrera. Tal verdad imprimió a su actuación que cuando acudió a su remolque, bebió una gran cantidad de whisky para poder calmar sus nervios. Sentía como si realmente le hubiera sucedido en la vida real.
 
         Esa veracidad, quiso imprimirla el director George Cukor, durante todo el rodaje, queriendo huir del pastiche orientalista al uso, sin por ello enaltecer una cinta de gran espectáculo. El resultado final de dos horas y media, no satisfizo al estudio. Los pocos que tuvieron la posibilidad de ver esta primera versión, hablan de una absoluta obra maestra. Hoy desgraciadamente, no podemos saber quien llevaba la razón. Lo único cierto es que se redujo drásticamente la duración del filme en más de media hora y que volvieron a rodarse algunas escenas. También se le añadió una voz en off en la que el coronel Savage, hace de narrador a lo largo de toda la cinta.
 
         El productor Pandro S. Berman, quería potenciar la historia de amor entre las estrellas que encabezaban el reparto, por eso y por los prejuicios raciales de la época, se cercenó considerablemente la intervención de Francis Matthews, como el atractivo indio Ranjit Kasel. También el anglo-indio, antiguo amor de Victoria que interpretaba Bill Travers y que en la novela acababa casándose con ella, acaba trágicamente redimiendo su anterior conducta.
 
         Pese a todos estos percances, la película que hoy podemos visionar, es un excelente melodrama épico, con magníficas escenas de masas, fotografiadas por un inspirado Freddie Young, la música que utiliza los elementos étnicos a cargo de Miklos Rozsa y un reparto con brillantes interpretaciones. Además de Ava Gardner quisiera destacar a un Stewart Granger, en una de sus mejores apariciones en pantalla. La bien ganada fama de Cukor como excelente director de actrices, bien pudiera extenderse al sexo opuesto, pues no son pocos los actores que consiguieron interpretaciones memorables bajo su batuta. Un gran título digno de uno de los grandes maestros de Hollywood.
 
 
 
P.D. La cinta se rodó en Pakistan, ya fiel aliado de la OTAN, ante la negativa de las autoridades indias. Eso hace que los indígenas hablen un dialecto del norte de Pakistan, cercano a la frontera afgana.
 
 
 
 
 

martes, 9 de septiembre de 2014

Vuelo nocturno (1933) Épica y poética en el aire


         El premio Femina, constituido en contraposición al Goncourt donde el jurado era formado exclusivamente por hombres, llevaba ya veinticuatro ediciones a sus espaldas, cuando dio como ganador en 1931, al relato escrito por un aviador llamado Antoine  de Saint-Exupéry. Era su tercera obra publicada tras “El aviador” y “Correo del sur”, escritas respectivamente en 1926 y 1928. Basándose en su propia experiencia en unas aerolíneas radicadas en Argentina “Vuelo nocturno” fue un auténtico suceso mundial, por lo que no extraña que MGM decidiera llevarla a la pantalla tan solo un par de años después.

 

         Al igual que “Gran Hotel” y “Cena a las ocho”, la adaptación cinematográfica de “Vuelo nocturno” contó con un reparto multiestelar, donde contaron con la presencia de los hermanos Barrymore (John y Lionel) que habían participado en las anteriores producciones. John Barrymore es de facto el hilo conductor de la narración, como el duro director de una aerolínea decidida a emprender los novedosos vuelos nocturnos. Para que la empresa sea un éxito, prescindirá de sus sentimientos, única manera de poderla llevar a cabo.

 

         El productor de la cinta David O´Selznick, había llegado a MGM tras su periplo por Paramount y RKO donde causó sensación con King Kong. Mientras para su primera producción en MGM se trajo a su viejo amigo y director de RKO “George Cukor” en esta ocasión contó con uno de los más prestigiosos realizadores del estudio, Clarence Brown. Especializado en dramas intimistas como los protagonizados por Greta Garbo, Brown sabía adaptarse a todos los registros como lo demuestra la epopeya sobre el Klondike “The trail of 98”. En esta ocasión Brown intenta combinar esa épica de los pioneros de la aviación con las emociones íntimas de sus personajes, tal y como lo reflejaba el novelista francés.

 

         Las poéticas imágenes de la cinta, donde se reflejan los paisajes tanto urbanos como naturales que observan los pilotos, insuflan un aire entre cotidiano y heroico que casan con el aire del relato original. La escena donde Fabian remonta una terrible tormenta y siente la plenitud del espacio aéreo, es uno de los momentos más hermosos de la película. Una narración que comienza en una clínica infantil de Rio de Janeiro, donde un niño aquejado de parálisis infantil, precisa un suero que se encuentra a miles de kilómetros en Chile.

 
 

         El sacrificio de los pilotos, en pos de un bien común es el mensaje de la película. Una cinta que como anunciamos, tiene un reparto coral, interpretado por numerosas estrellas, algunas hoy prácticamente olvidadas como Helen Hayes, mientras otras  comenzaban su trayectoria como Robert Montomery y Mirna Loy. Junto a John Barrymore, el papel de mayor relieve es el de Clark Gable, quien interpreta al aviador Fabian que tendrá irónicamente un fin muy similar al del Saint- Exupéry. Precisamente el especialista Jim Hunger que doblaba a Gable en un salto de paracaídas, se quedó sin oxígeno, por lo que la escena finalmente se desechó.

 

         Os invito a subiros a esos viejos aeroplanos y a contemplar el mundo desde las nubes. Una hermosa película, desconocida para muchos y que merece la pena visionar.


 

P.D. Antes de meterse en el mundillo del cine Clarence Brown fue piloto de cazas durante la primera guerra mundial.

 
Ese mismo año Fred Astaire voló junto a Ginger Rogers a Rio de Janeiro