'I've Always Loved You' título original
de la película, era la primera de un total de tres, que el ya veterano Frank Borzage rodaba para la productora
Republic Pictures. Para ello
contaría con amplios medios y libertad artística total. La productora había
nacido en 1935 fruto de la fusión de seis modestos estudios (Monogram Pictures, Mascot Pictures,
Liberty Pictures, Majestic Pictures, Chesterfield Pictures e Invincible
Pictures), todos en deuda con el laboratorio de revelado propiedad de Herbert J. Yates, quién se hizo con el
control de la producción.
Después de
muchos años especializada en seriales y películas de relleno, poco a poco fue
puliendo sus producciones, animada por el éxito que tenía su principal estrella
John Wayne. Esta nueva situación
económica propició que el modesto estudio se embarcara en producciones de mayor
calado. “La gran pasión” fue además su
primera película rodada en Technicolor.
En diciembre de
1939, aparecía en las páginas de American
Magazine, una de las más populares publicaciones de la época, un relato
titulado “Concerto”, cuyo autor era Borden Chase, inspirándose en la vida
de su primera esposa Lee Keith,
pianista de cierto éxito. Una práctica
habitual a lo largo de su carrera, siendo “Rio Rojo” su mejor exponente. En este caso el tono melodramático de
la tensa relación amorosa entre profesor y alumna, con la música clásica de
fondo, y un tercer personaje en discordia que representa a el amor pleno, sin
ningún tipo de egoísmo, daba como resultado un argumento perfecto para un
artista especializado en el melodrama como Borzage. El estudio pagó 100.00
dólares a petición de Borzage, superando la oferta de otros dos estudios que
también estaban interesados.
La concepción
visual de la película contó con uno de los mejores directores artísticos de la
época Ernst Fegté, nacido en Berlín, estuvo trabajando durante muchos años en
Paramount. Dos años antes había recibido el oscar, por la poética cinta de
Mitchell Leisen “El pirata y la dama”, siendo
también nominado por “Cinco tumbas al
cairo” y “La princesa y el pirata”, tan sólo la cinta de Wilder estaba
realizada en blanco y negro, mostrando sus aptitudes para el Technicolor que
aquí adquiere sorprendentes tonalidades, de la mano de ese gran cámara llamado Tony Gaudio. Gaudio fue el encargado de
filmar la primera cinta en Technicolor a tres bandas del estudio con el que
siempre se le relaciona, Warner Brothers. Se tituló “God´s country and the woman” y
estaba protagonizada por George Brent.
Juntos recrearon en
Hollywood el devenir cosmopolita de la cinta que recorría lugares tan dispares
como Nueva York, Filadelfia, Londres o Rio de Janeiro.
En una escena
de la película, el solista se permitía acallar al director de la orquesta.
Arthur Rubinstein le dijo al director que ningún músico haría una cosa así.
Cuando dejó el estudio después de tres días de grabaciones, por las que recibió
85.000 dólares, el pianista polaco se dispuso a grabar el Concierto Nº 2 de Rachmaninoff, con la orquesta del Hollywood Bowll dirigida Leopold Stokowsky. Fue una sesión llena de tensión, ya que donde el
director quería tocar con más rapidez, era respondido por el pianista con más
lentitud. El resultado no se publicó porque ninguno de los dos intérpretes dio
su aprobación. Esto sucedió el 1 de Agosto de 1945, poco después Rubinstein
volvió a la Republic, donde se disculpó con el director Frank Borzage,
diciéndole “No necesita cambiar nada del guion, estaba equivocado”.
Precisamente este segundo concierto de Rachmaninoff, una de las obras más
populares del siglo XX, es de gran importancia en la línea argumental del
filme. Curiosamente Rubinstein, no era un gran aficionado a su música,
apreciando más a Rachmaninoff como el eminente pianista que era. En su inmensa
discografía, exceptuando el famoso concierto que nos ocupa, que volvió a grabar
en 1946, 1956 y 1971, creo que solo hay dos piezas más del compositor ruso.
Si para los
aspectos técnicos y artísticos Borzage contaba con profesionales de gran
reputación, para el reparto eligió a actores poco conocidos que estaban bajo
contrato del estudio. Al fin y al cabo el ya veterano productor, había
convertido en estrellas a Janet Gaynor y
Charles Farrell, y en los años treinta durante su estancia en MGM, había dado a un joven llamado James Stewart uno de sus primeros
papeles de relieve en “El ángel negro”.
Desgraciadamente en esta ocasión, no sucedió lo mismo y ese es el principal
déficit que tiene la película.
Quién está
mejor sin duda es la menuda actriz rusa Maria
Ouspenskaya, una reputada actriz de teatro, discípula del célebre Stanislavsky, creador del conocido
método interpretativo. Su actuación como la abuela del egocéntrico músico
Lepold Goronoff, está medida y llena de empaque. Una de sus mejores
intervenciones en la pantalla, a la altura de sus composiciones en “Tu y yo” primera
versión de McCarey interpretando a
la abuela del protagonista y “El puente
de Waterloo” (1940) donde era una
cruel profesora de baile. Otro actor que responde bastante bien es
Philip Dorn, actor holandés que había gozado de fama en su país natal y
Alemania, donde encarnó al Maharaná en la versión de 1938 de “El tigre de Esnapur. Al declararse la
segunda guerra mundial, marchó a Hollywood, donde cambió su nombre Frits van
Dongen, por el de Philip Dorn. Su composición del arrogante pianista, celoso,
caprichoso etc. está bastante lograda aunque se echa en falta a un actor menos
rígido y elegante como James Mason o
George Sanders.
Peor resultado
dieron la pareja romántica. Empezando por el guapo Bill Carter. Un actor británico que llevaba un par de años
intentando hacerse un hueco en el mundillo de las películas. Debutando en una
comedia protagonizada por Chales Coburn,
también había intervenido aunque sin figurar en los créditos, en la estupenda “El castillo de Dragonwyck”. Borzage
decidió apostar por él, creyendo haber encontrado un nuevo Charles Farrell,
pero su plana interpretación, acaba de echar por tierra, un papel de por si con
pocos matices, como es el de George, amigo de la infancia de la pianista Myra
Hassam. Su intérprete la californiana Catherine
McLeod, tan sólo había aparecido en un puñado de películas como artista
secundaria, durante su contrato para MGM. Aquí en su primera cinta para
Republic, demostró no estar capacitada para un personaje con tantos matices,
además de resultar poco creíble físicamente, para encarnar a una jovencita
aficionada a la música. McLeod tuvo una carrera bastante más amplia que Carter,
quién tardaría quince años en volver a aparecer en la gran pantalla, pero aun
así acabo como muchos otros, trabajando de actriz secundaria en muchos
telefilmes. De todos los participantes en el filme, el que más celebridad
alcanzaría sería el pianista, compositor y director de orquesta André Previn, como uno de los jóvenes
que acuden a una audición en la escena inicial. Previn quién estuvo durante
años al frente del departamento de música de MGM, ha escrito decenas de bandas
sonoras y hoy a sus ochenta y cinco años, sigue ocupando un lugar privilegiado
para los aficionados a la música clásica.
La película
originalmente se iba a titular igual que el relato “Concerto”, pero se decidió
cambiar su nombre, según explica Borzage en las páginas de Los Ángeles Times de
octubre de 1945, porque muchos espectadores no conocían que significaba esa
palabra. Aunque se esperaba estrenarla en Febrero de 1946, problemas con el
laboratorio de Technicolor, retrasaron su estreno hasta el 2 de Diciembre. Pese
a la gran inversión realizada, cercana a los dos millones de dólares, la cinta
no tuvo la repercusión que el estudio esperaba. El resultado final es una
sombra de lo que realmente pudiera haber sido. Por supuesto que nos queda una
estupenda dirección artística, con unos colores sorprendentes y el pulso
narrativo de Borzade. Desgraciadamente, nos cuenta empatizar con el reparto,
que salvo honrosas excepciones, en las que había que incluir la breve aparición
de Felix Bressart, inolvidable
secundario de Ernest Lubitsch en tres de sus grandes filmes (Ninochtka, El bazar de las sorpresas y Ser
o no ser), no está a la altura. Pese a ello, “La gran pasión” es un
bello melodrama, salpicada por hermosa
música, interpretada por uno de los pianistas más geniales y mundanos que ha
dado la música Arthur Rubinstein.