La prostitución
es un drama y su explotación por parte de terceros una actitud execrable, digna
de la mayor de las condenas. Quiero dejar muy clara mi posición, antes de
adentrarme en una película cuya temática, en estos tiempos “políticamente correctos”
puede levantar ampollas. Pero no debemos olvidarnos, de que ante todo estamos
hablando de una comedia, cuya misión no es hacer un análisis sociológico, sino
intentar divertir al personal.
Una
comedia a la par que un western, dos
géneros que con bastante frecuencia han ido de la mano, en ocasiones de una
manera sutil, en otras especialmente a partir de los años sesenta, de una
manera explícita. Cuando se estrena en 1970 “El club social de Cheyenne” ya son
muchos los precedentes de esta unión de géneros con resultados por lo general
satisfactorios. Precisamente la siguiente película que rodaría Henry Fonda “El día de los tramposos” de Joseph
L. Mankiewicz, puede considerarse como la obra maestra de esta sugestiva
combinación.
“El club social
de Cheyenne” por supuesto que no alcanza las cotas del citado filme, pero
resulta un título apreciable, sustentado en la interpretación de sus ya maduros
protagonistas: Fonda y James Stewart.
El director de la cinta era Gene Kelly,
quién desde sus inicios no se había conformado con ser solo un bailarín. Sus
mejores títulos detrás de la cámara son sin duda la trilogía rodada al alimón
con Stanley Donen (Un día en Nueva York, Cantando bajo la lluvia, Siempre hace
buen tiempo). El resto de su filmografía se mantiene en un agradable tono medio
a excepción del musical “Hello Dolly”,
un gran espectáculo al servicio de Barbra
Streisand.
Ofrecido el
filme originalmente a Stewart, fue este el que invitó a su amigo Henry Fonda a que
coprotagonizara el filme con él. La química que se produce entre ambos es
magnífica, dando toda una lección interpretativa. Lo de menos es el argumento,
que dicho de una manera sucinta, trata de cómo cambia la vida de dos amigos que
trabajan juntos como desbravadores. Cuando uno de ellos John (James Stewart)
recibe la noticia de que su hermano ha fallecido, y le ha dejado una herencia “El
club social de Cheyenne”, pide a su compañero Harley (Henry Fonda) que le
acompañe. Allí contemplará escandalizado el moralista John, como el susodicho “Club
Social” es el prostíbulo más famoso de la región.
James Stewart
había protagonizado en la década de los sesenta una buena cantidad de filmes, que
le permitieron mantener su estatus de estrella, el más memorable de todos sin
duda “El hombre que mató a Liberty
Vallance” junto a otros filmes exitosos (La conquista del oeste) y la
mayoría de ellos abiertamente comerciales (Un
soltero en vacaciones, Una dama entre vaqueros, “Una dama entre vaqueros”). Henry
Fonda por su parte había tenido una trayectoria más comprometida al
protagonizar en títulos de denuncia política (Tempestad sobre Washington, The best man) y adentrarse en el nuevo
western de Sergio Leone (Hasta que llegó
su hora). Juntos habían rodado “Los
malvados de Firecreek” dos años
antes, un western que no he visto pero del que tengo muy buenas referencias,
era el reencuentro de ambos actores dos décadas después de aparecer en “Una encuesta llamada milagro”.
La protagonista
femenina de la cinta “Shirley Jones” al igual que el director Gene Kelly, había
sufrido las consecuencias de la decadencia del género musical, donde debutó con
“Oklahoma”, en los años sesenta,
pese a lograr el oscar a la mejor actriz secundaria en “El
fuego y la palabra” vio cómo su estrella se iba apagándose, acabando como
muchas otras en la televisión, donde por fortuna a sus ochenta años sigue
trabajando.
Finalizaré
diciendo que esta película, sin ser ningún venerable clásico, hace pasar un
rato muy entretenido, con estos dos vaqueros gruñones, intentando sobrevivir
fuera de su hábitat. Un filme sin mayores pretensiones, perfecto para una tarde
de domingo.
P.D. Shirley Jones
coprotagonizó con Raphael, un sorprendente filme de Vicente Escribá filmado en
1969 en Acapulco, que contiene uno de los números más hilarantes del cantante,
rodeado de frailes y cantando “La bamba”. Stewart y Fonda satirizan sus diferencias políticas en un momento del filme.
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