Cuando refería en uno de sus estupendos
post mi amigo John Chapelle, la predilección de su abuelo por el cantaor Angelillo, haciéndome recordar la
figura de Julián Álvarez mi propio abuelo, que también tenía predilección por
el cantante nacido en Vallecas.
Mi abuelo que hacía sus pinitos en el
cante, empezó a aficionarse al flamenco, gracias a los viejos discos de pizarra
de Marchena. El cantaor sevillano
ofreció una versión dulcificada del cante jondo que pronto tuvo imitadores por
todo el país, rebasando las fronteras naturales de Andalucía y Extremadura.
Uno de aquellos discípulos Ángel
Sampedro Montero, natural de Vallecas e hijo de inmigrantes gallegos, fue el
más popular de todos merced a un nuevo invento, el cine sonoro. A lo largo de
este blog hemos hablado de las productoras españolas Cifesa y Ulargui Films que
estuvieron posicionadas con los estamentos conservadores de la época. Para
contrarrestar esa influencia se creó Filmófono. Surgida de la iniciativa del
ingeniero de sonido y empresario vasco Ricardo
María de Urgoiti y el director Luis Buñuel, supuso en su corta andadura una
posibilidad de crear un cine popular, que dentro de la idiosincrasia propia de
este, reflejara los avances sociales del régimen republicano.
De entre todas las figuras
contratadas Angelillo fue la apuesta más fuerte de la nueva productora. El
cantaor se había hecho enormemente popular por su segundo film “El negro que
tenía el alma blanca” , donde interpretaba el papel del limpiabotas Nonell,
amigo del protagonista del filme Marino
Barreto. Su famosa colombiana fue lo más recordado de este filme que en su
versión muda había protagonizado Conchita Piquer, siendo ambas dirigidas por
Benito Perojo.
En “La hija de Juan Simón”, Angelillo
era el protagonista absoluto de este lacrimógeno melodrama con final feliz. A
su lado la joven promesa Pilar Muñoz
que hacía de la desgraciada Carmela, tenía ya un bagaje teatral en la compañía
de Margarita Xirgu, donde intervino
en el estreno de Yerma en el papel de María la fértil. Ese mismo año debutó en
el cine en la famosa “Nobleza baturra”
de Florián Rey. Como tercera en
discordia la bailaora Carmen Amaya
ponía su extraordinario arte y mágica belleza ante la cámara.
La película la empezó a dirigir Nemesio M. Sobrevila, este arquitecto
vasco había realizado películas con tintes vanguardistas en la etapa muda, pero
desavenencias con el productor Luis Buñuel hizo que recayera el proyecto en el
bisoño José Luis Sáenz de Heredia,
donde comenzaba una de las trayectorias más importantes del cine español.
La iniciativa de Urgoiti y Buñuel
resultó plenamente acertada, el anterior filme de la productora, basado en un
sainete de Arniches “Don Quintín el
amargao”, ya constituyó un rotundo éxito, que sería corroborado con este
filme, que resultó uno de los más destacados del periodo republicano. Las
canciones del filme se hicieron asimismo tremendamente populares, como la
marcha “Soy un pobre presidiario” y
la dramática “Ay Carmela” con música
del maestro oscense Daniel Montorio
y letra de la esposa del cantaor Concepción
Camps. La famosa milonga que da título a la cinta, fue creada por el
cantaor Manuel Escacena en 1927, uno
de esos cantes de ida y vuelta que tan populares se hicieron, y que en la
garganta de Angelillo pasó a la posteridad.
Después de tan clamoroso triunfo, el
cantaor empezó a filmar una comedía de ambiente más contemporáneo, titulada “Centinela
alerta” dirigida por el francés Jean
Gremillon. Desgraciadamente el rodaje se dilató más de lo debido por el
estallido de la contienda civil. La posterior derrota republicana, llevó al
cantaor al exilio, al igual que a los productores de Filmófono, que pese a dos
intentonas en Argentina, acabó su breve pero intensa historia dentro de nuestro
cine. Una huella que permanecía en los corazones de nuestros abuelos que
tuvieron que vivir aquellos tumultuosos años. Unos aficionados que mantuvieron
su recuerdo y aplaudieron su retorno triunfal en la década de los cincuenta con
el precioso bolero “Camino verde” de
Carmelo Larrea.
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