viernes, 13 de marzo de 2015

La mano de la momia (1940) La creación de un icono del cine.

 
 
       Anteponer la cantidad a la calidad, fue la máxima de los estudios Universal desde sus inicios. Todo lo cambió la llegada de Erich Von Stroheim, con sus megalómanos proyectos y un jovencísimo pariente del jefe Carl Laemme, llamado Irving Thalberg, que convenció a su tío para embarcarse en producciones de prestigio, aunque sin caer en el descontrol financiero del genial director.
 
 
 
Foto publicitaria del filme
 
       Un prestigio que se elevó gracias a Carl Laemme jr., vástago del patrón en una sucesión de éxitos (Sin novedad en el frente, Drácula, Frankenstein, Imitación de la vida etc.) que se cerró abruptamente en 1936, cuando el excesivo costo de la primera versión sonora de Show Boat (1936) acabó con Laemme su flamante jefe de producción y su director estrella James Whale, fuera del estudio.

       Los nuevos propietarios de Universal, se centraron en las películas de género y potenciaron las producciones de serie B. Querían huir lo más posible de los riegos y se embarcaron en películas en serie que en la mayoría de los casos gozaron del favor del público. Una de las más prolongadas en el tiempo fue la saga sobre Sherlock Holmes, protagonizada por Basil Rathbone y Nigel Bruce. Pero sobre todo utilizaron a los monstruos que tanta fama habían dado a Universal, en producciones menores que explotaban un personaje cuyos derechos ya poseía el estudio.
 
Los ojos de la momia de Ernst Lubitsch
 
 
       En el caso de “La momia”, se trataba de un personaje que producía fascinación en el público desde que un siglo antes empezaran las excavaciones de antiguas tumbas egipcias. El escritor francés Théophile Gautier, fue uno de los primeros en adentrarse en este fantástico mundo con su  obra “La novela de la Momia” quien resulta ser la bella Tahoser, hija de un gran sacerdote. Publicada en 1856, fue seguida por multitud de relatos, algunos de ellos realizados por escritores tan populares como Louisa May Alcott, la célebre autora de Mujercitas, o Sir Arthur Conan Doyle. Claro está que el cine seguiría explotando este fenómeno, una criatura llegada del pasado que vence a la muerte, llamaba la atención de las audiencias. En 1909 con “La momie du roi” se realiza la primera película seria sobre el tema. Una cinta de tan sólo diez minutos en que la momia del rey Ramses vuelve a la vida. Lo cierto es que aunque en el periodo silente, existen muchos filmes que de una manera u otra abordaban el tema, ninguno de ellos puede destacarse. Pese a su título “Los ojos de la momia” una de las primeras producciones de importancia rodada por Ernst Lubitsch en 1918, tan sólo era un drama con un típico triángulo sentimental. Trataba sobre unos embaucadores que fingían en un espectáculo que una momia cobraba vida, la chica tercera en discordia, proporcionaba esos ojos a la momia.
Howard Carter con el sarcófago de Tutankamón
 
Dick Foran como un arqueólogo Made in Hollywood
 
 
       En 1922 se descubre la famosa tumba del faraón Tutankamón por el arqueólogo Howard Carter. La supuesta maldición que acarreó su descubrimiento, por haber violado su sepulcro, se alimentó gracias a que varios de los componentes de la expedición fallecieron poco después en extrañas circunstancias, o al menos eso fue lo que vendió la prensa del momento, no solo diarios sensacionalistas, el Times de Londres y su homólogo de Nueva York también propagaron esas historias.
 
 
       Esa terrorífica leyenda, fue utilizada como la base del argumento del filme más famoso rodado sobre la momia. Nos referimos claro está a la cinta dirigida por Karl Freund y protagonizada por el mayor icono del cine de terror Boris Karloff. Una historia que mezclaba fatalismo, amor a través de los siglos y terror sutilmente demostrado. La caracterización que el gran maquillador Jack Pierce hizo era realmente estremecedora, pero tan sólo ocupa unos pocos segundos de la película, ya que la momia recupera su estado vital y se convierte en un ser humano.
El gran Jack Pierce preparando a Tom Tyler como Kharis
 
 
       Cuando Universal decide retomar la historia de la momia en 1940, como dijimos en la introducción, se planteó como una película de bajo presupuesto y con diferencias evidentes con su predecesora. A decir verdad la cinta de Karloff, aunque hoy está considerada como una obra maestra, en su tiempo tuvo una acogida tibia tanto de crítica como de público, así que los creadores del estudio decidieron transformar gran parte de la historia.
 
 
 
       De entrada  introducirían variadas situaciones cómicas. Un estilo de humor muy similar al de una pareja de cómicos que ese mismo año ficharía por Universal, Abbott y Costello quienes acabarían por desfigurar los iconos del terror, pero esa es otra historia. Aunque la película se desarrolla en un evidente tono de comedia, continúa siendo una cinta de aventuras, con su punto de suspense, cuando aparece al final del filme…la momia.
 
 
       Por mucho que adoremos la cinta protagonizada por Karloff, la imagen que ha quedado de la momia en el cine, pertenece a esta saga de filmes. Una momia de aspecto menos amenazador, pero que anda vacilante tras los protagonistas del filme. Mientras en la cinta de 1932, la momia luego se transmutaba en el gran sacerdote que había sido en un pasado, en esta nueva versión son dos personajes completamente diferentes. Por un lado tenemos al sacerdote que hace revivir a la momia y luego a la propia momia en sí, que no es más que una marioneta movida por los malvados hilos del sumo sacerdote egipcio. De nuevo Jack Pierce se ocupó de caracterizar a la momia, con el hándicap que ahora tenía que tener mover su cuerpo envuelto en vendas. En el referido filme de Karloff, sólo se veía su imagen en el sarcófago y el movimiento de sus brazos, más una mano. Aquí debía recrear un monstruo de torpes movimiento, claramente influenciado por la más famosa creación de Pierce, el monstruo de Frankenstein. De hecho Karloff aparece en el flas-back del inicio cuando se cuenta la historia de la maldición del príncipe Karhis, para lo que se utilizó las filmadas en la película de 1932, del antiguo Egipto, donde se narraba la historia del sacerdote Inhotep, exceptuando los primeros planos donde Karloff era reemplazado por su sucesor.
 
 
Divertida foto de Tyler con Peggy Moran
 
       Para encarnarlo se eligió a un actor menor llamado Tom Tyler que en su juventud  había sido un notable atleta. Habitual de filmes menores, hizo un pequeño papel en La diligencia de Ford. El auténtico malvado de la película era el sumo sacerdote, interpretado por Eduardo Ciannelli un actor napolitano con una biografía cuanto menos curiosa, después de graduarse en medicina, empezó su carrera como barítono en la ópera, luego prosiguió como actor de carácter, primero en las tablas y luego en el cine. Se especializó en papeles de mafioso o de villano exótico como el pérfido caudillo Sij de Gunga Dinn, o como científico malvado en “El misterioso Dr. Satán”, un serial de 15 episodios producido por la Republic. Con ese título poco hay que añadir, parecía predestinado para tan maléfico personaje.
Al gran Eduardo Ciannelli siempre le tocaba hacer de malo
 
       La parte cómica corría por cuenta de dos célebres actores de reparto. Wallace Ford, actor británico, quien participó en más de 200 películas, siendo uno de los habituales de las cintas de John Ford, aquí encarna a Babe Jenson compañero de fatigas del chico protagonista. El otro era Cecil Kellaway, oriundo de Australia en cuya industria cinematográfica trabajó con asiduidad  hasta 1939, en que William Wyller le requirió para Cumbres borrascosas. Aquí encarna uno de sus papeles más cómicos como el famoso mago “El gran Solvani” padre de la chica.
Cecil Kellaway con su hija en la ficción Peggy Moran
 
Wallace Ford en la película
 

El padre de la protagonista Earl Moran, famoso ilustrador, pintó
 cuando todavía era Norma Jane a la famosa Marilyn Monroe
 
 
       Hemos dejado para el final a la pareja de protagonistas, compuesta por Dick Foran y Peggy Moran. El primero como el osado arqueólogo Steve Banning, era el prototipo de joven americano. Atleta y cantante, comenzó como vocalista en bandas menores hasta que decidió buscar suerte en Hollywood. Allí además de papeles menores, en películas de relieve como la serie de Cuatro hijas de la Warner, obtuvo papeles protagonistas como vaquero cantante, en western de serie B. En ese contexto haría amistad con el vaquero cinematográfico por excelencia, John Wayne. La valiente Marta Solvani fue interpretada por Peggy Moran, hija de un famoso ilustrador de la época Earl Moran, consiguió escaldar peldaños en los estudios Universal, gracias a su esposo, el realizador Henry Koster, quién le dio su primer papel importante en el vehículo para Deanna Durbin “El primer amor”. Anteriormente había aparecido como una coqueta cigarrera en Ninochtka de Ernest Lubitsch. Como anécdota referir que cuando se proyectó esta cinta en su localidad natal Clinton, se anunció el filme así “Peggy Moran en Ninochtka, con Greta Garbo”. Pese a los esfuerzos de su esposo, su carrera nunca alcanzó como muchas otras la senda del estrellato. Además de su papel en “La mano de la momia”, su otra película más recordada es “Noche en el trópico” pensada para el lucimiento de Allan Jones, supuso el debut de los cómicos más famosos del estudio Abbott y Costello. Dick Foran y Peggy Moran volvieron a coincidir al año siguiente en otra cinta de terror y aventuras que hoy a quedado casi olvidada “Horror Island”.
 
Dick Foran en su época de cantante
 
Uno de los numerosos western que Foran protagonizó
 
La bella Peggy Moran
 
 
 
Junto a Abbott y Costello
 
 
       Después del éxito de “La mano de la momia”, el estudio filmó en los siguientes tres años, tres películas más, aunque del reparto original sólo sobrevivió en la segunda de ellas “La tumba de la momia” Dick Foran y Wallace Ford, ocupándose a partir de entonces del papel de la momia Karhis, Lon Chaney jr. quién repetiría en las dos restantes. Poco a poco, las películas fueron perdiendo el brillo de esta primera, que aunque de presupuesto exiguo, estaba por encima de los estándares habituales de la serie B. Mucha culpa del éxito la tuvo uno de los artesanos más prolíficos de la historia del cine Christy Cabanne. Llevaba en el cine desde los tiempos en que la actividad cinematográfica se desarrollaba en la costa este. Allí conoció al mítico "DW" Griffith, del que aprendió la profesión. Especializado en filmes menores, Cabanne todavía tenía cierto prestigio en Hollywood cuando firma a finales de los años treinta por Universal, realizando sus últimos trabajos de relieve, siendo este quizás el más recordado. Una película sin duda menor, divertida y de gran influencia. Sin ella el personaje de la momia en el cine no sería el mismo.
 
 
 

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