Robeson cantando Ol´man river
Hace unos días recibí un amable comentario en mi
blog, sobre un error que había cometido comentando la sinopsis de la película
“Don Juan”, lector a quién agradezco que se tomara la molestia de hacérmelo
ver. El fallo que hoy vengo a subsanar es de mucha mayor enjundia ya que
concierne a la apreciación que hice de la película que hoy nos ocupa. Cuando hace un par de años comenté la famosa
versión realizada por MGM con Ava Gardner, minusvaloré este filme rodado quince
años antes y que he vuelto a ver hace unos pocos días, mejorando con mucho el
recuerdo que guardaba de él.
Esta fue en realidad la segunda versión
que se hacía del famoso musical de Kern y Hammerstein. En 1929 se había filmado
una versión muda a la que se le habían añadido efectos sonoros y alguna escena
también hablada. Luego se le añadió un prólogo donde algunos de los artistas
del montaje original cantaban alguna de las canciones del musical. Esta era una
de las escasas producciones a gran escala de Universal, quién centraba la
mayoría de su producción en cintas de bajo costo, pero poco a poco bajo los
auspicios del hijo del fundador Carl Laemme jr. eso fue cambiando. Para esta
película Universal invirtió un millón de dólares, casi diez veces de lo que
costaba una producción habitual de la productora.
Laura La Plante y Joseph Schildkraut en la versión de 1929
El director fue James Whale, un
británico que ha pasado a la historia del cine por ser el responsable de las
míticas películas de Frankenstein protagonizadas por Boris Karloff. Pero Whale,
no sólo había dirigido películas de terror, en su haber está por ejemplo la
primera y descarnada versión de “El puente de Waterloo”, o ¿Recuerdas lo de
anoche? Una comedia alocada con sus dosis de misterio en la línea de las
famosas películas de El hombre delgado
protagonizadas por William Powell y Mirna Loy.
Aunque Show boat contiene drama y
comedia, esta sí que era la primera cinta musical del director. A decir verdad
las cintas musicales de Universal no se distinguían por ser las mejores, en un
género dominado especialmente por Warner y donde MGM empezaba a hacer sus
pinitos. El trabajo de Whale con un imaginativo uso de la cámara, está a la
altura de los mejores musicales de la época, pese a que son bastante escasas
las canciones, pues es evidente que lo que más le interesa a Whale es narrarnos la historia.
El reparto escogido en su mayor parte
estaba relacionado de una manera u otra con la obra. Al frente estaba una Irene
Dunne en su máximo apogeo como estrella. Precisamente los directivos de RKO la
descubrieron durante una gira teatral en la que interpretaba el papel de
Magnolia. Desde su debut seis años atrás había conseguido ya la primera de sus
cinco nominaciones como mejor actriz por el western Cimarrón. Aunque venía del
mundo del musical, en esos primeros años se convirtió en toda una especialista del
melodrama, protagonizando dos de las mejores muestras de ese género en los años
treinta “La usurpadora” y “Magnífica obsesión” ambas con el director John M.
Stahl y donde trabajó cedida igual que ahora en Universal. En “Magnolia” vuelve
al género musical donde el año anterior protagonizó “Roberta” junto a Fred
Astaire y Ginger Rogers, asimismo con música de Jerome Kern, donde Dunne
interpretaba “El humo ciega tus ojos”. También sirvió esta película de Whale
para que Dunne se adentrara en el género de la comedia que le era prácticamente
ajeno, aunque se convertiría en una de las grandes damas de este con títulos
memorables como “Los pecados de Teodora” y especialmente “La pícara puritana”.
Dunne era toda una estrella no así
tanto su paternaire Allan Jones. Después de barajar hasta diez nombres para
interpretar al jugador Gaylor, Laemme y Whale descubrieron al tenor tras ver
“Una noche en la ópera”. Jones había fichado en 1934 por MGM pero hasta
entonces el uníco vehículo importante que había rodado era la fantástica
comedia de Los Hermanos Marx. Parece que Groucho ayudó mucho a Jones en su
primer papel importante. En un principio el estudio pensó en el como pareja de
Jeanette McDonald, pero al preferir ésta a Nelson Eddy su carrera no acababa de
despegar, así que tras rodar una escena de ópera junto a McDonald en Rose
Marie, aceptó encantado este su primer papel importante, el cual ya había
representado en las tablas, y aunque su técnica actoral dista de equipararse a
la de su pareja cumple con su cometido como actor y está brillante como
cantante. Por desgracia cuando volvió a MGM se encontró con que el estudio
tenía muy pocos planes para él. Volvería a trabajar con los hermanos Marx en
“Un día en las carreras” y gracias esta vez a Jeanette McDonald con la que
había comenzado una gran amistad que nunca terminaría, rodaría “La espía de
Castilla” su segundo y último gran musical. Después de participar en otras
productoras con películas de segunda fila, decidió retirarse del mundo del cine
y centrarse en la radio y el teatro donde seguirá gozando del favor del
público.
Hablando de voces, una de las mejores
bazas con que cuenta la película es la de poder ver y escuchar a la gran Helen
Morgan, reina del espectáculo, donde sus tristes canciones lucían en los
lujosos clubs nocturnos propiedad de los gangster durante la prohibición.
Morgan tuvo una biografía no demasiado diferente al personaje de Julie al que
interpreta, acabando despeñándose en el abismo del alcohol por un desengaño
amoroso. Esa es la causa de su corta vida y su exigua carrera cinematográfica,
pese a aparecer en el prólogo de la primera versión de Show Boat y en el
magnífico musical de Maomulian “Aplauso”. Helen Morgan había creado en las
tablas el personaje de la mestiza Julie, casi una década después vuelve a
recrearlo con gran empaque, dejando su interpretación un bello poso de
amargura. No podría rivalizar estéticamente con Gardner quién interpretó la
versión de 1951, pero su arte ralla a su altura si acaso no llega a superarlo.
Helen Morgan, Hattie McDaniel e Irene Dunne
Otro que había participado en el
estreno de la obra era Charles Winninger , como el alegre capitán Andy. El
pequeño y simpático actor tuvo una larga carrera en el cine, siendo este su
papel más decisivo, secundario habitual tuvo protagonismo en una de las
películas menos conocidas del maestro Ford “El sol siempre brilla en Kentucky”.
Winninger había vuelto a interpretar al capitán Andy en el reestreno de Show
Boat de 1932, donde coincidió con Paul Robeson que en el filme vuelve a
interpretar a Joe. El barítono afroamericano había sido la primera elección de
los autores para interpretarlo en el estreno, pero como este estaba sujeto a
otros compromisos profesionales no pudo interpretarlo hasta el estreno
londinense de la obra. El oscarizado director Steve McQueen (Doce años de esclavitud)
afirmó que su próximo proyecto será un biopic sobre el gran cantante y actor.
Graduado con las mejores notas en derecho, Robeson no pudo ejercer su carrera
debido a los prejuicios raciales, por lo que se encaminó a la interpretación y
el canto donde también destacó. Su lucha a favor de los derechos raciales,
junto a sus posiciones políticas acabarían
con incluirlo en la lista negra en 1950. Una auténtica desgracia pues
era un más que notable intérprete dotado de una gran presencia y una voz inmensa. En el filme borda su papel de marido
vago, pero de buen corazón casado con una gran Hattie McDaniel, quien tres años
después ganaría el primer oscar para un artista de color por su interpretación
de la entrañable Mammie.
El gran Paul Robeson
Hay que reconocer a los encargados de
la producción un trato a la comunidad afroamericana más sensible de lo que
era habitual en la época. Aunque
representen personajes domésticos, están tratados con dignidad, evidentemente
mucha culpa de ello lo tienen la pareja Robeson- McDaniel.
Aunque el filme obtuvo un gran éxito
tanto de público como de crítica, realmente acabó con la carrera de Carl Laemme jr. como productor. El
balance económico negativo de anteriores películas pesó demasiado. Su director
tampoco correría mucha mejor suerte, siendo su magnífica adaptación de “El
hombre de la máscara de hierro” el único filme reseñable de lo que restaba de
su filmografía. La Universal cayó en otras manos que decidieron volver al
estudio a la época de la década de los diez, cuando se dedicaba sólo a producir
películas baratas. Su fundador Carl Laemme moriría sólo tres años después, tras
ayudar a salir a muchos judíos de Europa. Su hijo muy joven aún le sobrevivirá
exactamente cuarenta años, falleciendo igualmente el 24 de septiembre. Ambos
consiguieron que Universal realizara grandes proyectos bajo su mandato,
legándonos grandes películas como esta que
hoy nos ocupa. A su memoria y a la del íntegro y valiente Robeson, va
dedicada esta entrada.
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