jueves, 12 de diciembre de 2013

Soplo salvaje (1953) Aquí hay petroleo

 

Para cuando Barbara Stanwyck rueda “Soplo salvaje”, su condición de mala-malísima de la pantalla, estaba más que cimentada. Ella se quejaba a menudo,  que después de haber hecho tantas comedias en la primera parte de su carrera, a raíz de su papel de Phyllis en “Perdición” de Billy Wilder, le habían encasillado en papeles de malvada, que por cierto bordaba.

Esta Marina Conway,  desde luego no le va a la zaga. Casada al igual que en la mítica cinta de Wilder, con un hombre al que no quiere, será capaz de poner todas sus viles artes en juego, con tal de recuperar el amor perdido. Una determinación implacable, que era marca de la casa.


Ambientada en un hipotético país de América del sur, la cinta comienza con la quema de un pozo de petróleo, por parte de unos bandidos. El propietario Jeff Dawson (Gary Cooper) que ha perdido todo lo que poseía, se encuentra de una manera fortuita con  Paco (Anthony Quinn) antiguo amigo y socio de Dawson. Cuando este le ofrece trabajo, decide no aceptar al ver que está casado con su viejo amor Marina, viendo los problemas que le puede acarrear. En esta vorágine pasional, también habrá  lugar para Sal (Ruth Roman), una joven aventurera que pretende salir del país, de la que Dawson acabará enamorándose.



Sin forma alguna de obtener recursos, el fracasado buscador de petróleo, decide aceptar la oferta de empleo ofrecida por su amigo. Este acosado por los bandidos, requiere su apoyo para vencerlos. Pero la indisimulada atracción que Marina siente por Dawson, desatará los salvajes celos de Paco.



El argentino Hugo Fregonese, convierte  hábilmente en imágenes, la atormentada historia creada por Phillip Yordan. Este intenso drama,  al que realza la brillante partitura musical de Dimitri Tiomkin, contiene la suficiente dosis de acción propias de un western, combinado con una apasionada historia de amor, a la que dan vida, tres excelentes actores, de poderosa personalidad.
 
El cantante de origen italiano Frankie Laine, fue el auténtico creador de las populares baladas que llenaron los western a partir de Solo ante el peligro.

 

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