Cuando en 1908 aparece en las librerías
“Sangre y arena” obtiene un gran éxito, algo ya habitual en el escritor
valenciano. Una novela que aunque ambientada en el mundo taurino, trata de
temas universales como son el miedo, la pasión, los celos, la fama y la
posterior caída. Además no está exente de una crítica social al país atrasado que
retrata. El oficio de torero se erige como una oportunidad para salir de la
pobreza. Pero es el triángulo amoroso formado por el torero Juan Gallardo, su
esposa Carmen y la tercera en discordia Doña Sol, una aristócrata corrompida
que será la desencadenante de la tragedia.
Ya en 1916 el
propio autor rueda asesorado por Max
André la primera versión cinematográfica de su novela. En 1922 Rodolfo
Valentino protagoniza una nueva adaptación después de haber alcanzado la fama
con otra ficción de Blasco Ibáñez “Los
cuatro jinetes del apocalipsis”. La película dirigida por Fred Niblo contó con la bella Nita Naldi en el papel de Doña Sol,
vampiresa oficial de la Paramount que poco después sería la malvada Sally Lung
en la parte contemporánea de “Los diez
mandamientos”.
Los españoles
tuvieron que esperar hasta 1949 para poder ver esta bella versión dirigida ocho
años antes por Rouben Maomulian. En
un artículo publicado en el ABC sevillano el 15 de Julio de 1992, reseñando
esta película con motivo de su inclusión el ciclo “Andalucía en el cine” dentro
de los fastos de la EXPO 92, Miguel Olid atribuía que las ideas republicanas de
Blasco pudieran haber motivado ese retraso tan prolongado. Lo único cierto es que
a finales del año anterior, el director Rafael Gil, uno de los hombres más considerados
del régimen había estrenado una nueva adaptación de “Mare Nostrum” una de las obras más famosas del autor valenciano con
María Felix y Fernando Rey como
protagonistas. En Francia no se estrenó hasta 1947 y en Alemania occidental en
1950, fechas muy similares pueden hallarse en otros países europeos que debían
de ponerse al día, tras faltar las producciones americanas de sus carteleras
durante la contienda mundial y en nuestro caso durante la guerra civil.
Fueran cuales
fueran las causas, la verdad es que la película cosechó en nuestro país un gran
éxito, al igual que lo había sido en medio mundo. Ya en 1948 se había
reestrenado en las pantallas norteamericanas, y el cómico Mario Moreno
Cantinflas aparecía en una película rodada el mismo 1941 titulada “Ni sangre ni arena” donde sonaba constantemente el
pasodoble “La virgen de la Macarena” pasodoble bolero de Bernardo Bautista Monterde y Antonio Ortiz Calero que sonaba en los
títulos de crédito del filme de la Fox.
El exquisito
director de origen armenio, con poco más de cuarenta años tenía a sus espaldas
un gran bagaje tanto en el teatro como en el cine. Volvía a utilizar el
TECHNICOLOR tras haber dirigido en 1935 el primer largometraje realizado con la
nueva técnica de tres bandas “La feria
de las vanidades”. En los seis años transcurridos la novedosa técnica se
había perfeccionado, permitiéndole utilizar el color como un elemento emocional
más. Ayudado por los cámaras Ernest
Palmer y Ray Rennahan (quien ya había coincidido con Maomulian en la
aludida adaptación de la obra de Thackeray) quiso recrear la iluminación de los
grandes maestros de la “escuela española” como El Greco y Velazquez.
Antes de ceder
los derechos de la novela a la Fox, Paramount había anunciado en 1932 una
adaptación de “Sangre y arena” con un cuanto menos extraño reparto: Cary Grant y Tallulah Bankhead, que al final no se
llevó a cabo. El elenco de esta nueva versión estaba encabezado por Tyrone Power y Linda Darnell como
Gallardo y su esposa, protagonistas así mismo de la última película de
Maomulian “El signo del zorro”. Esta
sería la última colaboración de la pareja, tras haber coincidido también en “Tejados de vidrio y El hombre de la
frontera). En cuanto al papel de Doña Sol, se barajaron varias opciones. Al
principio se pensó en Hedy Lamarr,
pero su estudio MGM no estaba por la labor. Luego hubo varias aspirantes: Gene Tierney, Betty Grable, Jane Russell,
Dorothy Lamour y María Montez. Finalmente una joven starlette de Columbia
llamada Rita Hayworth, se haría con
el papel que la consagraría definitivamente tras ya haber destacado en “Ángeles sobre Broadway y La pelirroja”.
El guion corrió
a cargo de otro hombre proveniente del teatro Jo Swerling. Autor de uno de los primeros espectáculos de Los Hermanos Marx en Broadway, llegó a
Hollywood tras la crisis teatral provocada por el crack del 29. Después de ser
el primer colaborador de Frank Capra, participó en multitud de proyectos (Pasaporte a la fama, Fueros humanos, La
jungla en armas etc.) siendo nominado al año siguiente de esta película por
la famosa biografía de la estrella del béisbol 'Lou' Gehrig titulada “El orgullo de los yanquis”.
Como era
predecible la adaptación de Swerling se centra en el conflicto amoroso a tres
bandas de la novela, sin por ello tener sus momentos de crítica social, casi
todos ellos en boca de “El nacional” banderillero de la cuadrilla de Juan
Gallardo, al que da vida John Carradine.
En sus frases denuncia a el analfabetismo como raíz de los males que padece el país.
También está presente esa costumbre muy española de enaltecer al ídolo para
luego derribarlo estrepitosamente, cuyo máximo exponente es el crítico taurino
Don Curro, interpretado por un actor de breve carrera truncada por su muerte a
los 31 años llamado Laird Cregard, a
quien siempre recordaremos como elegante Lucifer en la cinta de Lubitsch “El
diablo dijo no”. Un joven Anthony Quinn encarna a Manolo de Palma,
el rival taurino de Gallardo, y la otrora exótica estrella del cine mudo Alla Nazimova, representaba a Angustias
la madre del diestro.
Mientras Tyrone
Power lucia en sus escenas como torero dos perfectas réplicas de los trajes utilizados
por el célebre matador azteca “Armillita”,
el resto del vestuario fue diseñado por el célebre Travis Banton que en la década anterior había sido a la Paramount
lo que en MGM fuera Adrian, siendo
fundamental su aportación en el look definitivo de dos de las grandes estrellas
del estudio Marlene Dietrich y Claudette
Colbert. En su etapa en la Fox y posteriormente en Columbia, sería capital
para potenciar el glamour y la sensualidad de Rita Hayworth.
Uno de los
elementos esenciales de las películas del Hollywood clásico era la música.
Alfred Newman encargado de escribir la partitura invitó al guitarrista
madrileño Vicente Gómez a que
escribiera motivos musicales apropiados para el filme. Virtuoso de la guitarra
clásica su nombre es en España menos popular que otros contemporáneos suyos
como Segovia, Yepes o Sainz de la Maza,
debido a que permaneció en el exilio por su oposición al régimen
franquista. Posteriormente nacionalizado norteamericano, en los años anteriores
a la guerra civil intervino en alguna producción cinematográfica como “Morena Clara”. Cuando Newman lo llama, la fama de Gómez en
Estados Unidos era ya considerable grabando discos para la productora Decca y
teniendo su propio programa radiofónico. Fruto de su inspiración fueron varias melodías
que surgen a través de todo el filme, entre ellas “Verde luna” que canta
doblada Rita Hayworth y que en España versionó Mercedes Vecino. Pero la melodía que resuena más a lo largo de toda
la película es el “Romance de amor” composición de ignota autoría que sería
luego popularizada por Narciso Yepes en el filme francés “Juegos prohibidos” y que suele conocerse como “Romance anónimo”.
Todos estos
elementos confluyen en este apasionado drama romántico, dotado de todo el
glamour y estética del mejor cine clásico. Una hermosa película que es un
magnífico exponente del potencial del Hollywood dorado como fábrica de sueños.
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