Cuán efímera es
la fama, la popularidad salvo honrosas excepciones tiene periodo de caducidad.
Así sucedió con Ursula Parrott, una
escritora norteamericana que gozó de las mieles del triunfo justo cuando todo
el país se convulsionaba por el crack bursátil de 1929. Su primera novela “Ex-wife” vendió 100.000 copias y
todavía fue más popular cuando fue llevada al cine por la actriz Norma Shearer con el título de “La divorciada”, ganando el oscar a la
mejor actriz.
Las ideas de
Parrott, modernas para su época, causaron tanta controversia como su agitada
vida sentimental. Casada cuatro veces, también se le relacionó sentimentalmente
con dos escritores tan populares como Scott
Fitztgerald y Sinclair Lewis. Lamentablemente en los últimos años de su
vida abandonó la escritura por lo que no pudo proseguir su lujoso modo de vida.
Después de numerosos escándalos, acabaría su vida víctima del cáncer en el pabellón
de caridad de un hospital neoyorquino, en el mayor de los olvidos.
Un año antes de
su fallecimiento, el estudio Universal había producido un remake basado en una
de sus narraciones más populares “Siempre
hay un mañana”. Douglas Sirk había dirigido esta nueva versión de las tres que
la productora había rodado con argumentos de la autora en la década de los
treinta. “Cuando volvamos a amarnos” la segunda de ellas, estaba basada en su
novela “Next time we love” mismo
título en el original inglés, publicada el año anterior 1935 y cuya versión
abreviada titulada "Say Goodbye
Again" se cita en los títulos de crédito como fuente de su argumento.
Se realizó como
vehículo para la gran estrella de la productora Margaret Sullavan. La actriz que había comenzado a despuntar en el
teatro en 1929, siempre vio el negocio de las películas como un medio con el
que pagar las facturas. Su auténtica pasión eran las tablas, esa es la causa
por la que no realizó más que dieciséis filmes a lo largo de su carrera. Al
igual que Parrott se casó en cuatro ocasiones, su primer marido había sido
Henry Fonda con el que sólo estuvo casada un par de meses, en el momento del
rodaje de esta película su esposo era el director William Wyller con el que había rodado una estupenda comedia “Una chica angelical”. Un título que no
casaba demasiado con la temperamental actriz, a la que tenía miedo según las
malas lenguas el mismísimo Louis B.
Mayer.
En este caso
volvía al melodrama, un género por el que venía apostando Universal, desde
comienzo de la década de los treinta. Junto a las películas de monstruos, estos
dramas eran los más populares del estudio, siendo sus directores más
prestigiosos John M. Stahll y James
Whale. Aquí se encargó de la dirección el eficaz Edward H. Griffith, un artesano del medio con mucho oficio a sus
espaldas. Sullavan en un principio no estaba entusiasmada con el proyecto, por
lo que puso como condición que fuera James
Stewart su pareja.
El luego mítico
actor, era un primerizo en Hollywood, donde sólo había hecho dos papeles
secundarios en MGM (La voz que acusa y
Rose Marie), el estudio que le tenía bajo contrato. Sullavan conocía a
James ya que era el mejor amigo de su ex marido James Stewart. Muchos de los
biógrafos de Stewart ponen de relieve la importancia de Margaret Sullavan en la
carrera del actor. Gracias a sus consejos superó sus titubeos iniciales,
logrando una gran actuación.
Tal fue el
cambio que experimentó el actor, que cuando volvió de nuevo a MGM parecía otro.
La seguridad que había adquirido fue fundamental para llegar a ser con el
tiempo uno de los mejores actores que se recuerdan. La química existente entre
la pareja, que según parece fue más allá
de los platós de cine, queda patente desde la escena inicial del filme. Un
brillante inicio en que una joven pareja de novios, en el momento en que va a
arrancar el tren que les separará durante más de un año, ya que ella debe
acabar la universidad, decide dejar sus planes y casarse. Pero las profesiones
de ambos, él corresponsal en el extranjero de un periódico y ella actriz de
teatro, se tornaran incompatibles para una vida en común.
Una argumento
poco apasionante al que tampoco contribuyó el guion bastante plano de Melville Baker. Preston Sturges al parecer había empezado con el tema, pero tras
dos semanas abandonó el proyecto. No obstante la excelente actuación de la
pareja principal hace que la película resulte mucho más atractiva de lo que a
priori pudiera parecer. Cuando dos años después Sullavan firmara por MGM se
volvió a reunir con Stewart en tres películas más: “El ángel negro”, “Tormenta mortal” y en medio de ambas, su única
comedia juntos y su filme más recordado “El
bazar de las sorpresas” de Ernst Lubitsch.
Como tercero en
discordia, tenemos a Ray Milland en
uno de sus primeros papeles de relieve, siendo esta la última vez que apareció
en los créditos como Raymond Milland. También está el siempre eficaz Grant Mitchell y en un pequeño papel Hattie McDaniel la inolvidable Mammy de
“Lo que el viento se llevó”.
Nos hallamos
pues ante un agradable melodrama, que nunca cae en la desmesura. Los temas que trata
como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y la conciliación de la vida
laboral y familiar, están tratados desde una óptica progresista teniendo en
cuenta el año en que se realizó. El filme muestra una manera de enfocar la
relación de pareja que raramente se había mostrado en el cine y que se adelanta
a un filme posterior de mensaje mucho más conservador como es “La mujer del año”
de George Stevens. Todo ello fruto de una mujer comprometida y adelantada a su
tiempo como fue Ursula Parrott. A ella y la maravillosa pareja formada por
James Stewart y Margaret Sullavan va dedicada esta entrada.
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