Uno de mis directores favoritos, que
intervino en películas capitales de la historia del cine, y al que todavía no
se le ha reivindicado como merece es Mervin
LeRoy. Para muchos sigue siendo un auténtico desconocido, pese a que lleven
su firma filmes tan imprescindibles como “Hampa
dorada” que elevó al status de estrella a Edward G. Robinson, “Soy un fugitivo” uno de los títulos más
pesimistas del Hollywood de la época, “El
puente de Waterloo” quintaesencia del cine romántico (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2013/12/el-puente-de-waterloo-1940-el-vals-de.html)
y la inolvidable y fastuosa Quo Vadis?
En su reciente libro “ Mervin LeRoy y Lewis Millestone, cine de
variedades vs. de trinchera” su autor Fernando R. Genovés, pone en solfa la
aptitud para la comedia del director, que aparece hasta en los momentos más
insospechados. Una aguda reflexión a la que me adhiero pues en no pocas
ocasiones, ese innato instinto del director se cuela hasta en los títulos que
a priori pueden resultar menos
propicios.
Y eso pasa en buena parte del metraje,
de esta fantástica biografía de la gran
investigadora polaca. Los recuerdos que guardaba de ella, era de un filme mucho
más grave del que me he encontrado. Quitando el temido (eso es lo que sucede
cuando se trata de biografías) desenlace de Pierre, lo cierto es que el filme
cuenta con abundantes escenas de comedia, que aligeran el para los legos,
farragoso proceso del descubrimiento del radio.
Es obvio que desde un punto de vista
científico, los versados en la materia, encontraran muchísimas inexactitudes,
lo mismo que suele suceder, algo lógico cuando nos enfrentamos a un producto de
entretenimiento, no de difusión científica. Pero lo cierto es que la cinta
sigue con bastante fidelidad la biografía que su hija Eva escribió en 1937.
Algunos episodios que pueden resultar chocantes, como el de su luna de miel,
montados en dos bicicletas recorriendo Francia, son absolutamente ciertos.
El guion como era habitual durante el
sistema de estudios, es obra de dos reconocidos guionistas, más la ayuda
puntual de dos personalidades tan dispares y brillantes como Walter Reisch y Aldous Huxley. En
cuanto a los que firman los créditos, hablamos de Paul Osborn, cuya aportación al cine reúne títulos tan emblemáticos
como “El despertar”, “Al este del Edén”,
“Sayonara” o la para mi estupenda e infravalorada “El mundo de Suzie Wong”. El otro firmante, el berlinés Hans Rameau, es mucho menos conocido,
pese a que ya en su etapa europea firmó el guion de “Mazurca” una de las mejores cintas del director y actor vienés Willi Forst. Como muchos otros
talentos abandonó Europa buscando refugio en Hollywood. En MGM escribió la
anteriormente aludida “El puente de Waterloo”, junto a tres películas más,
Madame Curie sería su última aportación al estudio, retornando en la década
siguiente a su patria donde colaboraría asiduamente en filmes tanto en Alemania
como Austria.
Pero sabemos que principalmente en el
sistema de estudios, y máxime tratándose del que dirigía Louis B. Mayer, la máxima prioridad eran sus estrellas, y la
principal causa de realizar este filme, era su idoneidad para la pareja de moda
en el Hollywood de la época, Greer
Garson y Walter Pidgeon. La primera cinta en que habían aparecido juntos
fue precisamente dirigida por LeRoy “De
corazón a corazón” un drama inusualmente fotografiado en Technicolor,
técnica que solía reservarse para los musicales o espectáculos históricos. Su
siguiente asociación y la más recordada, fue claro está “La señora Minniver” dirigida por William Wyler. Este era el tercero de los títulos que rodaron
juntos (fueron en total ocho, el último de los cuales Scandal at Scourie fue dirigido en 1953 por Jean Negulesco), cuando la popularidad de la pareja se hallaba en
su punto más alto. Lo cierto es que la compenetración que había entre ambos,
pocas veces se ha vuelto a ver en la pantalla, representando un tipo de
relación más cercana a la camaradería que a la pasional. Pero al contrario que
ese otro tipo de relaciones, que comúnmente subordinaban a la mujer a un papel
decorativo y de puro bagaje sentimental, los personajes que interpretaba Garson
por lo general se trataban de mujeres que pese a permanecer en el status
matrimonial, daban rienda a sus propias aspiraciones.
Es quizás por ese componente asexuado,
que la figura de Greer Garson, hoy haya quedado relegada en el olvido. Para
quien vuelvan a revisar sus películas, les aseguro que encontraran a una gran
actriz, que dio la réplica perfecta a otros reconocidos galanes del estudio
como Ronald Colman (Niebla en el pasado)
Robert Taylor (Cuando ellas se encuentran) y Clark Gable (Aventura). En
cuanto a Walter Pidgeon, para mi
sinceramente, es uno de los mejores actores que he visto en la pantalla. Su
ductilidad para todos los géneros, unido a su naturalidad, serán para mí
siempre un placer, desde el tercero en discordia en al divertidísima “Sucedió en China” con Gable y Mirna Loy, al entrañable pastor de “Que verde era mi valle”.
No quisiera terminar esta entrada sin
recordar al entrañable Henry Travers,
que aquí interpreta al padre de Pierre Curie, Eugene y que siempre será
recordado por todos como el torpe ángel Clarence en “Qué bello es vivir”. Para
él y para todo el equipo que hizo posible esta entrañable y hermosa película,
va dedicado este artículo, os aseguro que si tenéis la oportunidad de verla no
os defraudará.
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