Cuando desde diarios locales,
noticiarios de televisión a escala mundial y las indómitas redes, resuena la
triste noticia de la desaparición de Mickey
Rooney, no puedo evitar pensar en los actores de nuestro país, de gran
talento y hoy tan olvidados. Un infatigable vindicador de actores como es “Luis Ramón Sánchez” ingente
colaborador del grupo de Facebook “Cineastas
amateurs”, se quejaba con razón de la imposibilidad de encontrar material
gráfico de nuestros actores, siendo mucho más sencillo acceder al de las
glamurosas estrellas norteamericanas.
Este silencio de la red, no solo
atañe a las instantáneas publicitarias que con prodigalidad solían hacerse los
actores más populares, incluso es muy complicado acceder a una biografía
esquemática de muchos de ellos.
Un claro ejemplo de lo que acabo de
afirmar, es la figura del actor ovetense
Valeriano León. Esposo de la longeva y maravillosa Aurora Redondo, formó junto a ella una de las parejas más exitosas
de la escena española. Su autor fetiche fue el alicantino Carlos Arniches, quien escribió ex profeso para la pareja, varios
de sus títulos más señalados como “Es mi
hombre” y “El padre Pitillo”.
Cierto es que la aportación de
Valeriano León al cine fue escasa y muy separada en el tiempo. Hombre ante todo
de teatro, fue su salud ya delicada, la que le llevó a participar con más
asiduidad en el medio cinematográfico, los últimos años de su vida. Lo que no
quita que pese a lo errático de su quehacer dejara para la pantalla personajes
tan entrañables como el maestro de “A mí
no me mire usted” que utiliza la hipnosis con sus alumnos y el cascarrabias
“Padre Pitillo” en cuya versión cinematográfica, se edulcoraba el texto
original, limando aristas que resultaban incómodas para la España oficial de la
época.
En todas sus intervenciones dejó
constancia de la profundidad que daba a sus personajes, en muchos casos
cercanos a la tragicomedia, género en el que descolló el anteriormente citado
Arniches. En la película a la que hoy hago referencia, “El Piyayo”, es otro
personaje hecho a su medida. Un gitano lleno de nietecillos, a los que da de
comer, cantando coplillas a los turistas. Su estrafalaria pinta junto a sus
habituales borracheras, sirven de chufla para el público que le escucha.
A chufla lo toma la gente,
Y a mí me da pena,
Y me causa un respeto imponente
Así describía esa situación el poeta
malagueño José Carlos de Luna, en
unos versos que gozaron de una enorme popularidad. Editado con profusión y
habitual en el repertorio de los más célebres rapsodas de la época, fue también
llevado al mundo musical tanto en versiones flamencas como la de Juanito Valderrama, hasta a pasodobles
como el interpretado por mi paisano Pepe
Blanco. Lo cierto es que este patético personaje, poco tenía que ver con el
Piyayo auténtico, un cantaor gitano creador de unos Tangos, seguramente
influenciados por los ritmos caribeños que conoció mientras lucho en Cuba y que
luego otros cantaores hicieron suyos.
El “Piyayo” oficial falleció en 1940
siendo ya un venerable anciano, en cuanto al cinematográfico, su acción
transcurría en el periodo contemporáneo, con una Málaga que empezaba a ser
reclamo de turistas. El guion está firmado por un lado por José Luis Colina,
quien debutara en el medio pocos años antes con “Lola la piconera” de Luis Lucia, con el que colaboró asiduamente.
También participó en varias de las primeras películas de Luis García Berlanga como “Plácido”.
Alternó en sus primeros tiempos su carrera de guionista con la de colaborador
de la naciente Televisión Española, donde llegó a ser corresponsal en Roma. En
cuanto al otro escritor. Poco he podido saber acerca de Vicente Llosa el otro
firmante, tan solo que acompañó a Colina en varios éxitos de la década de los
cincuenta, asimismo intervino en las primeras cintas del gran Manolo Summers “Del rosa al amarillo” y “La
niña de luto”.
Al frente de la producción estaba
como hemos mencionado Luis Lucia, un veterano de CIFESA, donde había comenzado
como abogado de la empresa, hasta que decidió cambiar la toga por el mundo del
cine. El director valenciano, fue uno de los más comerciales del cine español,
trabajando en vehículos diseñados para las estrellas más populares del momento,
desde Juanita Reina o Carmen Sevilla
hasta sus últimas cintas para Marisol y
Rocío Dúrcal. En “El Piyayo” como artista invitado se escuchaba al entonces
popularísimo Antonio Molina.
Quisiera antes de terminar destacar
al estupendo actor sevillano Manuel Luna,
del que hicimos una breve semblanza con motivo de la cinta “Malvaloca” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/02/malvaloca-1942-la-pareja-mas-famosa-del.html)
donde ejercía su habitual papel de villano. Aquí por el contrario encarna a un
bondadoso guarda municipal, que es en confidente y ángel de la guarda del pobre
Piyayo. Formado en el teatro, una de sus
primeras oportunidades la tuvo justamente en la compañía de Valeriano
León. A Manuel Luna y Valeriano León dedicamos con cariño esta entrada, que espero
sirva un poco para paliar el olvido en que tenemos gran parte de nuestro
patrimonio artístico. También quisiera hacer extensible esta dedicatoria, a
todos esos músicos, mejores o peores, que siguen ganándose unos céntimos para
poder subsistir.
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