viernes, 25 de abril de 2014

El gato y el violín (1934) Una encantadora opereta Pre-code

 

Tenía curiosidad por ver este filme, ya que con la excepción de “Mata Hari”, no había visto ninguna película sonora de Ramón Novarro. A diferencia de otras muchas estrellas del periodo silente, la carrera del astro mexicano todavía estuvo un lustro en la cresta de la ola. Es probable que su frágil aspecto y su interpretación demasiado extrovertida, no casaran bien con los oscuros días de la depresión, además que la irrupción de nuevos actores, muchos de los cuales han quedado como iconos del cine, fueran una competencia demasiado fuerte para él. No obstante sus aproximadamente catorce años de carrera en lo más alto, ya los firmarían muchos otros actores que apenas tuvieron un instante de gloria.

 
Lo cierto es que “El gato y el violín”, basada en la opereta homónima de Jerome Kern y Otto A. Harbach estrenada tres años antes, es una dinámica opereta que compite e incluso supera a la mayoría de las cintas de igual signo estrenadas a comienzos de los años treinta. Tan solo las interpretadas por el dúo Chevalier-McDonald dirigidas por directores de la talla de Lubitsch, Cukor y Maoumulian la superan en calidad.
 
 
Precisamente con este título, Jeanette McDonald comenzaba su gloriosa etapa en Metro Goldwyn Mayer. Después de haber terminado su segundo contrato con Paramount, McDonald coincidió durante un viaje por el continente europeo con Irving Thalberg y su esposa Norma Shearer. El brillante productor, consiguió que Jeanette se mudara a los estudios de Culver City, con el fin de ampliar la nómina de artistas musicales, un género que en aquel momento lideraba  Warner Brothers.
 
 
De la dirección se encargó William K. Howard, un brillante cineasta que desgraciadamente no a merecido el reconocimiento a su obra. Forjado en los western durante la etapa muda, fue en los primeros años del cine hablado donde alcanzó el cenit de su maestría, siendo uno de los primeros realizadores en utilizar la técnica del flash back en varios de esos filmes. Su última película con Fox “Poder y gloria” protagonizada por Spencer Tracy y con guion original de Preston Sturges, es considerada hoy por los historiadores como un claro precedente de la innovadora “Ciudadano Kane” de Welles.
 
Sus problemas con el alcoholismo le hicieron derivar por varios estudios de Hollywood hasta recalar en Inglaterra, donde filmó la apreciable “Fire over England” famosa sobre todo por emparejar por primera vez a Laurence Olivier y Vivien Leigh. Pese a que “El gato y el violín” no deja de ser una opereta convencional, con todo lo que eso conlleva, no impide el que podamos disfrutar de un imaginativo uso de la cámara, ayudando a la fluidez del relato.
 
 
Hay otros dos elementos de la película que cabe resaltar, uno de ellos es que cuando se realizó el “Codigo Hays” no había cobrado en vigencia. De otro modo hubiera sido imposible que los protagonistas convivieran juntos sin estar casados y como en una divertida escena casi al final de la cinta, Jeanette McDonald se cambia de ropa sin pudor alguno, delante de sus dos pretendientes. El segundo elemento y es el motivo por lo que actualmente se recuerda la cinta es por ser la primera de imagen real que utilizó el definitivo procedimiento a tres bandas de Technicolor en la última escena de la película. Resulta irónico que fuera Ramón Novarro, una estrella en declive que pronto cedería su puesto, fuera el primer actor fotografiado en tan novedosa técnica.
Una vez apuntado todo esto, tan sólo me queda decir que he pasado hora y media muy divertida. La estupenda e irreal ambientación europea de la película, el magnífico vestuario de Adrian, la convincente actuación de Frank Morgan como tercero en discordia, y la simpática actuación de sus protagonistas, cantando estupendamente la hermosa partitura de Jerome Kern, logran un estupendo espectáculo, que merece ser conocido.
P.D. Quisiera también recordar al imperturbable Charles Butterworth, magnífico actor secundario que aquí interpreta a un excéntrico personaje cuya máxima aspiración es tocar el arpa. Butterworth ya había coincidido con Jeanette McDonald en “Ámame esta noche”.
 

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