sábado, 1 de febrero de 2014

Los hijos de nadie (1951) Un melodrama arrebatador

 

Se que tiendo a quejarme de cierta crítica tendenciosa hacia los realizadores que han gozado del favor del público. Si ayer tendía una lanza en favor del cada vez más apreciado director Raoul Walsh, hoy pienso hacer lo mismo con un cineasta italiano que frecuentemente ha sido ninguneado por la crítica.


Estoy hablando de Raffaello Matarazzo, un auténtico creador de melodramas desgarradores, que están entre los mejores del género. Un director que en muchas ocasiones gozó del favor del público en una época donde una pléyade de grandes nombres, acaparaban la atención no solo de Italia sino del mundo entero. Un artista que tras realizar comedias durante el periodo fascista, revienta las taquillas italianas con un melodrama de bajo coste titulado “Cadenas”, la película de más éxito de 1949, que consagra a la pareja formada por Amedeo Nazzari e Yvonne Sanson. Una cinta de corte neorrealista a la que el realizador Giuseppe Tornatore rindió un homenaje en “Cinema paradiso”, donde se muestra a la audiencia llorando durante la proyección del filme. “Tormento” producida un año después insistía en otro desborde sentimental cercano al delirio.



En 1951 se produce otro gran éxito con “Los hijos de nadie” repitiendo por tercera vez con Nazzari y Sanson. Su argumento lo toma de una novela dieciochesca de Ruggero Rindi que ya se había llevado a la pantalla en 1921 y 1943. Ambientada en una cantera de Carrara, en la época contemporánea a su filmación, la cinta comienza narrando las tensión entre los trabajadores y su despótico capataz. El pérfido Anselmo (Folco Lulli) no duda en poner en peligro la vida de los obreros para conseguir sus fines. A esto se opone el Conde Guido Canali (Amedeo Nazzari) hijo de la propietaria del negocio, la vieja condesa (Françoise Rosay) no comparte los deseos de renovación de su hijo y da manga ancha al capataz para que haga y deshaga.



En medio de este conflicto social emerge el amor entre Guido y Luisa (Yvonne Sanson), hija del guarda de la cantera. Cuando Anselmo descubre las relaciones entre ambos, se lo transmite a la condesa. Entonces ambos traman una conspiración para separar a la pareja. A partir de entonces surgirá un aluvión de situaciones melodramáticas, donde el hijo fruto del amor de ambos se convertirá en la principal víctima de esta tragedia.


El fuerte sentimiento religiosos del filme, pese a que condenaba sin disimulo los prejuicios interclasistas y la explotación de los trabajadores, fue una de las principales causas del juicio adverso recibido por una gran parte de la intelectualidad, de clara militancia comunista. Pese a esos desprecios, el público siguió apoyando esas tragedias contemporáneas que tanto recuerdan a las óperas veristas de Mascagni y Leoncavallo. Cinco años después Matarazzo volverá a retomar  sus personajes en “El ángel blanco” donde Yvonne Sanson interpretará a dos personajes físicamente idénticos, teniendo cierta afinidad con la posterior obra maestra de Hitchcock “Vértigo”. Pero eso ya es otra historia…

 
 

Si no tenéis miedo de los melodramas fuertes y no os importa derramar alguna lágrima, os recomiendo esta conmovedora película, muestra de un cine popular para personas sin complejos.


P.D. Hoy dedico esta entrada a Susana, el amor de mis amores.
 

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