Se que tiendo
a quejarme de cierta crítica tendenciosa hacia los realizadores que han gozado
del favor del público. Si ayer tendía una lanza en favor del cada vez más
apreciado director Raoul Walsh, hoy
pienso hacer lo mismo con un cineasta italiano que frecuentemente ha sido
ninguneado por la crítica.
Estoy hablando
de Raffaello Matarazzo, un auténtico
creador de melodramas desgarradores, que están entre los mejores del género. Un
director que en muchas ocasiones gozó del favor del público en una época donde
una pléyade de grandes nombres, acaparaban la atención no solo de Italia sino
del mundo entero. Un artista que tras realizar comedias durante el periodo
fascista, revienta las taquillas italianas con un melodrama de bajo coste
titulado “Cadenas”, la película de
más éxito de 1949, que consagra a la pareja formada por Amedeo Nazzari e Yvonne Sanson. Una cinta de corte neorrealista a
la que el realizador Giuseppe Tornatore rindió un homenaje en “Cinema paradiso”, donde se muestra a
la audiencia llorando durante la proyección del filme. “Tormento” producida un año después insistía en otro desborde
sentimental cercano al delirio.
En 1951 se
produce otro gran éxito con “Los hijos
de nadie” repitiendo por tercera vez con Nazzari y Sanson. Su argumento lo
toma de una novela dieciochesca de Ruggero
Rindi que ya se había llevado a la pantalla en 1921 y 1943. Ambientada en
una cantera de Carrara, en la época contemporánea a su filmación, la cinta comienza
narrando las tensión entre los trabajadores y su despótico capataz. El pérfido
Anselmo (Folco Lulli) no duda en
poner en peligro la vida de los obreros para conseguir sus fines. A esto se
opone el Conde Guido Canali (Amedeo Nazzari) hijo de la propietaria del
negocio, la vieja condesa (Françoise
Rosay) no comparte los deseos de renovación de su hijo y da manga ancha al
capataz para que haga y deshaga.
En medio de
este conflicto social emerge el amor entre Guido y Luisa (Yvonne Sanson), hija
del guarda de la cantera. Cuando Anselmo descubre las relaciones entre ambos,
se lo transmite a la condesa. Entonces ambos traman una conspiración para
separar a la pareja. A partir de entonces surgirá un aluvión de situaciones
melodramáticas, donde el hijo fruto del amor de ambos se convertirá en la
principal víctima de esta tragedia.
El fuerte
sentimiento religiosos del filme, pese a que condenaba sin disimulo los
prejuicios interclasistas y la explotación de los trabajadores, fue una de las
principales causas del juicio adverso recibido por una gran parte de la
intelectualidad, de clara militancia comunista. Pese a esos desprecios, el
público siguió apoyando esas tragedias contemporáneas que tanto recuerdan a las
óperas veristas de Mascagni y
Leoncavallo. Cinco años después Matarazzo volverá a retomar sus personajes en “El ángel blanco” donde Yvonne Sanson interpretará a dos personajes
físicamente idénticos, teniendo cierta afinidad con la posterior obra maestra
de Hitchcock “Vértigo”. Pero eso ya
es otra historia…
Si no tenéis
miedo de los melodramas fuertes y no os importa derramar alguna lágrima, os
recomiendo esta conmovedora película, muestra de un cine popular para personas
sin complejos.
P.D. Hoy dedico esta entrada a Susana, el amor de mis
amores.
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