La productora Cosmopolitan, es ante todo conocida
por ser el vehículo que el magnate William
Randolph Hearst utilizó para lanzar a su pareja Marion Davies como estrella cinematográfica. Pero además de los
títulos que ella protagonizó, la productora del magnate de la prensa, figura en
los créditos de películas tan famosas como “El
joven Lincoln” de Ford o “La cena de los acusados”.
Filmada un año
antes que esta última, “Asesinato en la
terraza” tiene muchos puntos de conexión con la película basada en la
novela de Hammett.Se trata de una intriga detectivesca con
aires de comedia, que fue dirigida por el mismo director, coprotagonizada por Mirna Loy y en el que el principal
actor secundario es también Nat
Pendleton. En su juventud atleta olímpico y posteriormente afamado púgil de
lucha libre, Pendleton aparecería en 114 películas y cortos en una dilatada
carrera, donde siempre cumplió con eficiencia su cometido.
Una de las
características del contrato que Hearst filmaba con las grandes productoras
(Paramount hasta 1923, MGM hasta 1936 y en Fox hasta su última producción en
1939) es que los argumentos para los filmes podían basarse en los relatos que
publicaban las numerosas revistas de su grupo editorial. Precisamente esta
cinta estaba basada en un relato de Arthur
Somers Roche publicado en el Cosmopolitan Magazine cuya portada ilustra los
créditos del filme. Somers Roche era uno de los más prolíficos y populares
autores de novelas policíacas, que desgraciadamente falleció dos años más tarde
en 1935 cuando sólo contaba 51 años.
Sus narraciones tenían un estilo ágil y
desenfadado, algo que cuadraba a la perfección con las características del
directorW. S. Van Dyke.Esto se
demuestra desde el mismo inicio en que vemos como el director de un periódico
tiene una corazonada y decide dar a las prensas por adelantado el veredicto del
jurado en un caso criminal. Pero no cuenta con la habilidad del abogado
defensor que consigue la absolución del gangster Tony Gazzotti (Nat Pendleton).
Entre el letrado Durant interpretado por Warner
Baxter y el delincuente se forjará una leal amistad que será determinante
en el desenlace del filme.
-Una chica elegante,
invítela a cenar a casa. No lo tomará en serio, sino la retiene hasta mañana
-Habrá que retenerla
¿No?
Este diálogo “Precode”
es la presentación por parte del hampón de la bella Gertie Waxted, de dudosa
reputación y encantadora presencia interpretada por Mirna Loy. Ella es la llave
para que Durant consiga resolver el asesinato al que alude el título.
Lógicamente entre ellos surgirá el amor. Mientras Warner Baxter al que
recordamos en el post dedicado a “En el viejo Arizona” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/05/en-el-viejo-arizona-1929-o-como-raoul.html)
se hallaba en la cúspide de la fama, Mirna Loy luchaba por afianzarse en el
mundo del cine. Tras debutar una década antes e intervenir en películas tan
variopintas como “Don Juan” o “La
máscara de Fu-Man-Chu”, por fin hallaría en los estudios MGM el escaparate
perfecto para convertirse en una de las principales actrices de la época dorada
de Hollywood.
Aunque haya
transcurrido media hora desde el inicio del filme, la cautivadora presencia de
Loy inunda la pantalla. Lástima que sólo luzca a lo largo de la película un
diseño del exquisito Adrian. Ese es
a mi parecer el único pero que puede ponerse a una película divertida de
verdad, que en su escasa hora y media de duración constituye un entretenimiento
de primer orden.
P.D. “Asesinato en la terraza” es el segundo de los filmes
que Loy y Baxter protagonizarían, rodarían un total de cuatro de los cuales
además de este el más célebre es “Estrictamente confidencial” dirigida por Frank
Capra.
Dos líneas
totalmente opuestas, convergieron en un musical estrenado con gran éxito en
1953. Los autores de la obra Robert
Wright y George Forrest, utilizaron dos fuentes tan dispares que sin
embargo acabaron en feliz comunión. El argumento en que se basa a la obra,
corresponde a la pieza teatral de mismo título obra del escritor de origen
alemán, nacido en Estados Unidos y de nacionalidad inglesa Edward Knoblock. La obra interpretada por el actor australiano Oscar Asche fue muy popular en ambas
lados del atlántico. Asche, que fue una de las personalidades teatrales más
influyentes de la primera mitad del siglo XX, pudo lucir todas sus habilidades
de histrión en elpapel del mendigo Hajj.
El título
original “Kismet” en turco y urdu viene a significar “destino”. El azaroso
destino es realmente el protagonista de esta divertida historia que prontamente
saltó a las pantallas de cine. En 1914 ya se produce un corto inspirado en la
obra, seis años más tarde se producirá una adaptación completa y en 1930 se
rueda una versión sonora protagonizada por el actor Ottis Skinner, quien más veces interpretó al príncipe mendigo, una
película lamentablemente perdida que contaba con alguna escena en Technicolor.
Como era costumbre en la época, se filmó a la par una versión en alemán cuyo
director William Dieterle, será el
encargado de dirigir la más conocida de todas las adaptaciones no musicales.
Producida en
1944 siguiendo la ola de fantasías orientales, surgidas a partir del rotundo
éxito de “El ladrón de Bagdad”, fue
el único producto de este tipo rodado por Metro-Goldwyn-Mayer. El elenco de la
cinta fue encabezado por dos figuras tan sugestivas como Ronald Colman y Marlene Dietrich. Once años después el estudio de
Culver City volvería a la carga con el mismo tema con la obra musical que hoy
nos ocupa.
Si el
argumento, pese a las variaciones sufridas, tenía una clara conexión con la
obra original, los motivos musicales diferían notablemente, ya que sus autores
lo que hicieron fue adaptar música del compositor ruso Alexander Borodin. Incluido en lo que se vino a llamar grupo de los
cinco junto a Mili Balákirev, César Cuí,
Modest Músorgski y Nikolái Rimski-Kórsakov, no se dedicó profesionalmente a
la música, era un notable químico que dejó pocas pero brillantes páginas que
son admiradas por todo buen melómano. De la mayoría de su producción Wright y Forrest
hicieron acopio para componer nuevas melodías, algo que ya habían hecho
anteriormente en “Song of Norway”
donde el autor expoliado fue en este caso Grieg.
Como era usual,
el productor Arthur Freed utilizó un
reparto compuesto por gente del estudio, comandado por Howard Keel, como el famoso mendigo que en la nueva obra musical se
le había añadido la condición de poeta. Curiosamente Keel había sido suplente
de Alfred Drake en Oklahoma. Drake había interpretado en
Broadway a Hajj y ahora Keel encarnaba al mismo personaje en el cine. El
barítono de Illinois llevaba desde 1950 en MGM, tras triunfar en los escenarios
londinenses en la postguerra y tenía a sus espaldas títulos tan famosos como “La reina del Oeste”, “Magnolia”, “Besame
Kate” y su cinta más popular “Siete
novias para siete hermanos”. Su magnífica presencia junto a su estupenda
voz, estuvieron al servicio del personaje, logrando una de las mejores
actuaciones de su carrera.
Ann Blyth llevaba en el mundillo artístico pesa a su edad casi quince
años. Después de debutar en el teatro con una obra de Lillian
Hellman “Alarma en el rhin” con la que estuvo de gira por más de dos años,
fue llevada a Hollywood por el cazatalentos de la Universal “Henry Koster”. Sería en el papel de la malvada Veda en
el clásico “Alma en suplicio” donde
comenzara a destacar. Después de un periplo cinematográfico donde hizo de todo
un poco, con filmes tan opuestos como “Fuerza
bruta” y “El mundo en sus manos” recalaría en MGM, donde empezaría a
especializarse en filmes musicales como “El
príncipe estudiante” y “Rose Marie”, aquí la vemos como Marsinah la
encantadora hija del mendigo. Su pareja en el filme, el cantante Vic Damone, es de lejos lo peor de la
película. Su hermosa voz no es suficiente para tapar su ineficaciacomo actor, pese a lo tenue de su rol del
joven califa. Muy popular durante la década de los cincuenta, su fama se
acrecentó al casarse con la actriz Pier
Angeli.
La sensual Dolores Gray por el contrario esta
estupenda en su rol. Lástima que el declive del género musical no nos hiciera
gozar más de su presencia. Decididamente la época dorada de los musicales MGM
llegaba a su fin y su mejor productor Arthur Freed como siempre rodeó la
película de los mejores talentos. El joven Andre
Previn dirigía la orquesta, Tony
Duquette diseñaba un fascinante vestuario, mientras que el exquisito Vincente Minelli estaba a los mandos.
La cinta fue
rebautizada en nuestro país cuando fue emitida por televisión en 1981, como “Un extraño en el paraíso”. Tal fue la
fama de esta canción inspirada en el inicio de las Danzas Polovtsianas,
pertenecientes a la ópera de Borodin “El
príncipe Igor”. En el cine la interpretaban a dúo Vic Damone y Ann Blyth,
pero tuvo multitud de versiones en muchos idiomas, siendo en nuestro país y en
la vecina Francia, tremendamente célebre la creada por la cantante catalana Gloria Lasso acompañada por la orquesta
de Frank Pourcel. En estos días del
caluroso estío, dejémonos guiar por el destino, en esta divertida cinta cuajada
de hermosos momentos musicales.
Cuán efímera es
la fama, la popularidad salvo honrosas excepciones tiene periodo de caducidad.
Así sucedió con Ursula Parrott, una
escritora norteamericana que gozó de las mieles del triunfo justo cuando todo
el país se convulsionaba por el crack bursátil de 1929. Su primera novela “Ex-wife” vendió 100.000 copias y
todavía fue más popular cuando fue llevada al cine por la actriz Norma Shearer con el título de “La divorciada”, ganando el oscar a la
mejor actriz.
Las ideas de
Parrott, modernas para su época, causaron tanta controversia como su agitada
vida sentimental. Casada cuatro veces, también se le relacionó sentimentalmente
con dos escritores tan populares como Scott
Fitztgerald y Sinclair Lewis. Lamentablemente en los últimos años de su
vida abandonó la escritura por lo que no pudo proseguir su lujoso modo de vida.
Después de numerosos escándalos, acabaría su vida víctima del cáncer en el pabellón
de caridad de un hospital neoyorquino, en el mayor de los olvidos.
Un año antes de
su fallecimiento, el estudio Universal había producido un remake basado en una
de sus narraciones más populares “Siempre
hay un mañana”. Douglas Sirk había dirigido esta nueva versión de las tres que
la productora había rodado con argumentos de la autora en la década de los
treinta. “Cuando volvamos a amarnos” la segunda de ellas, estaba basada en su
novela “Next time we love” mismo
título en el original inglés, publicada el año anterior 1935 y cuya versión
abreviada titulada "Say Goodbye
Again" se cita en los títulos de crédito como fuente de su argumento.
Se realizó como
vehículo para la gran estrella de la productora Margaret Sullavan. La actriz que había comenzado a despuntar en el
teatro en 1929, siempre vio el negocio de las películas como un medio con el
que pagar las facturas. Su auténtica pasión eran las tablas, esa es la causa
por la que no realizó más que dieciséis filmes a lo largo de su carrera. Al
igual que Parrott se casó en cuatro ocasiones, su primer marido había sido
Henry Fonda con el que sólo estuvo casada un par de meses, en el momento del
rodaje de esta película su esposo era el director William Wyller con el que había rodado una estupenda comedia “Una chica angelical”. Un título que no
casaba demasiado con la temperamental actriz, a la que tenía miedo según las
malas lenguas el mismísimo Louis B.
Mayer.
En este caso
volvía al melodrama, un género por el que venía apostando Universal, desde
comienzo de la década de los treinta. Junto a las películas de monstruos, estos
dramas eran los más populares del estudio, siendo sus directores más
prestigiosos John M. Stahll y James
Whale. Aquí se encargó de la dirección el eficaz Edward H. Griffith, un artesano del medio con mucho oficio a sus
espaldas. Sullavan en un principio no estaba entusiasmada con el proyecto, por
lo que puso como condición que fuera James
Stewart su pareja.
El luego mítico
actor, era un primerizo en Hollywood, donde sólo había hecho dos papeles
secundarios en MGM (La voz que acusa y
Rose Marie), el estudio que le tenía bajo contrato. Sullavan conocía a
James ya que era el mejor amigo de su ex marido James Stewart. Muchos de los
biógrafos de Stewart ponen de relieve la importancia de Margaret Sullavan en la
carrera del actor. Gracias a sus consejos superó sus titubeos iniciales,
logrando una gran actuación.
Tal fue el
cambio que experimentó el actor, que cuando volvió de nuevo a MGM parecía otro.
La seguridad que había adquirido fue fundamental para llegar a ser con el
tiempo uno de los mejores actores que se recuerdan. La química existente entre
la pareja, que según parece fuemás allá
de los platós de cine, queda patente desde la escena inicial del filme. Un
brillante inicio en que una joven pareja de novios, en el momento en que va a
arrancar el tren que les separará durante más de un año, ya que ella debe
acabar la universidad, decide dejar sus planes y casarse. Pero las profesiones
de ambos, él corresponsal en el extranjero de un periódico y ella actriz de
teatro, se tornaran incompatibles para una vida en común.
Una argumento
poco apasionante al que tampoco contribuyó el guion bastante plano de Melville Baker. Preston Sturges al parecer había empezado con el tema, pero tras
dos semanas abandonó el proyecto. No obstante la excelente actuación de la
pareja principal hace que la película resulte mucho más atractiva de lo que a
priori pudiera parecer. Cuando dos años después Sullavan firmara por MGM se
volvió a reunir con Stewart en tres películas más: “El ángel negro”, “Tormenta mortal” y en medio de ambas, su única
comedia juntos y su filme más recordado “El
bazar de las sorpresas” de Ernst Lubitsch.
Como tercero en
discordia, tenemos a Ray Milland en
uno de sus primeros papeles de relieve, siendo esta la última vez que apareció
en los créditos como Raymond Milland. También está el siempre eficaz Grant Mitchell y en un pequeño papel Hattie McDaniel la inolvidable Mammy de
“Lo que el viento se llevó”.
Nos hallamos
pues ante un agradable melodrama, que nunca cae en la desmesura. Los temas que trata
como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y la conciliación de la vida
laboral y familiar, están tratados desde una óptica progresista teniendo en
cuenta el año en que se realizó. El filme muestra una manera de enfocar la
relación de pareja que raramente se había mostrado en el cine y que se adelanta
a un filme posterior de mensaje mucho más conservador como es “La mujer del año”
de George Stevens. Todo ello fruto de una mujer comprometida y adelantada a su
tiempo como fue Ursula Parrott. A ella y la maravillosa pareja formada por
James Stewart y Margaret Sullavan va dedicada esta entrada.
Cuando en 1908 aparece en las librerías
“Sangre y arena” obtiene un gran éxito, algo ya habitual en el escritor
valenciano. Una novela que aunque ambientada en el mundo taurino, trata de
temas universales como son el miedo, la pasión, los celos, la fama y la
posterior caída. Además no está exente de una crítica social al país atrasado que
retrata. El oficio de torero se erige como una oportunidad para salir de la
pobreza. Pero es el triángulo amoroso formado por el torero Juan Gallardo, su
esposa Carmen y la tercera en discordia Doña Sol, una aristócrata corrompida
que será la desencadenante de la tragedia.
Ya en 1916 el
propio autor rueda asesorado por Max
André la primera versión cinematográfica de su novela. En 1922 Rodolfo
Valentino protagoniza una nueva adaptación después de haber alcanzado la fama
con otra ficción de Blasco Ibáñez “Los
cuatro jinetes del apocalipsis”. La película dirigida por Fred Niblo contó con la bella Nita Naldi en el papel de Doña Sol,
vampiresa oficial de la Paramount que poco después sería la malvada Sally Lung
en la parte contemporánea de “Los diez
mandamientos”.
Los españoles
tuvieron que esperar hasta 1949 para poder ver esta bella versión dirigida ocho
años antes por Rouben Maomulian. En
un artículo publicado en el ABC sevillano el 15 de Julio de 1992, reseñando
esta película con motivo de su inclusión el ciclo “Andalucía en el cine” dentro
de los fastos de la EXPO 92, Miguel Olid atribuía que las ideas republicanas de
Blasco pudieran haber motivado ese retraso tan prolongado. Lo único cierto es que
a finales del año anterior, el director Rafael Gil, uno de los hombres más considerados
del régimen había estrenado una nueva adaptación de “Mare Nostrum” una de las obras más famosas del autor valenciano con
María Felix y Fernando Rey como
protagonistas. En Francia no se estrenó hasta 1947 y en Alemania occidental en
1950, fechas muy similares pueden hallarse en otros países europeos que debían
de ponerse al día, tras faltar las producciones americanas de sus carteleras
durante la contienda mundial y en nuestro caso durante la guerra civil.
Fueran cuales
fueran las causas, la verdad es que la película cosechó en nuestro país un gran
éxito, al igual que lo había sido en medio mundo. Ya en 1948 se había
reestrenado en las pantallas norteamericanas, y el cómico Mario Moreno
Cantinflas aparecía en una película rodada el mismo 1941 titulada “Ni sangre ni arena” donde sonaba constantemente el
pasodoble “La virgen de la Macarena” pasodoble bolero de Bernardo Bautista Monterde y Antonio Ortiz Calero que sonaba en los
títulos de crédito del filme de la Fox.
El exquisito
director de origen armenio, con poco más de cuarenta años tenía a sus espaldas
un gran bagaje tanto en el teatro como en el cine. Volvía a utilizar el
TECHNICOLOR tras haber dirigido en 1935 el primer largometraje realizado con la
nueva técnica de tres bandas “La feria
de las vanidades”. En los seis años transcurridos la novedosa técnica se
había perfeccionado, permitiéndole utilizar el color como un elemento emocional
más. Ayudado por los cámaras Ernest
Palmer y Ray Rennahan (quien ya había coincidido con Maomulian en la
aludida adaptación de la obra de Thackeray) quiso recrear la iluminación de los
grandes maestros de la “escuela española” como El Greco y Velazquez.
Antes de ceder
los derechos de la novela a la Fox, Paramount había anunciado en 1932 una
adaptación de “Sangre y arena” con un cuanto menos extraño reparto: Cary Grant y Tallulah Bankhead, que al final no se
llevó a cabo. El elenco de esta nueva versión estaba encabezado por Tyrone Power y Linda Darnell como
Gallardo y su esposa, protagonistas así mismo de la última película de
Maomulian “El signo del zorro”. Esta
sería la última colaboración de la pareja, tras haber coincidido también en “Tejados de vidrio y El hombre de la
frontera). En cuanto al papel de Doña Sol, se barajaron varias opciones. Al
principio se pensó en Hedy Lamarr,
pero su estudio MGM no estaba por la labor. Luego hubo varias aspirantes: Gene Tierney, Betty Grable, Jane Russell,
Dorothy Lamour y María Montez. Finalmente una joven starlette de Columbia
llamada Rita Hayworth, se haría con
el papel que la consagraría definitivamente tras ya haber destacado en “Ángeles sobre Broadway y La pelirroja”.
El guion corrió
a cargo de otro hombre proveniente del teatro Jo Swerling. Autor de uno de los primeros espectáculos de Los Hermanos Marx en Broadway, llegó a
Hollywood tras la crisis teatral provocada por el crack del 29. Después de ser
el primer colaborador de Frank Capra, participó en multitud de proyectos (Pasaporte a la fama, Fueros humanos, La
jungla en armas etc.) siendo nominado al año siguiente de esta película por
la famosa biografía de la estrella del béisbol 'Lou' Gehrig titulada “El orgullo de los yanquis”.
Como era
predecible la adaptación de Swerling se centra en el conflicto amoroso a tres
bandas de la novela, sin por ello tener sus momentos de crítica social, casi
todos ellos en boca de “El nacional” banderillero de la cuadrilla de Juan
Gallardo, al que da vida John Carradine.
En sus frases denuncia a el analfabetismo como raíz de los males que padece el país.
También está presente esa costumbre muy española de enaltecer al ídolo para
luego derribarlo estrepitosamente, cuyo máximo exponente es el crítico taurino
Don Curro, interpretado por un actor de breve carrera truncada por su muerte a
los 31 años llamado Laird Cregard, a
quien siempre recordaremos como elegante Lucifer en la cinta de Lubitsch “El
diablo dijo no”.Un joven Anthony Quinn encarna a Manolo de Palma,
el rival taurino de Gallardo, y la otrora exótica estrella del cine mudo Alla Nazimova, representaba a Angustias
la madre del diestro.
Mientras Tyrone
Power lucia en sus escenas como torero dos perfectas réplicas de los trajes utilizados
por el célebre matador azteca “Armillita”,
el resto del vestuario fue diseñado por el célebre Travis Banton que en la década anterior había sido a la Paramount
lo que en MGM fuera Adrian, siendo
fundamental su aportación en el look definitivo de dos de las grandes estrellas
del estudio Marlene Dietrich y Claudette
Colbert. En su etapa en la Fox y posteriormente en Columbia, sería capital
para potenciar el glamour y la sensualidad de Rita Hayworth.
Uno de los
elementos esenciales de las películas del Hollywood clásico era la música.
Alfred Newman encargado de escribir la partitura invitó al guitarrista
madrileño Vicente Gómez a que
escribiera motivos musicales apropiados para el filme. Virtuoso de la guitarra
clásica su nombre es en España menos popular que otros contemporáneos suyos
como Segovia, Yepes o Sainz de la Maza,
debido a que permaneció en el exilio por su oposición al régimen
franquista. Posteriormente nacionalizado norteamericano, en los años anteriores
a la guerra civil intervino en alguna producción cinematográfica como “Morena Clara”.Cuando Newman lo llama, la fama de Gómez en
Estados Unidos era ya considerable grabando discos para la productora Decca y
teniendo su propio programa radiofónico. Fruto de su inspiración fueron varias melodías
que surgen a través de todo el filme, entre ellas “Verde luna” que canta
doblada Rita Hayworth y que en España versionó Mercedes Vecino. Pero la melodía que resuena más a lo largo de toda
la película es el “Romance de amor” composición de ignota autoría que sería
luego popularizada por Narciso Yepes en el filme francés “Juegos prohibidos” y que suele conocerse como “Romance anónimo”.
Todos estos
elementos confluyen en este apasionado drama romántico, dotado de todo el
glamour y estética del mejor cine clásico. Una hermosa película que es un
magnífico exponente del potencial del Hollywood dorado como fábrica de sueños.