martes, 29 de julio de 2014

Asesinato en la terraza (1933) Entretenimiento asegurado

         La productora Cosmopolitan, es ante todo conocida por ser el vehículo que el magnate William Randolph Hearst utilizó para lanzar a su pareja Marion Davies como estrella cinematográfica. Pero además de los títulos que ella protagonizó, la productora del magnate de la prensa, figura en los créditos de películas tan famosas como “El joven Lincoln” de Ford o “La cena de los acusados”.
 
         Filmada un año antes que esta última, “Asesinato en la terraza” tiene muchos puntos de conexión con la película basada en la novela de Hammett.  Se trata de una intriga detectivesca con aires de comedia, que fue dirigida por el mismo director, coprotagonizada por Mirna Loy y en el que el principal actor secundario es también Nat Pendleton. En su juventud atleta olímpico y posteriormente afamado púgil de lucha libre, Pendleton aparecería en 114 películas y cortos en una dilatada carrera, donde siempre cumplió con eficiencia su cometido.
         Una de las características del contrato que Hearst filmaba con las grandes productoras (Paramount hasta 1923, MGM hasta 1936 y en Fox hasta su última producción en 1939) es que los argumentos para los filmes podían basarse en los relatos que publicaban las numerosas revistas de su grupo editorial. Precisamente esta cinta estaba basada en un relato de Arthur Somers Roche publicado en el Cosmopolitan Magazine cuya portada ilustra los créditos del filme. Somers Roche era uno de los más prolíficos y populares autores de novelas policíacas, que desgraciadamente falleció dos años más tarde en 1935 cuando sólo contaba 51 años.
 
 Sus narraciones tenían un estilo ágil y desenfadado, algo que cuadraba a la perfección con las características del director  W. S. Van Dyke.  Esto se demuestra desde el mismo inicio en que vemos como el director de un periódico tiene una corazonada y decide dar a las prensas por adelantado el veredicto del jurado en un caso criminal. Pero no cuenta con la habilidad del abogado defensor que consigue la absolución del gangster Tony Gazzotti (Nat Pendleton). Entre el letrado Durant interpretado por Warner Baxter y el delincuente se forjará una leal amistad que será determinante en el desenlace del filme.
-Una chica elegante, invítela a cenar a casa. No lo tomará en serio, sino la retiene hasta mañana
-Habrá que retenerla ¿No?
         Este diálogo “Precode” es la presentación por parte del hampón de la bella Gertie Waxted, de dudosa reputación y encantadora presencia interpretada por Mirna Loy. Ella es la llave para que Durant consiga resolver el asesinato al que alude el título. Lógicamente entre ellos surgirá el amor. Mientras Warner Baxter al que recordamos en el post dedicado a “En el viejo Arizona” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/05/en-el-viejo-arizona-1929-o-como-raoul.html) se hallaba en la cúspide de la fama, Mirna Loy luchaba por afianzarse en el mundo del cine. Tras debutar una década antes e intervenir en películas tan variopintas como “Don Juan” o “La máscara de Fu-Man-Chu”, por fin hallaría en los estudios MGM el escaparate perfecto para convertirse en una de las principales actrices de la época dorada de Hollywood.
 
         Aunque haya transcurrido media hora desde el inicio del filme, la cautivadora presencia de Loy inunda la pantalla. Lástima que sólo luzca a lo largo de la película un diseño del exquisito Adrian. Ese es a mi parecer el único pero que puede ponerse a una película divertida de verdad, que en su escasa hora y media de duración constituye un entretenimiento de primer orden.
P.D. “Asesinato en la terraza” es el segundo de los filmes que Loy y Baxter protagonizarían, rodarían un total de cuatro de los cuales además de este el más célebre es “Estrictamente confidencial” dirigida por Frank Capra.
 
 

martes, 22 de julio de 2014

Un extraño en el paraíso 1955) Los azares del destino.

 

         Dos líneas totalmente opuestas, convergieron en un musical estrenado con gran éxito en 1953. Los autores de la obra Robert Wright y George Forrest, utilizaron dos fuentes tan dispares que sin embargo acabaron en feliz comunión. El argumento en que se basa a la obra, corresponde a la pieza teatral de mismo título obra del escritor de origen alemán, nacido en Estados Unidos y de nacionalidad inglesa Edward Knoblock. La obra interpretada por el actor australiano Oscar Asche fue muy popular en ambas lados del atlántico. Asche, que fue una de las personalidades teatrales más influyentes de la primera mitad del siglo XX, pudo lucir todas sus habilidades de histrión en el  papel del mendigo Hajj.

 

         El título original “Kismet” en turco y urdu viene a significar “destino”. El azaroso destino es realmente el protagonista de esta divertida historia que prontamente saltó a las pantallas de cine. En 1914 ya se produce un corto inspirado en la obra, seis años más tarde se producirá una adaptación completa y en 1930 se rueda una versión sonora protagonizada por el actor Ottis Skinner, quien más veces interpretó al príncipe mendigo, una película lamentablemente perdida que contaba con alguna escena en Technicolor. Como era costumbre en la época, se filmó a la par una versión en alemán cuyo director William Dieterle, será el encargado de dirigir la más conocida de todas las adaptaciones no musicales.

 

         Producida en 1944 siguiendo la ola de fantasías orientales, surgidas a partir del rotundo éxito de “El ladrón de Bagdad”, fue el único producto de este tipo rodado por Metro-Goldwyn-Mayer. El elenco de la cinta fue encabezado por dos figuras tan sugestivas como Ronald Colman y Marlene Dietrich. Once años después el estudio de Culver City volvería a la carga con el mismo tema con la obra musical que hoy nos ocupa.

 
 

         Si el argumento, pese a las variaciones sufridas, tenía una clara conexión con la obra original, los motivos musicales diferían notablemente, ya que sus autores lo que hicieron fue adaptar música del compositor ruso Alexander Borodin. Incluido en lo que se vino a llamar grupo de los cinco junto a Mili Balákirev, César Cuí, Modest Músorgski y Nikolái Rimski-Kórsakov, no se dedicó profesionalmente a la música, era un notable químico que dejó pocas pero brillantes páginas que son admiradas por todo buen melómano. De la mayoría de su producción Wright y Forrest hicieron acopio para componer nuevas melodías, algo que ya habían hecho anteriormente en “Song of Norway” donde el autor expoliado fue en este caso Grieg.

 

         Como era usual, el productor Arthur Freed utilizó un reparto compuesto por gente del estudio, comandado por Howard Keel, como el famoso mendigo que en la nueva obra musical se le había añadido la condición de poeta. Curiosamente Keel había sido suplente de Alfred Drake en Oklahoma. Drake había interpretado en Broadway a Hajj y ahora Keel encarnaba al mismo personaje en el cine. El barítono de Illinois llevaba desde 1950 en MGM, tras triunfar en los escenarios londinenses en la postguerra y tenía a sus espaldas títulos tan famosos como “La reina del Oeste”, “Magnolia”, “Besame Kate” y su cinta más popular “Siete novias para siete hermanos”. Su magnífica presencia junto a su estupenda voz, estuvieron al servicio del personaje, logrando una de las mejores actuaciones de su carrera.

 
 
 
 

         Ann Blyth llevaba en el mundillo artístico pesa a su edad casi quince años. Después de debutar en el teatro con una obra de  Lillian Hellman “Alarma en el rhin” con la que estuvo de gira por más de dos años, fue llevada a Hollywood por el cazatalentos de la Universal “Henry Koster”. Sería en el papel de la malvada Veda en el clásico “Alma en suplicio” donde comenzara a destacar. Después de un periplo cinematográfico donde hizo de todo un poco, con filmes tan opuestos como “Fuerza bruta” y “El mundo en sus manos” recalaría en MGM, donde empezaría a especializarse en filmes musicales como “El príncipe estudiante” y “Rose Marie”, aquí la vemos como Marsinah la encantadora hija del mendigo. Su pareja en el filme, el cantante Vic Damone, es de lejos lo peor de la película. Su hermosa voz no es suficiente para tapar su ineficacia  como actor, pese a lo tenue de su rol del joven califa. Muy popular durante la década de los cincuenta, su fama se acrecentó al casarse con la actriz Pier Angeli.

 

         La sensual Dolores Gray por el contrario esta estupenda en su rol. Lástima que el declive del género musical no nos hiciera gozar más de su presencia. Decididamente la época dorada de los musicales MGM llegaba a su fin y su mejor productor Arthur Freed como siempre rodeó la película de los mejores talentos. El joven Andre Previn dirigía la orquesta, Tony Duquette diseñaba un fascinante vestuario, mientras que el exquisito Vincente Minelli estaba a los mandos.

 
 

         La cinta fue rebautizada en nuestro país cuando fue emitida por televisión en 1981, como “Un extraño en el paraíso”. Tal fue la fama de esta canción inspirada en el inicio de las Danzas Polovtsianas, pertenecientes a la ópera de Borodin “El príncipe Igor”. En el cine la interpretaban a dúo Vic Damone y Ann Blyth, pero tuvo multitud de versiones en muchos idiomas, siendo en nuestro país y en la vecina Francia, tremendamente célebre la creada por la cantante catalana Gloria Lasso acompañada por la orquesta de Frank Pourcel. En estos días del caluroso estío, dejémonos guiar por el destino, en esta divertida cinta cuajada de hermosos momentos musicales.
 

 
 
 
 
 
 

sábado, 12 de julio de 2014

Cuando volvamos a amarnos (1936) Ursula Parrott y una pareja excepcional


         Cuán efímera es la fama, la popularidad salvo honrosas excepciones tiene periodo de caducidad. Así sucedió con Ursula Parrott, una escritora norteamericana que gozó de las mieles del triunfo justo cuando todo el país se convulsionaba por el crack bursátil de 1929. Su primera novela “Ex-wife” vendió 100.000 copias y todavía fue más popular cuando fue llevada al cine por la actriz Norma Shearer con el título de “La divorciada”, ganando el oscar a la mejor actriz.

 
 

         Las ideas de Parrott, modernas para su época, causaron tanta controversia como su agitada vida sentimental. Casada cuatro veces, también se le relacionó sentimentalmente con dos escritores tan populares como Scott Fitztgerald y Sinclair Lewis. Lamentablemente en los últimos años de su vida abandonó la escritura por lo que no pudo proseguir su lujoso modo de vida. Después de numerosos escándalos, acabaría su vida víctima del cáncer en el pabellón de caridad de un hospital neoyorquino, en el mayor de los olvidos.

 

         Un año antes de su fallecimiento, el estudio Universal había producido un remake basado en una de sus narraciones más populares “Siempre hay un mañana”. Douglas Sirk había dirigido esta nueva versión de las tres que la productora había rodado con argumentos de la autora en la década de los treinta. “Cuando volvamos a amarnos” la segunda de ellas, estaba basada en su novela “Next time we love” mismo título en el original inglés, publicada el año anterior 1935 y cuya versión abreviada titulada "Say Goodbye Again" se cita en los títulos de crédito como fuente de su argumento.

 

         Se realizó como vehículo para la gran estrella de la productora Margaret Sullavan. La actriz que había comenzado a despuntar en el teatro en 1929, siempre vio el negocio de las películas como un medio con el que pagar las facturas. Su auténtica pasión eran las tablas, esa es la causa por la que no realizó más que dieciséis filmes a lo largo de su carrera. Al igual que Parrott se casó en cuatro ocasiones, su primer marido había sido Henry Fonda con el que sólo estuvo casada un par de meses, en el momento del rodaje de esta película su esposo era el director William Wyller con el que había rodado una estupenda comedia “Una chica angelical”. Un título que no casaba demasiado con la temperamental actriz, a la que tenía miedo según las malas lenguas el mismísimo Louis B. Mayer.

 

         En este caso volvía al melodrama, un género por el que venía apostando Universal, desde comienzo de la década de los treinta. Junto a las películas de monstruos, estos dramas eran los más populares del estudio, siendo sus directores más prestigiosos John M. Stahll y James Whale. Aquí se encargó de la dirección el eficaz Edward H. Griffith, un artesano del medio con mucho oficio a sus espaldas. Sullavan en un principio no estaba entusiasmada con el proyecto, por lo que puso como condición que fuera James Stewart su pareja.

 

         El luego mítico actor, era un primerizo en Hollywood, donde sólo había hecho dos papeles secundarios en MGM (La voz que acusa y Rose Marie), el estudio que le tenía bajo contrato. Sullavan conocía a James ya que era el mejor amigo de su ex marido James Stewart. Muchos de los biógrafos de Stewart ponen de relieve la importancia de Margaret Sullavan en la carrera del actor. Gracias a sus consejos superó sus titubeos iniciales, logrando una gran actuación.

 

         Tal fue el cambio que experimentó el actor, que cuando volvió de nuevo a MGM parecía otro. La seguridad que había adquirido fue fundamental para llegar a ser con el tiempo uno de los mejores actores que se recuerdan. La química existente entre la pareja, que según parece fue  más allá de los platós de cine, queda patente desde la escena inicial del filme. Un brillante inicio en que una joven pareja de novios, en el momento en que va a arrancar el tren que les separará durante más de un año, ya que ella debe acabar la universidad, decide dejar sus planes y casarse. Pero las profesiones de ambos, él corresponsal en el extranjero de un periódico y ella actriz de teatro, se tornaran incompatibles para una vida en común.

 

         Una argumento poco apasionante al que tampoco contribuyó el guion bastante plano de Melville Baker. Preston Sturges al parecer había empezado con el tema, pero tras dos semanas abandonó el proyecto. No obstante la excelente actuación de la pareja principal hace que la película resulte mucho más atractiva de lo que a priori pudiera parecer. Cuando dos años después Sullavan firmara por MGM se volvió a reunir con Stewart en tres películas más: “El ángel negro”, “Tormenta mortal” y en medio de ambas, su única comedia juntos y su filme más recordado “El bazar de las sorpresas” de Ernst Lubitsch.

 

         Como tercero en discordia, tenemos a Ray Milland en uno de sus primeros papeles de relieve, siendo esta la última vez que apareció en los créditos como Raymond Milland. También está el siempre eficaz Grant Mitchell y en un pequeño papel Hattie McDaniel la inolvidable Mammy de “Lo que el viento se llevó”.

 

         Nos hallamos pues ante un agradable melodrama, que nunca cae en la desmesura. Los temas que trata como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y la conciliación de la vida laboral y familiar, están tratados desde una óptica progresista teniendo en cuenta el año en que se realizó. El filme muestra una manera de enfocar la relación de pareja que raramente se había mostrado en el cine y que se adelanta a un filme posterior de mensaje mucho más conservador como es “La mujer del año” de George Stevens. Todo ello fruto de una mujer comprometida y adelantada a su tiempo como fue Ursula Parrott. A ella y la maravillosa pareja formada por James Stewart y Margaret Sullavan va dedicada esta entrada.

 
 
 
 
 
 
 

lunes, 7 de julio de 2014

Sangre y arena (1949).La pasión en Technicolor


                  Cuando en 1908 aparece en las librerías “Sangre y arena” obtiene un gran éxito, algo ya habitual en el escritor valenciano. Una novela que aunque ambientada en el mundo taurino, trata de temas universales como son el miedo, la pasión, los celos, la fama y la posterior caída. Además no está exente de una crítica social al país atrasado que retrata. El oficio de torero se erige como una oportunidad para salir de la pobreza. Pero es el triángulo amoroso formado por el torero Juan Gallardo, su esposa Carmen y la tercera en discordia Doña Sol, una aristócrata corrompida que será la desencadenante de la tragedia.

 

         Ya en 1916 el propio autor rueda asesorado por Max André la primera versión cinematográfica de su novela. En 1922 Rodolfo Valentino protagoniza una nueva adaptación después de haber alcanzado la fama con otra ficción de Blasco Ibáñez “Los cuatro jinetes del apocalipsis”. La película dirigida por Fred Niblo contó con la bella Nita Naldi en el papel de Doña Sol, vampiresa oficial de la Paramount que poco después sería la malvada Sally Lung en la parte contemporánea de “Los diez mandamientos”.

 

         Los españoles tuvieron que esperar hasta 1949 para poder ver esta bella versión dirigida ocho años antes por Rouben Maomulian. En un artículo publicado en el ABC sevillano el 15 de Julio de 1992, reseñando esta película con motivo de su inclusión el ciclo “Andalucía en el cine” dentro de los fastos de la EXPO 92, Miguel Olid atribuía que las ideas republicanas de Blasco pudieran haber motivado ese retraso tan prolongado. Lo único cierto es que a finales del año anterior, el director Rafael Gil, uno de los hombres más considerados del régimen había estrenado una nueva adaptación de “Mare Nostrum” una de las obras más famosas del autor valenciano con María Felix y Fernando Rey como protagonistas. En Francia no se estrenó hasta 1947 y en Alemania occidental en 1950, fechas muy similares pueden hallarse en otros países europeos que debían de ponerse al día, tras faltar las producciones americanas de sus carteleras durante la contienda mundial y en nuestro caso durante la guerra civil.

 

         Fueran cuales fueran las causas, la verdad es que la película cosechó en nuestro país un gran éxito, al igual que lo había sido en medio mundo. Ya en 1948 se había reestrenado en las pantallas norteamericanas, y el cómico Mario Moreno Cantinflas aparecía en una película rodada el mismo 1941 titulada “Ni sangre ni arena” donde sonaba constantemente el pasodoble “La virgen de la Macarena” pasodoble bolero de Bernardo Bautista Monterde y Antonio Ortiz Calero que sonaba en los títulos de crédito del filme de la Fox.

 

         El exquisito director de origen armenio, con poco más de cuarenta años tenía a sus espaldas un gran bagaje tanto en el teatro como en el cine. Volvía a utilizar el TECHNICOLOR tras haber dirigido en 1935 el primer largometraje realizado con la nueva técnica de tres bandas “La feria de las vanidades”. En los seis años transcurridos la novedosa técnica se había perfeccionado, permitiéndole utilizar el color como un elemento emocional más. Ayudado por los cámaras Ernest Palmer y Ray Rennahan (quien ya había coincidido con Maomulian en la aludida adaptación de la obra de Thackeray) quiso recrear la iluminación de los grandes maestros de la “escuela española” como El Greco y Velazquez.

 

         Antes de ceder los derechos de la novela a la Fox, Paramount había anunciado en 1932 una adaptación de “Sangre y arena” con un cuanto menos extraño reparto: Cary Grant y  Tallulah Bankhead, que al final no se llevó a cabo. El elenco de esta nueva versión estaba encabezado por Tyrone Power y Linda Darnell como Gallardo y su esposa, protagonistas así mismo de la última película de Maomulian “El signo del zorro”. Esta sería la última colaboración de la pareja, tras haber coincidido también en “Tejados de vidrio y El hombre de la frontera). En cuanto al papel de Doña Sol, se barajaron varias opciones. Al principio se pensó en Hedy Lamarr, pero su estudio MGM no estaba por la labor. Luego hubo varias aspirantes: Gene Tierney, Betty Grable, Jane Russell, Dorothy Lamour y María Montez. Finalmente una joven starlette de Columbia llamada Rita Hayworth, se haría con el papel que la consagraría definitivamente tras ya haber destacado en “Ángeles sobre Broadway y La pelirroja”.

 

         El guion corrió a cargo de otro hombre proveniente del teatro Jo Swerling. Autor de uno de los primeros espectáculos de Los Hermanos Marx en Broadway, llegó a Hollywood tras la crisis teatral provocada por el crack del 29. Después de ser el primer colaborador de Frank Capra, participó en multitud de proyectos (Pasaporte a la fama, Fueros humanos, La jungla en armas etc.) siendo nominado al año siguiente de esta película por la famosa biografía de la estrella del béisbol 'Lou' Gehrig titulada “El orgullo de los yanquis”.

 
 

         Como era predecible la adaptación de Swerling se centra en el conflicto amoroso a tres bandas de la novela, sin por ello tener sus momentos de crítica social, casi todos ellos en boca de “El nacional” banderillero de la cuadrilla de Juan Gallardo, al que da vida John Carradine. En sus frases denuncia a el analfabetismo como raíz de los males que padece el país. También está presente esa costumbre muy española de enaltecer al ídolo para luego derribarlo estrepitosamente, cuyo máximo exponente es el crítico taurino Don Curro, interpretado por un actor de breve carrera truncada por su muerte a los 31 años llamado Laird Cregard, a quien siempre recordaremos como elegante Lucifer en la cinta de Lubitsch “El diablo dijo no”.  Un joven Anthony Quinn encarna a Manolo de Palma, el rival taurino de Gallardo, y la otrora exótica estrella del cine mudo Alla Nazimova, representaba a Angustias la madre del diestro.
 

 
 
 

         Mientras Tyrone Power lucia en sus escenas como torero dos perfectas réplicas de los trajes utilizados por el célebre matador azteca “Armillita”, el resto del vestuario fue diseñado por el célebre Travis Banton que en la década anterior había sido a la Paramount lo que en MGM fuera Adrian, siendo fundamental su aportación en el look definitivo de dos de las grandes estrellas del estudio Marlene Dietrich y Claudette Colbert. En su etapa en la Fox y posteriormente en Columbia, sería capital para potenciar el glamour y la sensualidad de Rita Hayworth.

 
 

         Uno de los elementos esenciales de las películas del Hollywood clásico era la música. Alfred Newman encargado de escribir la partitura invitó al guitarrista madrileño Vicente Gómez a que escribiera motivos musicales apropiados para el filme. Virtuoso de la guitarra clásica su nombre es en España menos popular que otros contemporáneos suyos como Segovia, Yepes o Sainz de la Maza, debido a que permaneció en el exilio por su oposición al régimen franquista. Posteriormente nacionalizado norteamericano, en los años anteriores a la guerra civil intervino en alguna producción cinematográfica como “Morena Clara”.  Cuando Newman lo llama, la fama de Gómez en Estados Unidos era ya considerable grabando discos para la productora Decca y teniendo su propio programa radiofónico. Fruto de su inspiración fueron varias melodías que surgen a través de todo el filme, entre ellas “Verde luna” que canta doblada Rita Hayworth y que en España versionó Mercedes Vecino. Pero la melodía que resuena más a lo largo de toda la película es el “Romance de amor” composición de ignota autoría que sería luego popularizada por Narciso Yepes en el filme francés “Juegos prohibidos” y que suele conocerse como “Romance anónimo”.

 
 

         Todos estos elementos confluyen en este apasionado drama romántico, dotado de todo el glamour y estética del mejor cine clásico. Una hermosa película que es un magnífico exponente del potencial del Hollywood dorado como fábrica de sueños.