martes, 12 de mayo de 2015

El rey de reyes (1927) El evangelio según DeMille

 
 
Escena de la resurrección rodada en Technicolor de 2 bandas
 

Siendo la sociedad que vio nacer el cine mayoritariamente cristiana, es lógico que desde un principio se pensara en que llevar la vida de Cristo al nuevo medio sería un gran negocio. Ya en 1898 empezaran estos acercamientos, destacando la producción francesa “La vida y pasión de Jesucristo” rodada entre 1902 y 1907 por la casa Pathe. Esta popular obra dirigida por Ferdinand Zecca excepto los tres últimos cuadros cuyo autor es Lucien Nonget, no pasa de ser una sucesión de estampas estáticas, donde la teatralidad es más que evidente. El español Segundo de Chomón intervino en la fotografía y los efectos visuales de la obra, cuya iconografía nos recuerda los viejos libros de historia sagrada.
 
En la siguiente década, concretamente en 1912, Sidney Olcott viajó hasta Palestina para rodar in situ, una nueva versión que tituló “Del pesebre a la cruz”. Estaba producida por la empresa Kalem, la misma que unos años atrás filmó una versión “pirata” de Ben-Hur. Pese a estar rodada en “Tierra Santa” la cinta tiene un ritmo bastante pedestre, no resistiendo la comparación con las películas épicas que por aquel entonces se rodaban en Italia.
Del pesebre a la Cruz rodada en Tierra Santa
 
       Precisamente estos filmes espectaculares, causaron gran impresión en D.W. Griffith, quién en 1916 incluyó la pasión de Cristo, como una de las historias que confluían en su obra “Intolerancia”. El cine italiano y francés, siguieron narrando la pasión sin grandes novedades. Tras la Gran Guerra encontramos dos brillantes películas alemanas sobre el tema. “Der Galilaer” dirigida por  Dimitri Buchowetzki, en casi una hora nos cuenta los principales acontecimientos de la Pasión de Cristo. Interpretado por Adolf Faßnacht, famoso por representar al Mesías en multitud de teatros de Centroeuropa, mientras su hermano Georg interpretaba a su antagonista Judas. Además de contar con multitud de extras, es notable el trabajo de su director con planos de difícil ejecución y gran belleza. Sus estereotipos antisemitas son sin duda lo peor de esta película.
Griffhit con DeMille en una foto promocional de Rey de Reyes
 
Der Galilaer
 
       Dos años más tarde se estrena INRI. Su director fue Robert Wiene, conocido sobre todo por su excelente filme “El gabinete del Doctor Caligary”. En ella un capellán contaba a un anarquista detenido por intento de asesinato, como era mejor morir por los demás que asesinar por un ideal, ilustrándolo con la vida de Cristo. Contó con la plana mayor de los estrellas del cine germano de la época, destacando la composición de mujer fuerte que hace Asta Nielsen, como la Virgen María.
Precisamente DeMille en un principio pensaba combinar una historia moderna con la pasión de Cristo. Un modo de narrar historias bíblicas tan en boga en la época y que el mismo había utilizado en su película más famosa hasta el momento “Los diez mandamientos”. Había transcurrido tres años desde ese gigantesco éxito y el gran director se había independizado de su productora Paramount.
Una divertida foto de DeMille durante el rodaje
Sus problemas con el máximo mandatario de Paramount Adolph Zukor, se originaron durante el rodaje de “Los diez mandamientos”, ante sus altos costos. Ni la excelente recaudación lograda, que triplicaba lo invertido, consiguió cerrar la herida. DeMille seguía gastando, más y más, así que Zukor decidió no renovar su contrato, por lo que el director decidió aventurarse como productor independiente.
Zukor patrón de la Paramount
Hasta ahora, los productores estaban acostumbrados a no realizar grandes inversiones. Pensaban que el público llenaría igualmente las salas de cine. Serían personajes como Fairbanks, Griffith, Rex Ingram o DeMille, los que conseguirían gracias a su audacia personal, crear las películas de gran espectáculo.
 
Desprovisto del paraguas económico de Paramount, DeMille empezó a tener que luchar para conseguir sacar sus películas a flote. La andadura de la nueva productora había comenzado con “Hell´s Highroad” de Rupert Julian. La segunda película fue “La huella del pasado” primera dirigida por el propio DeMille. La cinta que trataba el tema de la rencarnación, volvía a  navegar por dos épocas: La Inglaterra isabelina y la América actual. El público a decir verdad no se sintió atraído por esta fantasía, así que DeMille cambió completamente de género con “Los Bateleros del Volga” una historia de amor en plena revolución rusa, que tuvo mejor suerte en las taquillas.
 
 
No obstante, pese a este respiro, la situación financiera de la productora seguía siendo más que delicada, por lo que DeMille decidió conseguir nuevamente financiación gracias a volver a filmar las Sagradas Escrituras. Inicialmente, pensó en adaptar la historia de Noé y el Diluvio Universal, pero al enterarse que Warner ya tenía avanzado un proyecto sobre el tema, tuvo que buscar una nueva inspiración de índole bíblica.
 
Sería Denison Clift un escritor bajo contrato de la productora, el que daría la idea de narrar la historia de Cristo y el título del filme. Ahora venía lo más difícil, encontrar financiación. Finalmente consiguió sacar adelante el proyecto, no sin grandes dificultades y encargó a su colaboradora habitual Jeanie Macpherson el guion del filme.  Macpherson como la mayoría de las escasas mujeres guionistas en aquella época, había entrado en el mundo del cine siendo actriz. Habitual de las películas de Griffith, acabó siendo la guionista principal de Cecil B. DeMille y casi exclusiva, pues son muy pocos los guiones escritos para otros directores.
Macpherson y DeMille en el rodaje
 
Jeanie Macpherson
 
Era una mujer moderna para su tiempo. Fue la primera de su sexo que consiguió tener el carnet de piloto de aviación. Ese arrojo y valentía era una cualidad que era admirada por DeMille, con quién le unió durante años una relación sentimental. Como si fuera un rey oriental, la vida sentimental del director era bastante excéntrica. Cuando su esposa Costance tuvo a su hija Cecilia, decidió no volver a compartir con él, el lecho conyugal, por lo que aunque siempre fue la señora DeMille, su  marido pasaba los fines de semana con alguna de sus amantes. Y digo amantes porque además de Macpherson, en la época del rodaje de Rey de Reyes, seguía manteniendo una relación sentimental con otra actriz llamada Julia Faye, de la que decía DeMille tenía los tobillos más bonitos de América.
DeMille con Julia Faye y Conrad Nagel
 
Faye apareció en el filme como Marta, una de las discípulas del Mesias y colaboró en la lectura de los títulos que MacPherson y DeMille iban escribiendo. La tensión entre ellas era evidente, en una ocasión, reunidas ambas en la oficina junto al director, Julia arrojó un tintero contra Jeanie que se estampó en la pared. Posteriormente esa anécdota se utilizaría en el filme de 1920 ¿Por qué cambiar de esposa? También se dice que DeMille fue amante de su secretaria personal, aunque no sé si fue simultáneamente con las señoritas Faye y Macpherson.
              DeMille, Macpherson y Sid Grauman
 
 
Podemos imaginarnos a DeMille, junto a sus dos amantes, a bordo del yate de este, en pleno proceso de creación. El resto de colaboradores observaba impávido como pese a lo incómodo de la situación, el resultado final era brillante. Entre estos colaboradores se hallaba la investigadora Elizabeth McGaffey quién con el resto de su equipo consultó 2.500 libros sobre el tema.
 

 
Como en su anterior epopeya bíblica, todos los miembros del reparto recibieron un ejemplar de las Sagradas Escrituras. Si para Los diez mandamientos, tuvieron que leer el Éxodo, en esta ocasión, debían hacer lo mismo con los Evangelios.
En la película DeMille contrató gran variedad de animales
 
Extras de la película comiendo un helado
 
La misma minuciosidad que hubo en la documentación sobre el tema, empleó en seleccionar al elenco,  incluyendo a los extras y animales que intervendrían en la superproducción. Para ello revisó miles de metros de películas, en busca de los que él consideraba más adecuados. Desde los más expertos jinetes, hasta el actor que tenía que representar nada menos que al Hijo de Dios.
 
Este honor y responsabilidad recayó sobre H. B. Warner, nacido en Londres era hijo de un famoso actor británico. Warner había sido bastante popular en la anterior década como galán, pero poco a poco había ido perdiendo tirón ante la taquilla. Desgraciadamente no he podido tener testimonio sobre esta etapa de su vida, pero es evidente que había protagonizado muchos filmes, en producciones de bastante envergadura. Ese mismo año había sido contratado por el estudio de DeMille donde había protagonizado “El silencio”, un drama criminal dirigido por Rupert Julian.
Sin dudarlo mucho, DeMille se decidió por este actor que tenía casi dos décadas más que el Jesús histórico. Con fama de mujeriego y bebedor, DeMille al igual que con el resto del reparto, le hizo firmar una cláusula en el que el actor se comprometía a no tener una conducta que propugnara un escándalo. Pese a ello, hubo rumores sobre la relación de Warner con una de las extras del filme, aunque lo cierto es que los enemigos de DeMille, o sea los banqueros de Nueva York, que estaban hartos de financiar las “locuras” del director, daban pábulo y creaban todo tipo de infamias, con tal de socavar la reputación del cineasta.
 
Para que el actor pudiera concentrarse al máximo en su personaje, DeMille optó por mantenerlo alejado del resto del reparto. Algo que luego repetirían décadas después los nuevos directores del “método”. También encargó al operador Peverell Marley, una iluminación especial que diera a Cristo una imagen divina a la par que humana. Fue un trabajo ímprobo al que tuvo que enfrentarse todo el equipo de fotografía, además de utilizar 75 diferentes lentes, estaban las exclusivas para  el siempre complicado proceso de Technicolor, utilizado en al comienzo de la película y en una de sus últimas escenas, coincidiendo con la resurrección.
 
El equipo de cámaras del filme
 
Basándose en la iconografía más popular sobre la imagen que de Cristo tiene la civilización occidental, se creó el aspecto que Warner daba en la pantalla. Lo cierto, es que su actuación sigue siendo recordada. El actor logró transmitir a la vez dulzura, autoridad, compasión y vigor. A diferencia de muchos actores de la época, los personajes masculinos de DeMille, no resultan afeminados para nuestros ojos modernos y su Cristo no sería menos. Es un hombre sensible pero viril, por el contrario el personaje de Judas, si parece impregnado de un ligero toque femenino. Joseph Schildkraut un actor austríaco de origen judío fue quién lo encarnó. Este Judas no llevaba barba a diferencia del resto de los apóstoles y tanto su pelo corto como su vestimenta es más propia de un romano que de un galileo. Ambos son actores de calidad, que siendo en el cine mudo en su juventud ídolos de las matinés, con el cine sonoro siguieron siendo sólidos actores de reparto, Schildkraut llegó incluso a ganar el oscar al interpretar al injustamente condenado Dreyffus, en la famoso biopic “La vida de Emilio Zola”.
 
       Para el papel de Caifás, el odioso Sumo Sacerdote, se contó con los servicios del padre de Joseph, Rudolph, también bajo contrato con el estudio de DeMille y acreditado intérprete de teatro Yiddish. Escocés era Ernest Torrance, un actor de gran estatura especializado en papeles de villano, siendo uno de los más populares el del Capitán Garfio en la versión filmada por la Paramount en 1924 del clásico Peter Pan. Aquí cambió de registro interpretando el rol de Pedro, representado como si fuera un Little John de Palestina, un gigante bondadoso que en ocasiones pierde los papeles, como cuando corta la oreja del soldado Malco en el prendimiento de Jesús.
       Cuando Jesús lo sana, devolviendo ésta a su estado natural, tenemos uno de los abundantes efectos especiales con que cuenta el filme. Su autor Howard A. Anderson fue uno de los pioneros en esta materia. En un tema tan propicio para lucirse, logra excelentes prestaciones en la escena del terremoto que sigue a la crucifixión, las tentaciones del diablo, o la resurrección del señor. Una de las más impactantes es cuando Cristo saca los demonios que se encuentran en el alma de María Magdalena que son los siete pecados capitales y que surgen alrededor de su cuerpo con estupendas transparencias.
 
 
       Precisamente, el papel de la cortesana de lujo, según la versión que DeMille hacía de las escrituras, dio origen a un extenso casting en el que participaron 18 actrices, algunas tan conocidas como Lita Lee, la Doña Sol de Sangre y arena, vampiresa oficial de Paramount y malvada de “Los diez mandamientos”, Estelle Taylor que también salía en el epic de DeMille y en la versión de Montecristo protagonizada por John Gilbert y Evelyn Brent famosa por “La ley del hampa” de Stemberg entre otras.
 
       Tampoco faltó la amante de DeMille, Julia Faye, pero no consiguió el beneplácito del jurado formado  por amigos del director como Sam Goldwyn, Sid Grauman, junto a Bruce Barton, Jessie Lasky y sus respectivas esposas. Al final el veredicto recayó en una texana que había sido chica Ziegfeld “Jacqueline Logan”. Atractiva e inteligente, intervino en 61 filmes con varias de las grandes estrellas de la época como Richard Dix y Antonio Moreno, aunque ninguno de ellos, salvo este de DeMille, ha pasado a la historia del cine. Cuando el cine sonoro arrinconó su carrera, pudo dirigir en Inglaterra un filme que ella había escrito. Pese al relativo éxito de este, no consiguió filmar ninguno más.
       Así que quedará en la historia del cine ligada a la imagen de esta Maria de Magdala, en cuyo lujoso palacio comienza la película de DeMille. Rodada la escena en Technicolor, tiene toda la extravagancia de un espectáculo de las mil y una noches, con cisnes en un lago, un guepardo al que acaricia constantemente, su legión de ricos admiradores a cual más feo y un carro tirado por cebras, donde lucen en su apogeo la dirección artística de Mitchell Leisen, el vestuario de Adrian y los decorados de Ted Dickson.

 

       Antes de comenzar el rodaje del filme, el autócrata director, reunió a todo el equipo técnico, actores y asesores varios, el 23 de Agosto de 1926, con un largo discurso en el que expuso su concepción de los evangelios. Entre el grupo de asesores que reunió DeMille, estaban los religiosos, judíos, protestantes y católicos. Con casi todos discutió por la heterodoxa visión que el director tenía de algunos de los pasajes bíblicos. Por ejemplo, se negó que en la escena del Domingo de Ramos, Cristo entrara en Jerusalén a lomos de una borriquilla, tal y como relatan los evangelios. Para él esa imagen quitaba dignidad a la figura del Hijo de Dios. También utilizó imágenes oníricas, como cuando una buena cantidad de palomas, se posa sobre la Virgen María, o en la escena del Templo donde aparece un corderito, al que coge en sus brazos, idealizando la figura bíblica del buen pastor.
Un grupo de jesuitas visitando el rodaje
 
       La película, tiene el sello característico de DeMille, con abigarradas composiciones, inspiradas  en los artistas barrocos y románticos como Rubens y Gustavo Doré y especialmente en los bocetos creados por el gran artista californiano Dan Sayre Groesbeck, fundamental en la estética del cine de DeMille.

 
       El rodaje se extendió  hasta el 10 de Enero de 1927. No creo que ningún filme rodado hasta entonces, cuente con  tan abundante material tanto fotográfico como de escenas filmadas, que documenta este proceso. En el podemos ver a un dinámico DeMille metido en faena, mientras se encarga de dirigir a su variada troupe.
 
       Daniel A. Lord quién pudo observar al director durante el rodaje del filme, lo describe como una extraña mezcla de monarca absoluto y caballero encantador. Lord era un escritor jesuita que poco después sería uno de los responsables de redactar el “Código Moral” que durante tantos años lastraría Hollywood. Estrecho de miras en los asuntos de alcoba, Lord era más progresista que DeMille en asuntos sociales. Con él tuvo sus más y sus menos durante el rodaje, mientras algunos clérigos judíos, antes del estreno, conminaban a sus fieles a no ver la cinta, dada la mala imagen que de los dirigentes de su pueblo se daba.
       Esta espectacular película, fue además la primera que se exhibió en el espectacular “Teatro Chino de Grauman”, icono de la ciudad del cine, en cuyo paseo se hallan las huellas de los actores más famosos de la industria. Sid Grauman, como comentamos era amigo de DeMille y al igual que él, un mago de la industria del entretenimiento. Al estreno del 18 de mayo de 1927, acudieron lo más granado de la industria, entre ellos la pareja real de Hollywood: Mary Pickford y Douglas Fairbanks, quienes también eran copropietarios del fabuloso nuevo templo del cinema.
 
 
 DeMille con Douglas Fairbanks
 
       La excesiva y dilatada ceremonia de apertura, con presentadores de la talla de Fred Niblo, Griffhit y Mary Pycford,duró casi tanto como el filme. Pese a ello tuvo una gran acogida por parte del público, lo mismo que en Nueva York y en el planeta entero. En Inglaterra se topó con una arcaica ley que en algunas importantes ciudades incluyendo Londres, prohibía la visualización del rostro de Cristo en público. Afortunadamente el abogado de DeMille, Neill McCarthy tenía contactos en las más altas instancias británicas que consiguieron subsanar el problema.
 
Escena y programa del estreno del filme
 
 
       Poco después del estreno de la cinta, se produce la revolución sonora comandada por “El cantante de Jazz”. Al año siguiente, se volverá a lanzar la cinta de DeMille, añadiéndole una banda musical con efectos sonoros, cuyo autor era el compositor vienés Hugo Riesenfeld. El año anterior había compuesto la partitura para "Orgullo de raza” la primera película que incluía efectos sonoros. Riesenfeld había destacado durante toda la década como compositor y adaptador de melodías populares, que acompañaban las películas mudas, en los mejores teatros de Broadway como el Rialto, Criterion y el Rivoli, donde se estrenó precisamente el 8 de julio de 1928 la nueva versión sincronizada. Fue además la primera que  utilizó el sistema de sonido RCA Photophone, que rivalizaría a partir de entonces con el Movietone de la Western Ellectric.
Misa de campaña durante el rodaje
 
       Además de la incorporación de la banda sonora, se redujo drásticamente la duración del filme en 43 minutos aproximadamente. La productora Pathé se había hecho cargo de la productora de DeMille, y dictaba ahora las normas. Durante muchos años esta fue la versión que se exhibió hasta que en  2004 la prestigiosa casa Criterion, lanzó en dvd la versión original que llevaba inédita casi noventa años, La única pega que pongo a esta soberana edición es que la nueva banda sonora encargada a Donald Sosin, no tiene la grandeza épica que desprende la de Riesenfeld.
 
 
       Mientras otras películas silentes perecieron con el advenimiento del sonoro, el filme de DeMille siguió exhibiéndose, siendo uno de los primeros que emitiera la primitiva televisión estadounidense. Pero su difusión mundial se debe a que sería utilizado durante décadas por misioneros católicos y protestantes. Se cuenta que fue la primera película que vieron los esquimales. Para 1959 se calculaba que alrededor de 800 millones de personas  habían visto esta película. Según contaba el director en su autobiografía, este filme sirvió de inspiración a múltiples conversiones y hasta contaba el caso de un polaco llamado William E. Wallner habitante de Gdansk, que al ver la cinta había encontrado su vocación de pastor luterano. Posteriormente Wallner ayudaría para que 350 niños judíos escaparan de la muerte.



       Hoy en día, seamos o no creyentes, la fuerza que emana el filme del gran director sigue bien viva. Sus espectaculares imágenes son uno de los mejores ejemplos para disfrutar de la narrativa de uno de los más grandes creadores de la historia del cine.