domingo, 17 de agosto de 2014

El dragón del lago de fuego (1981) Desmitificando la leyenda.

 
         Todavía a comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, un puñado de actores del Hollywood clásico, seguían apareciendo en películas, como venerables secundarios que aportaban su talento a las nuevas producciones. Uno de los más asiduos era el actor británico Ralph Richardson, quién había debutado ante las cámaras un lejano 1933 con “El resucitado”. Se trataba de una producción inglesa hecha a mayor gloria de Boris Karloff, donde interpretaba a un egiptólogo que regresaba desde el mundo de los muertos, para vengarse de sus enemigos.
         Tras ese modesto inicio siguió alternando sus intervenciones en el teatro donde era toda una referencia, con la cada vez más asidua presencia en la pantalla. Consagrado como actor de carácter intervino a lo largo de su carrera en títulos tan memorables como “Las cuatro plumas”, “Ricardo III” y “Doctor Zhivago”  por citar a tres de los más populares. Fue nominado al oscar como mejor actor de reparto en dos ocasiones, en 1949 por el papel del severo padre de Olivia de Havilland en “La Heredera” y de forma póstuma por su intervención en la desmitificadora “Greystoke”.
 
         Si en la cinta de Hugh Hudson, se ponía en solfa el personaje de Tarzán, “El dragón del lago de fuego” se despegaba de las habituales cintas de espada y brujería que por entonces comenzaban a surgir en el mundo del cine. Una moda que aún continúa de manera cada vez más desnaturalizada, ahogada por los excesivos efectos digitales auténticos protagonistas de la función en detrimento de un guion coherente.
 
         La película que hoy nos ocupa tiene unos excelentes efectos especiales de la época, a cargo de ILM la empresa que hizo posible que se pudiera rodar “Star Wars”, pero están al servicio de una historia que huye en todo momento del tono épico, realizando una reinterpretación del mito de San Jorge y el dragón. El guion corrió a cargo del realizador Matthew Robbins y Hal Barwood, el primero acreditado escritor de cintas célebres como Mimic pero que en la dirección sólo “El dragón de lago de fuego” puede considerarse como un filme de primera fila. En cuanto a Barwood solo dirigió la estimable “Señal de alarma” dedicándose desde finales de los ochenta a la realización de videojuegos para Lucasfilms.
         La joven pareja protagonista, formada por el aprendiz de mago y una joven doncella disfrazada de varón,  para escapar al salvaje tributo al que estas son sometidas para aplacar al dragón, la interpretaron dos jóvenes actores que debutaban ante las cámaras y cuyas carreras se han desarrollado fundamentalmente en la televisión: Caitlin Clarke fallecida con tan sólo 52 años en 2004 y Peter McNicol.
 
 
         Pero como apuntaba en el inicio del post si hay una actuación destacada es la de Ralph Richardson en la piel del viejo mago Ulrich, grandioso y ridículo a la par. Un personaje que es inicio y final de una estimable historia que nos habla de la magia, del valor y  hasta de la introducción del cristianismo. Una película que aunque coproducida por Disney no escatima la dureza, rodada en maravillosos escenarios naturales de Gales y Escocia, que merece ser conocida.
 
 

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