martes, 31 de diciembre de 2013

El puente de Waterloo (1940) El vals de las velas


Te amaba, nunca he amado a nadie más

Ni lo haré, es la verdad Roy nunca amaré a nadie más.

Esta es la última frase de una cinta que se ha convertido en la quintaesencia del cine romántico. El vals de las velas,  que los enamorados bailan en la escena más memorable del filme, es una melodía que se acostumbra a cantar recibiendo el año nuevo. Es la alternativa anglosajona a nuestras doce uvas. Hoy coincidiendo con el último día del año, he pensado en recordar este magnífico melodrama.


La historia había sido creada para los escenarios por el dramaturgo Robert E. Sherwood. Estrenada el 6 de Enero de 1930, tuvo una buena acogida y  al año siguiente ya conoció una versión cinematográfica a cargo de James Whale y protagonizada por Mae Clarke y  Kent Douglass . En ella se narraba la historia de amor entre un soldado y una bailarina de vodevil metida a prostituta. En su comienzo vemos una espectacular escena de teatro, rabiosamente aplaudida, la cámara retrocede y nos ofrece a la protagonista, saliendo del teatro acompañada de un oficial y luciendo una boa de zorro. Un cartel anuncia que la obra lleva un año de representaciones. En la siguiente escena vemos la misma imagen pero el cartel anuncia que son ya tres los años de éxito de la obra. En la puerta volvemos a ver a la corista, acompañada de su amiga, maldiciendo su mala suerte. Cambió a otra obra que no tuvo el éxito esperado y ahora para subsistir se dedica al oficio más viejo del mundo. Para cazar soldados decide ir al Puente De Waterloo, lugar muy transitado por estar cercano a la estación del mismo nombre. Cuando resuenan las alarmas avisando las bombas que los alemanes lanzan con sus dirigibles, recibe la ayuda de Roy, un soldado que le conduce al refugio.


Cuando MGM decide llevar de nuevo a la pantalla la obra, el Código Hays lleva siete años implantado. Esta circunstancia lógicamente obligaría a no relatar con igual crudeza la sordidez de la historia. No obstante con código o sin código, es muy lógico pensar que los directivos de la Metro pensaban hacer un producto más elegante y sobre todo que acentuara el romanticismo latente en la historia. Los cambios sufridos en la narración son muchos, uno de ellos es la nacionalidad de los personajes. Mientras en la nueva versión Roy es un soldado escocés de  aristocrática familia y Myra evidentemente es británica, en la película producida por la Universal ambos son norteamericanos. Ella se encuentra en Londres huyendo de la miseria de una familia desestructurada y él es hijastro de un oficial médico británico, que se alistó en Canadá fruto de la euforia del ambiente.

Aunque el encuentro de los jóvenes se produce de la misma forma, el personaje que encarna la bellísima Vivien Lehig, es una bailarina de ballet que debe someterse a la dictatorial disciplina de Madame Olga directora de la compañía. Incumpliendo las normas de esta, decide acudir a cenar al Canddlelight Club con Roy, interpretado aquí por un apuesto Robert Taylor. Al finalizar la velada se produce el ya comentado baile, cuyo auténtico nombre es Auld Lang Syne, una tradicional canción escocesa con letra de Robert Burns. El ya experimentado director Mervin Le Roy, decidió suprimir el diálogo de la escena, para que las miradas de los amantes, a la luz cada vez más tenue de las velas, hablaran por si solas.
 


 
Tras un infructuoso intento de casarse, el soldado debe marchar al frente. A partir de entonces se desencadenarán una serie de circunstancias adversas que culminarán con el anuncio de la muerte de Roy. Sólo después de conocer esa noticia y como último recurso de subsistencia, es cuando Myra se dedica a buscar soldados en la estación de Waterloo. También por casualidad es como vuelve a encontrar a Roy que sano y salvo ha regresado.

El destino, la suerte, la casualidad…juegan de forma decisiva en esta adaptación. Un azar que influye decisivamente en el futuro de la pareja.  Un aura de fatalismo que preside todo el relato. Comenzado en un largo flash-back, donde el maduro Coronel Cronin, presto a embarcar rumbo a Francia al comienzo de la segunda guerra mundial, pasa por el puente de Waterloo y empieza a rememorar su gran historia de amor.

 
 

Despido el año con la maravillosa Vivien Lehig, quizás la criatura más hermosa que ha dado la historia del cine, protagonista de esta maravillosa cinta, imprescindible para los que nos consideramos románticos empedernidos.


P.D. En la primera versión de James Whale, Bette Davis interpretó a la hermana de Roy.

En 1956 se rodó una tercera versión ya en color que trasladaba la acción a 1944 y cambiaba los nombres de los amantes. Se tituló Gaby siendo los protagonistas  Leslie Caron y John Kerr.

lunes, 30 de diciembre de 2013

La hermana blanca (1923) Bajo el volcán.

 
Durante el rodaje de “Los que no perdonan” Burt Lancaster y John Houston quisieron enseñar a disparar a Lillian Gish, pero descubrieron asombrados como ella era más rápida y precisa que ellos. Parece que la actriz aprendió del otrora ladrón de trenes Al J. Jennings, luego convertido en estrella de la pantalla. Luego con los años había perfeccionado su técnica hasta llegar a manejar el revolver con gran destreza.
Esta simpática anécdota nos refleja la fuerte personalidad de Gish, tan diferente al ingenuo y débil personaje con el que se le identifica. La muchacha desvalida, golpeada por la fortuna, a la que solo el amor puede rescatarla. La asociación durante diez años al todopoderoso director DW Griffith, forjó esa imagen que el público tanto adoraba. Aparte de las epopeyas históricas como “El nacimiento de una nación” y “Las dos huérfanas”, tuvo la ocasión de acometer personajes más profundos en  Lirios rotos” y “Las dos tormentas”. En ambos filmes compartió cartel con el apuesto Richard Barthelmess.

Precisamente Barthelmess fue quien le habló de las excelencias como director de Henry King. Para entonces Gish había finalizado su compromiso con Griffith, e incluso se había aventurado a dirigir una película “Remodeling Her Husband” que protagonizó su hermana Dorothy. Cuando visionó  Tol'able David” (1921) la cinta que el actor acababa de rodar con King, pensó en lo interesante que  sería para su carrera trabajar con este director. El cineasta que protagonizaría una longeva carrera a lo largo de casi cincuenta años, había comenzado como actor de varietés y para entonces llevaba seis años como director de cine.

“Tol'able David” era el segundo largometraje de Inspiration Pictures, una nueva productora fundada por Charles H. Duell y Boyce Smith, con la que Gish llegó a un acuerdo. Por encima de la cuantía de su salario la actriz primo que contrataran a su hermana Dorothy, y que tuviera capacidad de decisión en cuestiones artísticas. La primera cinta de  Lillian Gish para la novel productora sería “La hermana blanca” basada en la obra de Francis Marion Crawford, que ya había sido llevada al cine en 1909.
A diferencia de la mayoría de las cintas norteamericanas, este drama místico se rodó en Italia. Sus esplendidos decorados en los estudios de Roma y los exteriores en la luminosa Nápoles. Las escenas del desierto se filmaron en Argelia. Todo esto habla de una producción de gran magnitud que rebasaba ampliamente los estándares cinematográficos de la época.
Para coprotagonizar el filme, King dio la oportunidad a Ronald Colman, un actor inglés que acababa de triunfar en Broadway con la pieza “La Tendresse". Fue el primer eslabón de una exitosa carrera. Aquí interpretaba al Capitán Giovanni Severini,  novio de Ángela Chiaromonte (Lillian Gish) hija de un adinerado aristócrata italiano. Pero cuando su padre muere, su malvada hermanastra  la despoja de su herencia, utilizando falsas pruebas que la acusan de ser hija ilegítima. Pero como todo se puede empeorar, su fiel novio Giovanni debe zarpara para África, encargado de una peligrosa misión.
A lo largo de sus casi dos horas y media, asistiremos a todo tipo de situaciones melodramáticas, en las que no faltan,  el ataque de beduinos belicosos, ni la abrupta erupción del Vesubio. Un gran espectáculo con magníficas interpretaciones que merece la pena ser descubierto.
P.D. La película distribuida por la Metro Pictures logró un gran éxito. Diez años después convertida en MGM, volvió a rodar una nueva versión sonora protagonizada por Clark Gable y Helen Hayes. Curiosamente Helen Hayes fue la heredera de la sustanciosa fortuna de Lillian Gish, aunque solo la sobrevivió dieciocho días. En 1960 se realizó una versión en México protagonizada por Yolanda Varela y el español Jorge Mistral.
Francis Marion Crawford que fijó su residencia en Italia (donde había nacido pese a ser su nacionalidad estadounidense) escribió la primera novela sobre la mafia, curiosamente titulada “Corleone”.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Una tarde en el circo (1939) El fabuloso mundo de Los Hermanos Marx

 

Groucho Marx cual mosca caminando sobre el techo de la pared, es la primera nítida imagen que  tengo del cine de Los Hermanos Marx. Sucedió  como otros de estos recuerdos, en el más que centenario, Teatro Bretón de mi ciudad. Con los años mi admiración por estos geniales cómicos no  ha hecho más que aumentar.  En comparación con otros humoristas, su filmografía es breve, pero quizás por ello de mejor calidad.


“Una tarde en el circo” es la primera cinta, que los Marx rodaron con su nuevo contrato en MGM. El año anterior habían rodado en RKO la divertida “El hotel de los líos” con una producción bastante discreta. Nada tenía que ver con las lujosas cintas que habían realizado, con el productor Irving Thalberg para la compañía del león. Esas dos comedias  Una noche en la ópera” y “Un día en las carreras” representaron el momento más álgido de popularidad de los hermanos entre el público.


Pero en 1939 las cosas habían cambiado mucho, Thalberg fallecido dos años atrás, ya no podía protegerles. Su independencia artística se redujo considerablemente, y sabían que no eran del agrado del ceñudo Louis B. Mayer el todopoderoso director del estudio. Afortunadamente Mervin Le Roy, yerno del magnate, se encargó de la producción del filme, dotándolo de los medios suficientes para lograr un producto de calidad. Nada que ver con las cintas de bajo costo, que eran habituales en otros cómicos contemporáneos.



Buster Keaton, que ahora subsistía elaborando gags para MGM, no acabó de encajar con el estilo indómito de los tres hermanos. Sé que vosotros lo hacéis solos perfectamente, pero Mayer me paga por esto les dijo. Algo de su ingenio no obstante quedó en la elaboración de algunos de los momentos más divertidos del filme.

Como en otras cintas de los Marx, una pareja de jóvenes enamorados compartían cartel con ellos. Aquí ya no estaban los glamurosos Allan Jones y Maureen O´Sullivan (la hermosa Jane) que coprotagonizaron su última producción con Thalberg. Se tuvieron que conformar con Florence Rice, una actriz de comedia que tuvo una carrera de muy poco fuste y Kenny Baker un popular cantante de radio, que se dio a conocer en el famoso show de Jack Benny, tras lo que emprendería una carrera en el cine que incluye, además de esta cinta, títulos tan conocidos como “The mikado” y “Las chicas Harvey” con Judy Garland.

 

 

Curiosamente los dos mejores canciones de la cinta son interpretadas por Harpo y Groucho. El silencioso cómico interpreta “Blue Moon” todo un standard de la música norteamericana. Compuesta en 1933 por Rodgers y Hart para una cinta de Jean Harlow, fue otra vez utilizada en la famosa “El enemigo público número uno”. En ambos casos con letras distintas, la que hoy conocemos es la tercera versión, que se quedó como definitiva y ha sido grabado en multitud de ocasiones por artistas bien diferentes. Harpo hace una deliciosa adaptación en forma de blues, acompañado por un estupendo coro de cantantes de color. La otra canción si fue creada para la cinta, por los célebres Harold Arlen y Yip Harburg, que en esos momentos componían las canciones de El mago de Oz. “Lydia the Tattooed Lady”, es para mí el mejor tema  escrito para Groucho Marx, donde exhibe todo su repertorio humorístico, narrando su aventura con esta mujer que tiene en su cuerpo tatuado tantos elementos: La batallad de Waterloo, El naufragio del Esperus, Washington cruzando el Delaware , El presidente Andrew Jackson , Niagara , Alcatraz , Buffalo Bill , Picasso , El Capitán Spaulding explorando  el Amazonas (divertida alusión al personaje de Groucho en El conflicto de los Marx) entre otros muchos nombres, lugares, o palabras. Este jocoso tema lo interpretó Groucho con asiduidad y fue frecuentado por muchos otros artistas. En el cine también volvió a aparecer en distintas ocasiones, siendo quizás la más célebre “Historias de Filadelfia” donde la actriz infantil Virginia Weidler, aporrea el piano interpretando la canción.


Otro de los elementos esenciales en las mejores películas de los hermanos Marx, es la presencia de Margaret Dumond, interpretando a Sussana Dukesbury, la tía millonaria del idealista Jeff (Kenny Baker) que ha comprado un circo al enamorarse de la bella caballista Julie (Florence Rice). Groucho y sus hermanos intentaran convencer a la rica dama, de que ayude a su sobrino a mantener el circo, cuando se queda sin dinero, al ser asaltado por unos facinerosos.


El estupendo final de la cinta, con una orquesta sinfónica tocando con fervor Lohengrin, ignorantes de que Harpo ha soltado amarras y están cruzando el Océano, es inolvidable. Obra del ingenio del estimable escritor Irving Brecher, que contribuyó junto al otrora artista del vodevil Edward Buzzell, ahora director, al resultado final de esta muy estimable cinta de los Hermanos Marx.
 

sábado, 28 de diciembre de 2013

Tarzán y su compañera (1934) Tarzán y Jane se ponen sexis.

Probablemente junto a Natalie Kalmus, esposa del inventor del método Technicolor y asesora de este, el nombre que más veces ha figurado en los títulos de crédito de una película, es el de Cedric Gibbons. Este culto irlandés, tenía por contrato la distinción de aparecer como director artístico de MGM en todas sus producciones. Aunque es verdad  que no intervino en muchos de los títulos que se le atribuyen, es bien cierto que el creó el look glamuroso con el que se identifica a las películas de la Metro. Diseñador de la famosa estatuilla conocida como Oscar y miembro fundador de la academia. Este premio lo recibió en once ocasiones.


La única película que dirigió Gibbons, “Tarzán y su compañera”, es sin duda la mejor que se ha realizado sobre el personaje, y una de las cintas imprescindibles del género de aventuras.

Tarzán de los monos, nacido como uno más de los relatos que aparecían en la popular publicación pulp, All Story Magazine, en octubre de 1912, pronto dio a su autor Edgar Rice Burroughs, una fama que fue poco a poco extendiéndose por todo el mundo. Además de las novelas que iba publicando periódicamente, el sagaz escritor decidió muy pronto  diversificar las apariciones de su criatura. Dos de los medios más populares, las tiras cómicas de los periódicos y el cinematógrafo, fueron decisivos en el auge que fue adquiriendo el personaje.

La cinta muda protagonizada por Elmo Lincoln, constituyó un gran éxito. Con la llegada del sonido Metro-Goldwyn-Mayer decide realizar una cinta sobre el personaje. Para ello elige a Johnny Weissmuller, ídolo olímpico de la natación y una bella y casi desconocida actriz irlandesa Maureen O´ Sullivan. Basada vagamente en la novela original, fijó la imagen que en el futuro los espectadores tendrían de Tarzán.  Un salvaje  bruto,  pero de buen corazón.



Como MGM no tenía la exclusividad del personaje, hubo otras adaptaciones contemporáneas de calidad muy inferior, como el serial Tarzán de las fieras, protagonizada por otro nadador olímpico Buster Crabbe, cuyo único aliciente puede ser su exiguo taparrabos, que permite ver buena parte de sus rígidos glúteos.

En 1933, la producción de David O´Selznick para RKO “King Kong” fue el gran suceso de la temporada. La mítica cinta del gran gorila, fue determinante para que la Metro se decidiera a contraatacar, realizando una nueva entrega de Tarzán. Para esta ocasión se decidió dotar al film de un elevado presupuesto. En la primera cinta, había sido W. S. Van Dyke el director. Especializado en el género había rodado en África “Trader Horn”. Las terribles condiciones experimentadas por el equipo,  convenció a todos que sería mejor rodar las cintas de Tarzán en una selva creada en los estudios. El enorme material de exteriores filmado en África se utilizaría en todas las películas.

 

Uno de los aciertos del filme, es el de dar entidad al personaje de Chita. El divertido chimpancé alcanza en esta cinta su imagen definitiva, como elemento humorístico de la saga. Pero la gran novedad fue  sin duda, añadir una carga sensual de la que adolecía el filme anterior. Pese a ser su primera cinta como director, Gibbons tomó la atrevida decisión de dotar a Jane de un atuendo que claramente dejaba entrever sus encantos físicos. La famosa escena en que aparece desnuda bañándose con Tarzan,  fue realizada por la nadadora Josephine McKim, que al igual que Johnny había intervenido en los juegos olímpicos. Las puritanas damas ignorantes de este hecho, calificaron a Maureen O´Sullivan con los peores epítetos. Estrenada a punto de implantarse el Codigo Hays, la hermosa escena fue retirada de la exhibición creyéndose perdida hasta aparecer en los años 90 del pasado siglo.

Aunque Cedric Gibbons no pudo terminar el filme, apartado por su lentitud y sustituido por Jack Conway y James C. McKay, la cinta no perdió su entidad, gracias al impersonal pero férreo sistema aplicado por el estudio. Auténtica joya de la corona de la saga, las demás secuelas no alcanzaron la excelencia de esta. Una deliciosa aventura que sigue cautivándonos casi ochenta años después de su estreno.

P.D. Curiosidades: Cedric Gibbons estuvo casado en primeras nupcias, con la exquisita actriz mexicana Dolores del Río. Maureen O´Sullivan fue la suegra de Woody Allen tras casarse este con su hija Mia Farrow. Josephine McKim la nadadora que dobló a O´Sullivan apareció junto a Buster Crabbe en la cinta Lady Be Careful". Buster Crabbe alcanzó la fama con las películas de Flahs Gordon.
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viernes, 27 de diciembre de 2013

Holiday Inn (1942) La peli que al final no hizo la mamá de J. R.

 

Solo con la mención de Irving Berlin, Fred Astaire y Bing Crosby, pudiéramos escribir buena parte de la música popular norteamericana, durante la primera parte del  siglo XX. Nadie en ese periodo alcanzó mayor fama como compositor, bailarín y cantante. Así que era muy lógico que Paramount  reuniera a los tres en este estupendo musical que es Holiday Inn.  Mary Martin que ya empezaba a destacar como cantante en Broadway, y que luego estrenaría las míticas South Pacific y Sonrisas y lágrimas, también iba a ser de la partida, aunque al final fue la bella Marjorie Reynolds quien intervino en el filme.


Para dirigirla se trajo a un viejo conocido de Fred Astaire, Mark Sandrich, con el que había coincidido en cinco películas, incluyendo las dos más populares del dúo que en la década anterior formara con Ginger Rogers:  ”La alegre divorciada”  y “Sombrero de copa”. Sandrich seguía siendo popular por las tres películas que acababa de rodar con el cómico de la radio Jack Benny, coprotagonista de “Ser o no ser” de Lubischt, con las que la productora Paramount había conseguido buenos dividendos.


Juntos pero no revueltos, podría bien ser la definición de esta cinta, las dos estrellas se circunscriben a su parcela, sin intentar saltar a la de su compañero de rodaje. El dinámico  Astaire se luce en los números con sus paternaires Marjorie Reynolds y  Virginia Dale, destacando para mí en dos momentos, el improvisado baile borracho con Reynolds, y un solo con los petardos del 4 de Julio, realmente sensacionales. Del otro lado Crosby apenas apunta unos pasos de baile, dedicándose a lo que mejor hacia cantar. De entre todas las estupendas canciones de Berlin, lógicamente señalaría  Easter Parade” precioso tema que el compositor de origen judío había compuesto para el musical “A Thousand Cheer” en 1933  y por supuesto la evocadora “White Christmas”.


Esta canción, seguramente la más famosa de la historia, fue escrita en 1940 y estrenada por Crosby ante los micrófonos de la NBC el día de Navidad de 1941. No obstante su abrumador éxito se debió al lanzamiento discográfico, junto con otros cinco temas de la película realizado en julio de 1942. Poco a poco su fama fue creciendo hasta alcanzar el número uno de las listas en octubre del mismo año. La academia de Hollywood la daría el refrendo consiguiendo el oscar a la mejor canción.

 

El hábil guion, basado en una idea de Berlin, adaptada por Elmer Rice y dialogada por Claude Bynyon, explota muy bien los caracteres opuestos de los protagonistas. Astaire es Ted Hanover  un bailarín que desea el éxito a toda costa, mientras el cantante Tim Hardy (Crosby) desea una vida tranquila. Para ello se traslada a una granja, a la que transforma en un selecto club, que solo abrirá los quince días festivos.

La encantadora Marjorie Reynolds se debatirá entre el amor de ambos y lo que representan. Por cierto que su hermosa voz, es de la cantante Martha Mears, habitual en la radio también dobló a estrellas del calibre de Claudette Colbert, Veronica Lake y Loretta Young. Otra de las mejores actuaciones se deba a la magnífica actriz de color Louise Beavers, que ya había destacado en títulos tan conocidos como “Imitación de la vida” y “Piratas del mar Caribe”.

Una más que disfrutable cinta, ideal para estas fechas. Doce años después, la Paramount para lanzar el nuevo formato de pantalla Vistavision, produjo “Navidades blancas” que en gran medida copiaba la historia de “Holiday Inn”. Pese a la gran recaudación obtenida, los resultados artísticos son muy inferiores. Por lo que me decanto sin duda por estas navidades blancas, en blanco y negro.


P.D. Tres curiosidades: Astaire y Crosby volverían a coincidir en otra cinta con música de Berlin, “Blue Skies”. La magnífica banda que acompaña a los números musicales es la de Bob Crosby hermano menor de Bing. Mary Martin la cantante que al final no hizo la cinta y que luego triunfaría en Broadway, vio cómo su hijo Larry Hagman, conseguía fama mundial al encarnar en Dallas al malvado J.R.

jueves, 26 de diciembre de 2013

La venganza de Don Mendo (1961) Homenaje a la bella Paloma Valdés


¡Mora que a mis plantas lloras

porque a tu pecho desgarro!...

¡Alma de temple bizarro!

¡Corazón de cimitarra!

¡Flor la más bella del Darro

y orgullo de la Alpujarra!...

¡Mora en otro tiempo atlética

y hoy enfermiza y escuálida,

a quien la pasión frenética

trocó de hermosa crisálida

en mariposa sintética

 
Estos divertidos versos de “La venganza de Don Mendo”, nunca sonaron mejor que en la magnífica voz de Fernando Fernán Gómez.  Sus dotes histriónicas eran perfectas para encarnar a este bufo noble. Polifacético hasta decir basta, se prodigó en todos los géneros literarios, fue uno de los actores más populares del cine español y dirigió un puñado de obras maestras.

Frente a trabajos muy personales, con películas tan insólitas y geniales como “El extraño viaje” y “El mundo sigue”, adaptó con éxito obras de Wenceslao Fernández Flórez , Miguel Mihura, y esta que hoy nos ocupa, fruto del ingenio de Pedro Muñoz Seca.

 

El autor natural del Puerto de Santa María, fue uno de los más exitosos y prolíficos en la primera mitad del siglo XX. Una época de gran animación para el teatro español, gracias al talento de Jacinto Benavente, Los hermanos Álvarez Quintero, Manuel y Antonio Machado, Carlos Arniches…entre muchos otros. Muñoz Seca, cultivador principalmente del género humorístico, se especializó en un tipo de teatro al que se denominó “Astracán”, que consistía en parodiar los grandilocuentes dramas del neo-romanticismo.  Cuando se estrena “La venganza de Don Mendo” en 1918, todavía son muy frecuentes en la escena, estos vestigios de teatro dramático en verso, que si en Villaespesa y Marquina, alcanzaron talla artística, en sus frecuentes imitadores, acabó produciendo piezas donde el falso efectismo y la cursilería eran la norma común.


Si con “Don Quijote”, Miguel de Cervantes, acabó con la afición al género de caballerías, no es menos cierto que “La venganza de Don Mendo” fue decisiva para que el afectado teatro tardo-romántico fuera perdiendo adeptos. En contraste, esta “caricatura de tragedia”, como fue definida por su autor sigue manteniendo el favor del público, ya que desde su estreno ha sido representada ininterrumpidamente hasta el día de hoy.

 

La querencia de Muñoz Seca por el cine, se hace evidente por sus muchas adaptaciones al medio desde el temprano 1913. Autor asimismo de los diálogos de varios de los primeros largometrajes rodados en español. Tras su muerte, muchas de sus obras fueron adaptadas tanto en España como en México.

 

Fernán Gómez pensó en un principio construir unos muy modestos decorados, similares a los utilizados por las modestas compañías ambulantes. Pero injerencias de producción le obligaron a montar otros más complejos, que sin embargo, delataban su procedencia teatral. En algunos momentos, se pasa a rodaje en exteriores, como si el genial director, quisiera parodiar el Enrique V de Oliver, finalizando la obra sobre el escenario de un modesto teatro, a semejanza de la distinguida película.

Su interpretación magistral del personaje, que ya ha quedado como canónica, es secundada por la afortunada aparición de Juanjo Menéndez como Don Pero y  Antonio Garisa en el papel del frívolo monarca Alfonso siete. También disfrutaremos con la bella Paloma Valdés que encarna a Magdalena, causante del deshonor de Don Mendo. La actriz vallisoletana que en Enero de 2013, presentó su  autobiografía, apenas se dedicó once años a la profesión, pero en ese breve discurrir nos dejó una perenne huella de su talento y hermosura. Para ella va dedicado, este sencillo homenaje, en la que es su interpretación más recordada.