lunes, 30 de marzo de 2015

Una noche en El Cairo (1933) El suave ocaso de Ramón Novarro.

 
       Pocas personas habrán tenido una actividad tan polifacética en el mundo del espectáculo como Edgar Selwyn. Actor de teatro y de cine, dramaturgo, guionista, productor teatral y cinematográfico, director de cine, en sus 68 años de vida estuvo vinculado a personalidades de gran influencia en el mundo artístico norteamericano.
Edgar Selwin en la primera versión de El árabe rodada por DeMille
 
       En 1915 protagoniza la adaptación cinematográfica de una obra que cuatro años antes había sido un gran éxito de público. “El árabe”, fue rodada por un director que ya llamaba la atención en el gremio “Cecil B. de Mille”. Su argumento donde el hijo del Caid de una tribu beduina, salva a la hija de un pastor  de las malvadas intenciones de un gobernador turco, que quiere asesinar a unos niños cristianos, sirvió de base para una nueva adaptación dirigida por Rex Ingram.
Ramón Novarro y Alice Terry en la versión de 1924
 
       La producción fue una de realizada por una nueva compañía, fruto de la fusión de Metro Pictures, Louis B. Mayer Productions y Goldwyn Pictures. Precisamente Selwyn fue uno de los fundadores junto a Samuel Goldwyn de la última de ellas. La nueva productora MGM heredó de esta la imagen de un león envuelto en celuloide con un lema Ars Gratia Artis. Mientras tanto la Jessi Lasky Productions, encargada del primer proyecto en 1915, acabó integrándose en la todopoderosa Paramount, quién puso otra vez de moda las cintas de árabes con “El Caid”, todo un fenómeno de masas, aupando definitivamente a Rudolph Valentino como máxima estrella.
El equipo de rodaje en África
 
 
       Como si se tratara de cuadros convergentes, decir que Valentino había logrado llegar a ese status, gracias precisamente a  Rex Ingram, con su emblemático filme “Los cuatro jinetes del apocalipsis”. Su protegido actual, Ramón Novarro, sería el protagonista de esta nueva versión, rodada en escenarios naturales del norte de África.
 
       Después de filmar su última película con Ingram, Novarro rodó el personaje por el que ha pasado a la historia del cine: Judá Ben-Hur. Cuando en 1933, el actor mexicano decide ponerse nuevamente en la piel del beduino Jamil, Hollywood ha cambiado y el también. La irrupción del sonoro se ha llevado a muchas de las grandes estrellas del estudio. Sólo Garbo y Norma Shearer, mantienen su estatus como grandes figuras del estudio, en el polo opuesto está John Gilbert, que de ser la estrella principal de la Metro, ha pasado a estar defenestrado pese a que ese mismo año Greta Garbo le reclamará para acompañarle en su última gran película “La Reina Cristina de Suecia”.
Cartel belga de Devil May Care el primer filme sonoro de Novarro
 
       Ramón Novarro está nadando entre esas dos corrientes, ya no es junto a Gilbert el actor masculino más popular de MGM, pero todavía sus películas gozan del aprecio del público. Contrariamente a lo que se dice, la irrupción del cine sonoro, no constituyó de entrada un problema para el actor. Dotado de una hermosa voz de tenor, sus primeras películas musicales gozaron del favor del público. Pero esta cascada de títulos, por parte de todos los estudios, hizo que los espectadores acabaran cansados de esas operetas. Incluso las filmadas por la Paramount con Chevalier y McDonald bajo la dirección de Lubitsch, que en un principio habían causado furor, fueron perdiendo fuelle y sus últimos filmes juntos, perdieron dinero en taquilla.
 
 
 
No hay que olvidar que la llegada del sonoro, no sólo  había modificado la manera de hacer películas, también su costo aumentó de forma significativa. La barrera idiomática que en un principio motivó el que se rodaran versiones en otros idiomas, contribuyó todavía más al incremento de estas. Ramón Novarro rodó con “Sevilla de mis amores” tres versiones. La original en inglés, más otras dos en español y francés. Y es que otra de las cosas que no se suelen contar, es la enorme popularidad que tenía Novarro en Europa. Al igual que Garbo, los ingresos de taquilla provenían en gran parte del viejo continente, una estrella más popular que Novarro en Estados Unidos como Gilbert, tan sólo solía recaudar el veinticinco por ciento de sus ganancias en Europa, durante sus años de bonanza en el periodo silente.
 
La paeja Loy-Novarro funcionó a la perfección
 
 
       Hablábamos de la caída de las películas musicales, al inicio de la década de los treinta, esto hizo que el actor mexicano buscara nuevas formas de atraer al público. La más arriesgada fue convencer al estudio, a que le diera el papel protagonista de “Mata Hari” junto a Greta Garbo. No le importo renunciar a que su nombre no fuera desde que era una estrella en primer lugar, y lo que era más importante para MGM, reducir significativamente su salario. Aunque Thalberg ya tenía apalabrado, a una joven promesa Robert Montgomery, finalmente Novarro se hizo con el papel. El gran éxito que tuvo la película y las excelentes críticas recibidas, le volvieron a poner en un lugar preponderante en el estudio.
 
Por primera vez en 1932 dos películas de Novarro fracasaron en taquilla
 
       Pero sus dos películas posteriores fracasaron, en parte por ser inadecuadas para su imagen cinematográfica. Ni el papel de obrero italoamericano en Huddle, ni mucho menos el de chino en Canción de oriente, lograron encandilar al público, pese a que la segunda era una producción de nivel, dirigida por Clarence Brown y protagonizada por la entonces prestigiosa actriz Hellen Hayes.
 
       Es al menos curioso, que estos dos papeles poco apropiados, coincida con el rechazo del actor a una disminución de su salario pedida por Louis B. Mayer. De otro lado, la preocupación cada vez mayor de Novarro por su carrera musical, puede ser la causa por la que no luchara por papeles más atractivos. Así se hallaba la estrella en caída moderada, cuando volvía a adentrarse en las arenas del desierto.
 
 
       Pese a que tomara la obra de Selwyn como referencia, la nueva película cuyo título  provisional era “Man of the Nyle” tenía muchas diferencias con “El árabe”. La principal es que está mucho más cerca de la comedia que del drama filmado con anterioridad. El guion como era norma habitual en MGM tuvo numerosos autores, entre los que destacaría a Leonore Coffee y Anita Loos dos de las mejores guionistas de la historia del cine, además de la célebre novelista Vicki Baum. Esta cuota femenina en la historia, puede muy bien explicar el contradictorio pero progresista personaje de la protagonista Diana, una turista británica acostumbrada a vivir de fiesta en fiesta, prometida con un aburrido ingeniero, ocupado por construir un puente en Egipto. Y claro está el personaje de Jamil, un guía embaucador y tramposo, que hará todo lo posible por enamorarla. Luego en el desierto vendrá la parte bizarra de la función, donde el beduino se transforma en príncipe y da y recibe latigazos, para terminar la función en la alocada comedia en que había comenzado. No doy más detalles para no destripar el argumento, que aunque desquiciante es sumamente divertido.
 
 
       Pese a que su anterior experiencia con Sam Wood, había sido un fracaso (la anteriormente aludida Huddle) esta vez, con un personaje mucho más apropiado, Novarro hizo una estupenda actuación, dando rienda suelta a esa vis cómica, generalmente desaprovechada por el estudio. A su lado tenemos a una de las actrices más queridas en nuestro blog, Mirna Loy, en ese periodo anterior a “El enemigo público número uno” que le aupará al estrellato. La actriz está muy bella y proporciona dos de los momentos más célebres del cine pre-code. En una escena, cuando está con una combinación muy corta, mientras es observada descaradamente por Jamil. La otra, con diferencia la imagen más famosa del filme, es el baño con pétalos de rosas que convenientemente cubren partes de su cuerpo. Años después la actriz afirmó que utilizó un traje de baño color carne para dar la sensación de desnudez que es obvia, gracias a la estupenda fotografía de Harold Rosson, quién venía de firmar dos de las películas más taquilleras de MGM: Tarzán de los monos y Tierra de pasión.
 
 
La famosa escena del baño
 
 
 
 
       Por supuesto, como en la mayoría de los filmes de la época, no se fueron a África a rodar exteriores. Todo lo más a Yuma, Arizona, pero la mayor parte del rodaje se efectuó en los estudios de Culver City, con un desierto de arena sin apenas grosor. Con todo el rodaje estuvo amenizado por un temblor de tierra de 6,4 grados de magnitud y una camello llamada Rosie bastante indisciplinada. Pese a todo se llevó a buen término la filmación, con un elenco que incluía además a Reginald Demmy como el apocado novio de la protagonista, a C. Aubrey Smith a su aristocrático tío Cecil y un irreconocible Edward Arnold como un lascivo pacha egipcio.
 
Una escena de voyeurismo
 
       Mención especial para Louise Closser Hale, quién interpreta a la típica señora de edad que acompaña a Diana, dando una de las mejores actuaciones de la cinta. Louise Closser que era una de las mejores actrices de teatro del momento, en sus últimos años de vida participó en numerosísimas películas, alternando con estrellas tan famosas como Jean Harlow y Harold Lloyd. Tanto Closser como Mirna Loy en las escenas a caballo fueron dobladas por Audrey De Scott, que acababa de doblar a Greta Garbo en “La Reina Cristina de Suecia” y Marlene Dietrich en “Capricho imperial”.Fallecería poco después de rodar “Una noche en El Cairo”, apareciendo brevemente en su última película, nada menos que “Sopa de ganso”.
 
 
 
       La película se estrenó el 12 de mayo de 1933, con Novarro de gira por Europa, actuando además de Londres y París, en España, Suiza y Bélgica. Entretanto el estudio favoreció el rumor de un romance entre Loy y Novarro, que potenciara la taquilla del filme. Una circunstancia que enfado y mucho al actor, en una entrevista concedida muchos años después en 1965, todavía guardaba un amargo recuerdo de ese episodio. Celoso de su intimidad, él no había hecho como muchos otros homosexuales notorios, que se casaban para dar una imagen de masculinidad. No era la primera vez que se contaban chismes parecidos, siendo quizás el más sonado el de Greta Garbo, pero esta vez le molestó particularmente, quizás por la gran amistad que el actor trabó con Mirna Loy, en ese momento novia del prometedor productor Arthur Hornblow Jr., con el que se casaría tres años después.
 
 
Mirna Loy de novia árabe y occidental
 
       Aunque contaba con la publicidad del romance de sus protagonistas, la cinta tuvo que enfrentarse con la censura cada vez más latente. En varios estados se suprimieron las escenas más picantes, causa seguramente de que la recaudación en USA fuera bastante pobre, afortunadamente el tirón en Europa de Novarro, supuso que la película obtuviera más de 100.000 dólares de la época de beneficios, una cifra más bien pequeña pero que coincidió con un bajón en la asistencia de espectadores, sin duda debido a que la depresión estaba en su fase más álgida.
 
 
       Esta ha sido la radiografía de un actor que se aferraba a seguir manteniendo su status estelar. Hoy más de ochenta años después “Una noche en El Cairo” sigue siendo una agradable película, con un punto de locura pre-code que contiene una hermosa balada “Love song of the Nile” compuesta por los habituales compositores de canciones en MGM, Nacio Her Brown y Arthur Freed, que Ramón Novarro entona a lo largo del filme. Un nuevo homenaje que brindamos en este blog, al probablemente más popular actor latino de todos los tiempos…y que no será el último.
 
 
Curiosidades: Al inicio de la película, como turista norteamericana vemos a Hedda Hooper, reina del periodismo de cotilleos en Hollywood cuando todavía se dedicaba a actuar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 19 de marzo de 2015

Ingratitud (1938) Clarence Brown ese gran director

 
       Con harta frecuencia, los críticos cinematográficos, especialmente los europeos, tienden a desdeñar la producción del estudio más legendario de Hollywood, Metro Goldwyn Mayer. Si exceptuamos el campo de los musicales, donde la calidad de los producidos por MGM, hacen palidecer a los de sus competidores, por lo general en el resto de géneros, los elogios que reciben son siempre parcos, como si fuera casi pecado, el elogiar las películas del León.
Leo comienza a rugir en 1928, primera sesión con sonido
 
Irving Thalberg asiste al rodaje de La Boheme con King Vidor a la batuta y Lillian Gish como Mimí
 
       Gran parte de esa crítica proviene del sistema implantado por Irving Thalberg, donde el productor tenía la última palabra sobre la película. A los directores que trabajaban en aquellos tiempos para el estudio, se les colgó el apelativo de artesanos, negándoles el pan y la sal. La mayoría de esos directores eran eficaces realizadores que lo mismo valían para un roto que para un descosido, manteniendo siempre alto el listón de calidad. Pero luego había otros, al que se les ha discutido el apelativo de autores, que tienen un estilo defino, tanto en los temas que abordan como en la manera en que los resuelven.
Clarence Brown con Greta Garbo en el rodaje de Anna Cristie
 
Uno de esos autores, es Clarence Brown. Conocido ante todo por ser el director preferido de Greta Garbo, la obra de Brown contiene muchos más registros, siendo el creador de un cine familiar, que intenta transmitir los mejores valores. Unas historias que con frecuencia se desarrollan en pequeñas localidades de su nación, rememorando un pasado en aquel tiempo todavía cercano. Aunque ambientado en Inglaterra, “Fuego de juventud” uno de sus títulos más memorables, mantiene todas esas coordenadas del cine familiar del director.
 
 
       Puede que con “Ingratitud”, Clarence Brown halle por primera vez esa fórmula en su aspecto definitivo. Ya había mantenido una mirada nostálgica a la vieja América, en su adaptación de la comedia de Eugene O´Neill titulada “Ayer como hoy” con dos grandes iconos del estudio como eran Lionel Barrymore y Wallace Beery.  En su siguiente aproximación a la historia de su país “La espléndida descarada” donde se narraba la historia entre Peggy O´Neil y el presidente Andrew Jackson (Joan Crawford y Lionel Barrymore) figuraba un joven nuevo en el estudio llamado James Stewart.
 
       Stewart ya había aparecido en la anterior película de Brown, la excelente comedia “Entre esposa y secretaria” con un triángulo amoroso de lujo: Mirna Loy, Jean Harlow y Clark Gable”. Poco a poco iba escalando peldaños en el estudio, pese a los recelos que causaba su negativa a casarse. Aunque no se lo dijeran abiertamente, más de un ejecutivo pensaba que Stewart era homosexual y que esa era la causa por la que no quería cambiar de estado civil. Pero nada más lejano de la realidad, lo cierto es que Stewart y su amigo Henry Fonda eran dos de los mayores mujeriegos de Hollywood.
       Lo cierto es que “Ingratitud” fue un punto de inflexión en la carrera tanto de Brown como de Stewart. El argumento estaba basado en un relato publicado en 1917 "Benefits Forgot: A Story of Lincoln and Mother Love". Su autora Honore Morrow, escribió mucho sobre la historia de su país, dedicando al venerado presidente varias obras. Ésta en especial, llamó la atención de Brown, quien se hizo con los derechos y estuvo durante bastante tiempo presionando a MGM para poder realizarla. Pero desde que “El nacimiento de una nación” causara furor en los albores del cine, todos los demás intentos de contar historias de la guerra civil, habían sido fracasos de taquilla. Sólo la seguridad de un profesional como Brown, consiguió finalmente que se le diera el visto bueno.
 
 
 
       Como productor figuraba John W. Considine Jr., quien ya había trabajado con Brown muchos años atrás en “El águila negra” considerado como la mejor  película de Valentino. La producción del filme sería de envergadura, para recrear “Un pueblo de pioneros a las orillas del río Ohio” según dice textualmente el filme en su introducción, se construyeron en el Lago Arrowhead (California), unas cincuenta casas, más la iglesia, el embarcadero y un barco de vapor, todo bajo la supervisión del director artístico Cedric Gibbons. Para las escenas de guerra, que apenas ocupan instantes en el montaje final, se gastaron unos 50.000 dólares de la época y se utilizaron 2.000 extras, lo que refleja la importancia del proyecto.
 
 
       La película se centra en una familia formada por un pastor protestante, su abnegada esposa y el hijo de ambos. Para interpretar al recto, en ocasiones duro, pero padre de buen corazón, se contó con los servicios de Walter Huston. Ingeniero de profesión, acabó afortunadamente dedicándose al mundo del espectáculo. La única vez que intentó ejercer su profesión reglada, a punto estuvo de organizar una catástrofe. Por el contrario, su vinculación al mundo de la farándula, acabó convirtiéndole en uno de los actores de carácter más prestigiosos. Empezando desde abajo, en los modestos carromatos del vaudeville, Huston llegó a ser primera figura en Broadway. Tras del advenimiento del sonoro, como muchos otros colegas, dio el salto al cine, donde precisamente uno de sus primeros papeles fue interpretar a Lincoln, en la cinta biográfica dirigida por  Griffith. Aunque la cinta fue un fracaso, eso no impidió que la carrera de Huston siguiera en ascenso. Fue un policía implacable en “La bestia de la ciudad”, líder de una banda de criminales en “Congo” remake sonoro de “Los pantanos de Zanzibar” donde heredaba el papel de Lon Chaney. Trabajó con directores de la categoría de Frank Capra en “La locura del dólar” o William Wyller en “Desengaño”, mientras viajó a Gran Bretaña para rodar la biografía del minero sudafricano John Rodes. Aquí está perfecto dando una imagen bastante verosímil, de lo que debía de ser un clérigo en estas tierras fronterizas. Un hombre compasivo, pero también capaz de sacar a puñetazos a unos alborotadores de la iglesia
 
 
 
 
       Brown insistió mucho en que el papel de su hijo lo interpretara James Stewart. Ya hemos mencionado al principio, que no era la primera vez que Brown dirigía a Stewart, pero esta vez encarnaba el papel más complicado de su incipiente carrera cinematográfica. Un joven egoísta, cuyo pretendido altruismo, al querer ser médico, no evita que su madre tenga que padecer a causa de su ingratitud. Stewart que venía de una película de aventuras en homenaje a los marines “Cadetes del mar” junto a Robert Young y Lionel Barrymore, daba un gran salto cualitativo con su más que estimable encarnación del joven Jason. Realmente Stewart no aparece en pantalla hasta pasados cuarenta minutos, pues la historia comienza con la infancia de Jason al que encarna, por cierto muy bien Gene Reynolds. El joven actor llevaba ya cuatro años en el cine, interviniendo como extra en una película de Laurel y Hardy “Había una vez dos héroes” y otra de Shirley Temple “Heidi”. También aparecía el año anterior en uno de los filmes familiares mejores del estudio “Capitanes intrépidos”. Desafortunadamente, nunca tuvo demasiadas oportunidades para demostrar su talento como actor. Aquí está desenvuelto y nada envarado. Después de intervenir siendo todavía niño en títulos tan famosos como “Forja de hombres”, su carrera como adulto fue encasillándole como actor en un nuevo medio, la televisión. Precisamente en la pequeña pantalla fue donde Reynolds alcanzaría justa fama como productor de series tan memorables como M.A.S.H y Lou Grant.
 
James Stewart con su caballo Peregrino
 
 
       Para James Stewart, “Ingratitud” fue también la primera cinta en la que se le emparejaba con su “madre cinematográfica” por excelencia, Beulah Bondi. Esta fue la primera de las cuatro ocasiones en que tuvo a James Stewart como hijo. Las otras tres son: Ardid femenino (1938), Caballero sin espada (1939) y Que bello es vivir (1946). Pero su papel de más relieve es precisamente en “Ingratitud”, como esa abnegada madre, siempre en medio de las disputas de padre e hijo y por la que será nominada al oscar.
 
Beulah Bondi la madre por excelencia de James Stewart
 
 
       Es una pena que la bella Ann Rutherford, no tuviera más tiempo en pantalla como la vecina de Jason, Annie. Canadiense como Huston, Ann Rutherford pasará a la historia del cine por dos cosas, la primera por interpretar a la hermana menor de Escarlata en la película más famosa de todos los tiempos, “Lo que el viento se llevó”. La otra fue encarnar a Polly, la eterna novia de Andy Hardy que interpretó en varias películas junto a Mickey Rooney. Como curiosidad anotar que fue la protagonista de la segunda película rodada por Glenn Miller, “Viudas del jazz” con George Montgomery.
 
Ann Rutherford reina de las fotos en bañador
 
 
 
       Pero como en todas las grandes películas, la labor de los secundarios es de gran importancia. Empezaremos de menor a mayor grado con John Carradine, quien resuelve bastante bien la papeleta de hacer de Lincoln, quien en la historia tiene un papel crucial. Fantástico está Guy Kibbee, como el tendero Ames, en uno más de sus estupendas creaciones en filmes tan conocidos como “El pequeño Lord”, “Dama por  un día” y “Caballero sin espada”. Pero para mí, la mejor interpretación del filme, corre a cargo de Charles Coburn como el médico alcohólico del poblado. Coburn roba las escenas a Huston, Stewart y Blondi, algo habitual en él. Realmente “Ingratitud” fue su auténtica incorporación al mundo de Hollywood. Tras fallecer su esposa, con la que había estado largos años trabajando en el teatro, Coburn había llegado a MGM para intentar hacerse con el papel de juez Harvey, aunque no lo consiguió. En su único largometraje rodado dos años antes “La venganza del presidiario” también ejercía de juez. Pese a su fracaso, llamó la atención del director Clarence Brown quien le dio la oportunidad de dejarnos su primera gran creación para el cine. Comedias tan célebres como “El diablo dijo no”, Los caballeros las prefieren rubias”,  o “Las tres noches de Eva” no serían las mismas, sin este anciano caballero de Georgia.
 
 
 
       Son muchos los atractivos de esta bonita película que trata como reza el título original, sobre “los corazones humanos”. La película se rodó bajo el título del relato original, pero el estudio organizó un concurso radiofónico para darle su nombre definitivo. Un joven de 17 años llamado Roy Harris fue el ganador, por lo que la premiere del filme fue en su ciudad Greenville el 5 de Febrero de 1938. La cinta gozó de muy buenas críticas, aunque no recibió el respaldo del público que hubiera merecido, ya que es una gran, gran película que merece ser conocida y que hoy sigue manteniendo intactas sus grandes cualidades. Cuando vemos al joven James Stewart, volver emocionado a su casa con su viejo caballo Peregrino, algo palpita en el interior de nuestra alma.