jueves, 19 de marzo de 2015

Ingratitud (1938) Clarence Brown ese gran director

 
       Con harta frecuencia, los críticos cinematográficos, especialmente los europeos, tienden a desdeñar la producción del estudio más legendario de Hollywood, Metro Goldwyn Mayer. Si exceptuamos el campo de los musicales, donde la calidad de los producidos por MGM, hacen palidecer a los de sus competidores, por lo general en el resto de géneros, los elogios que reciben son siempre parcos, como si fuera casi pecado, el elogiar las películas del León.
Leo comienza a rugir en 1928, primera sesión con sonido
 
Irving Thalberg asiste al rodaje de La Boheme con King Vidor a la batuta y Lillian Gish como Mimí
 
       Gran parte de esa crítica proviene del sistema implantado por Irving Thalberg, donde el productor tenía la última palabra sobre la película. A los directores que trabajaban en aquellos tiempos para el estudio, se les colgó el apelativo de artesanos, negándoles el pan y la sal. La mayoría de esos directores eran eficaces realizadores que lo mismo valían para un roto que para un descosido, manteniendo siempre alto el listón de calidad. Pero luego había otros, al que se les ha discutido el apelativo de autores, que tienen un estilo defino, tanto en los temas que abordan como en la manera en que los resuelven.
Clarence Brown con Greta Garbo en el rodaje de Anna Cristie
 
Uno de esos autores, es Clarence Brown. Conocido ante todo por ser el director preferido de Greta Garbo, la obra de Brown contiene muchos más registros, siendo el creador de un cine familiar, que intenta transmitir los mejores valores. Unas historias que con frecuencia se desarrollan en pequeñas localidades de su nación, rememorando un pasado en aquel tiempo todavía cercano. Aunque ambientado en Inglaterra, “Fuego de juventud” uno de sus títulos más memorables, mantiene todas esas coordenadas del cine familiar del director.
 
 
       Puede que con “Ingratitud”, Clarence Brown halle por primera vez esa fórmula en su aspecto definitivo. Ya había mantenido una mirada nostálgica a la vieja América, en su adaptación de la comedia de Eugene O´Neill titulada “Ayer como hoy” con dos grandes iconos del estudio como eran Lionel Barrymore y Wallace Beery.  En su siguiente aproximación a la historia de su país “La espléndida descarada” donde se narraba la historia entre Peggy O´Neil y el presidente Andrew Jackson (Joan Crawford y Lionel Barrymore) figuraba un joven nuevo en el estudio llamado James Stewart.
 
       Stewart ya había aparecido en la anterior película de Brown, la excelente comedia “Entre esposa y secretaria” con un triángulo amoroso de lujo: Mirna Loy, Jean Harlow y Clark Gable”. Poco a poco iba escalando peldaños en el estudio, pese a los recelos que causaba su negativa a casarse. Aunque no se lo dijeran abiertamente, más de un ejecutivo pensaba que Stewart era homosexual y que esa era la causa por la que no quería cambiar de estado civil. Pero nada más lejano de la realidad, lo cierto es que Stewart y su amigo Henry Fonda eran dos de los mayores mujeriegos de Hollywood.
       Lo cierto es que “Ingratitud” fue un punto de inflexión en la carrera tanto de Brown como de Stewart. El argumento estaba basado en un relato publicado en 1917 "Benefits Forgot: A Story of Lincoln and Mother Love". Su autora Honore Morrow, escribió mucho sobre la historia de su país, dedicando al venerado presidente varias obras. Ésta en especial, llamó la atención de Brown, quien se hizo con los derechos y estuvo durante bastante tiempo presionando a MGM para poder realizarla. Pero desde que “El nacimiento de una nación” causara furor en los albores del cine, todos los demás intentos de contar historias de la guerra civil, habían sido fracasos de taquilla. Sólo la seguridad de un profesional como Brown, consiguió finalmente que se le diera el visto bueno.
 
 
 
       Como productor figuraba John W. Considine Jr., quien ya había trabajado con Brown muchos años atrás en “El águila negra” considerado como la mejor  película de Valentino. La producción del filme sería de envergadura, para recrear “Un pueblo de pioneros a las orillas del río Ohio” según dice textualmente el filme en su introducción, se construyeron en el Lago Arrowhead (California), unas cincuenta casas, más la iglesia, el embarcadero y un barco de vapor, todo bajo la supervisión del director artístico Cedric Gibbons. Para las escenas de guerra, que apenas ocupan instantes en el montaje final, se gastaron unos 50.000 dólares de la época y se utilizaron 2.000 extras, lo que refleja la importancia del proyecto.
 
 
       La película se centra en una familia formada por un pastor protestante, su abnegada esposa y el hijo de ambos. Para interpretar al recto, en ocasiones duro, pero padre de buen corazón, se contó con los servicios de Walter Huston. Ingeniero de profesión, acabó afortunadamente dedicándose al mundo del espectáculo. La única vez que intentó ejercer su profesión reglada, a punto estuvo de organizar una catástrofe. Por el contrario, su vinculación al mundo de la farándula, acabó convirtiéndole en uno de los actores de carácter más prestigiosos. Empezando desde abajo, en los modestos carromatos del vaudeville, Huston llegó a ser primera figura en Broadway. Tras del advenimiento del sonoro, como muchos otros colegas, dio el salto al cine, donde precisamente uno de sus primeros papeles fue interpretar a Lincoln, en la cinta biográfica dirigida por  Griffith. Aunque la cinta fue un fracaso, eso no impidió que la carrera de Huston siguiera en ascenso. Fue un policía implacable en “La bestia de la ciudad”, líder de una banda de criminales en “Congo” remake sonoro de “Los pantanos de Zanzibar” donde heredaba el papel de Lon Chaney. Trabajó con directores de la categoría de Frank Capra en “La locura del dólar” o William Wyller en “Desengaño”, mientras viajó a Gran Bretaña para rodar la biografía del minero sudafricano John Rodes. Aquí está perfecto dando una imagen bastante verosímil, de lo que debía de ser un clérigo en estas tierras fronterizas. Un hombre compasivo, pero también capaz de sacar a puñetazos a unos alborotadores de la iglesia
 
 
 
 
       Brown insistió mucho en que el papel de su hijo lo interpretara James Stewart. Ya hemos mencionado al principio, que no era la primera vez que Brown dirigía a Stewart, pero esta vez encarnaba el papel más complicado de su incipiente carrera cinematográfica. Un joven egoísta, cuyo pretendido altruismo, al querer ser médico, no evita que su madre tenga que padecer a causa de su ingratitud. Stewart que venía de una película de aventuras en homenaje a los marines “Cadetes del mar” junto a Robert Young y Lionel Barrymore, daba un gran salto cualitativo con su más que estimable encarnación del joven Jason. Realmente Stewart no aparece en pantalla hasta pasados cuarenta minutos, pues la historia comienza con la infancia de Jason al que encarna, por cierto muy bien Gene Reynolds. El joven actor llevaba ya cuatro años en el cine, interviniendo como extra en una película de Laurel y Hardy “Había una vez dos héroes” y otra de Shirley Temple “Heidi”. También aparecía el año anterior en uno de los filmes familiares mejores del estudio “Capitanes intrépidos”. Desafortunadamente, nunca tuvo demasiadas oportunidades para demostrar su talento como actor. Aquí está desenvuelto y nada envarado. Después de intervenir siendo todavía niño en títulos tan famosos como “Forja de hombres”, su carrera como adulto fue encasillándole como actor en un nuevo medio, la televisión. Precisamente en la pequeña pantalla fue donde Reynolds alcanzaría justa fama como productor de series tan memorables como M.A.S.H y Lou Grant.
 
James Stewart con su caballo Peregrino
 
 
       Para James Stewart, “Ingratitud” fue también la primera cinta en la que se le emparejaba con su “madre cinematográfica” por excelencia, Beulah Bondi. Esta fue la primera de las cuatro ocasiones en que tuvo a James Stewart como hijo. Las otras tres son: Ardid femenino (1938), Caballero sin espada (1939) y Que bello es vivir (1946). Pero su papel de más relieve es precisamente en “Ingratitud”, como esa abnegada madre, siempre en medio de las disputas de padre e hijo y por la que será nominada al oscar.
 
Beulah Bondi la madre por excelencia de James Stewart
 
 
       Es una pena que la bella Ann Rutherford, no tuviera más tiempo en pantalla como la vecina de Jason, Annie. Canadiense como Huston, Ann Rutherford pasará a la historia del cine por dos cosas, la primera por interpretar a la hermana menor de Escarlata en la película más famosa de todos los tiempos, “Lo que el viento se llevó”. La otra fue encarnar a Polly, la eterna novia de Andy Hardy que interpretó en varias películas junto a Mickey Rooney. Como curiosidad anotar que fue la protagonista de la segunda película rodada por Glenn Miller, “Viudas del jazz” con George Montgomery.
 
Ann Rutherford reina de las fotos en bañador
 
 
 
       Pero como en todas las grandes películas, la labor de los secundarios es de gran importancia. Empezaremos de menor a mayor grado con John Carradine, quien resuelve bastante bien la papeleta de hacer de Lincoln, quien en la historia tiene un papel crucial. Fantástico está Guy Kibbee, como el tendero Ames, en uno más de sus estupendas creaciones en filmes tan conocidos como “El pequeño Lord”, “Dama por  un día” y “Caballero sin espada”. Pero para mí, la mejor interpretación del filme, corre a cargo de Charles Coburn como el médico alcohólico del poblado. Coburn roba las escenas a Huston, Stewart y Blondi, algo habitual en él. Realmente “Ingratitud” fue su auténtica incorporación al mundo de Hollywood. Tras fallecer su esposa, con la que había estado largos años trabajando en el teatro, Coburn había llegado a MGM para intentar hacerse con el papel de juez Harvey, aunque no lo consiguió. En su único largometraje rodado dos años antes “La venganza del presidiario” también ejercía de juez. Pese a su fracaso, llamó la atención del director Clarence Brown quien le dio la oportunidad de dejarnos su primera gran creación para el cine. Comedias tan célebres como “El diablo dijo no”, Los caballeros las prefieren rubias”,  o “Las tres noches de Eva” no serían las mismas, sin este anciano caballero de Georgia.
 
 
 
       Son muchos los atractivos de esta bonita película que trata como reza el título original, sobre “los corazones humanos”. La película se rodó bajo el título del relato original, pero el estudio organizó un concurso radiofónico para darle su nombre definitivo. Un joven de 17 años llamado Roy Harris fue el ganador, por lo que la premiere del filme fue en su ciudad Greenville el 5 de Febrero de 1938. La cinta gozó de muy buenas críticas, aunque no recibió el respaldo del público que hubiera merecido, ya que es una gran, gran película que merece ser conocida y que hoy sigue manteniendo intactas sus grandes cualidades. Cuando vemos al joven James Stewart, volver emocionado a su casa con su viejo caballo Peregrino, algo palpita en el interior de nuestra alma.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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