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domingo, 1 de junio de 2014

El club social de Cheyenne (1970) Una comedia del "Lejano Oeste"

 

         La prostitución es un drama y su explotación por parte de terceros una actitud execrable, digna de la mayor de las condenas. Quiero dejar muy clara mi posición, antes de adentrarme en una película cuya temática, en estos tiempos “políticamente correctos” puede levantar ampollas. Pero no debemos olvidarnos, de que ante todo estamos hablando de una comedia, cuya misión no es hacer un análisis sociológico, sino intentar divertir al personal.

 

         Una comedia  a la par que un western, dos géneros que con bastante frecuencia han ido de la mano, en ocasiones de una manera sutil, en otras especialmente a partir de los años sesenta, de una manera explícita. Cuando se estrena en 1970 “El club social de Cheyenne” ya son muchos los precedentes de esta unión de géneros con resultados por lo general satisfactorios. Precisamente la siguiente película que rodaría Henry Fonda “El día de los tramposos” de Joseph L. Mankiewicz, puede considerarse como la obra maestra de esta sugestiva combinación.

 

         “El club social de Cheyenne” por supuesto que no alcanza las cotas del citado filme, pero resulta un título apreciable, sustentado en la interpretación de sus ya maduros protagonistas: Fonda y James Stewart. El director de la cinta era Gene Kelly, quién desde sus inicios no se había conformado con ser solo un bailarín. Sus mejores títulos detrás de la cámara son sin duda la trilogía rodada al alimón con Stanley Donen (Un día en Nueva York, Cantando bajo la lluvia, Siempre hace buen tiempo). El resto de su filmografía se mantiene en un agradable tono medio a excepción del musical “Hello Dolly”, un gran espectáculo al servicio de Barbra Streisand.

 

         Ofrecido el filme originalmente a Stewart, fue este el que invitó a su amigo Henry Fonda a que coprotagonizara el filme con él. La química que se produce entre ambos es magnífica, dando toda una lección interpretativa. Lo de menos es el argumento, que dicho de una manera sucinta, trata de cómo cambia la vida de dos amigos que trabajan juntos como desbravadores. Cuando uno de ellos John (James Stewart) recibe la noticia de que su hermano ha fallecido, y le ha dejado una herencia “El club social de Cheyenne”, pide a su compañero Harley (Henry Fonda) que le acompañe. Allí contemplará escandalizado el moralista John, como el susodicho “Club Social” es el prostíbulo más famoso de la región.

 
 
 

         James Stewart había protagonizado en la década de los sesenta una buena cantidad de filmes, que le permitieron mantener su estatus de estrella, el más memorable de todos sin duda “El hombre que mató a Liberty Vallance” junto a otros filmes exitosos (La conquista del oeste) y la mayoría de ellos abiertamente comerciales (Un soltero en vacaciones, Una dama entre vaqueros, “Una dama entre vaqueros”). Henry Fonda por su parte había tenido una trayectoria más comprometida al protagonizar en títulos de denuncia política (Tempestad sobre Washington, The best man) y adentrarse en el nuevo western de Sergio Leone (Hasta que llegó su hora). Juntos habían rodado “Los malvados de Firecreek”  dos años antes, un western que no he visto pero del que tengo muy buenas referencias, era el reencuentro de ambos actores dos décadas después de aparecer en “Una encuesta llamada milagro”.

 

         La protagonista femenina de la cinta “Shirley Jones” al igual que el director Gene Kelly, había sufrido las consecuencias de la decadencia del género musical, donde debutó con “Oklahoma”, en los años sesenta, pese a lograr el oscar a la mejor actriz secundaria  en “El fuego y la palabra” vio cómo su estrella se iba apagándose, acabando como muchas otras en la televisión, donde por fortuna a sus ochenta años sigue trabajando.

 
 

         Finalizaré diciendo que esta película, sin ser ningún venerable clásico, hace pasar un rato muy entretenido, con estos dos vaqueros gruñones, intentando sobrevivir fuera de su hábitat. Un filme sin mayores pretensiones, perfecto para una tarde de domingo.

 

P.D. Shirley Jones coprotagonizó con Raphael, un sorprendente filme de Vicente Escribá filmado en 1969 en Acapulco, que contiene uno de los números más hilarantes del cantante, rodeado de frailes y cantando “La bamba”. Stewart y Fonda satirizan sus diferencias políticas en un momento del filme.

 
 
 
 
 
 

viernes, 23 de mayo de 2014

Los tres mosqueteros (1948) Un musical sin números de baile

 

No creo que exista un escritor, que haya sido tan adaptado por el medio cinematográfico a lo largo del tiempo como Alejandro Dumas. Y no digo Alexandre puesto que para nuestra generación, donde la literatura juvenil tenía gran importancia, era conocido como Alejandro al igual que Jules Verne, para nosotros era Julio. Por más que se diferenciaran ambos autores tanto en su estilo narrativo, como aspecto físico, procedencia e incluso ideas políticas, fueron la base de la ficción juvenil en nuestro país durante décadas.


Como casi todos los autores de la época en busca de fortuna, dedicó sus primeros esfuerzos al mundo del teatro. Un medio que permitía recibir ingresos de una manera más directa. Su “Antony” es considerado por muchos como el primer gran éxito del teatro romántico en Francia. El romanticismo que había surgido en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII, fue un movimiento rupturista que influyó en todas las artes, despojándolas del estricto corsé que les había impuesto el neo clasicismo.

 

Pero sería la novela, el género que convertiría a Dumas en un autor de fama mundial. La difusión que empiezan a adquirir las publicaciones impresas, sirven de escaparate a una nueva generación de escritores que publican periódicamente sus obras por entregas. Conocidos popularmente como “folletines”, en este nuevo formato verán la luz por primera vez obras imperecederas de la literatura.


Como pasó con otros clásicos, sus novelas fueron llevadas a la escena y lógicamente con el paso de los años al cine, el nuevo medio de entretenimiento que estaba al alcance de todas las clases sociales. Es muy probable que se hayan perdido algunas de estas primeras adaptaciones, en los convulsos años de la infancia de las películas. Sería Douglas Fairbanks el que protagonizara y produjera la primera versión digna de  mencionarse. Se trataba claro está de “Los tres mosqueteros” dirigida por Allan Dwan, cuyos decorados y estupendo vestuario fascinaron a un público poco acostumbrado a semejantes espectáculos.


“Los tres  mosqueteros” es junto a “El conde de Montecristo” la novela más popular de Dumas. El personaje de D´Artagnan ha sido encarnado por todo tipo de intérpretes, incluyendo una versión bufa a cargo de “Mario Moreno Cantinflas”, otra de idéntico signo y musical a cargo de los Ritz Brothers y una popularísima serie de animación donde los personajes eran transmutados al género animal conocida como “D´Artacan y los tres mosqueperros”. Actualmente la BBC está produciendo una nueva versión de la famosa novela, con un look muy actual.

 

Pero la versión “canónica” de “Los tres mosqueteros”, es sin duda la rodada por George Sidney en 1948. Trece años atrás la RKO había estrenado una adaptación de la primera parte de la novela confiada a Rowland V. Lee, que un año antes había firmado la mucho más conocida versión de “El conde de Montecristo” con Robert Donat. Una película modesta en la que destaca por encima de todo la partitura de Max Steiner y que en España se estrenó con el título de “Por la Dama y el honor”.

Parecía que al fin la anglófila Metro-Goldwyn-Mayer,  se disponía a llevar a la pantalla una novela popular de procedencia francesa. Mientras en la década anterior Dickens y Shakespeare habían sido lujosamente llevados a la pantalla, la obra del novelista francés había sido objeto de adaptaciones mucho menos glamurosas. Pero eso cambia cuando el estudio del león decide poner en marcha toda su maquinaria para llevar nuevamente al cine esta inmortal historia en glorioso “Technicolor”.


El encargado de dirigir la película George Sidney era un hombre de la casa. Hijo de un reputado productor teatral, había entrado en el estudio desde abajo haciendo de recadero. Sus inicios en la dirección fueron en la popular serie “La pandilla”. Después de debutar en un largometraje de complemento titulado “Free and easy”. En su tercer largometraje “Pilot 5”, el primero de entidad, coincidió por primera vez con Gene Kelly, un actor fundamental en su carrera, fundamentada principalmente en las comedias musicales.


Precisamente fue Kelly el impulsor de esta película, quería convencer al estudio con su actuación para luego persuadirlo de producir una versión musical sobre Cyrano de Bergerac. Justo acababa de terminar la fascinante “El pirata”, donde en las imágenes de ensoñación de Judy Garland, se veía a Kelly hecho todo un Fairbanks. La versión protagonizada por el célebre artista, había sido la película preferida de Gene en su niñez, por lo que estaba entusiasmado con interpretar al héroe gascón.

 
 

Otros de los miembros del reparto, no participaban del entusiasmo del bailarín. Especialmente dos de las damas, por motivos bien diferentes. June Allyson no quería encarnar a la dulce Costanza, un papel a todas luces perfecto para ella, porque pensaba que los vestidos de época no le favorecían en absoluto, hoy en día resulta curioso como “Los tres mosqueteros” y “Mujercitas” rodadas ese mismo año, ambas ambientadas en el pasado, son dos de las películas más populares de la actriz, que vio como sus reticencias no tenían razón de ser.


Lana Turner era un caso bien distinto, la estrella se hallaba en la cúspide de su fama tras interpretar a la pérfida Cora en “El cartero siempre llama dos veces” e intervenir en el exitoso drama “La calle del Delfín verde”, por lo que se negaba a aceptar un papel secundario como Milady de Winter. El estudio la suspendió de empleo y sueldo, pero tras acercarse las posturas y reescribir el guion para que tuviera mayor protagonismo, finalmente aceptó. En este filme es probablemente donde Turner está más bella.

 

El resto del reparto brilló a gran altura, destacando al elegante Cardenal Richelieu creado por Vincent Price. Price que alternaba su afición interpretativa con la gastronómica, tenía tras de sí una amplia carrera como actor de carácter en títulos tan prestigiosos como “La canción de Bernadette”, “El castillo de Dragonwyck”, o “Laura”. Van Heflin aportaba el  punto más dramático de la cinta como el atormentado Athos, mientras Keenan Wynn encarnaba al fiel Planchet. Angela Lansbury en los inicios de su carrera componía una digna reina Ana, siendo Frank Morgan, un veterano en la Metro, el que encarnaba al monarca Luis XIII.

 

De llevar el barco a buen puerto se encargó el productor Pandro S. Berman. Responsable de los exitosos títulos de Astaire y Rogers en la década de los treinta, llevaba desde 1940 en MGM, donde su filme más popular hasta entonces había sido “Fuego de juventud”. Con “Los tres mosqueteros” iniciaba un ciclo de cine de aventuras que revitalizó el género con títulos tan famosos como “Ivanhoe”, “Todos los hermanos eran valientes”, o el remake de “El prisionero de Zenda”.


El guion de Robert Ardrey, condensa en poco más de dos horas la desmesurada novela, ofreciendo las situaciones más destacadas. Pese al aire frívolo y juguetón de la mayor parte de la cinta, para ser fiel al original debe oscurecer el tono de su tramo final, para acabar finalmente con esa alegría de vivir que nos transmite Gene Kelly. Sus estupendas escenas de acción, coreografiadas como si de un número musical se tratase, son filmadas por Sidney  con el mismo vigor que demostraría cuatro años después con Scaramouche.

 

La rutilante cinta en color, logró un gran éxito desde su estreno en Los Ángeles, extendiéndose al año siguiente al continente europeo, sin apenas demora, algo inusual por el retraso que conllevaba la guerra mundial y en nuestro caso la civil a la hora del estreno. En España se estrenó concretamente el 5 de Diciembre de 1949, dos meses después de haberlo hecho en Francia.


Después de tantos años transcurridos, y las innumerables nuevas versiones que han tratado el tema, algunas muy estimables (Richard Lester) otras insustanciales o simplemente malas, creo que merece la pena volver a este maravilloso musical sin danzas ni canciones, que es además una de las mejores muestras del llamado género de capa y espada.

 
 

P.D. El maravilloso vestuario es obra de Walter Plunkett, otro veterano de la RKO que llevaba desde el año anterior en MGM. Sus trabajos más famosos fueron para David O´Selznick para quién trabajó en dos de sus producciones más  míticas “Lo que el viento se llevó” y “Duelo al sol”. Recibió el oscar en 1951 junto a Orry-Kelly e Irene por “Un americano en París”.