Mostrando entradas con la etiqueta Walter Punklett. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Walter Punklett. Mostrar todas las entradas

miércoles, 25 de junio de 2014

El árbol de la vida (1957) Lo que no se llevó el viento.

 

         Ross Lockridge Jr., autor de "Raintree County" la novela en que se basa el filme, se había suicidado con tan sólo 33 años. Era un 6 de marzo de 1948, cuando preso de una depresión nerviosa, abandonó este mundo dejando a una mujer y cuatro hijos, más un libro que había despertado la admiración de muchos, antes de que se publicara. Tanto que la productora Metro-Goldwyn-Mayer concedió un premio de 150.000 dólares, pensando en una futura adaptación cinematográfica.

 
         El telón de fondo de la historia “La guerra civil americana” había proporcionado al estudio su mayor éxito, cuando coprodujo junto a David O´Selznick la archifamosa “Lo que el viento se llevó”. El marco histórico y su larga extensión era el único paralelismo entre ambas novelas. Mientras el libro de Margaret Mitchell era un típico folletín, donde recreaba de forma idealizada y partidista el conflicto secesionista y cuya protagonista era una mujer valiente que se sobreponía a todo, la obra de Lockrige por el contrario es una novela de amplia penetración psicológica, que huye de todo tipo de maniqueísmos, protagonizada por un idealista profesor del medio rural yanqui.
 
         Estructurada en varios flash-back a lo largo de un solo día, remedando la novela de Joyce “Ulises”, era una novela compleja y amarga que pese a ser seleccionada para el popular “Libro del mes” estaba lejos de ser un best-seller al uso. Pasarían unos cuantos años hasta que el popular estudio del león se decidiera a producir su nuevo “Lo que el viento se llevó” en la época de las grandes pantallas. Y finalmente fue Raintree County la gran apuesta de la productora que no escatimó medios para lograr un éxito que se preveía clamoroso.
 
         El año en que empieza a rodarse el filme 1956, había sido el de las grandes superproducciones de sus estudios rivales. Paramount había estrenado “Los diez mandamientos”, Warner “Gigante” y el futuro esposo de Elizabeth Taylor “Michael Tood” una espectacular adaptación de “La vuelta al mundo en ochenta días”. Precisamente Liz sería la estrella de este nuevo proyecto que buscaba volver a poner a MGM en primera línea. Ella se había vuelto a reunir con George Stevens en “Gigante”, el director que le había llevado a la fama por su interpretación junto a Montgomery Cliff de “Un lugar en el sol”.
 
 
         El árbol de la vida, suponía ahora el reencuentro con Cliff, con quien mantenía una gran amistad. El actor llevaba tres años alejado de los platós de rodaje tras rodar dos filmes que le habían convertido en uno de los actores más famosos de Hollywood: Yo confieso y De aquí a la eternidad. En ese periodo de tiempo había rechazado interpretar el papel que finalmente recayó en James Dean en “Al este del edén”. Algo que no era nuevo para Monty, quién había desechado protagonizar “El crepúsculo de los dioses”.
 
         Por desgracia para Cliff, este filme ha quedado en el recuerdo debido al accidente automovilístico que sufrió durante el rodaje. El actor salía de una fiesta y gracias al auxilio de su amiga Liz no falleció ahogado. Pero su hermoso rostro quedó desfigurado. Monty ironizaba que la gente iría a ver la película para ver cuales escenas se habían rodado antes y después del accidente. Esto detuvo el rodaje de la superproducción, a la que volvió Montgomery aturdido por los calmantes que tomaba, para calmar los dolores producidos por sus recientes intervenciones quirúrgicas.
 
         Aparte de belleza, la operación plástica le restó expresividad a su rostro. El no obstante luchó denodadamente por sacar a flote el papel de John Wickliff Shawnessy. Es un personaje complejo e idealista que parecía perfecto para él. El prestigioso guionista Millard Kaufman (Conspiración de silencio, El señor de la guerra) intentó adaptar de la mejor forma posible el complicado libro original. Quizás esta fuera la causa por la que la película no acaba de ser redonda. Su director Edward Dmytryk, había tenido un traumático periplo tras ser acusado en la famosa casa de brujas. Tras dar con sus huesos en la cárcel, acabó delatando a varios de sus compañeros, lo que acabó perjudicando su reputación. No obstante venia de rodar un puñado de éxitos (El motín del Caine, La mano izquierda de Dios, Lanza rota) que le hacían un director de garantías para tan gigantesco proyecto.
 
         Pese a tan buenos mimbres “El árbol de la vida” es un filme irregular, que no llegó a conectar con el público como hubiera deseado el estudio. Quizás su compleja trama, no era la ideal para las audiencias mayoritarias de los años cincuenta, pero hoy vuelta a revisar me parece una película con muchos menos defectos que virtudes.
 
         Entre ellas las actuaciones del reparto, que en la mayor parte de los casos está a gran nivel. Elizabeth Taylor interpretó de forma convincente a la atribulada dama sureña Susanna Drake, traumatizada desde niña por incidentes de adulterio y mezcla de razas. Un conflicto que acabará desbordándola y que Liz recrea con gran sinceridad. Nominada para la mejor actriz, vio como la preciada estatuilla se la llevaba Joan Woodward por “Las tres caras de Eva”. Otra actriz emergente Eva Marie Saint interpretaba a Nell Gaither, el amor adolescente de John, que ya había recibido el oscar en su debut cinematográfico, nada menos que “La ley del silencio”. En este caso aportó a su rol, la naturalidad y buen hacer habitual en ella.
 
         Tras glosar al trio estelar del filme, no puedo dejar de aludir a dos actores muy dispares pero que para mí quizás compongan las mejores actuaciones de la película. Se trata de Lee Marvin y Nigel Patrick. Marvin ya había destacado en filmes como Los sobornados y Conspiración de silencio. Aquí interpreta al rudo Orville 'Flash' Perkins, el corredor más rápido del condado y luego compañero de desventuras en la guerra con John. Patrick por su parte lucía como el mujeriego profesor Jerusalem Webster Stiles, muchas de las mejores frases del guion las pronuncia él. Un fascinante personaje que luego será avispado corresponsal de guerra para finalmente convertirse en un político populista.
 
 
         Además de la nominación de Liz Taylor, la película también la recibió por su dirección artística y decorados, el vestuario de Walter Plunkett que ya había diseñado anteriormente los de “Lo que el viento se llevó” y la maravillosa partitura de Johnny Green. Una banda sonora que  incluía una canción en la inolvidable voz de Nat King Cole. Otro de los elementos a destacar es que fue la primera película rodada con la nueva cámara MGM Camera 65. Un nuevo procedimiento elaborado por la empresa Panavision, que luciría en todo su esplendor dos años después en el BEN-HUR de William Wyller.
 
         Con todas sus imperfecciones, “El árbol de la vida” sigue siendo una suntuosa producción que merecería una edición de video adecuada. Hace años en Estados Unidos salió una edición en VHS que recuperaba su metraje íntegro y ofrecía por primera vez la película en su formato original. Sin una edición medianamente decente en DVD y mucho menos en Blu Ray, esperamos que finalmente tengamos la oportunidad de verla en todo su esplendor.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 23 de mayo de 2014

Los tres mosqueteros (1948) Un musical sin números de baile

 

No creo que exista un escritor, que haya sido tan adaptado por el medio cinematográfico a lo largo del tiempo como Alejandro Dumas. Y no digo Alexandre puesto que para nuestra generación, donde la literatura juvenil tenía gran importancia, era conocido como Alejandro al igual que Jules Verne, para nosotros era Julio. Por más que se diferenciaran ambos autores tanto en su estilo narrativo, como aspecto físico, procedencia e incluso ideas políticas, fueron la base de la ficción juvenil en nuestro país durante décadas.


Como casi todos los autores de la época en busca de fortuna, dedicó sus primeros esfuerzos al mundo del teatro. Un medio que permitía recibir ingresos de una manera más directa. Su “Antony” es considerado por muchos como el primer gran éxito del teatro romántico en Francia. El romanticismo que había surgido en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII, fue un movimiento rupturista que influyó en todas las artes, despojándolas del estricto corsé que les había impuesto el neo clasicismo.

 

Pero sería la novela, el género que convertiría a Dumas en un autor de fama mundial. La difusión que empiezan a adquirir las publicaciones impresas, sirven de escaparate a una nueva generación de escritores que publican periódicamente sus obras por entregas. Conocidos popularmente como “folletines”, en este nuevo formato verán la luz por primera vez obras imperecederas de la literatura.


Como pasó con otros clásicos, sus novelas fueron llevadas a la escena y lógicamente con el paso de los años al cine, el nuevo medio de entretenimiento que estaba al alcance de todas las clases sociales. Es muy probable que se hayan perdido algunas de estas primeras adaptaciones, en los convulsos años de la infancia de las películas. Sería Douglas Fairbanks el que protagonizara y produjera la primera versión digna de  mencionarse. Se trataba claro está de “Los tres mosqueteros” dirigida por Allan Dwan, cuyos decorados y estupendo vestuario fascinaron a un público poco acostumbrado a semejantes espectáculos.


“Los tres  mosqueteros” es junto a “El conde de Montecristo” la novela más popular de Dumas. El personaje de D´Artagnan ha sido encarnado por todo tipo de intérpretes, incluyendo una versión bufa a cargo de “Mario Moreno Cantinflas”, otra de idéntico signo y musical a cargo de los Ritz Brothers y una popularísima serie de animación donde los personajes eran transmutados al género animal conocida como “D´Artacan y los tres mosqueperros”. Actualmente la BBC está produciendo una nueva versión de la famosa novela, con un look muy actual.

 

Pero la versión “canónica” de “Los tres mosqueteros”, es sin duda la rodada por George Sidney en 1948. Trece años atrás la RKO había estrenado una adaptación de la primera parte de la novela confiada a Rowland V. Lee, que un año antes había firmado la mucho más conocida versión de “El conde de Montecristo” con Robert Donat. Una película modesta en la que destaca por encima de todo la partitura de Max Steiner y que en España se estrenó con el título de “Por la Dama y el honor”.

Parecía que al fin la anglófila Metro-Goldwyn-Mayer,  se disponía a llevar a la pantalla una novela popular de procedencia francesa. Mientras en la década anterior Dickens y Shakespeare habían sido lujosamente llevados a la pantalla, la obra del novelista francés había sido objeto de adaptaciones mucho menos glamurosas. Pero eso cambia cuando el estudio del león decide poner en marcha toda su maquinaria para llevar nuevamente al cine esta inmortal historia en glorioso “Technicolor”.


El encargado de dirigir la película George Sidney era un hombre de la casa. Hijo de un reputado productor teatral, había entrado en el estudio desde abajo haciendo de recadero. Sus inicios en la dirección fueron en la popular serie “La pandilla”. Después de debutar en un largometraje de complemento titulado “Free and easy”. En su tercer largometraje “Pilot 5”, el primero de entidad, coincidió por primera vez con Gene Kelly, un actor fundamental en su carrera, fundamentada principalmente en las comedias musicales.


Precisamente fue Kelly el impulsor de esta película, quería convencer al estudio con su actuación para luego persuadirlo de producir una versión musical sobre Cyrano de Bergerac. Justo acababa de terminar la fascinante “El pirata”, donde en las imágenes de ensoñación de Judy Garland, se veía a Kelly hecho todo un Fairbanks. La versión protagonizada por el célebre artista, había sido la película preferida de Gene en su niñez, por lo que estaba entusiasmado con interpretar al héroe gascón.

 
 

Otros de los miembros del reparto, no participaban del entusiasmo del bailarín. Especialmente dos de las damas, por motivos bien diferentes. June Allyson no quería encarnar a la dulce Costanza, un papel a todas luces perfecto para ella, porque pensaba que los vestidos de época no le favorecían en absoluto, hoy en día resulta curioso como “Los tres mosqueteros” y “Mujercitas” rodadas ese mismo año, ambas ambientadas en el pasado, son dos de las películas más populares de la actriz, que vio como sus reticencias no tenían razón de ser.


Lana Turner era un caso bien distinto, la estrella se hallaba en la cúspide de su fama tras interpretar a la pérfida Cora en “El cartero siempre llama dos veces” e intervenir en el exitoso drama “La calle del Delfín verde”, por lo que se negaba a aceptar un papel secundario como Milady de Winter. El estudio la suspendió de empleo y sueldo, pero tras acercarse las posturas y reescribir el guion para que tuviera mayor protagonismo, finalmente aceptó. En este filme es probablemente donde Turner está más bella.

 

El resto del reparto brilló a gran altura, destacando al elegante Cardenal Richelieu creado por Vincent Price. Price que alternaba su afición interpretativa con la gastronómica, tenía tras de sí una amplia carrera como actor de carácter en títulos tan prestigiosos como “La canción de Bernadette”, “El castillo de Dragonwyck”, o “Laura”. Van Heflin aportaba el  punto más dramático de la cinta como el atormentado Athos, mientras Keenan Wynn encarnaba al fiel Planchet. Angela Lansbury en los inicios de su carrera componía una digna reina Ana, siendo Frank Morgan, un veterano en la Metro, el que encarnaba al monarca Luis XIII.

 

De llevar el barco a buen puerto se encargó el productor Pandro S. Berman. Responsable de los exitosos títulos de Astaire y Rogers en la década de los treinta, llevaba desde 1940 en MGM, donde su filme más popular hasta entonces había sido “Fuego de juventud”. Con “Los tres mosqueteros” iniciaba un ciclo de cine de aventuras que revitalizó el género con títulos tan famosos como “Ivanhoe”, “Todos los hermanos eran valientes”, o el remake de “El prisionero de Zenda”.


El guion de Robert Ardrey, condensa en poco más de dos horas la desmesurada novela, ofreciendo las situaciones más destacadas. Pese al aire frívolo y juguetón de la mayor parte de la cinta, para ser fiel al original debe oscurecer el tono de su tramo final, para acabar finalmente con esa alegría de vivir que nos transmite Gene Kelly. Sus estupendas escenas de acción, coreografiadas como si de un número musical se tratase, son filmadas por Sidney  con el mismo vigor que demostraría cuatro años después con Scaramouche.

 

La rutilante cinta en color, logró un gran éxito desde su estreno en Los Ángeles, extendiéndose al año siguiente al continente europeo, sin apenas demora, algo inusual por el retraso que conllevaba la guerra mundial y en nuestro caso la civil a la hora del estreno. En España se estrenó concretamente el 5 de Diciembre de 1949, dos meses después de haberlo hecho en Francia.


Después de tantos años transcurridos, y las innumerables nuevas versiones que han tratado el tema, algunas muy estimables (Richard Lester) otras insustanciales o simplemente malas, creo que merece la pena volver a este maravilloso musical sin danzas ni canciones, que es además una de las mejores muestras del llamado género de capa y espada.

 
 

P.D. El maravilloso vestuario es obra de Walter Plunkett, otro veterano de la RKO que llevaba desde el año anterior en MGM. Sus trabajos más famosos fueron para David O´Selznick para quién trabajó en dos de sus producciones más  míticas “Lo que el viento se llevó” y “Duelo al sol”. Recibió el oscar en 1951 junto a Orry-Kelly e Irene por “Un americano en París”.