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sábado, 8 de marzo de 2014

La hija de Juan Simón (1935) En memoria de Angelillo y nuestros abuelos.

 

Cuando refería en uno de sus estupendos post mi amigo John Chapelle, la predilección de su abuelo por el cantaor Angelillo, haciéndome recordar la figura de Julián Álvarez mi propio abuelo, que también tenía predilección por el cantante nacido en Vallecas.


Mi abuelo que hacía sus pinitos en el cante, empezó a aficionarse al flamenco, gracias a los viejos discos de pizarra de Marchena. El cantaor sevillano ofreció una versión dulcificada del cante jondo que pronto tuvo imitadores por todo el país, rebasando las fronteras naturales de Andalucía y Extremadura.
 
 
 
Uno de aquellos discípulos Ángel Sampedro Montero, natural de Vallecas e hijo de inmigrantes gallegos, fue el más popular de todos merced a un nuevo invento, el cine sonoro. A lo largo de este blog hemos hablado de las productoras españolas Cifesa y Ulargui Films que estuvieron posicionadas con los estamentos conservadores de la época. Para contrarrestar esa influencia se creó Filmófono. Surgida de la iniciativa del ingeniero de sonido y empresario vasco Ricardo María de Urgoiti y el director Luis Buñuel, supuso en su corta andadura una posibilidad de crear un cine popular, que dentro de la idiosincrasia propia de este, reflejara los avances sociales del régimen republicano.
De entre todas las figuras contratadas Angelillo fue la apuesta más fuerte de la nueva productora. El cantaor se había hecho enormemente popular por su segundo film “El negro que tenía el alma blanca” , donde interpretaba el papel del limpiabotas Nonell, amigo del protagonista del filme Marino Barreto. Su famosa colombiana fue lo más recordado de este filme que en su versión muda había protagonizado Conchita Piquer, siendo ambas dirigidas por Benito Perojo.

 
En “La hija de Juan Simón”, Angelillo era el protagonista absoluto de este lacrimógeno melodrama con final feliz. A su lado la joven promesa Pilar Muñoz que hacía de la desgraciada Carmela, tenía ya un bagaje teatral en la compañía de Margarita Xirgu, donde intervino en el estreno de Yerma en el papel de María la fértil. Ese mismo año debutó en el cine en la famosa “Nobleza baturra” de Florián Rey. Como tercera en discordia la bailaora Carmen Amaya ponía su extraordinario arte y mágica belleza ante la cámara.

La película la empezó a dirigir Nemesio M. Sobrevila, este arquitecto vasco había realizado películas con tintes vanguardistas en la etapa muda, pero desavenencias con el productor Luis Buñuel hizo que recayera el proyecto en el bisoño José Luis Sáenz de Heredia, donde comenzaba una de las trayectorias más importantes del cine español.



La iniciativa de Urgoiti y Buñuel resultó plenamente acertada, el anterior filme de la productora, basado en un sainete de Arniches “Don Quintín el amargao”, ya constituyó un rotundo éxito, que sería corroborado con este filme, que resultó uno de los más destacados del periodo republicano. Las canciones del filme se hicieron asimismo tremendamente populares, como la marcha “Soy un pobre presidiario” y la dramática “Ay Carmela” con música del maestro oscense Daniel Montorio y letra de la esposa del cantaor Concepción Camps. La famosa milonga que da título a la cinta, fue creada por el cantaor Manuel Escacena en 1927, uno de esos cantes de ida y vuelta que tan populares se hicieron, y que en la garganta de Angelillo pasó a la posteridad.



Después de tan clamoroso triunfo, el cantaor empezó a filmar una comedía de ambiente más contemporáneo, titulada “Centinela alerta” dirigida por el francés Jean Gremillon. Desgraciadamente el rodaje se dilató más de lo debido por el estallido de la contienda civil. La posterior derrota republicana, llevó al cantaor al exilio, al igual que a los productores de Filmófono, que pese a dos intentonas en Argentina, acabó su breve pero intensa historia dentro de nuestro cine. Una huella que permanecía en los corazones de nuestros abuelos que tuvieron que vivir aquellos tumultuosos años. Unos aficionados que mantuvieron su recuerdo y aplaudieron su retorno triunfal en la década de los cincuenta con el precioso bolero “Camino verde” de Carmelo Larrea.

 

sábado, 15 de febrero de 2014

Nosotros los pobres (1947) Dedicado al cine mexicano

El cine mexicano vivía en los años cuarenta su época de oro. Después de una etapa muda poco destacable, el advenimiento del cine sonoro había forjado un Star system (Dolores del Río, Jorge Negrete, Mario Moreno “Cantinflas” etc.) que no sólo consiguió atraer a la audiencia mexicana, sino que extendió su presencia por toda Latinoamérica y en el caso de Negrete y Cantinflas también en España.
Las leyes proteccionistas de Lázaro Cárdenas y el intento de prestigiar el cine patrio por parte de Miguel Alemán Valdés, ponen de manifiesto el interés por parte de la máxima autoridad del país, de elevar al máximo la industria cinematográfica mexicana. Una industria que cada vez fue adquiriendo mayores proporciones y diversificando los géneros.

Ismael Rodríguez como tantos otros había comenzado en el cine desde abajo, participando como extra en “Santa” de 1931, uno de los primeros éxitos del cine azteca. Tras un largo periplo en el que ejerció de técnico de sonido, actor, guionista, llegó a producir y dirigir su primera cinta en 1944 “Amores de ayer” un melodrama musical, a mayor gloria de Tito Guizar, actor y cantante que había iniciado el famoso género de charros con su película “Allá en el rancho grande” de 1936. Su segunda cinta “Escándalo de estrellas” ya estaba protagonizada por Pedro Infante, un nuevo cantante que llevaba un año encaramándose al éxito que ya tenía Jorge Negrete.



El binomio formado por Rodríguez e Infante es uno de los más importantes en esa época del cine mexicano. Sus primeras producciones juntos, no se diferenciaban apenas con otras comedias rancheras tan típicas en la época. El salto cualitativo llegó con “Nosotros los pobres”, un retrato de los arrabales de la gran capital mexicana. Situada en lo que en Mexico conocen como vecindad y aquí solemos denominar “corralas”, la cinta basada en una historia creada por Pedro de Urdimalas, describía la situación de los humildes, de una manera que nunca había reflejado el cine mexicano.



Por supuesto que “Nosotros los pobres” es una película comercial, que pretende el solidario aplauso del público. Exenta del lado más ácido de la historia que recreara poco después Luis Buñuel en “Los olvidados” cuyos diálogos escribieron por cierto Max Aub y Urdimalas, aunque este por estar disconforme con una escena, decidió no participar de los créditos. Pero dentro de las convenciones del melodrama, la cinta de Rodríguez está a años luz de lo que por entonces era corriente en las salas mexicanas.



Con un desgarrador final que dejaba impactado al público, la cinta se hizo muy popular no solo por el agradable canto de Pedro Infante sino por la interesante galería de personajes que componían esa vecindad. El cantante encarnaba a Pepe el Toro, un ex boxeador reconvertido en carpintero, viudo  con una madre paralítica y una sobrina a su cargo. Chachita que así se llama esta  (Evita Muñoz) no solo cuida a la anciana, también limpia la casa y ocasionalmente gana dinero para el hogar. Luego está el amor de Pepe, La Romántica (Blanca Estela Pavón) que lo ama incondicionalmente y que soporta los abusos de su padrastro Don Pilar.



Pero hay otros personajes acaso más jugosos como el de La que se levanta tarde (Katy Jurado) eufemismo que se utiliza para nombrar a una prostituta de armas tomar, que debe defenderse en un mundo de machos violentos. Otra mujer de la noche es “La tísica” hermana de Pepe el toro y repudiada por este, al entregarse a un rico señorito, de cuyos amores nació la pobre Chachita que ignora que su madre vive. El Bracero (Fernando Soto Mantequilla) representa a esos inmigrantes que han regresado desde Estados Unidos donde creían que iban a alcanzar un futuro mejor, pone las notas de humor a la historia al igual que el disparatado dúo de borrachas a las que se les denomina La Guayaba (Amelia Wilhelmy) y la Tostada (Delia Magaña) que utilizan el alcohol como olvido de su pobreza.

 

Todos estos y muchos más, pobres y ricos, respetables y marginados integran esta “vecindad” que es muy interesante conocer. Un neorrealismo a la mexicana, que pese a lo desmesurado de su dramatismo ha seguido cautivando los corazones de los mexicanos durante décadas. Dedicado con cariño a la industria del país hermano, que viva México y sus hombres de cine.
 
P.D. La película sigue reponiéndose con gran éxito en las emisoras de televisión de México. Al año siguiente se rodó una continuación títulada “Ustedes los ricos”, cerrando la trilogía en 1952 con “Pepe el toro”