jueves, 3 de julio de 2014

Don Juan (1926) Homenaje a John Barrymore

 

Como cambia la apreciación de las películas con el paso de los años. En la época de mi niñez, donde ya me interesaba por las cintas clásicas (lo siento era un chaval muy raro), los comentarios que de ellas se vertían eran en muchos casos negativos. Era el comienzo de la década de los ochenta y todavía parecía que había que pedir perdón porque una película fuera divertida, poniéndole el nefando adjetivo de comercial. Parecía que eran mucho mejor las cintas interioristas, de estructura deslavazada y que frecuentemente conseguían dormir al público en su cómoda butaca.
 

         La primera referencia que vi de “Don Juan” era corta y la descalificaba, señalando que su única virtud consistía en ser el primer largometraje estrenado con sonido sincronizado. Un primer peldaño para lo que luego sería el cine sonoro. Pero la cinta de Alan Crosland es mucho más, una estupenda película de aventuras, que hoy sigue manteniendo su frescura pese al paso de casi noventa años.
         Aunque la productora Warner hoy es conocida, por sus películas de gangster, realizadas con presupuestos bajos al comienzo de los treinta, lo cierto es que a lo que realmente aspiraban los famosos hermanos, era a realizar espectáculos de prestigio. Fue su productora la que trajo de Alemania a Ernst Lubitsch, con sus comedias cosmopolitas, y la que inició una serie de lujosas producciones, a mayor gloria de su principal estrella John Barrymore.
 
         Nacido en 1882 el menor del clan Barrymore había empezado e triunfar sobre las tablas en 1903, especializándose en Shakespeare. Desde 1913 alternaba sus temporadas teatrales por sus apariciones cinematográficas donde poco a poco fue cobrando más relevancia. Sería en 1919 cuando con “La prueba del honor” lamentablemente perdida, alcanzaba el estatus de estrella. Un año más tarde y con el mismo director John S. Robertson, interpretó el doble papel de Jeckyll y Hyde, siendo esta la primera versión relevante del fantástico relato de Stevenson y la definitiva consagración de Barrymore. Antes de volver a las tablas interpretando a Hamlet en 1923, había intervenido en una nueva (ya se habían filmado para entonces unas cuantas) versión de Sherlock Holmes, donde Roland Young aparecía como el Doctor Watson. En 1924 firma un contrato con Warner cuyo primer fruto “El árbitro de la elegancia” le reunirá por primera vez con Mary Astor, en esta ambiciosa adaptación de la vida de Beau Brummell.
 
 
         Antes de incorporarse al rodaje de Don Juan, Barrymore había vuelto a realizar una de sus interpretaciones más arriesgadas poniéndose en la piel del capitán Ahab, en una versión de Moby Dick rebautizada como “The sea beast”. La guionista Bess Meredyht se tomó grandes licencias con el argumento, potenciando una historia de amor entre Barrymore y la bella Dolores Costello que en la vida real acabaría en boda. Meredyht volvió a manejar libremente la historia con Don Juan, que además del poema de Lord Byron, utilizaba fuentes de la más diversa índole. Una de ellas sería el relato de Poe “El barril de amontillado”, donde la venganza se consuma emparedando vivo al rival, igual que hará Don José Marana con el amante de su mujer en el prólogo de la película.
 
         La película comienza con un siniestro prólogo donde nos cuenta como Don José descubre gracias a su fiel bufón que su mujer le es infiel. Tras su venganza se dedica a una vida disipada con escenas de bailes sicalípticos incluidos. Apuñalado por una de sus amantes antes de fallecer previene a su pequeño vástago Juan con el amor de las mujeres. “Sal al mundo y toma el amor cuando te plazca…sonríe…y olvida”.
 
 
 
         Después de dejar la sombría estancia de los Marana bajo el epígrafe de LA HISTORIA, comienza realmente las aventuras de este Don Juan desarrollada en la turbulenta corte de los Borgia donde será redimido por el amor gracias a la bella Adriana Della Varnese. Mary Astor volvía a ser la pareja de Barrymore en el papel de la noble italiana. La joven estrella de tan sólo veinte años llevaba ya seis en el negocio del cine, debutando en un corto de Buster Keaton titulado “The Scarecrow”. En ese plazo de tiempo ya se había hecho un nombre en Hollywood, además de los dos filmes con Barrymore, el año anterior protagonizaba “Don Q hijo del zorro” junto al dinámico Douglas Fairbanks. Era tan sólo el principio de una larga carrera en el medio cinematográfico. La misma suerte correría una jovencísima Mirna Loy que con dieciocho años interpretaba a Mai, la malvada servidora de Lucrezia Borgia. La seductora aristócrata con fama de envenenadora la encarnaba otra bella mujer Estelle Taylor, una actriz cuya fama se difuminó con la llegada del sonoro y de la que dimos amplios datos biográficos en el post de la película de Lon Chaney “El cazador de tigres” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/03/el-cazador-de-tigres-1929-lon-chaney-y.html).
 
         Del resto del elenco destacaríamos a Warner Oland como Cesar Borgia. El actor sueco aparecería en dos títulos emblemáticos del cambio del cine mudo al sonoro “Orgullo de raza” y “El cantor de jazz”. Aunque sería su encarnación del detective asiático Charlie Chan, el que le diera la fama, convirtiéndolo en uno de los actores más populares en los años treinta del pasado siglo. Y por supuesto estaba Barrymore, que interpretaba a Don José y a su hijo Juan. Pese a su tendencia al histrionismo, resulta convincente en ambos papeles, demostrando apostura y profundidad en su interpretación.
 
         El rodaje pese a la magnitud del proyecto, tuvo sus mayores problemas debido a la relación de sus dos protagonistas. Astor y Barrymore habían tenido una relación amorosa durante el rodaje de “El árbitro de la elegancia” que no había llegado a término en parte por la proteccionista familia de la actriz. Luego como habíamos apuntado Barrymore se había comprometido con Dolores Costello, a quien no paraba de besuquear en cuanto terminaba de rodar alguna escena (se dice que también coqueteaba con algunas coristas) provocando angustia en la joven Astor.
 
 
         Lo cierto es que Alan Crosland hizo un gran trabajo. Ya había llamado la atención como director de grandes espectáculos con “Bajo la púrpura cardenalicia” (1923) basada en la célebre novela de Stanley J. Weyman que se desarrollaba en el famoso “Día de los incautos”, episodio de la historia de Francia en el que María de Médicis  fraguó una conspiración para lograr la caída del  Cardenal Richelieu. Su trabajo es sin duda brillante, rodando con una vitalidad poco común en su época. Un dinamismo al que contribuyó la excelente partitura de William Axt y David Mendoza quien hizo los arreglos musicales que interpretó la orquesta Filarmónica de Nueva York .
 
         El filme fue estrenado el 6 de Agosto de 1926 en Nueva York. El programa estaba destinado a dar a conocer el novedoso sistema de sonido conocido como Vitaphone y que consistía en un artilugio que sincronizaba el audio impresionado en discos con la película cinematográfica. La sesión comenzaba con una alocución del luego desdichadamente célebre William H. Hays en calidad de presidente de la asociación de productores y distribuidores de película, donde elogiaba la importancia del novedoso avance. A continuación se exhibieron otros cortos con sonido sincronizado, comenzando con la obertura de Tanhausser interpretada por la filarmónica neoyorquina, a los que siguió el violinista Mischa Elman tocando el Humoresque de Dvorak. Una extraña mezcla de estilos que incluía al célebre divo Giovanni Martinelli en la dramática aria de Pagiacci “Vesti la giubba” y que culminaba con el delirante pastiche de ambiente español titulado “La fiesta” Aunque la soprano Anna Case intenta cantar algo que parece español, lo mejor del corto es la actuación de “Los cansinos”. Célebre conjunto de bailarines españoles donde puede apreciarse a una chiquilla de ocho años llamada Rita Hayworth.
 
                   Después de casi una hora de proyección comenzaba el plato fuerte, este “Don Juan” con el que hemos querido homenajear al gran John Barrymore. Un actor que fue pionero al intentar transmitir la complejidad del alma humana en la gran pantalla.
 
 
 
 
 
 
 
 

3 comentarios:

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  2. Excelente artículo. Sólo una corrección: al referirse a la muerte del padre de Juan, donde dice "Envenenado por una de sus amantes antes de fallecer...", debería decir "Apuñalado por una de sus amantes...".

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    1. Muchas gracias Alfredo Guevara, efectivamente el viejo Don Juan muere apuñalado, gracias por la corrección y muchas gracias por leer mi humilde blog

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