sábado, 12 de julio de 2014

Cuando volvamos a amarnos (1936) Ursula Parrott y una pareja excepcional


         Cuán efímera es la fama, la popularidad salvo honrosas excepciones tiene periodo de caducidad. Así sucedió con Ursula Parrott, una escritora norteamericana que gozó de las mieles del triunfo justo cuando todo el país se convulsionaba por el crack bursátil de 1929. Su primera novela “Ex-wife” vendió 100.000 copias y todavía fue más popular cuando fue llevada al cine por la actriz Norma Shearer con el título de “La divorciada”, ganando el oscar a la mejor actriz.

 
 

         Las ideas de Parrott, modernas para su época, causaron tanta controversia como su agitada vida sentimental. Casada cuatro veces, también se le relacionó sentimentalmente con dos escritores tan populares como Scott Fitztgerald y Sinclair Lewis. Lamentablemente en los últimos años de su vida abandonó la escritura por lo que no pudo proseguir su lujoso modo de vida. Después de numerosos escándalos, acabaría su vida víctima del cáncer en el pabellón de caridad de un hospital neoyorquino, en el mayor de los olvidos.

 

         Un año antes de su fallecimiento, el estudio Universal había producido un remake basado en una de sus narraciones más populares “Siempre hay un mañana”. Douglas Sirk había dirigido esta nueva versión de las tres que la productora había rodado con argumentos de la autora en la década de los treinta. “Cuando volvamos a amarnos” la segunda de ellas, estaba basada en su novela “Next time we love” mismo título en el original inglés, publicada el año anterior 1935 y cuya versión abreviada titulada "Say Goodbye Again" se cita en los títulos de crédito como fuente de su argumento.

 

         Se realizó como vehículo para la gran estrella de la productora Margaret Sullavan. La actriz que había comenzado a despuntar en el teatro en 1929, siempre vio el negocio de las películas como un medio con el que pagar las facturas. Su auténtica pasión eran las tablas, esa es la causa por la que no realizó más que dieciséis filmes a lo largo de su carrera. Al igual que Parrott se casó en cuatro ocasiones, su primer marido había sido Henry Fonda con el que sólo estuvo casada un par de meses, en el momento del rodaje de esta película su esposo era el director William Wyller con el que había rodado una estupenda comedia “Una chica angelical”. Un título que no casaba demasiado con la temperamental actriz, a la que tenía miedo según las malas lenguas el mismísimo Louis B. Mayer.

 

         En este caso volvía al melodrama, un género por el que venía apostando Universal, desde comienzo de la década de los treinta. Junto a las películas de monstruos, estos dramas eran los más populares del estudio, siendo sus directores más prestigiosos John M. Stahll y James Whale. Aquí se encargó de la dirección el eficaz Edward H. Griffith, un artesano del medio con mucho oficio a sus espaldas. Sullavan en un principio no estaba entusiasmada con el proyecto, por lo que puso como condición que fuera James Stewart su pareja.

 

         El luego mítico actor, era un primerizo en Hollywood, donde sólo había hecho dos papeles secundarios en MGM (La voz que acusa y Rose Marie), el estudio que le tenía bajo contrato. Sullavan conocía a James ya que era el mejor amigo de su ex marido James Stewart. Muchos de los biógrafos de Stewart ponen de relieve la importancia de Margaret Sullavan en la carrera del actor. Gracias a sus consejos superó sus titubeos iniciales, logrando una gran actuación.

 

         Tal fue el cambio que experimentó el actor, que cuando volvió de nuevo a MGM parecía otro. La seguridad que había adquirido fue fundamental para llegar a ser con el tiempo uno de los mejores actores que se recuerdan. La química existente entre la pareja, que según parece fue  más allá de los platós de cine, queda patente desde la escena inicial del filme. Un brillante inicio en que una joven pareja de novios, en el momento en que va a arrancar el tren que les separará durante más de un año, ya que ella debe acabar la universidad, decide dejar sus planes y casarse. Pero las profesiones de ambos, él corresponsal en el extranjero de un periódico y ella actriz de teatro, se tornaran incompatibles para una vida en común.

 

         Una argumento poco apasionante al que tampoco contribuyó el guion bastante plano de Melville Baker. Preston Sturges al parecer había empezado con el tema, pero tras dos semanas abandonó el proyecto. No obstante la excelente actuación de la pareja principal hace que la película resulte mucho más atractiva de lo que a priori pudiera parecer. Cuando dos años después Sullavan firmara por MGM se volvió a reunir con Stewart en tres películas más: “El ángel negro”, “Tormenta mortal” y en medio de ambas, su única comedia juntos y su filme más recordado “El bazar de las sorpresas” de Ernst Lubitsch.

 

         Como tercero en discordia, tenemos a Ray Milland en uno de sus primeros papeles de relieve, siendo esta la última vez que apareció en los créditos como Raymond Milland. También está el siempre eficaz Grant Mitchell y en un pequeño papel Hattie McDaniel la inolvidable Mammy de “Lo que el viento se llevó”.

 

         Nos hallamos pues ante un agradable melodrama, que nunca cae en la desmesura. Los temas que trata como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo y la conciliación de la vida laboral y familiar, están tratados desde una óptica progresista teniendo en cuenta el año en que se realizó. El filme muestra una manera de enfocar la relación de pareja que raramente se había mostrado en el cine y que se adelanta a un filme posterior de mensaje mucho más conservador como es “La mujer del año” de George Stevens. Todo ello fruto de una mujer comprometida y adelantada a su tiempo como fue Ursula Parrott. A ella y la maravillosa pareja formada por James Stewart y Margaret Sullavan va dedicada esta entrada.

 
 
 
 
 
 
 

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