miércoles, 3 de diciembre de 2014

Les inconnus dans la maison (1942) La represión no puede con el arte

 
         En nuestra penúltima entrada, dedicada a la adaptación que Maurice Tourneur hizo de la comedia de Ben Johnson “Volpone”, dejábamos a Francia, a punto de capitular ante las tropas alemanas. La película que hoy presentamos, realizada en plena ocupación, es un claro exponente de cómo pese a tan dramáticos sucesos, la cinematografía francesa siguió dando obras maestras, pese a que muchos de los grandes realizadores, guionistas y actores habían abandonado el país.
         Para cuando se estrena “Les inconnus dans la maison” se cumple una década desde la primera adaptación de una novela de George Simenon al cine, estoy hablando de “Le nuit du Carrefour” dirigida por uno de los más célebres exiliados del cinema francés “Jean Renoir”, donde su hermano Pierre interpretaba por primera vez en la pantalla el personaje más popular del escritor belga, el comisario Maigret. Pero para cualquiera que esté mínimamente relacionado con la obra de Simenon, sabe que además de las entretenidas peripecias detectivescas del agudo detective, hay otras excelentes narraciones donde el autor donde se ocupa de temas de más profundo calado.

         Esta novela publicada en las páginas de Paris Match el 2 de noviembre de 1939, es una de las primeras que tratan sobre el abismo generacional. Esa fractura entre las nuevas generaciones y sus progenitores, es la base sobre la que se edifica el argumento. Jóvenes y mayores parecen vivir en mundos diferentes, una sensación que se irá acrecentando con los años, pero que esta novela escrita hace  tres cuartos de siglo ya denuncia.
         Simenon es uno de los más célebres invitados, en el banquete celebrado el 28 de mayo de 1941, en el prestigioso “Chez Ledoyen”, en plenos Campos Eliseos. Allí asiste invitado por la productora “Continental Films”, una iniciativa del ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels, con la intención de controlar el cine autóctono de cada país ocupado. Para ello pone al frente a Alfred Greven, un hombre culto que intentará eludir en lo posible las directrices marcadas desde Berlín, rodeándose de los mejores actores, directores, guionistas etc. que aún quedaban en el país galo.
 
         Para cuando se rueda “Les inconnus dans la maison”, la Continental Films ya ha estrenado otros dos filmes menores basados en las obras de Simenon: Annette et la dame blonde y La Maison de sept jeunes filles. Pero este tercer proyecto era de otra envergadura, primero por la calidad de la novela original, segundo por estar dirigido por un hábil director, tercero por la impresionante interpretación de uno de los actores más geniales que ha dado Francia y por último el portentoso guion de uno de los talentos más creativos del cine posterior en Francia.
         Empezaremos por este último, Henri-Georges Clouzot, quién había forjado su oficio de guionista haciendo versiones francesas de las películas alemanas en la primera mitad de la década de los treinta. Despedido de la UFA, por su amistad con productores judíos, a su regreso a Francia fue aquejado por la tuberculosis, que le tuvo años postrado en la cama. Acechado por la miseria, no tuvo más remedio que aceptar la oferta de Alfred Greven, pese a los malos recuerdos que guardaba de los nazis.  En su  primer trabajo para la productora “Le duel” coincidirá por primera vez con dos de los artífices de la película que hoy nos ocupa Raimu y Pierre Fresnay.
         Tras escribir la adaptación de “Le dernier de six”, elaborará la adaptación y los diálogos de esta obra. Clouzot que será muy pronto uno de los mejores directores franceses, escribe un memorable guion donde utiliza elementos tan sugerentes como la cámara subjetiva que nos lleva en un sublime inicio por las calles de una triste ciudad de provincias, con la fantástica voz en off de Pierre Fresnay como narrador omnisciente. La película se segmenta en dos grandes secciones en la primera se narra un crimen y su posterior investigación. La segunda parte que se desarrolla íntegramente, salvo una leve escena, en el Palacio de Justicia, también tiene una introducción similar a la del comienzo, con la penetrante cámara y voz al unísono poniéndonos en situación. Si en la primera parte asistimos a la disección de la pequeña ciudad, con sus miserias, en la segunda nos encontraremos con una de las mejores escenas de tribunales jamás rodada. Ágil, rápida, divertida y conmovedora, todo a la vez.
 
         Sería injusto no rescatar la figura de su director Henry Decoin, un hábil realizador que merece un mayor reconocimiento y que en la década de los treinta dirigió especialmente comedias románticas a mayor gloria de su entonces esposa Danielle Darrieux, de la que se divorciaría coincidiendo casi con el rodaje de Les inconnus…, su segunda película para La Continental. Aquí plasma con brillantez el formidable guion, dándole en ocasiones un tono cercano a la comedia, que redime el penoso drama de trasfondo.
 
         Ese difícil equilibrio entre la tragedia y un humor de sabor amargo, tiene su mayor exponente en la interpretación del legendario Raimu. Aquí encarna al licenciado Loursat, un prestigioso abogado que lleva un par de décadas relegado al ostracismo, por culpa de su adicción alcohólica. La miseria y grandeza del personaje, son dibujadas por Raimu con una caligrafía de primer nivel. Por muy brillantes que sean el guion y la dirección del filme, el resultado no hubiera sido el mismo, sin el carisma que desprende al actor galo. Intérprete ocasional en películas cómicas durante la segunda década del siglo XX, el advenimiento del sonoro, vino a potenciar sus excelentes dotes de actuación, que le habían hecho ya muy popular en el teatro francés. Sería precisamente la adaptación de la popular pieza de Marcel Pagnol “Marius”, donde recreaba su interpretación del marsellés César Olivier, el que le hiciera una estrella de la pantalla. Famoso por su colaboración con Pagnol, donde además de la trilogía de Fanny (Marius, Fanny y César) intervino en filmes tan memorables como “El pan y el perdón” y “Tempestad de almas”. También trabajó con Duvuvier (Carnet de baile) Sacha Guitry (Las perlas de la corona, Faisons un réve) entre muchos otros.
 
 
         La película obtuvo un éxito inmediato, aunque luego fue quitada de la circulación tras la liberación, acusada de apología del régimen de Petain. Pocos años después, las aguas volvieron a su cauce y se le concedió el lugar que merece. Una estupenda película, que nos devuelve a una época oscura, donde pese a todo el talento lograba emerger. El poder del arte es mayor de lo que muchos creen.
 

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