Stefan Zweig fue en el periodo de entreguerras del siglo
pasado, uno de los autores que gozó de más popularidad a nivel mundial. Sus biografías, novelas y relatos cortos revelan
un estilo brillante y fácil de leer. Tras gozar durante toda su vida de una
existencia acomodada, el advenimiento del nacional socialismo le llevó a una
huida por media Europa y el continente Americano. Finalmente, persuadido de que
el nazismo se extendía triunfante por todo el mundo, se suicidó junto a su
mujer en la ciudad brasileña de Petrópolis.
Otra víctima
de la diáspora de los artistas de ascendencia judía, el dramaturgo y cineasta
Max Ophlus, rodó en 1948, este drama lleno de sensibilidad, fiel reflejo de una de las mejores novelas del
escritor vienés.
Basándose en
un sensacional guion de Howard Koch, el director francés de origen alemán nos
traslada a la Viena de la Belle Epoque. En este marco tan bien descrito de
floristas y coches de punto, Stefan Brand (Louis Jourdan) un célebre pianista recibe una misteriosa
carta. A través de su lectura, descubrirá que ha sido el protagonista de un gran amor que en él no ha
dejado huella.
La diferente
percepción que cada uno tenemos del hecho amoroso, se hace patente en la forma
en que cada personaje lo siente. Mientras
que para Lisa (Joan Fontaine) esos
encuentros han supuesto el eje sobre el que ha girado su vida, solo son vagos
recuerdos en la frívola biografía amorosa de Stefan.
Un relato
desgarrador y sincero, sobriamente romántico, que constituye una de las cumbres
del género.
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