Imaginarse el
cine italiano en su época dorada sin las películas de episodios sería
imposible. Una de las que gozó de mayor popularidad fue “El oro de Nápoles”, seis
variopintas historias que ofrecen un fascinante retrato de esta mítica ciudad.
Vittorio De
Sica aunque natural de Sora ubicada en
el Lazio, pasó sus primeros años en Nápoles donde ejercerá su padre como
magistrado. El sentido recuerdo que albergaba de esa época se refleja en el
cariño con que trata a sus personajes. Algunos pueden resultar tan grotescos
como el de Saverio Pietrillo (Totó) que ejerce de plañidero entre otros
curiosos oficios. A vender pizzas se dedica la hermosa Sofía (Sophia Loren) que engaña a su marido, mientras
este hace el ridículo. Para patética la figura del conde Próspero (Vittorio de
Sica) un ludópata empedernido, que pierde vez, tras vez a las cartas con un
repelente niño. También conoceremos a Teresa (Silvana Mangano), una prostituta
ilusionada porque un hombre va a cambiar su vida. Una vida que ha perdido un
joven infante, al que dará su humilde madre un lujoso cortejo fúnebre por las
calles más elegantes de la ciudad.
Pero el más
sorprendente de todos ellos, es sin duda
Don Ersilio Miccio (Eduardo De Filippo)
un excéntrico caballero al que todos acuden en busca de consejo. Una parroquia
que acata sin dudar las soluciones que este propone por grotescas que a simple
vista parezcan.
Este recorrido
que nos lleva de los barrios más humildes, a las decadentes mansiones
nobiliarias, de la sordidez de la prostitución a las falsas apariencias de la
nueva burguesía, es uno de los más estimulantes viajes que podemos emprender
sin movernos de una butaca.
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