jueves, 24 de octubre de 2013

El oro de Nápoles (1954) National Geographic


Imaginarse el cine italiano en su época dorada sin las películas de episodios sería imposible. Una de las que gozó de mayor popularidad fue “El oro de Nápoles”, seis variopintas historias que ofrecen un fascinante retrato de esta mítica ciudad.

Vittorio De Sica  aunque natural de Sora ubicada en el Lazio, pasó sus primeros años en Nápoles donde ejercerá su padre como magistrado. El sentido recuerdo que albergaba de esa época se refleja en el cariño con que trata a sus personajes. Algunos pueden resultar tan grotescos como el de Saverio Pietrillo (Totó) que ejerce de plañidero entre otros curiosos oficios. A vender pizzas se dedica la hermosa  Sofía (Sophia Loren) que engaña a su marido, mientras este hace el ridículo. Para patética la figura del conde Próspero (Vittorio de Sica) un ludópata empedernido, que pierde vez, tras vez a las cartas con un repelente niño. También conoceremos a Teresa (Silvana Mangano), una prostituta ilusionada porque un hombre va a cambiar su vida. Una vida que ha perdido un joven infante, al que dará su humilde madre un lujoso cortejo fúnebre por las calles más elegantes de la ciudad.

Pero el más sorprendente de todos ellos,  es sin duda  Don Ersilio Miccio (Eduardo De Filippo) un excéntrico caballero al que todos acuden en busca de consejo. Una parroquia que acata sin dudar las soluciones que este propone por grotescas que a simple vista parezcan.

Este recorrido que nos lleva de los barrios más humildes, a las decadentes mansiones nobiliarias, de la sordidez de la prostitución a las falsas apariencias de la nueva burguesía, es uno de los más estimulantes viajes que podemos emprender sin movernos de una butaca.

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